El Fantasma Viudo Nos vemos a nosotros mismos como seres reales, - TopicsExpress



          

El Fantasma Viudo Nos vemos a nosotros mismos como seres reales, pero quizá, somos nuestros propios y engañosos espejismos. Alejandro Dolina El gran cuadro colgaba mudo en el extremo norte de la habitación cuya pared separaba la gran sala de estar del resto de las habitaciones: rostros sufrientes, empujados y apretujados surgían de la oscuridad de la noche escapando de su dolor. Dientes sucios y gastados y ojos desorbitados, al mirarlos parecían, al mismo tiempo, resignar clemencia. El extraño cuadro era lo único que daba vida a la vieja, lejana y abandonada casona. Sus dueños ya no vivían. Habían muerto lejos del país hace muchos años. Una joven pareja la habitó hasta algunos años atrás. Decían que el marido del joven matrimonio era pariente lejano de los viejo dueño de la hoy extraña casa. En realidad, nadie supo asegurarlo con certeza. La casa estaba ubicada al sur de la ciudad y mostraba desde lejos un altillo techado con tejas descoloridas. Ventanas y puertas abandonadas lucían vidrios sucios y rajados que asomaban detrás de perennes telas de arañas. En sus paredes se advertía el rastro creciente de enredaderas que muraban tejiendo una imagen fantasmagórica y tenebrosa. Su apariencia era de abandono. De hecho, lo estaba desde hace meses. La ausencia de moradores dejaba lugar a extrañas e infatigables historias elucubrada por el miedo y el misterio. Nunca, nadie se acercaba a estrechar venturosos lazos con la morada del abandono. Sin embargo, sus historias cobraban vida en cada relato alocado y espeluznante de sus vecinos. Repentinamente, yo perdí el miedo. Es más, me sentí atraído por su figura y su misterio. Tenía la certeza que la casa aguardaba y esperaba visitas; perturbadores de ocasión que habrían de abandonar su triste imagen de soledad y desánimo. Despacio, con temor abrí su puerta principal. Luces del día se filtraron en su interior por primera vez en mucho tiempo. Me enfrente al gran cuadro, lo miré con atención. Tenebroso, solicitaba observarlo con detenimiento. No dejaba de ser una obra de arte; un buen trabajo de pincel. Me estremecí de igual modo que lo admiré. Me pareció reconocer miradas en él, acaso, responder sensible y piadosamente al clamor invocado por sus rostros de dolor. Mire en mi en rededor y encontré ventanas cerradas, tierra, polvillo y rastros del tiempo que se mantenían imperturbables no violados por costumbres de limpieza. A mi derecha se alzaba una escalera que daba ha habitaciones ubicadas en el piso siguiente de la casona y, supuse, al altillo que se divisaba desde cuadras de distancia. De repente me pregunté: La casa está abierta, no tuve que forzar puerta alguna para ingresar. ¿Qué habría pasado con sus súbitos habitantes? Tal vez en su viaje de regreso, ¿ambos fueron interceptados por su destino adverso y ya no están? No habrían ido muy lejos; no tomaron la precaución de cerrar su puerta principal. O tal vez, alguien se adelantó, ingresó al igual que yo rompiendo la traba de la puerta y desde ese momento está todo el tiempo abierta a quien quiera habitarla o visitarla. - No lo sé -, pensé, distraído, asombrado, pensativo. Seguí investigando, pero sin moverme mucho. Temí encontrarme con algo o alguien que me espantara perdiendo el control obligándome a huir despavorido. Un pequeño cuadro que contenía en su interior una foto me llamó la atención. Estaba sobre la base de la chimenea, lleno de polvo y tierra. Me acerqué con pasos calculadores, lo limpie como podía. En ella lucían dos sonrisas llenas de alegría, felicidad y ganas de seguir enamorados. Un matrimonio joven. Tal vez el mismo que habitó por última vez la vieja casa. La foto parecía reciente. - Donde está él – preguntó una voz femenina. El estremecimiento me obligó a darme vueltas de manera mecánica. Miraba abstraído, atónito, mi