EL TITÁN DE LA POESÍA POPULAR” “La agitadas aguas - TopicsExpress



          

EL TITÁN DE LA POESÍA POPULAR” “La agitadas aguas golpeaban la pequeña embarcación, que sigilosa se desplazaba por las crestas blanquecinas, de los marullos del Lago de Maracaibo. El padre Febo lanzaba sus dardos ardientes sobre los cuerpos sudorosos, de los ocupantes de la pintoresca canoa que navegaba con destino a las playas del Distrito Miranda. En el vehículo fuera de borda, un pasajero especial preguntaba con insistencia: .- ¿Cuánto falta para llegar a Los Puertos de Altagracia? .- Ya estamos llegando señor Pérez – le respondió el timonel. Entretanto en la orilla de la playa, destinada a arribar la nave, se agitaban las manos de los citadinos, en señal de bienvenida a los recién llegados. Al tocar tierra el pasajero especial preguntó emocionado: .- Quién es Titán? .- Aquí me tenéis – respondió un hombre de vestimenta humilde. Así fue Rafael Ávila, bautizado por el padre Antonio María Soto, como “El Titán de la poesía popular”. Después del saludo de rigor, los dos personajes se fueron al pueblo, con ellos la barahúnda de personas que voceaban el apelativo de Titán… Titán. Otros pronunciaban el nombre de Udón Pérez; el insigne portavoz de las letras hispánicas, el orgullo del Zulia se había trasladado a esa región, movido por la curiosidad de conocer al poeta mirandino, cuya fama atravesaba las fronteras lacustres, llegando a la Plaza Baralt, donde era asiduo visitante el Juglar Maracucho. Ya instalados en una tienda, después del primer guaramacazo de Ron del Cerro, Udón Pérez para comprobar la agilidad verseadora del puertero le preguntó: “Aunque parezca profundo preguntártelo es preciso, decime quien hizo el mundo y quien hizo al que lo hizo.” Titán sin pérdida de tiempo respondió: “Yo, contesta te daré, pero no de todas dos, quien hizo al mundo fue Dios, quién hizo a Dios no lo sé.” Udón abrazó y felicitó a Titán, excusándose no poder seguir en la improvisación, con un lenguaje popular. La razón es obvia y así lo recoge la historia. Udón fue un poeta completo, de verbo fino, meditado, de vastísima cultura universal; sus obras eran repasadas muchas veces antes de salir a la luz pública. Por eso la razón de su éxito con la pluma. Entrada la tarde, el autor de la letra de nuestro himno zuliano se despidió de Titán, prometiendo otro encuentro, que jamás se cristalizó. Titán fue para la época lo que hoy llamaríamos “TODERO” o sea que le metía al trabajo de frente, por muy pesado que este fuera, pero más se desempeñó como sepulturero; a la sazón viene este caso: En una oportunidad que lo fueron a despertar en la madrugada, para darle sepultura a un gringo que había fallecido en Punta de Palma, el vecino al verlo al garete le preguntó: .- ¿Qué pasa Titán? “ Que hasta del extranjero vienen a morirse aquí, para trasnocharme a mi que soy el sepulturero.” Nuestro maravilloso Titán mantenía el verso a flor de labio; para él una simple pregunta significaba la entrada a una cuarteta. Así lo apreciamos una vez que el padre Rodolfo Bohórquez, Cura de Altagracia preguntó: .- De donde venís Titán; con esa barra en la mano. A lo que Titán respondió: .