EL CORRIDO DEL CORRIDO: 15 MESES DE DESPIDO, HUELGA Y VIDA - TopicsExpress



          

EL CORRIDO DEL CORRIDO: 15 MESES DE DESPIDO, HUELGA Y VIDA NORMAL John Hazard “¿Ese letrero lo puso ese consejero?” “Sí”. “Es ofensivo. Lo voy a quitar”. ¿Así empezaron 15 meses de estar despedido? A continuación, veremos. ¿Me arrepiento de algo? Lo he pensado, y la verdad es que no. Lo que realmente lamentoes que personas como Marco Trejo, Gloria Luz Alejandre, Adrían Castillo y Rebeca Reza siguen con impunidad. Fui a la sesión del Consejo Universitario el 15 de diciembre de 2011. Fue el último día laborable antes de las vacaciones. Como solía suceder, en el público había docenas de estudiantes (activistas contra Orozco en su mayoría) y dos o tres profesores. Yo estaba sentado en el área del público y recibí un mensaje por celular de Beatriz Amézquita, profesora de Ciencia Política. Decía que en ese momento Nora Huerta, la Gángster Chula y entonces coordinadora de Difusión Cultural, estaba tratando de forzar a Eduardo Mosches (entones encargado de la editorial de la Universidad) que desalojara su cubículo. Crucé la sala y comenté ese hecho con el consejero Javier Gutiérrez Marmolejo y otros de los consejeros disidentes. Esther Muñoz había pedido la palabra por otra razón y Javier sugirió que ella denunciara lo que sucedía cuando tuviera el micrófono. Lo hizo. El hecho de que estuviera afónica aumentó la tensión y nuestro sentimiento de frustración. Los estudiantes, mientras tanto, llevaban a cabo un plan (no relacionado con la acción contra Mosches) de no permitir que la sesión continuara. Entonces se creó un ambiente confuso en el cual había pequeños grupos de consejeros y otros discutiendo en cualquier parte de la sala y afuera. Yo estaba sentado al lado de una estudiante. Le hice la pregunta con la cual abro este escrito. Me levanté y tomé la ruta más directa hacia donde estaba el letrero que decía “MOSCHES LLÉVATE TAMBIÉN A LOS FOSILES”. La ruta más directa significaba pasar sobre una mesa, como mis estudiantes saben que hago en los salones de clase, donde solemos acomodar las mesas en rectángulo o círculo. Llegué a donde estaba el consejero, cuyo nombre no sabía, y le dije “Esto es ofensivo y lo voy a quitar”. No me percaté de la cercanía de Gloria Luz Alejandre, ex secretaria técnica del CU, notable practicante del perjurio y profesora de Ciencia Política, hasta que me gritó: “Eso es violento”. Casi al mismo tiempo, el consejero estudiantil gritó: “El profesor Hazard me ha amenazado”. En ese momento me di cuenta de que estaba tratando con la misma gente que había creado un montaje para lograr el despido de Alberto Benítez en ese mismo edificio dos meses antes. Una narración del resto del incidente inmediato lo pueden leer en mis respuestas a las acciones de persecución legal o extralegal que la administración de la UACM llevó a cabo. Es el apéndice A. Dentro de unos segundos de haberme vuelto a sentar, me encontré rodeado de personas que reconocí como porros de Orozco o de la derecha uacemita en general. Mario López Sebastián, estudiante que luego se hizo famoso por las becas de por lo menos $5,000 por mes, me decía: “John: Eso es violencia”. Su amigo Vladimir Montes me gritó “Fascista”. Él era representante en el CU de trabajadores administrativos quienes habían pedido su renuncia. Más cerca de mí, y más agitada, se había una bola de personas que parecían jugadores de fútbol americano. El del letrero estaba entre ellos, me han dicho. Dije en voz alta que pedía la presencia de testigos y que cuando la cosa se tranquilizara contaría mi versión de los hechos. Luego entendí que consejeros como Salomón Ochoa y otros estudiantes ya estaban en camino para hacer una valla entre los políticodeportistas y yo. Y entendí que lo hicieron porque los aliados del portador del letrero, estudiantes de Ciencia Política en su mayoría, iban en plan de golpearme. Se dispersaron. Supe que el del letrero se llama Julio César Chávez Bravo, estudiante de la mencionada carrera en el plantel de Cuautepec. Era parte del grupo mayoritario de consejeros que siempre votaron con Orozco y que obstaculizaron cualquier intento de lograr la rendición de cuentas. Pronto supimos que, aunque presentó credencial con una dirección en el Distrito Federal para ingresar en la UACM, era en ese momento pre candidato a una diputación federal en Ecatepec, donde es integrante de un grupo de vendedores ambulantes que se asocian con el partido o la corriente que les convenga en dado momento. El estudiante Rodrigo Alonso trató de recuperar el famoso papel pero, al parecer, los orozquistas ya lo habían incautado. César Fuentes, profesor de Promoción de la Salud, estaba, como de costumbre, presente, difundiendo por internet los atropellos que ocurrieron cada vez que el CU se reunía. Me pasó su teléfono celular y dijo: “Es Benítez”. Y hablé con Alberto, veterano de estas cacerías de brujas, y me dijo: “Sal de allí inmediatamente. No firmes nada”. Tres estudiantes y egresados ofrecieron escoltarme y nos fuimos. Conque todos son periodistas independientes, no puedo revelar sus nombres sin que alguien diga que han atentado contra el dios de la objetividad periodística; sólo diré que les agradezco. Llamé a Auxilio Heredia, secretaria general de nuestro sindicato, y le dije que algo había pasado. Me dijo: “Mosches, Hiram y Pedro tienen cita con Arturo Alcalde a las 7. ¿Por qué no vas con ellos?”. Hablamos con Alcalde, abogado del sindicato, y con su socia Patricia Juan Pineda, quien ya sabía qué había pasado en el CU y no dejó de reír, cosa que me parecía saludable frente a las caras de preocupación que tenían Eduardo, Pedro e Hiram, los tres trabajadores ya suspendidos del área editorial. Curiosamente, también llegó Sebastián Ibarra, ingeniero y coordinador del plantel Centro Histórico. Había acudido para evitar que, al dejar la coordinación, le negaran el derecho a volver a su puesto de profesor. Hablamos abiertamente en su presencia sin conocerlo mucho; ahora puedo decir que era uno de los cuatro coordinadores disidentes que nos apoyaron durante ese invierno de nuestro descontento que duró hasta marzo de este año. (Los otros son Tania Rodríguez, Micaela Monge y Guillermo Flores.) Nos fuimos de vacaciones. En esos días me llegó la noticia de que mi propuesta de libro, Con estos estudiantes: La vivencia en la UACM, había sido dictaminado favorablemente por Plaza y Valdés. Lo escribí principalmente durante mi año sabático en 2010. Tardé un rato en hacer correcciones antes y después de la entrega a la editorial y por eso el libro finalmente salió a finales de enero de 