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Energía sostenible: actualidad y herramientas de análisis Columna de opinión del Cr. José Luis Rodríguez Bosco, presidente de la Comisión Asesora de Ambiente del CPCE Córdoba. Sin lugar a dudas, en la estrategia global que hoy se plantean –aunque no de manera unánime– la comunidad científica internacional y algunos países centrales para el diseño de acciones frente a las derivaciones del cambio climático, la energía y sus aplicaciones resultan un componente determinante en esa propuesta de sostenibilidad. Esta idea incluye acciones para ayudar a las comunidades a prepararse para los efectos del cambio climático, así como medidas que consisten en el uso de herramientas para promover la cooperación con otros países con el objetivo de reducir sus emisiones de gases efecto invernadero (Geis). Sin embargo, casi una de cada cinco personas en todo el mundo no tienen acceso a servicios modernos de energía, a la vez quedos veces ese indicador, es decir 3.000 millones de personas, todavía dependen de la leña, el carbón o los desechos animales para alimentarse y calentarse. En este marco de desigualdad, la erradicación de la pobreza es un gran obstáculo y en el futuro energético que se pretende para que todos tengan acceso a servicios modernos de energía, es imprescindible que los recursos energéticos se utilicen de manera más eficiente, y que se invierta más en energías renovables. Avances en el mundo Para contextualizar esta estrategia, puntualicemos en algunas noticias o eventos internacionales recientes que nos pueden orientar en visualizar un horizonte sobre esta problemática. El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, está liderando una iniciativa mundial denominada “Energía Sostenible para Todos” con el fin de movilizar la acción de todos los sectores de la comunidad internacional a favor de los tres objetivos interrelacionados que deben alcanzarse para 2030: el acceso universal a servicios energéticos modernos, duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética y duplicar la cuota componente de energías renovables en el mix energético global. Además el programa propende hacia: · Una energía más accesible · Más limpia · Que brinde oportunidades económicas eco-eficientes · Que se iluminen hogares, escuelas y hospitales · Que se fortalezca a las mujeres y sus comunidades locales, en un camino para salir de la pobreza. En otro orden, hace algo más de un mes, en un caluroso día en Washington D.C. (Estados Unidos), el presidente de ese país, Barack Obama, se arremangó su camisa, secó su frente transpirada y, mientras explicaba los peligros del cambio climático a futuro, presentaba un plan de reducción de emisiones Geis, sobre todo, mediante la regulación de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de las centrales eléctricas. El plan también incluye acciones para ayudar a las comunidades a prepararse para los efectos del cambio climático, así como medidas para promover la cooperación con otros países con el objetivo de reducir las emisiones en todo el mundo. En un memorándum enviado poco después de su discurso, Obama pidió a la Agencia de Protección del Medioambiente (EPA, según sus siglas en inglés) que emita las regulaciones propuestas para nuevas centrales eléctricas antes del 20 de septiembre y para las centrales ya existentes antes del 1 de junio de 2014. Solicitó, específicamente, que esa agencia desarrolle métodos que permitan el uso de instrumentos económicos basados en el mercado (permisos de emisiones transables), estándares de rendimiento y otras flexibilidades regulatorias. Estos enfoques basados en el mercado suelen permitir la transacción de créditos, por lo que una compañía eléctrica podría mantener abierta su central térmica que funciona con carbón, “cubriendo” su cuotaparte de emisiones Geis mediante la toma de permisos que le ceda otra compañía que produce con una central solar, que posee tecnología baja en carbono. Algunos economistas sostienen que esta flexibilidad podría mantener costo-efectividad y cumplir, a su vez, con nuevas regulaciones medioambientales. No obstante, este sistema, probado ya internacionalmente, presenta algunas aristas controvertidas de difícil implementación en un marco de reglas claras de juego. Y, además, habrá que ver los resultados de la segunda implementación del Protocolo de Kioto, a partir de 2015, para saber dónde estamos parados respecto de estos instrumentos. Por su parte, el Banco Mundial está promoviendo un programa global para Europa y Asia Central (ECA) centrado en la eficiencia energética. El desarrollo empresarial, la creación de empleo y la generación de ingresos requieren un suministro energético adecuado, que sea a la vez asequible y confiable, sin embargo, en muchas partes del mundo emergente esto sigue siendo una lucha permanente. Las pérdidas técnicas durante la transmisión energética ascienden al 13% y el 15% en Ucrania y Macedonia, respectivamente, y llegan a una cifra tan alta como 20% en Tayikistán. Los edificios mal construidos de toda la región proporcionan poca calefacción y aumentan el uso de energía en escuelas, lugares de trabajo y hogares. Aunque la ECA es solo responsable del 12% de las emisiones Geis del mundo, este indicador es el doble de lo que debería emitir conforme su nivel de Producto Bruto Geográfico (PBG), lo que revela un suministro energético inadecuado para la región. Estas iniciativas de eficiencia energética en todo el mundo, representan una oportunidad para aumentar el suministro, mejorar la seguridad, reducir las emisiones de CO2 y prevenir la crisis que se avecina en el sector, a no dudarlo. En este caso el Grupo del Banco Mundial ha comprometido más de US$ 3.000 millones en la región para proyectos de eficiencia energética, que se sabrá en breve sobre su legitimación. Otras proyecciones, estiman que en los próximos 20 años se necesitarán inversiones de cerca de US$ 3.300 billones, es decir, 3% del PIB de la región, para evitar una severa escasez de energía. Esto sería parte de lo que nos anticipaba Nicolas Stern en 2006, en Nairobi, cuando presentó su Stern Review, respecto de cuánto le costará a la humanidad no adoptar urgentes medidas de cooperación internacional para mitigar y adaptarse al cambio climático. Instrumentos y herramientas Retomando el enfoque referido en la primera parte de la nota, podríamos mencionar otros instrumentos y herramientas concretas, como es el caso de las Acciones Nacionales Apropiadas de Mitigación (por sus siglas en inglés, Nama) aplicadas a la acción nacional frente al reemplazo de combustibles fósiles por biomasa. Las Nama son aquellas actividades llevadas a cabo en el contexto del desarrollo sustentable, que los países en desarrollo o emergentes promueven para mitigar el cambio climático, con la posibilidad de recibir el apoyo técnico y financiero de los países desarrollados. Esta herramienta establece el apoyo a estrategias bajas en carbono en el contexto del desarrollo sustentable, entendido en sus dimensiones social, económica y ambiental. Por su parte, Argentina está intentando promover la valorización energética de subproductos de las actividades agropecuarias, forestales y de sus industrias asociadas. El reemplazo de combustibles fósiles para la generación de energía reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en 9,5 millones de toneladas de CO2 equivalentes anuales de dos sectores importantes de la economía: el agropecuario y el energético, al mismo tiempo que se generan beneficios en materia de desarrollo sustentable. La provisión de servicios energéticos modernos con el uso sustentable de la biomasa implica no sólo un impacto positivo en materia de mitigación sino también numerosas ventajas locales medioambientales y socioeconómicas derivadas de la disminución de la contaminación de cursos de agua, suelos, reducción de incendios, la generación de empleo, el fortalecimiento de la autarquía energética local y una mejora en la calidad de vida.
Posted on: Fri, 18 Oct 2013 16:59:13 +0000

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