ESTOY FURIOSA El gobierno del Perú y otras mitologías Hay episodios en la vida de mi país que hacen que mi relación con el Perú sea como la de una niña rechazada por un padre imbécil. Es cierto que el Congreso de la República tiene un amplio historial de despropósitos y corruptelas que han hecho muy difícil que los ciudadanos nos sintamos alguna vez representados, pero la última obra de “ingeniería” parlamentaria realizada en beneficio de la lacra de la repartija partidaria es como para quemar el pasaporte y nacionalizarse austrohúngaro. Porque ¿cómo compartir algo, nacionalidad o cualquier cosa, con gente como la que ha hecho posible el esperpento legislativo de esta semana? ¿Hay algo de mí en sus pactos de secuaces, en sus componendas miserables, en sus conjuras idiotas?, ¿hay algo de mí en su debilidad?, ¿hay algo de nosotros? Voy a decir una vez más que no, como quiero creer que diría la gran mayoría de peruanos. Y sin embargo somos parte de este magma descorazonador. La decisión de una mayoría de congresistas infames –oficialistas por delante– nos pone otra vez en riesgo de violencia: no se puede ser tan vil y tan mezquino sin calcular el estallido. Y, peor aún, nos enfrenta a la realidad de un gobierno patéticamente bravucón y pusilánime, que con esta barbaridad acaba de pegarse un tiro en la sien. “El palacio tiene ahora un profundo silencio de mausoleo y desde ahí nos gobierna un cadáver que respira” hacía decir el gran José Watanabe a su Antígona. ¿Habrá que ponerse en marcha? ¿Pisar las calles nuevamente? Buscar vías legales, no callar, seguir manifestándonos. Se me antojan ahora actos románticos e inútiles, como arrojar pedruscos en aguas estancadas y turbias. Pero es mejor que acobardarnos ante el ceño del poder. No sea que veamos en el pasado, como Antígona, el rostro de la culpa, “un gesto que me tortura y me avergüenza”.
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 11:30:42 +0000
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