2013. Regresamos de vacaciones y había dos semanas laborables antes del primer día de clases para entregar certificación y preparar el semestre. En esos días iba a vencer el plazo legal para que iniciaranun proceso legal para despedir o castigarme. Justo cuando me había permitido pensar que ya no iba a pasar nada—no por falta de ganas de los orozquistas, sino porque les habría ganado el tiempo—me llamó Auxilio muy noche para preguntar qué decía mi citatorio. “¿Cuál citatorio?” “¿Tampoco lo recibiste? No lo entregan al afectado ni al sindicato, pero Alcalde lo tiene y me lo dijo por teléfono”. Nunca intentaron poner el citatorio en mis manos, y así fue durante todo el proceso, tanto con la oficina del abogado general como con la de la contralora. La notificación indirecta fue fuera de tiempo y la notificación directa, legalmente necesaria, nunca llegó. Sin contar el intento mismo de despedir a una persona por razón tan frívola, ésta fue la primera en una serie de irregularidades en el proceso. El citatorio me pidió acudir a una “reunión aclaratoria” el siguiente lunes, cuando todavía no habría clases. Nos organizamos entre los pocos que estábamos en el plantel en esos días. Quise que mucha gente me acompañara a la reunión. Una reunión aclaratoria es, según nuestro contrato colectivo de trabajo, lo que el abogado general tiene que convocar si se pretende sancionar a un trabajador y debe tener propósito de conciliación. Y debe ser convocada mediante citatorio con tres días hábiles de anticipo. Así, el abogado general violó dos fechas límites: la de la Ley Federal de Trabajo y la del contrato. Pero eso no importa cuando de lo que se trata es intimidar. El viernes me reuní con Patricia Juan para planear la defensa. Cuando habíamos acordado algo que me parecía bien, llegó Alcalde para plantear algo más difícil para mí: evitar cualquier expresión de convicciones, y por ello de enojo, para que pareciera imposible que habría hecho yo lo que me imputaban, que ya no era simplemente tirar un papel sino, según la declaración de Gloria Luz Alejandra en el acta administrativa cocinada por el ex coordinador de plantel Adrián Castillo: “se dirige al consejero Julio César Chávez Bravo a quien le dice que el concepto de fósiles no estaba instrumentado en los conceptos de la universidad desprendiendo un cartel […] y le amenaza con madrearlo” y que le tiré un papel hecho bola en su cara, blablablá. La declaración de Julio César Chávez Bravo, como señaló Alcalde en mi defensa en la misma junta aclaratoria, es idéntica a la de Gloria Luz Alejandre excepto que en la del estudiante se escribe “amenasa” y en de la profesora se escribe “amenaza” y la persona de los verbos cambia entre primera y tercera. La estrategia de Alcalde era dejar que el otro lado comprobara su caso; otro abogado a quien consulté después, Juan de Dios Hernández Monge, opinó que deberíamos presentar evidencia. El caso es que no hubo ningún intento serio de lograr la conciliación. Cuando llegó la “resolución”, lo que voy a llamar el veredicto, lo único que utilizaron para justificarse era que al no presentar defensa detallada, había aceptado culpabilidad. Otras personas, incluyendo a un abogado que también había sido despedido de la universidad, aconsejaron no ir a la sesión y/o emplear desobediencia civil (cierre de la oficina del abogado general o del plantel) para que la sesión no se llevara a cabo. Pienso que ésa era la mejor opción y la estaba explorando hasta el último momento con estudiantes activistas, quienes medían la posibilidad según la cantidad de personas que llegaban para apoyarnos (en plan de manifestarse y ser testigos y acompañantes, en la mayoría de los casos) ese día. Llegaron alrededor de 80 personas, que no estaba mal considerando que no habíamos regresado a clases todavía y que la represión contra cualquier expresión de disidencia ya era más que palpable. Lo que recuerdo con más agrado fue la presencia de muchos estudiantes, entre ellos unos que ni conocía, de unos ex estudiantes de la primera generación de Tezonco, de una ex pareja mía que no había visto en más de un año y de los amigos músicos Fernando Medina y Guillermo Ramírez Lantén. También quiero decir que me gustó mucho que estuvieran varios profesores del Colegio de Ciencia y Tecnología, entre ellos Iván Sosa y Marco Noguez. Como profesor de idiomas he trabajado con profesores y estudiantes de todos los colegios y, a pesar de las evidentes fricciones que se han dado a veces, siempre he considerado importante que derribemos estereotipos, disciplinas rígidas y barreras falsas. El día anterior, las estudiantes NaarubiPalacios y Liliana Avendaño me habían presentado con dos activistas de la Asamblea General de Trabajadores del GDF, una corriente radical dentro del sindicato charro de los trabajadores públicos locales. Demasiado tarde, estaba aprendiendo detalles sobre los sindicatos y los derechos laborales en México. Eso fue domingo, día laborable de facto para muchos profesores. Una semana después iniciamos el semestre. Tuve un grupo de inglés I y dos de inglés II. En el de inglés I había muchísimos estudiantes, y creo que sólo había conocido antes a una persona, Luna Marianely Hernández, quien estaba enterada de los detalles de mi caso y tal vez estaba presente el día del incidente. En nuestro plantel había, como siempre, una suboferta de alrededor de 100% en cursos de inglés. Es decir, hay de entre dos a cuatro veces más profesores de las otras áreas de Ciclo Básico que de inglés (y ni hablar de la casi inexistente oferta de otras lenguas) y por eso la cantidad de estudiantes que buscan entrar de oyentes es similar al número de los que pueden inscribirse. Si el límite es de 30, llegan 60 en los primeros días. Entonces, el haber llegado al primer día de clases sin haber recibido notificación de despido me parecía muy bien. Quería ver si se atreverían a despedirme cuando había, esperaba, un ejército de estudiantes con interés directo en que no desapareciera su profesor. Llegó el momento en que supimos que habían concretado el despido. Me entró cierta tristeza; me había permitido esperar que las muestras de apoyo y de asombro por lo que hacían los de arriba habrían aplacado sus deseos de consumar su propósito absurdo. Les había dicho a los estudiantes de mis grupos, más de cien en total, que mi vocación iba más allá de si contaba con la aprobación de la patronal o de si me pagaban, por lo cual me quedaría con los grupos. Una compañera, Beatriz Amézquita, me dijo que, si eso le pasara a ella, dejaría los grupos para hacer más patente lo que la administración hacía. Yo pensaba que eso me haría