- De la mansión donde están, los cadáveres humanos. Este tipo de respuesta era común en este hombre, por lo que la gente preguntaba con la musicalidad rítmica, para que Titán le completara la frase en verso. Así los amigos disfrutaban de sus ocurrencias. El padre Antonio María Soto sentía por él un inmenso cariño, se lo demostraba en oportunidades que, para tenerlo cerca le ofrecía cualquier trabajito, al que Titán, nunca se negaba, exigiendo, por supuesto, el pago correspondiente; como en una ocasión que le aseó la Iglesia por 4 bolívares y al Padre Soto le pareció mucho dinero, dándole pie a Titán para que le ripostara: “El Padre Soto debía olvidar el sacerdocio y meterse en un negocio de billar y pulpería.” Naturalmente que el párroco pagó sin más discusión, para evitar que le siguiera improvisando versos con motivo de su tacañería. Además era preferible deberle a las Animas del Purgatorio y no a Titán, puesto que en menos de lo que canta un gallo, lo sabrían desde Pta. de Leiva hasta Quisiro. Cada cuatro años, los cadáveres del Cementerio Municipal de los Puertos, había que exhumarlos para darles cabida a otros difuntos, para Titán esta tarea era parte de su trabajo; Titán trabajaba afanosamente sacando los huesos de una tumba, cuando se presentó ante él la señora Carmela Soto, quien le rogó, no fuera a lanzar al Osario los huesos de su esposo Orozco. Titán le contestó: .- Pero eso te va a costar 10 bolívares. .- No importa lo que me cobréis, lo que deseo es que me lo dejéis descansar en paz ahí donde está. Mañana te traigo, yo misma, los 10 bolívares. Pasaron varios días sin que Titán recibiera el pago acordado. Una tarde se tropezó con el mandadero de la señora Soto en una choza. Altanero, el poeta le mandó el siguiente mensaje: “Decile a Carmela Soto que dice el sepulturero, que si no manda el dinero le saco a Orozco y lo boto.” La pobreza de Titán era tan acentuada, que muchas veces debía quedarse en su casa acostado como Dios lo echó al mundo, hasta que Juana Cleofe, que así se llamaba su mujer, lavara y secar al sol la ropa que cargaba puesta, por lo que los amigos le echaban de menos cuando no lo veían deambulando por las calles, buscando para hacer el sustento, aunque fuera de un solo día. De pronto aparecía por esas calles, saludando a amigos y conocidos que se cruzaban a su paso. .- ¿Qué fue Titán, que te habías hecho? Al tiro le espetaba: “Cuando Rafael se acuesta, que no lo ven caminando, es por que le están lavando la ropa que carga puesta.” En otras oportunidades como lo que ganaba no le alcanzaba para sus gastos hogareños, tenía que caer obligatoriamente en las garras de los agiotistas, con todo lo popular y querido que fuera. Como en cierta ocasión que no tenía para la comida, y decidió empeñar un Crucifijo de plata, que un amigo le había obsequiado. .- Señor José, ¿me puede prestar 10 bolívares hasta el sábado que cobro? , y le dejo empeñado el Cristo. El usurero examinó la prenda , negándose al pedimento del desdichado, diciendo que esa joya no vale nada, por que es de plata. Tristemente Titán le contesta: “Vale más un Diablo de oro que un crucifijo de plata, para el avaro que trata de adquirir mucho tesoro.” A pesar de los malos ratos que pasaba, el buen humor no lo desamparaba nunca, quizás para amortizar las hambres, o tal vez para ablandar el bolsillo caritativo de los amigos a quienes divertía con sus versos. Como a un tal señor Belisario Puche, gran amigo del Aedo puertero, quien gustaba de sus improvisaciones: .- Titán, andá compráme una caja de cigarrillos, pero que sean Hoja Cubana. No me vais a traer la Hidalguía, ni Flor de la Habana, mirá que esos cigarrillos son muy fuertes. El pobre recorrió todo el pueblo sin conseguir los susodichos pitillos solicitados. Podían ser como las doce de la noche, cuando Titán regresó del mandado. .- Vengo mamao primocho, y no conseguí los benditos cigarrillos. .- No importa Rafael, quédate con los dos bolívares, pero eso si, sacáme un versito para irme acostar tranquilo. .- Ahí te va pues: “Esta noche la Hidalguía fumáis o Flor de la Habana o esperáis hasta mañana, porque no hay Hoja Cubana en ninguna pulpería.”
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 17:10:15 +0000

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