El pensamiento integracionista latinoamericano en el equilibrio - TopicsExpress



          

El pensamiento integracionista latinoamericano en el equilibrio del mundo: Bolívar y Martí El pensamiento integracionista latinoamericano en el equilibrio del mundo: Simón Bolívar y José Martí La América Latina cuenta con muchos hombres valiosos que han consagrado sus vidas a la causa de la independencia, ya sea luchando contra el dominio colonial español o contra todas las formas de dominio imperial, dígase en los últimos siglos el imperialismo norteamericano. Las raíces de estos sentimientos se encuentran en dos hombres de talla universal: Simón Bolívar y José Martí, que vivieron en los siglos XVIII y XIX respectivamente. La idea de crear una confederación latinoamericana estuvo vinculada en su origen con la lucha por la libertad e independencia de las antiguas colonias españolas en el siglo XIX. Simón Bolívar el prócer de la independencia de América del Sur planteó crearla para luchar juntos contra las amenazas comunes. Para Bolívar era indispensable que las repúblicas latinoamericanas se organizaran y establecieran una forma de colaboración entre sus pueblos, asegurando la no recolonización europea o una nueva colonización por parte de los Estados Unidos. En 1813, escribió lo siguiente, en una carta al patriota colombiano Nariño donde le comentaba que si todos se unían en una misma masa de nación y si se eliminaba el fomento de los disturbios, se consolidaba más las fuerzas y se proporcionaba la recíproca cooperación de los pueblos para sostener la causa natural. La división nos haría más débiles y menos respetados de enemigos. La unión nos haría formidables a todos. Para Bolívar, una confederación latinoamericana debería servir tanto contra las amenazas de afuera como también para solucionar las diferencias entre los propios pueblos. En su Convocatoria del Congreso de Panamá de 1824, Bolívar explicaba su visión: (…) una asamblea de plenipotenciarios de cada Estado que nos sirviese de consejo en grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias. Otro objetivo importante de la necesaria formación de una unión de las repúblicas latinoamericanas era su papel en la política internacional pues las nuevas repúblicas aspiraban a ser reconocidas y aceptadas por las potencias mundiales, y Bolívar opinó que esto sería más fácil si fueran una grande nación. Soñaba que la gran patria americana podría jugar un papel muy importante en el mundo y competiría con las demás potencias mundiales. En su Carta de Jamaica de 1815, manifestaba su sueño: ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojala que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo. Para el Libertador, la visión de una América Latina unida no implicaba el desconocimiento de las diferentes repúblicas de la región. En dicha Carta de Jamaica, reconoció que podían nacer varios estados independientes entre sí, pero expresaba su deseo de que las repúblicas mantuvieran la conformación política total que le había dado la administración colonial española. Quería formar una alianza que fuera política, económica y militar, sin que esto significara la disolución de los gobiernos y repúblicas que conformaran la confederación. Por ello, explica en este mismo documento: … Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formase;…. Para hacer real su gran sueño de la unidad latinoamericana, Bolívar, el 7 de diciembre de 1824, dirigió una convocatoria a los gobiernos de Colombia la Grande, México, el Río La Plata, Chile y Guatemala (América Central) a fin de instalar una Asamblea de Plenipotenciarios en Panamá. Proyectaba una unión política como contrapeso a las grandes potencias europeas y los Estados Unidos. Para defender a este cuerpo político propuso crear una poderosa fuerza militar conjunta de sesenta mil soldados como clara advertencia a los demás potencias. Aunque en esta época el mayor enemigo de las nuevas naciones seguía siendo España y la Santa Alianza de las potencias europeas, ya veía una amenaza potencial en los Estados Unidos que en 1823 habían enunciado las ideas fundamentales de la Doctrina Monroe en su frase característica América para los americanos. Bolívar escribió refiriéndose al vecino del Norte, en una carta al señor coronel Patrick Campbell, Encargado de Negocios de Inglaterra en Bogotá, desde Guayaquil el 5 de agosto de 1829: … y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad….El