invisible y por ello más olvidable y que me desestructuraría mi vida. Creo que la decisión que tomé fue la correcta, ya que los estudiantes específicos que atendía no iban a levantarse para defender a un profesor con quien habían estado unos días; era necesario, pensaba, que me conocieran, que vieran más a detalle mi forma de trabajar para que, eventualmente, yo pudiera esperar que tomaran medidas políticas novedosas para ellos. Seguía con ese trabajo que, para mí, siempre ha sido de más de tiempo completo, el de preparar y facilitar clases. A eso agregué reuniones constantes con el sindicato y con varios abogados que consulté antes de decidir seguir con Alcalde. Hicimos una asamblea en el Domo Flores Magón de Tezonco, convocada sólo desde la noche anterior, para informar del despido y, esperaba, planear acciones contundentes. Recuerdo que unos de mis nuevos estudiantes estaban. Una me vino a hablar justo después, llorando, para decir que no quería que dejara de ser profesor de la clase. Unas amigas profesoras tuvieron reacciones parecidas, pero no pudieron llegar muy rápidamente a la indignación o a la resistencia creativa. Los orozquistas contaban con poder aplicar la doctrina de shock. Una persona que no quedó pasmada fue Tania Barberán quien, al ver el video, escribió públicamente: “¿Despedir a un profesor por subirse a una mesa? ¿Que no conocen la película ‘La sociedad de los poetas muertos’?” Esa película, por comercial que sea, tiene cierta resonancia conmigo porque aprendí a amar la literatura a pesar de la rigidez de los profesores anglófilos en Estados Unidos, y con la ayuda de profesores, estudiantes y poetas callejeros que también rechazaron esa rigidez. Un poco más tarde ese día llegó Viridiana Alarcón, recién titulada en Ciencias Políticas. Estaba subempleada o desempleada y sin decirlo explícitamente, se instaló como coordinadora de logística, cosa que necesitaba porque estaba un poco en shock también. Recuerdo tres eventos significativos en las primeras semanas del despido: 1. Alberto Benítez, Fabiola Gutiérrez y yo fuimos a Radio Educación para estar en el programa “Ciudad de patinetas” del cantautor Rafael Catana. Un poco después, un video circuló. Esto me sorprendió, ya que no había visto a nadie filmar. Me di cuenta de que había adquirido un nuevo tic: mis ojos y otras partes de mi cara se movieron extrañamente. 2. Hicimos una marcha de Tezonco a Casa Libertad desde muy temprano el 14 de febrero, calculada para llegar a la hora de inicio de una reunión del CU. Éramos pocos, pero compusimos esta canción, con la tonada de “Todo el poder”: Dame damedame, familia Orozco la más corrupta que conozco. Dame damedame, Gloria Luz, nos mete en la depre, nos da the blues. Gimmegimmegimme, pinchesmile todo el poder, Orozco style Dale daledale contra la Gestapo Somos pocos pero guapos. 3. En una asamblea grande en la primera semana del despido, Ivonne Arrazola propuso y Nezahualcóyotl Ruíz Luna adelantó la fecha de la marcha de las antorchas, una de las primeras marchas de la UACM. Fuimos desde el Plantel del Valle a la Comisión de Derechos Humanos en frente de los Viveros de Coyoacán. Estábamos a casi un año de las primeras quejas que presentamos frente a esa instancia, y no sólo no habían emitido ninguna recomendación, sino que casi todos los primeros diez quejosos habíamos sido despedidos, procesados en contraloría , suspendidos o, en caso de los estudiantes, amenazados por operadores de Orozco. Tardé hasta casi el último día posible en formalizar la demanda, parcialmente porque esperaba una revuelta generalizada que hiciera irrelevantes las acciones de la rectora y sus funcionarios. Aquí diré que lo único malo de la huelga (en términos de sus inicios) del año pasado era que llegó alrededor de diez meses demasiado tarde y que los profesores no se atrevieron a sumarse a ella abiertamente. Cuando Julia Cortés fue despedida, las únicas protestas que logramos armar, más allá de unos cabildeos administrativos, fueron la clausura de las oficinas administrativas del plantel y el cierre “simbólico” del plantel durante un día. El despido de Julia fue un parteaguas, un indicio de hasta dónde estaban dispuestos a llegar los orozquistas y sus jefes dentro del ebrardismo y el gordillismo. Arriesgaron el rechazo de los moderados, ya que Julia no había participado en el movimiento y era muy querida por la gente no activista de la Universidad. Cuando, unas semanas después, Alberto Benítez perdió su trabajo, lo único que pudimos hacer fue que unos estudiantes cerraron Ermita Iztapalapa durante una o dos horas. (El valor de esa protesta, rechazada por la mayoría de los profesores del movimiento, fue descubrir cuál fue el talón de Aquiles de Marcelo Ebrard, padrino de Orozco: no le gustaba que afearan su entorno con protestas y bloqueos.) En esos días, Tania Rodríguez fue elegida coordinador de nuestro colegio, Humanidades y Ciencias Sociales, como Guillermo Flores había sido de Ciencias y Humanidades unas semanas antes. Traducción: Orozco iba perdiendo en el ámbito electoral, ni hablar de en las conversaciones y las protestas en las plazas, las calles y los pasillos. Cuando la rectora se negó a reconocer la victoria de Tania, y cuando la práctica de llevar a cabo procesos en contraloría para inhabilitar a la gente para el servicio público se hacía habitual, Tania llamó a unas reuniones generales de los integrantes del Colegio (por primera vez desde 2004). Estábamos a finales de octubre o principios de noviembre. Allí dije, con la moderación que siempre me ha caracterizado, que urgía que paralizáramos la Universidad, que si dejáramos que procediera el business as usual, que terminara el semestre y que entráramos en el ritual de la Certificación, que la rectora aprovecharía de ese tiempo, el de certificaciones y vacaciones, cuando la gente no le estaría vigilando, para hacer despidos masivos y otros ultrajes. Nadie parecía estar de acuerdo conmigo, más bien nadie me hizo caso excepto para decir que “Este no es el espacio”, llegamos a diciembre y pasó lo que ya narré. Después de unos días de estar meramente despedido, llegó el momento de rematarme con la inhabilitación para el servicio público. Por un lado me pareció absurdo que, estando despedido, podían seguir procediendo contra mí. Julia—ya inhabilitada—opinó lo mismo y me aconsejó hacer caso omiso. Por otro lado, lo vi como una amenaza más contra mi derecho de trabajar (en cualquier instancia pública) y por ello de permanecer en el país. Y la ley sí permite poderes extraordinarios a las contralorías internas (para combatir la corrupción, una pensaría, no para