"EL DÍA QUE POR FIN LLORÉ. No lloré cuando supe que era madre - TopicsExpress



          

"EL DÍA QUE POR FIN LLORÉ. No lloré cuando supe que era madre de una niña discapacitada mental. Sólo me quedé ahí sentada, sin decir nada, mientras se nos informaba a mi esposo y a mi que Kristi, de dos años, era como lo esperábamos, retrasada mental. -"Adelante, llore -sugirió con amabilidad el médico-. Ayuda a prevenir serias dificultades emocionales". Con y sin serias dificultades, no pude llorar entonces ni durante los meses que siguieron. Cuando Kristi creció lo suficiente, como para asistir a la escuela, la inscribimos a los siete años, en el jardín de niños de la escuela del vecindario. Habría sido reconfortante, llorar el día que la dejé en ese salón, lleno de niños de cinco años, seguros de sí mismos, impacientes, alertas. Kristi había pasado hora tras hora jugando sola, pero este momento, cuando fue la niña "diferente" entre veinte, fue tal vez el más solitario, que jamás hubiera conocido. No obstante, hubo cosas positivas, que le comenzaron a suceder a Kristi en su escuela, así como a sus compañeros. Cuando se jactaban de sus propios logros, los compañeros de Kristi siempre se esmeraban por alabarla a ella también. Nadie se molestaba en agregar que su lista de palabras era más fácil que la de los demás. En el segundo año de escuela, Kristi afrontó una experiencia muy traumática. El gran evento en público de fin de curso, era una competencia basada en la culminación de las actividades de educación física y música del año. Kristi estaba muy rezagada, tanto en música, como en coordinación motora. Mi esposo y yo también temíamos ese día. El día del evento, Kristi fingió estar enferma. Desesperada quise que se quedara en casa. ¿Por qué dejar que Kristi fracasara, en un gimnasio lleno de padres, alumnos y maestros? Que solución tan sencilla habría sido dejar que mi hija, se quedara en casa. De seguro faltar a ese evento no importaría. Pero no sería tan fácil dejar que mi conciencia me dejara tranquila. Así que literalmente empujé dentro del autobús de la escuela a una pálida y reacia Kristi, y procedí a enfermarme yo misma. Así como había forzado a mi hija a ir a la escuela, ahora me obligaba a mi misma, a asistir al programa. Parecía que nunca sería la hora de que el grupo de Kristi se presentara. Cuando finalmente lo hizo, supe por qué Kristi estaba preocupada. Su clase estaba dividida en equipos de relevo. Con sus reacciones restringidas, lentas y torpes, con seguridad retrasaría a su equipo. A pesar de todo, la representación transcurría bastante bien, hasta que fue hora de la carrera con sacos de naranjas. Ahora, cada niño, parado, tenía que saltar dentro de un saco, brincar hasta una línea de meta, regresar y salir fuera del saco. Vi a Kristi, parada cerca del final de una hilera de jugadores, con aspecto desesperado. Pero al acercarse su turno, hubo un cambio en su equipo. El niño más alto de la fila se paró detrás de Kristi y le colocó las manos en la cintura. Otros dos niños se pararon un poco delante de ella. Al momento que el jugador delante de Kristi saltó fuera del saco, esos dos niños agarraron el saco y lo mantuvieron abierto mientras el niño alto levantaba a Kristi y la introducía hábilmente en su interior. Una niña adelante de Kristi tomó su mano y la sostuvo un instante hasta que Kristi se equilibró. Entonces, se fue saltando, sonriendo y orgullosa. En medio del público existente, entre maestros, compañeros de escuelas y padres, me retiré con cautela para estar a solas y darle gracias a Dios por la gente cálida y comprensiva que hay en la vida y que hace posible que mi hija discapacitada sea como sus semejantes. ¡Entonces por fin lloré!" ( Tomado de: Sopa de pollo para el alma)
Posted on: Sun, 01 Sep 2013 23:24:19 +0000

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