gobierno de John Quincy Adams proyectó su plan para evitar la formación de una confederación que limitara los intereses de los Estados Unidos. Los resultados del Congreso Anfictiónico (o Congreso de Panamá) de 1826 fueron muy limitados y no cumplieron con las expectativas de Bolívar. Su recelo sobre una nueva colonización extranjera en caso de la desunión de hispanoamericana se realizó. Latinoamérica sólo cambió la dependencia de España por la dependencia de los Estados Unidos, que era lo que Bolívar había querido evitar. No caben dudas que el pensamiento libertario y latinoamericanista de Simón Bolívar fue madurándose, desde sus famosas palabras pronunciadas en el Monte Sacro, hasta las que articuló momentos antes de su muerte. Por ejemplo se encuentran: … pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos. Amo la libertad de América más que mi gloria propia; y para conseguirla no he ahorrado sacrificios. Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de neutra regeneración. Unámonos y seremos invencibles. Una sola debe ser la Patria de los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad. Yo sé que cada república americana tiene pendiente la suerte del bien de los demás y el que sirve a una sirve a muchas. Bolívar se consideraba como un americano que cumplía con su deber y que estaba ligado a la causa de su país, como lo estaba a todo el territorio de América. Este sentimiento va a ser expresado con mayor amplitud mediante un análisis en la Carta de Jamaica, fechada en Kingston el 6 septiembre de 1815; en ella el Libertador anotaba: Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”. “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo”. Era la revelación del papel que en la política universal le tocaría y le toca jugar, en la actualidad, al continente americano. Bolívar acentúa su preocupación en el desarrollo de la política internacional, pues comprende cómo el curso de ella puede afectar al logro definitivo de la independencia del continente latinoamericano o bien favorecerlo. Igualmente comienza a mirar cuidadosamente hacia el Norte y a sacar conclusiones ante la dubitativa política de los gobernantes de Estados Unidos hacia la lucha que libraban los pueblos de nuestros países por alcanzar su libertad. No se escondía al Libertador la posibilidad de que el vecino del Norte en creciente poderío, quisiese, como en efecto lo quería, transformarse en el heredero de España en estos territorios, cuyo destino político hasta esos momentos era incierto. Numerosos indicios permitían a Bolívar suponer las ambiciones que el Norte y en Europa se estaban moviendo hacia este nuevo mundo que aún libraba su guerra de liberación, lo cual iba a ponerse cada vez de manifiesto en la medida que los triunfos patriotas acercaban un desenlace. Las reservas y retardos para reconocer al Gobierno de Colombia; las maniobras encaminadas a obstaculizar la llegada de tropas y pertrechos que, procedentes de Europa y dirigidos a los ejércitos patriotas, ejecutaban barcos de guerra y mercantes estadounidenses, así como la entrega por las mismas naves de auxilios a los bloqueados ejércitos de España, eran hechos que indicaban cuál iba a ser la política futura de los grupos predominantes en Estados Unidos respecto a América Latina. Los incidentes significativos ocurridos en territorio venezolano, concretamente en Angostura durante el año 1818, provocados por barcos estadounidenses, determinan el cruce de varias cartas entre Bolívar y el agente norteamericano Irvine, obligando al Libertador a formular airados párrafos como el siguiente: Angostura, agosto 20 de 1818, al señor B. Irvine, Agente de los Estados Unidos de la América del Norte cerca de la República de Venezuela. Señor Agente: … Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisieron proteger nuestra causa, la causa de la justicia y de la libertad, la causa de la América. Si el libre comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿por qué se prohíbe en el Norte? ¿Por qué a la prohibición se añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. … El resultado de la prohibición de extraer armas y municiones califica claramente esta parcialidad. Los españoles que no la necesitaban las han adquirido fácilmente, al paso que las que venían para Venezuela se han detenido. Mientras esto ocurría, la política de los Estados Unidos se iba orientando hacia el aprovechamiento de condiciones