perpetrarla). La contralora, Verónica Cuenca Linares, también procedía contra Eduardo, Hiram y Pedro, y contra varios otros profesores no despedidos como Claudio Albertani y José Luque. (Claudio fue denunciado por Rebeca Reza y su operador político, el estudiante Óscar Kopka. Claudio le exigió a Kopka que no le filmara y Reza le dijo a sus estudiantes que, en lugar de pelear con Claudio, resolvieran el asunto de otra manera, que resultó ser un caso más para la inquisición de la contralora.) Cuenca Linares aprovechó de supuestos huecos en la normatividad interna de la UACM y de los poderes amplios que la ley permite a los contralores internos (para combatir la corrupción, uno pensaría, no para ejercerla). Ella siempre incluyó en todos los documentos que emitió un aviso de que no se podía revelar sus contenidos durante siete años. Eso era para proteger…no hay que decir a quién. Una mitad del citatorio que me llegó, pegado a la puerta de mi departamento con cinta canela como si tuviera deudas en Banco Azteca, era refrito del caso de mi despido. Pero hubo una gran sorpresa en la otra parte: que Marco Trejo me acusó de poner mi mano en su pecho con intención de empujarlo. ¿Qué pasó? Apenas recordaba, pero en los días justo antes de la clausura simbólica en Tezonco, había visto a Trejo en el domo. Le saludé (primer error, con este tipo de gente) y le pregunté si seguía con la línea de sus amigos en el CU. Dijo algo como: “A ver: ¿Cuáles amiguitos?” Le dije que si iba a negar lo obvio no había base para platicar y me fui. Había una persona que conozco presente pero a la fecha no recuerdo quien fue. No había nadie más. Nunca estaba, excepto en el momento de saludarlo de mano, a menos de un metro de Trejo. Y nunca he tenido el más remoto deseo de tocar su pecho. Qué curioso, entonces, que cuando recibí el citatorio, un policía auxiliar apareció como “testigo” de lo que nunca ocurrió. El incidente ocurrió menos de una semana después del despido de Julia y la instalación de su reemplazo, Jesús Rodríguez Godínez, con quien Trejo acudió para firmar su acta administrativa. Pienso que ése encontró al policía para firmar el acta, tal vez sin leerla. (Hay otras historias de la colusión entre Rodríguez Godíñez y la policía auxiliar. Cuando terminó la huelga y él todavía estaba, la policía todavía estaba y los profesores que nos denunciaron todavía estaban en sus puestos y a la vista en el plantel, sentí una frustración abrumadora y no estaba de acuerdo con festejar la reapertura de los planteles. Rodríguez Godíñez también elaboró y firmó acta administrativa contra Claudio Albertani y Beatriz Amézquita por la toma de las oficinas administrativas.) Cabe mencionar que Trejo entró en la UCM en 2001 como secretario del secretario particular, gradualmente iba cambiando de área y agarrando cierto poder, se tituló recientemente con una tesis cuestionada por los mismos pobladores del lugar que estudió (en Los Altos de Jalisco) y terminó como profesor en la carrera de Promoción de la Salud. Llegó al segundo CU porque en Tezonco no había ningún otro candidato en su colegio. Fue la persona que instrumentó la destrucción del área de Enlace Comunitario y que quedó como encargado (sin compensación, según su amiga Orozco) del área con nombre similar que se formó. Espero que los estudiantes de Promoción de la Salud le dejen sin materia de trabajo por medio de un boicot total: cero clases, cero certificación, cero asesorías de tesis. Finalmente el testimonio de Trejo fue tan deficiente que ni siquiera la contralora Cuenca pudo sostener sus mentiras y esa parte del caso fue abandonada. (Ver Apéndice B.) El caso de Gloria Luz Alejandre y Julio César Chávez Bravo es curioso porque en su primera etapa Alejandre indicó que no ella sino Chávez Bravo había sido agredida por mí (aunque testificó que pudo ver el “odio y rencor” en mi cara). En la segunda etapa, aunque no se modifica el testimonio de ellos dos, la contraloría misma agrega una acusación grave y de risa: Dice que, antes de tirar el papel, lo acerqué a mi boca y le arrojé saliva. Al ver eso, Alberto Benítez, Auxilio Heredia, Héctor Muñoz y yo volvimos a ver el video varias veces hasta que Alberto dijo: “Ya veo. Es ese tic que tienes de pasar tu mano por la boca todo el tiempo”. De hecho, creo que tenía el papel en la otra mano. Para averiguar, tendría que ver el video por 512a vez. Pero el hecho de que aguanté alrededor de cuatro audiencias con esa mujer sin agredir a nadie ni levantarme enojado de la sesión es la evidencia más contundente que puedo ofrecer de mi carácter paciente. Su colaborador más cercano en mi caso, tal vez el fabricante de las mentiras, sigue en Contraloría y se llama Félix Castañeda. ¿Qué hacer para que haya justicia referente a los abusos de la Contraloría? El argumento de que estas personas sólo hacían su trabajo (empleado famosamente por los nazis acusados de crímenes de guerra en Nuremburg) no me convence. También es de justicia elemental que los compañeros acusados que gastaron, en unos casos, decenas de miles de pesos por persona en su defensa reciban retribución económica y que los expedientes se abran a los acusados y--con el permiso de los señalados--al público. La política de “borrón y cuenta nueva” de la nueva administración no es válida; una universidad reconstruida sobre una fundación podrida seguirá siendo una universidad enferma. El notificador del área, quien pienso que allí sigue, se llama Óscar Ignacio Ruíz Reyes. En varias ocasiones contra varios compañeros acusados, entró en edificios condominales sin permiso de nadie y pegó citatorios, con todo su contenido visible, en un intento de exhibir a las personas señaladas. En mi caso, es acusado por un vecino mío de haber ido tres veces en compañía de policías judiciales con armas visibles. Exijo que se aclare cuál es o era la relación entre la Contraloría Interna de la UACM y la policía judicial. En una de las últimas audiencias en Contraloría, fui acompañado de alrededor de 20 estudiantes y profesores. A cada rato les oíamos gritar o reírse desde los pasillos. Cuando salí, unos estaban en el angosto pasillo principal de esa zona y otros en una escalera hacia arriba. Todos me tiraron bolas de papel y se rieron. Recuerdo principalmente a Lénica Rodríguez. Una parte importante del movimiento, a veces descuidado, es acompañar a las personas en los procesos difíciles. Mientras escribo estas líneas, sé que Pedro Cortés, estudiante de Cuautepec y principal víctima de la violencia física orozquista, está solo en un encuentro con funcionarios públicos potencialmente hostiles y que no es la primera vez que esto le