respiración no me permitía hablar, ni siquiera pensar. No podía responder. Retrocedí impulsado hasta la base de la chimenea con la foto en la mano. Miré con firmeza no sé a dónde. Toda la habitación me pareció desaparecer. La luz de la puerta principal aún abierta me encandilaba. Quise huir, pero cuando recuperé el aliento me pareció descortés responder a esa voz con un acto de cobardía. No parecía agresiva, ni si quiera guardaba el intento de hacerme daño. Sentí que la sangre me explotaba en los oídos. Solo respondí: - Quién. De quién habla -. - Ya viste la foto. Hablo de Carlos. Está conmigo en ella. La que tienes en tu mano -, sugirió. - ¿Quién es usted? ¿De. De… donde salió? – pregunté mientras me esforzaba por mantenerme parado y presentable. Tembloroso con la foto aún en mi mano, la miraba con atención y pavor. Comenzó a acercarse a mí. Me extendió su mano solicitando en silencio la foto. La miró con cariño y nostalgia reclamando una ausencia distante, acaso un recuerdo doloroso. - Sabes, nadie quiere decirme donde está él. Hace tres años que espero su presencia. Es lo único que me mantiene en esta casa… la espera de volver a estar juntos – indicó ella con la calma de quien se resigna a un perdurable dolor. - ¿Vive en esta casa? – pregunté simulando interés. - Vivimos juntos aquí mucho tiempo. Nos amamos. Yo aún lo sigo amando – respondió, no alejando su mirada y caricias que la prosternaba de manera reverencial hacia la foto. La sostenía en sus manos con pertinacia. Parecía haberla encontrado después de mucho tiempo y, al mirarla, haber renovado su solitaria tristeza. Luego alejó su vista de ella, miró al vacío, advertí en sus mejillas lágrimas que se escurrían hasta llegar a la comisura de sus pálidos labios. En sus ojos no parecía encontrarse vida. Su piel reseca y ajada no se iluminaba ni si quiera con la luz del sol que ingresaba por la puerta principal, aún abierta. Sus miradas blanquecinas, apagadas, sin brillo, no dejaban dudas de que ella moraba en las tinieblas. Tras un silencio interminable, manifestó: - Yo no vivo. Solo lo espero a él –. Yo aún seguía recostado sobre la chimenea apoyando mis manos en sus paredes sucias y abandonadas. Me pareció estar subido al muro que divide la cordura de lo irreal, la sensatez de lo absurdo: la confusa realidad que no termina de separarse de la muerte y su mundo de un sufrir en gélidos gemidos y oscuros reclamos. - No creo poder ayudarla – dije temeroso, tal vez solicitando clemencia en mi temblorosa voz. - Por qué nadie puede ayudarme – reclamó en tono molesto. Imperativo. - Tal vez porque este no sea el lugar donde deba buscarlo – respondí. - Yo lo perdí en este mundo, aquí debo encontrarlo – afirmó molesta. - ¿Cómo se llama usted? – pregunté. - Isabel – dijo. - Por qué me eligió a mí – insistí. - No te elegí, solo te encontré en mi casa hurgando en mis recuerdos – enfatizó. Envuelta en su extraño dolor, Isabel, recorrió cada paso de la sucia habitación. Parecía despedirse del lugar a donde volvería pronto a encontrarse con sus propios interrogantes, misterios, intrigas y dolor de abandono. Se acercó al enorme cuadro que pendía de la pared; lo toco, sintió ingresar en él; los rostros de dolor parecían darle la bienvenida. Sus lágrimas, llantos y gemidos compungidos de dolor se fueron apagando al igual que su figura. La puerta principal se cerró de manera repentina y con fuerza. Me quedé invadido por la más absoluta y tenebrosa oscuridad.
Posted on: Fri, 28 Jun 2013 19:24:38 +0000

Trending Topics



HOW TO GENERATE LEADS FAST ON FACEBOOK FROM ANY BUSINESS
24th June 2013 Why did YOU allow an intruder to enter Your place?
(y) Wow ! The Smash Hit Combo (France) confirmed asap the
ƸӜƷ˜”*°•.•.¸ღ¸☆´ ¸.✿´´¯`•.¸¸.
இலட்சம்
Just in time for New Years resolutions MPEX powerhouse 750 bench
Direct,hight speed. Easy to ues,no need to install the

Recently Viewed Topics




© 2015