internacionales que le permitiera adelantar la política de expansión hacia Latinoamérica. Es por eso que la posición asumida por Bolívar, sus planes y anhelos de unidad continental y la incorporación, como pueblos libres de Hispanoamérica, de Cuba y Puerto Rico, encontraron oposición cerrada por parte de los gobernantes del Norte y de aquellas oligarquías locales que en estos países aspiraban ya la toma del poder, parcelando territorios, creando divisiones y procurando desde entonces aliarse y servir al gran vecino. Del enfrentamiento de Bolívar con semejantes fuerzas éste iba a salir vencido, pero el continente y sus pobladores, en particular los desposeídos; los patas en el suelo, iban a ser las víctimas. Frente a los poderosos Estados Unidos, orgánicamente cohesionados; la América Latina se iba mostrar desunida y propicia para su desmantelamiento y explotación. Ese proceso en marcha lo halló Martí cuando inicia su vida política y su lucha. Y por eso comprendía, y así lo anotó: Cuba debe ser libre de España y de los Estados Unidos. A esa tarea va a entregar su acción, su talento, su vida: ese amor a la patria intensamente sentido, que se extiende hacia toda América, la humanidad y los humildes. En su poema dramático «Abdala», escrito cuando solo contaba con 16 años, proclama el odio invencible a quien oprime a la patria y el rencor eterno a quien la ataca. Su tránsito de revolucionario, político y poeta desterrado por América, intensificará en él su concepto de ciudadano continental y su profundo amor por todos aquellos, a quienes consideraba, sus hermanos y por la deslumbrante geografía de este mundo nuevo. Expresó: Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes. Pueblos y no pueblos decimos de intento, por no parecernos que hay más que uno del Bravo a la Patagonia. Una ha de ser, pues que lo es América. … ¡los árboles han de ponerse en fila, para que no pase el gigantes de las siete leguas!. Como Bolívar y otros libertadores sabía Martí la importancia de ligar la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico al ideal de la unidad latinoamericana. Sabía también que a la independencia de esas islas y a sus vinculaciones posteriores al resto del Continente se opondrían, como ya lo hicieran en los países continentales, las oligarquías locales y la voracidad de los grupos predominantes en Estados Unidos, cuya política expansionista era conocida de Martí. Por eso insistía en señalar a sus compatriotas la actitud que se debía adoptar en el proceso revolucionario de liberación frente a los Estados Unidos. De allí que, con motivo de la celebración de la Primera Conferencia Panamericana dirigida y controlada por Washington, lanzará a Cuba y a América su alerta: En ese congreso de naciones americanas, donde por grande e increíble desventura, son tal vez más los que se disponen a ayudar al Gobierno de los Estados Unidos a apoderarse de Cuba que los que comprenden que les va su tranquilidad y acaso lo real de su independencia en consentir que le quede la llave de la otra América en estas manos extrañas. Y al soñar con la integración de nuestra América proclama la necesidad de que ésta encuentre sus propias raíces y sobre ellas construya su genuina fisonomía, por eso en el ensayo Nuestra América publicado en la Revista Ilustrada de New York, el 10 de enero de 1891, expresa: La historia de América, desde los incas a acá ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. …Injértese nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas. Cuando José Martí vino por primera vez a Venezuela, en 1881, al llegar a Caracas convocado por un imperioso deber, sin quitarse el polvo del camino, se dirigió a la Plaza Principal, donde rindió su tributo a Bolívar, al gran padre de la libertad americana, cuyos pasos, obra y pensamiento él se disponía a continuar con firme voluntad y total desprendimiento. Nacido Martí a mitad del siglo XIX, exactamente el 28 de enero de 1853, fue su maestro de primaria Rafael María de Mendive, quien supo infundir en él un profundo amor por Cuba, por los desposeídos y por la libertad; de él obtuvo información acerca de las guerras que por la independencia librara Bolívar. Los dolores y glorias de esas luchas, el eco de los triunfos, los alientos que de ella llegaban para animar a la juventud cubana, necesariamente obligaban al niño Martí a comparar la situación colonial que aún pesaba sobre Cuba, Puerto Rico, y a vez acercarse para