pasa. Así no debe ser. Y yo, ¿por qué? Lo más triste del tiempo en que estaba despedido era lidiar con comentarios como “¿Ya se resolvió tu caso?” o “¿No te han dicho nada?” Me preocupó la inocencia que permitió que alguien pensara que algo menos que una movilización contundente para remover a Orozco podría conducir a nuestra reinstalación. Y me molestó que pensaran que mi despido había sido un error o una aberración de parte de la administración. Y no me gusta el uso de esa construcción verbal que pretende que el asunto es algo que puede “resolverse” en lugar de algo que tenemos que trabajar y luchar por resolver. ¿Por qué yo? Fui de las primeras personas en expresar críticas hacia Orozco durante su campaña en marzo y abril de 2010. Los días de su campaña y elección eran los más oscuros en la historia de la Universidad y es importante que la verdad del actuar de sus operadores principales como Facundo González, Elizabeth Romero y Juan Luis Martínez Ledesma se difunda. Cuando, un año después, supimos de las maniobras de Orozco con la Asamblea Legislativa y sus insultos hacia los estudiantes en desplegados pagados con fondos de la Universidad, me alegré de que por fin la gente se despertara y de que pronto estaríamos corriendo a la rectora. Eso pensaba. A partir de ese momento tardamos 22 meses. Fui uno de cuatro autores de la primera expresión pública de crítica, una carta llamada LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN LA UACM. La empezamos a escribir Manuel Aguilar Mora, Claudio Albertani, Ivonne Arrazola y yo (designados por un pequeño grupo de inconformes) a un mes de la toma de posesión de Orozco. Tardamos más de un mes en conseguir 20 firmas; por octubre de 2010, la arrogancia de Orozco se había hecho más patente y teníamos 500 adherentes. Por noviembre, decidimos hacer público lo que muchos sabían: el nepotismo que representaba la contratación de Nora Huerta, pareja sentimental de la hija de la rectora, como coordinadora de Difusión Cultural. La hija, la cineasta Alejandra Sánchez Orozco, también estaba en la UACM durante muchos años, también por favoritismo: la administración pre Orozco la contrató para apaciguar (al parecer) a Esther Orozco, entonces integrante del Consejo Asesor. El trabajo de Sánchez Orozco era preparar videos para Promoción de la Salud; tardó años en entregar el primero. Obtuvo un mensaje mío de correo electrónico que contenía el borrador de lo que íbamos a hacer público y me llamó a mi casa para amenazarme. Ella sigue en la Universidad en instalaciones de lujo. Y en diciembre de ese primer año del régimen orozquista, desde mi academia difundimos los primeros detalles del escándalo del Centro de Investigación y Enseñanza de Lenguas y Lingüística Aplicada (CIELLA). La cronología de esa saga está en mi muro de Facebook y en otros lugares. Todo eso pasó durante mi año sabático. Me es extraño oír a gente que habla de cómo el conflicto (generado por nosotros, según ellos) inhibió el trabajo educativo. Para muchos, fueron cinco semestres de no poder concentrarnos muy bien en la preparación de clases y el otro trabajo educativo porque estábamos respondiendo siempre al ultraje del día. ¿De qué vivía? ¿Qué hacía de día a día? Hice todo lo que siempre había hecho, excepto que ya no fui a reuniones del CU y ya no recibí mi quincena. Y pasé demasiado poco tiempo en el coqueteo y demasiado tiempo con abogados. Desde la llegada de Orozco me quedó claro que habría gente despedida y que yo estaría en la mira, por lo cual siempre traté de cuidar mis ahorros. Además, el sueldo de un profesor de la UACM es generoso. No tengo hijos ni coche y no consumo drogas caras. Entonces, al ser despedido, había terminado de pagar mi departamento dos años antes y tenía ahorros para durar 8 meses, pensaba. Difundí ese hecho y en los primeros meses no llegaron muchas “cooperaciones” excepto, significativamente, de estudiantes. La estudiante Luna me dio dinero un día al terminar una clase. Dudaba en si era ético aceptarlo. Decidí que sí. Otro día—tal vez mi cumpleaños, cuando hicieron fiesta—los estudiantes de ese grupo me dieron algo que habían recabado entre ellos y pronto Luna estaba recaudando fondos por todo el plantel casi cada día. En los primeros tres meses recibí mucho más de estudiantes que de cualquier otra fuente. Una de las cosas más emotivas de la experiencia del despido es saber que muchos estudiantes, acostumbrados a decidir entre tomar el autobús o caminar para tener con qué comprar un almuerzo, pusieron entre cincuenta centavos y veinte pesos en varias ocasiones. Nunca hubo, como amigos y adversarios pensaban que habría, ningún intento de cerrar el plantel ni ninguna otra instalación durante ese primer semestre. Hablamos mucho de la necesidad de hacer “algo contundente y creativo”. No concretamos nada hasta mayo. La Academia de Inglés—y me refiero a casi todos los integrantes incluyendo a unos aparentemente conservadores o apáticos—hizo varias expresiones fuertes de solidaridad y se negó a participar en ningún proceso de dictaminación o contratación que tendría el efecto de reemplazarme. Esther del Callejo y María Jiménez fueron a hablar con mis estudiantes para sugerir que hicieran algo para apoyarme de manera más pública. Cuando dijeron que podrían hacer una carta, Esther, casi tan diplomática como yo, dijo: “Ya se tardaron”. En esos días hicieron una carta para circular entre los estudiantes en general; dentro de 5 días había 1,500 firmas, es decir, alrededor de 25 por ciento del estudiantado en Tezonco. Al pegar las firmas, muchos más se adhirieron y nunca tuvimos un conteo final. Las firmas cubrieron un muro completo en el domo. En abril, los de siempre nos reunimos cada fin de semana para planear una acción que pusiera los casos de los despedidos y suspendidos en primera plana. Paco Taibo II, Héctor Díaz Polanco y Rosario Ibarra se comprometieron a ser testigos de honor en las negociaciones que se llevarían a cabo cuando cerráramos la avenida Fray Servando a la altura de nuestro plantel en el Centro Histórico. Mantuvimos un poco en secreto el hecho de que los despedidos y unos aliados nos íbamos a encadenar y así cerrar la avenida. Luna pasó la charola, esta vez para comprar las cadenas, Claudio puso más dinero y Viridiana, Rocío Trujillo, Fabiana Medina, Claudio y yo las compramos en Correo Mayor. Habíamos corrido la voz entre los estudiantes de que si nos apoyaban, ése era el día de mostrarlo, tenían que estar allí, aunque no pudimos decir exactamente qué íbamos a hacer. En todo momento éramos entre 100 y 150 personas, entre ellas amigos e integrantes de otras organizaciones