EL GATO DEL ASHRAM junio 11, 2010 a 5:50 am (Sin categoría) - TopicsExpress



          

EL GATO DEL ASHRAM junio 11, 2010 a 5:50 am (Sin categoría) —Gordo, ¿qué pasa si te digo que me quiero tomar unas vacaciones? —¿Qué pasa con qué? —¿Qué pasa con nosotros? ¿Con el tratamiento? —No entiendo, Demi… —La pregunta es: ¿Puedo yo decidir tomarme unas vacaciones de terapia? —Mira, no sé qué me estás preguntando. Voy a entender la única cosa lógica que se me ocurre. Si me estás preguntando si estás en condiciones de prescindir de tu terapia por un tiempo, te contesto que en este momento por supuesto que sí. Es más, creo de corazón que estás en condiciones de seguir tu camino solo cuando lo decidas. La sonrisa con que el gordo decía esto, era lo único tranquilizador de la conversación. Yo venía a pedir permiso y me encontraba con un Jorge que, más que permiso, parecía alentarme para que me fuera. — Dime, ¿me estás echando, gordo? –pregunté para reasegurarme. —Demián, ¿estás loco tú? Vienes a decirme si puedes tomarte vacaciones y cuando te digo que sí, me preguntas si te estoy echando… ¿Qué respuesta estás esperando? —La verdad, Jorge, es que estoy tan acostumbrado a las respuestas jodidas de tus colegas, que tanta “laxitud” me sorprendió… —¿Me quieres contar con qué fantasías venías? —La más suave es que, como les ha pasado a todos los que conozco, la primera reacción del terapeuta es la de interpretar todo el tema de la partida como una resistencia al tratamiento. —¡Tú no podías esperar de mí una interpretación! —Desde la lógica no, pero era una posibilidad. Otra era que me cagaras a gritos, que te enojaras conmigo y que me echaras..—Ahhh. Ahora sí te interpreto: “…Y así confirmar qué importante eras para mí, cuánto me duele tu partida, y cómo yo no podría soportar la idea de perderte!” Me sentía desnudado. —Bueno, confieso –siguió el gordo—. SI me importa de ti, porque te quiero mucho, NO me duele que partas, porque creo que es una elección tuya y la verdad (lamento decirte), SI puedo soportarlo… Y decididamente, no me enojo y no te echo. —Y la otra posibilidad… –paré. —¿Y la otra posibilidad… ? –me animó el gordo. —La otra posibilidad es que dejes que me vaya, como estás haciendo. —¿Y cuál es el problema? —En esto, nada. —Cada vez entiendo menos. —¿Y después? —Y después… —¿Cuándo quiera volver? —Cuando quieras volver, ¿qué? —¿Puedo? —¿Por qué no podrías, Demián? —Porque todos mis amigos que han hecho terapia, me han contado historias terribles sobre estas sesiones de interrupción. Desde veladas amenazadas de recaídas, hasta francas anticipaciones de catástrofe. Desde dudas sobre la posibilidad de conseguir horario, hasta la marca estigmática de “paciente que se va no puede volver”. —¡Ahhh!… Ahora entiendo de dónde el planteo era tan cauteloso. En lo que a mí respecta, tú puedes tomarte vacaciones de mí cada vez que quieras y puedes volver aquí, cada vez que se te ocurra. El límite es el de la situación cómoda para ambos, el de la utilidad de la tarea según el modelo terapéutico y por supuesto, depende del momento exclusivo del paciente. El gordo hizo una pausa para el mate. —Lo que sucede es que, como siempre, de una pauta realmente útil en ciertas circunstancias, se ha hecho una generalización absurda. —¿Como siempre?.—Como muchas veces… ¿te cuento un cuento? Había una vez, un gurú que vivía con sus seguidores en su ashram en la India. Una vez por día, al caer el sol, el gurú se reunía con sus discípulos y predicaba. Un día, apareció en el ashram un hermoso gato que seguía al gurú por dondequiera que él fuera. Resultó que cada vez que el gurú predicaba, el gato se paseaba permanentemente por entre los discípulos, distrayendo su atención de la charla del maestro. Por eso, un día, el maestro tomó la decisión de que cinco minutos antes de empezar cada charla, ataran al gato para que no interrumpiera. Pasó el tiempo, hasta que un día el gurú murió. El discípulo más viejo se transformó en el nuevo guía espiritual del ashram. Cinco minutos antes de su primera prédica, mandó a atar al gato. Sus ayudantes tardaron veinte minutos en encontrar al gato, para poder atarlo… Pasó el tiempo, hasta que un día murió el gato. El nuevo gurú mandó que consiguieran otro gato para poder atarlo.
Posted on: Tue, 03 Sep 2013 15:42:08 +0000

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