nutrirse de cuanto hermoso, grande y heroico provenía de aquellas proezas y de su conductor genial, Simón Bolívar, quien comenzó a ser para Martí ejemplo, cantera y manantial ideológico revolucionario. Confluyen en Martí, la América que libró combates no concluidos y la América que ha de continuarlos. Por eso pronuncia la frase: …pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho sin hacer está hasta hoy: ¡Porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!. Se entregó a ese hacer, iniciando un nuevo ciclo de luchas políticas, sociales y culturales en América Latina, algunas de cuyas etapas se han cumplido y otras continúan avanzando por el camino de la historia bajo el signo luminoso que Bolívar y él señalaran. No caben dudas que la historia vincula en tiempo, espacio y acción revolucionaria a Bolívar y Martí. Habitaban en Martí el aliento y los sueños de Bolívar, de levantar a América hacia la conciencia de su propia dignidad, hacerla volver los ojos a sí misma como tarea fundamental, y era necesario dentro de esa tarea enseñarle a mirar a Bolívar en su justa estatura de héroe muy nuestro. Martí lo hacía con la comprensión que era necesario apoyarnos en su ejemplo grandioso para continuar en América lo que quedaba por hacer. En el Periódico Patria, New York, el 4 de noviembre de 1893 publicaría el texto de su discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893: Pensar en él -dijo-, asomarse en su vida, leerle una arenga, verlo deshecho y jadeante en una carta de amores, es como sentirse orlado de oro el pensamiento. Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: su caída para el corazón. Dícese Bolívar, y ya se ve delante el monte a que, más que la nieve, sirve el encapotado jinete de corona… ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada a los pies…!. Y hasta el fin de su existencia habría de acompañar a Martí el ideario que lo Identificaba a Bolívar y a los mejores hombres de la liberación de América. Por eso, iniciada la guerra decisiva por la liberación de Cuba y ya en los campos donde se libraban batallas, escribe: Pero aún puedo servir a este único corazón de nuestras repúblicas. Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”. Y el día antes de su caída en combate, 18 de mayo de 1895, en Dos Ríos, escribe a Manuel Mercado su carta que ha quedado como testamento político: … ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con qué realizarlos- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. Pero así como Martí comprendió la necesidad de ir adelante con la obra de Bolívar, otros han comprendido igualmente el deber de proseguir con esfuerzos y sacrificios la obra martiana revolucionaria en América Latina. Las ideas independentistas, de unidad y antiimperialistas que vehementemente defendieron Bolívar y Martí marcan nuevas pautas en el continente americano, movilizando conciencia y forjando pueblos. Este pensamiento se hace palpable en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América o ALBA, que es una propuesta de integración seguida por los países de América Latina y el Caribe la cual pone énfasis en la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Verdaderos principios de unidad la sustentan, al concebirse como un proyecto regional y de amplio contenido político, en contraposición a la política neoliberal y de dominación que trata de imponer el imperio. Nacidos en tiempos diferentes, a Bolívar y Martí los une la dedicación por la gran empresa de independizar al continente y el anhelo integracionista, sueños que hoy siguen alentando a los movimientos populares y que germinan con la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA). La profunda vigencia que tiene el pensamiento de Simón Bolívar y José Martí, se evidencian en las metas de integración de Bolívar, padre de la independencia, quien dijo: Para nosotros la patria es América,…nuestra enseña, la independencia y la libertad”; en la que también nosotros como impulsores de esta integración nos proponemos como Martí, cultivar rosas blancas para el amigo sincero que nos da su mano franca, porque de América somos hijos, a ella nos debemos. ¡Porque -como dijera Martí en el ensayo Nuestra América, en 1891 con total vigencia en la actualidad- ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosos del mar, la semilla de la América nueva!
Posted on: Wed, 06 Nov 2013 05:43:41 +0000

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