externas a la Universidad. El egresado Ricardo Vega insistió en que yo debería fuera a Tezonco a las 7 de la mañana para invitar a todos los estudiantes presentes. Lo hice y entré en todos los salones, pero sin mucho éxito y con la frustración de enfrentarme con gente que abiertamente se negó a solidarizarse con nosotros. Llegamos tarde a Fray Servando con un autobús medio lleno. El plan de convertir un performance de Ivanova Chávez en vehículo de reclutamiento a la protesta, vehículo que entraría en cada salón, no funcionó cuando unas personas adelantaron el acto de encadenamiento. Los del camión de Tezonco llegamos para ver los primeros 4 carriles ya tomados. Tomamos los otros cuatro. A lo largo del día, Fernando Rodríguez y yo éramos los únicos hombres que nos atrevimos a presumir nuestros pechos para el bodypaint; todas las otras participantes eran mujeres. Ahora puedo decir que el evento fue un éxito, un paso hacia la ampliación del movimiento, como unos reconocieron inmediatamente, pero la verdad es que estaba decepcionado al final y después. Fabiana y yo expresamos nuestro sentimiento abiertamente con nuestros estudiantes el día siguiente y creo que ése fue el día que empezaba a pensar que el apoyo que recibimos, considerable pero no suficiente, no justificaba que tuviera a la UACM en el centro de vida durante mucho tiempo más. Nuestra meta había sido que la rectoría cediera la reinstalación de por lo menos una persona. En los hechos, no pudimos mantener la calle cerrada más de un día, como habíamos esperado, con 100 personas pero sí logramos advertir al GDF que su apoyo a Orozco ya tendría un costo. Dentro de tres meses, el descontento estudiantil generalizado en el país y los errores de Orozco y del CU fortalecieron el movimiento. A lo largo del día, Dolores Luna de Comunicación Social estaba filmando el evento. Unos estudiantes, todos participantes en medios independientes, desconfiaban en sus motivos y fueron a cuestionar qué hacía. Ella denunció en una fiscalía especializada para periodistas y ocasionó en esos estudiantes mucho gasto de dinero y pérdida de tiempo. Fue cada día para presionar al ministerio encargado del caso, pero él se fastidió y el caso no avanzó mucho más. La coordinadora del área de Comunicación, el abogado general y la rectora fingieron no tener nada que ver con el caso, aunque Luna entregó a la fiscalía datos personales de los estudiantes que no hubiera conseguido de otras fuentes. Unas semanas después de hacerse pública la carta de más de 1500 firmas, había otra. Tania Rodríguez dijo necesitar evidencia más palpable del apoyo estudiantil para mi permanencia en la UACM para lidiar con el hostigamiento de varios funcionarios. Esta nueva carta era solamente para que la firmaran los estudiantes de mis clases de ese semestre. Decía que no aceptarían que ninguna otra persona llegara a tratar de encargarse del grupo. Muchos de mis estudiantes de la tarde eran en extremo apolíticos y pensé que no firmarían, pero todos firmaron. Cuatro estudiantes—Luna, Karla, Pamela y Gloria—fueron una tarde muy calorosa a Eugenia, el Plantel del Valle y las oficinas de La Jornada para entregarla. Salió publicada en La Jornada el día siguiente y las estudiantes tuvieron un encuentro extraño con la Coordinadora Académica Minerva Camacho en el cual primero dijo que no sabía quién era yo y no conocía mi caso, para luego decir que había estado en su oficina muchas veces conversando temas académicos con ella. La verdad es que sólo nos habíamos hablado dos veces pero sabía más de mí porque había intervenido mi correo electrónico, como también hicieron las profesoras del CIELLA—Elia Sánchez lo confesó en un correo amenazante que tengo en mi posesión—o alguien que colaboraba con ellas. Los trabajadores de Informática que practicaron el espionaje a petición de los funcionarios orozquistas siguen en la Universidad y apenas este mes me di cuenta, para mi horror e indignación, que Minerva Camacho también sigue. Al finalizar el semestre Erando González donó su tiempo y esfuerzo para realizar dos funciones de un monólogo. Ganamos docenas de miles de pesos que dividimos entre los siete despedidos que no teníamos empleo remunerado en ese momento. Empecé a buscar clases particulares y traducciones. Llegaron donativos de otros sindicatos de vez en cuando. En mayo, donativos de entre 100 y 1000 pesos empezaron a llegarme con regularidad de profesores y otros trabajadores, usualmente de entre cinco y diez personas por mes. En agosto, justo antes de la huelga, Marco Noguez tuvo la idea de organizar un convivio para vender comida y rifar objetos en Tezonco un día y dedicar las ganancias a los trabajadores despedidos. Samuel Cielo y los estudiantes que han organizado eventos de recaudación de fondos con él prestaron mucho apoyo logístico, material y laboral. Este evento más el del monólogo sirvieron para acercar a gente menos activista. En julio, el ya moribundo movimiento Yo soy132 se revivió en la UACM. Mejor dicho, a los activistas estudiantiles de siempre se juntaron muchos que habían entrado en el 132. Me dio gusto ver que muchos estudiantes y unos pocos profesores usaran sus vacaciones para buscar cómo acelerar la salida de Orozco. El Consejo Universitario tiene el poder de llamar (o no) a elecciones para que entren nuevos consejeros. Obviamente la mayoría que defendía a Orozco postergó emitir la convocatoria lo más que podía. Cuando, a pesar de eso y aspectos cuestionables de las elecciones mismas, candidatos que se opusieron a Orozco ganaron, se cocinó el fraude que condujo a una marcha multitudinaria, la toma de rectoría y el plantel del Valle y eventualmente la huelga en todos los planteles. El cierre de otros planteles, incluyendo el nuestro, ocurrió una semana después. Había un grupo de estudiantes, muchos de ingeniería, que se organizó para oponerse al cierre del plantel. Conque, como he mencionado, estaba a favor de hacer actos de desobediencia civil masivo desde mucho antes, no pude estar de acuerdo con su perspectiva que era casi que una clase es tan sagrada que no puede ser impedida. Habíamos apenas iniciado un semestre. Recuerdo que unos de nosotros habíamos decidido, durante la semana de introducción, hacer saloneo para explicar la situación de la UACM a los nuevos estudiantes. Difundimos ampliamente en Facebook. A la hora señalada llegamos solamente los estudiantes Ricardo Galicia, Fabiola Gutiérrez y yo. Eso pensábamos. Había dos estudiantes muy jóvenes, hombre y mujer, allí cerca. Pensábamos que estaban por otra razón, pero ella dijo haber visto el aviso y quería sumarse. Era Frida Rodríguez, quien después de escuchar el discurso de Fabiola en unos salones decidió tomar la palabra y demostró una habilidad impresionante de comunicación oral y de organización política. Llegó a ser una de las personas más activas en la huelga. De la euforia que sentí el día del cierre del plantel, pasé a la decepción dentro de dos días cuando vi que los cientos que habían participado en el cierre ya no estaban a la vista. Los orozquistas trataron de explotar ese hecho para decir que la huelga era un movimiento minoritario, cosa que no era cierta. Lo que sí es cierto es que la mayoría del apoyo era pasivo. Eso impuso presiones enormes sobre los que durmieron al aire libre, comieron mal (a veces), mantuvieron las brigadas e hicieron todo el trabajo de propaganda, agitación y organización. Muchos de mis estudiantes (los mismos que había en el primer semestre de mi despido) ya no asistieron, cosa que tomé como falta de apoyo al movimiento, a la Universidad y a los despedidos, y otra vez pasé por momentos de tristeza y de alejarme de la Universidad. Cuando la huelga había terminado fui frecuentemente al edificio de Eugenia, que era de las pocas instalaciones todavía tomadas. La toma de Eugenia era un hecho muy importante y se hizo pese a la oposición abrumadora y agresiva de los profesores organizados en el Foro Académico. Un resultado importante de la ocupación de Eugenia era el descubrimiento de documentos que revelaban con más claridad los fraudes cometidos por la administración de Orozco. Como wikileaks ha contribuido a un mayor entendimiento de la violencia institucionalizada de Estados Unidos y gobiernos aliados, y como Daniel Ellsberg logró lo mismo en la era pre-cibernética durante la guerra contra Vietnam, ésta información contribuyó a la caída de Orozco. Para citar dos ejemplos durante los últimos dos periodos de nuevo ingreso a la Universidad, se les ha dicho a los nuevos estudiantes que ya no hay copias de la Ley de la UACM ni del librito El proyecto educativo de la UACM, documentos que forman buena parte de la base del curso de introducción. Resulta que miles de copias estaban en cajas en el sótano de Eugenia; los del Consejo Estudiantil de Lucha empezaron a regalarlos y quedan unos. Es importante que aseguremos que haya ejemplares suficientes para los que entren este año. El otro ejemplo son las becas secretas de $5,000 por mes a Mario López Sebastián y Sara Muñoz, operadores de Orozco y de las profesoras del CIELLA. (Las becas para estudiantes normales son de menos de $2,000 por mes. Unos de los recipientes de las becas secretas también recibieron dos tipos de becas abiertas. Vayan sumando. Extrañé la huelga, obviamente. Durante la huelga facilité talleres en la entrada de nuestro plantel. Cuando fui reinstalado me fue y todavía me es difícil acostumbrarme a salones y cubículos de nuevo y sigo prefiriendo el aire libre. Conclusiones: Aunque unos de los peores han sido despedidos o han renunciado, sigue cierto que los afectados por los delitos del orozquismo tenemos que ver a diario a quienes se perjuraron en nuestra contra, nos insultaron, nos despidieron, nos levantaron actas en los ministerios públicos, interceptaron nuestra correspondencia y más. La impunidad con que siguen operando significa que la agresión y el cinismo no han cesado. Todos los afectados tienen derecho de señalar a sus agresores. En lo que a mí me toca, pido sugerencias y esfuerzos para organizar la salida de la UACM de los profesores Marco Trejo, quien mintió en mi contra, Gloria Luz Alejandre, quien mintió contra Alberto Benítez y contra mí, Adrían Castillo, quien se encargó de esas actas administrativas y más, Minerva Camacho, unos de cuyos delitos y ultrajes describo líneas arriba y Rebeca Reza, quien organizó el intento de despedir a Claudio Albertani. Así mismo hablemos de qué hacer con los que desde contraloría han participado en la falsificación de acusaciones y quienes desde el área de informática han participado en espionaje. Además, es importante que se sepa que docenas de estudiantes han salido de los planteles Cuautepec y Casa Libertad. Van a tomar clases en otros planteles para evitar a los profesores que los agreden, sea por haber participado en la huelga o por otras razones. Debe ser al revés: quienes deben salir de los planteles y de la Universidad son los agresores, no los estudiantes pensantes. Quiero extender agradecimiento a todas las personas mencionadas favorablemente en este escrito y a todos los estudiantes que participaron en la huelga, incluyendo a los que organizaron o simplemente participaron cada día en actividades intelectuales o creativas adentro y afuera de los planteles. Pienso en Elvia y Karla de creación literaria y en Nancy Osorio y Evelin Guzmán, dos nuevas estudiantes quienes fueron a mis talleres y a varios talleres cada día, asegurando que hubiera vida en el entorno del plantel Tezonco y manteniendo una vida estudiantil sin ser esquirolas. Agradezco a los profesores que me asesoraron y me apoyaron con frecuencia como Alberto Fonseca, Beatriz Amézquita, Joyce Rivera, Claudio Albertani, Alberto Benítez y Fabiana Medina. Los últimos tres son, además de perseguidos por Orozco, integrantes del Comité Ejecutivo del SITUACM. Entre los otros integrantes del Comité sindical quiero reconocer especialmente a Laura Donají Fernández, quien tuvo un papel significativo en la organización de muchos de los eventos descritos aquí, y a Auxilio Heredia y Norma Mogrovejo. Menciono (no por nombre) a todas las personas de los dos planteles “jodidos”, Cuautepec y Casa Libertad, que participaron en presentaciones de mi libro antes y después de su lanzamiento; fueron muestras de apoyo y oportunidades de organización política-educativa y de convivencia que me animaron mucho. Por lo menos tres trabajadores administrativos, Nadia García, Francisco Hernández y Graciela Crotte, fueron acosados por sus supervisores por haber colaborado en presentaciones del libro. Gracias a Héctor Muñoz, abogado defensor para casos administrativos. Por tanto que he estado inmerso en la UACM durante muchos años, ya no conozco a mucha gente en México que no sea de la UACM, pero agradezco especialmente a cuatro amigos “externos”: Guillermo Ramírez Lantén, Rosa Salazar, Tania Basilio Navarrete y Luz Pineda. Y no puedo cerrar sin reconocer a Doña Yuya y Panchito del puesto de tacos de guisado, quienes han apoyado con comida a los despedidos de la UACM y del SME. APÉNDICE A De mis declaraciones en mi caso en Contraloría, 25 de junio y 15 de agosto, cuando el caso se había resucitado después de unos meses: B. La Contraloría, sin levantar constancia en la que se haya tomado razón y circunstancia de la persona que lo hizo, interpreta lo que dice se observa en un video, y en las “imágenes” que afirma fueron “tomadas del mismo video”. Y ocurre que tal imprecisión jurídica afecta mis defensas como encausado, pues al no señalarla me encuentro impedido para interrogar a la persona que de manera equívoca y subjetiva interpreta la referida videofilmación. Tampoco precisa el Órgano Interno de Control si la videofilmación tiene audio, que permitiera que el referido video fuera legalmente concordado con las manifestaciones vertidas en el acta levantada el quince de diciembre del año próximo pasado, pues lo que resulta en extremo inaudito, es que se me acuse de agresiones verbales a una persona que no ratifica su denuncia, con base en un acta que no consigna agresiones ni mucho menos las acredita, y en una videograbación de la cual no se relaciona audio alguno que las sostenga. C. La profesora Gloria Luz Alejandre Ruíz fue ofrecida en el acta del quince de diciembre de dos mil once por el estudiante Julio César Chávez Bravo en calidad de testigo. Desde este momento se objeta el alcance y valor probatorio de su testimonio singular, que no debe ser legalmente considerado por ser una repetición literal de lo declarado por el C. Julio César Chávez Bravo, que carece por ello de credibilidad y veracidad que caracteriza a los testimonios producidos espontáneamente y conforme a la ley. Aún más, de testigo la Contraloría General pasa a considerarla agraviada, a pesar de que esta misma persona declara en su comparecencia de ratificación producida el cinco de enero de dos mil doce, que la supuesta “…agresión fue directa hacia el C. Julio César Chávez Bravo, Consejero Estudiantil…” Debe decirse además que al afirmar que: “… la actitud del C. John Hazard fue de odio, rencor y falta de respeto hacia mi persona, al arrancar un papel, corrugarlo y lanzarlo sobre mi rostro…”, la C. Gloria Luz Alejandre es absolutamente subjetiva [...] CUARTO. De una manera altamente objetable, esta Contraloría General me formula imputaciones que desde luego no se sostienen legalmente bajo ningún concepto. 1. Efectivamente, me hace una imputación que involucra a dos sujetos pasivos, pero resulta que el Órgano Interno de Control sólo hace un supuesto análisis de la inexistente agresión, a partir de un brevísimo segmento de una videofilmación exclusivamente relacionado con la C. Gloria Luz Alejandre. […] a) Con la videofilmación de la Sesión del Consejo quedó demostrado que no arrojé al rostro de la profesora Gloria Luz Alejandre el papel que desprendí de la mesa de sesiones, pues en tal probanza se observa claramente que echo a la mesa el papel, que nunca lo arrojé a la cara de la citada docente y que éste no tocó su cuerpo. Y si se probó que nunca tocó el cuerpo de la quejosa, con mayor razón debe tenerse por acreditado que la afirmación de haberlo “arrojado a la cara” de la profesora Alejandre, no se sostiene más que como una valoración subjetiva carente de evidencia que la soporte. Y eso es así pues como se observa en la referida videofilmación, el suscrito estaba parado mirando en dirección a la mesa desde la que se preside la sesión del Consejo Universitario cuando eché a la mesa el papel que llevaba en la mano, y también prueba que la profesora Gloria Luz Alejandre estaba a mi costado, que nunca me paré frente a ella, que nunca discutí con ella ni la agredí verbalmente, y que desde luego no le arrojé ningún objeto a la cara. Tal probanza debe valorarse adminiculada a las testimoniales de las CC. Carmen Teresa Ros Aguirre y Fabiola Gutiérrez Quiroz, quienes de manera sustancial coincidieron en circunstancias de modo, tiempo y lugar, precisamente en que el suscrito nunca arrojé a la cara de la quejosa el papel en mención, sino que lo eché a la mesa, hacia un costado en dirección al lugar de donde lo tomé. TERCERO. En particular, debe destacase que con las testimoniales rendidas el ocho de agosto de dos mil doce por las CC. Carmen Teresa Ros Aguirre y Fabiola Gutiérrez Quiroz, quedó perfectamente acreditado que el suscrito no agredió a los quejosos, pues se trata de la declaración de dos personas con independencia de criterio, imparciales y cuya circunstancia otorga veracidad a su testimonio. Debe destacarse que la C. Carmen Teresa Ros es miembro del Consejo Universitario y se encontraba presente en el lugar de la Sesión cuando ocurrieron los hechos que se investigan, y que la estudiante Fabiola Gutiérrez Quiroz, como se aprecia en la videofilmación de la sesión del Consejo Universitario, se ubicaba precisamente a escasos metros y de frente al profesor John Erik Hazard, por lo que igual que la primera de los testigos, se pudo percatar personal, inmediata y directamente de los hechos respecto de los cuales rindió declaración; testimonios ambos que convienen en la sustancia y en los accidentes del acto motivo de sus declaraciones, pues presenciaron los hechos y de manera categórica dieron fundada razón de su dicho. En mérito del valor de las testimoniales, no huelga decir que ambos testigos, al ser interrogados por ese Órgano de Control con relación a los hechos investigados, de forma espontánea y cada cual a su momento, coincidieron en la descripción de los eventos sobre los que rindieron declaración, incluso respecto de los hechos inmediatos posteriores a los investigados, lo que confirma su presencia en el lugar y por ende la confiabilidad y veracidad de su testimonio. […] APÉNDICE B De mi declaración del 17 de febrero sobre Trejo: 2. Asimismo, debe destacarse que el testimonio singular del policía José Luis Morales Sánchez, quien en el acta administrativa de fecha 11 de octubre de 2011 declara haber presenciado los hechos, robustece la idea de que nunca hubo agresión de mi parte hacia el quejoso. Y esto es así, pues lo que el oficial dice haber observado es una conversación entre dos profesores, y siendo su trabajo precisamente el de mantener el orden y la seguridad en las instalaciones de la Universidad, rinde testimonio de los hechos sin haber intervenido en ellos, ni a petición del quejoso ni en cumplimiento de su deber, porque evidentemente no fue necesario, pues nunca hubo en la conversación agresión alguna entre el quejoso y el suscrito. En atención a lo anterior, resulta evidente que los hechos materia de investigación en el expediente en que se actúa, no actualizan ninguna de las hipótesis previstas en el artículo 47 de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos.
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 01:45:01 +0000

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