Entrevista a nuestro querido Dr René de la Barra Saralegui, - TopicsExpress



          

Entrevista a nuestro querido Dr René de la Barra Saralegui, psiquiatra y escritor y por sobre todo amigo y colaborador del CesCh La noche del miércoles 3 de julio de 2013 la sala Mafalda Mora de la Casa del Arte Diego Rivera de Puerto Montt estaba llena. Incluso había gente de pie. La expectativa era grande y los asistentes siguieron con atención cada detalle de la cita, retornado a sus hogares plenamente satisfechos. Se trató del lanzamiento del libro “Barrio bullicioso”, obra del destacado médico y psiquiatra René de la Barra Saralegui, el cual contiene nueve atractivos relatos escritos en distintas etapas de su vida. Nacido en Valdivia, apenas dos años después del gran terremoto que sacudió con fiereza a la ciudad y el sur del país, el facultativo mostró desde su adolescencia su inquietud por el mundo de las letras. A los 14 años escribió sus primeros poemas y más tarde, cuando estudiaba medicina en la Universidad Austral de Chile, dirigió la revista “Diagnóstico”, publicación del centro de alumnos de la escuela. Tras ejercer en la capital de la Región de Los Lagos hasta 2001, el doctor De la Barra viaja hasta Argentina para cursar su especialidad en la Universidad de Buenos Aires. “La verdad sea dicha; para mí, lo primero era ser psiquiatra, y para eso se requería –y se requiere– ser médico. Por lo mismo, jamás pensé en otra especialidad. La medicina, puedo decirlo honestamente, la descubrí después, a sorbos, como quien prueba una bebida nueva… y no todo los tragos fueron dulces, por cierto. Sufrí, como muchos, con la anatomía, y como menos, con la cirugía, aunque mi rendimiento no fue malo. En cambio, me gustó mucho la medicina interna, y entre las ciencias básicas, la fisiología. Pero quizá sea el método científico uno de los regalos que más deba agradecer a la medicina”, comenta. -¿Por qué la psiquiatría? Por varios motivos, intereses que se cruzaban en mi adolescencia, como el psicoanálisis, la filosofía existencialista y todas las corrientes humanistas. Fue siempre el hombre, el ser humano, una motivación muy profunda para mí. El haber realizado la especialidad en la Universidad de Buenos Aires, tuvo que ver más bien con situaciones familiares y financieras, que sólo me permitieron especializarme a los 38 años, y por aquel entonces, las universidades chilenas ponían como límite de edad los 35 años. No sé si ese requisito se mantiene hoy por hoy; espero que no. Me resulta difícil comprender la lógica subyacente. -¿Qué recuerdos tiene de su paso por la UACh y qué médico o profesor lo marcó de manera particular durante esa etapa formativa? Recuerdo con especial cariño a don Fernando Oyarzún, por su mirada humana de la medicina, por situar al hombre en el centro del quehacer médico, por enarbolar las banderas del humanismo en tiempos deshumanizados. Creo que su legado nos brinda la posibilidad de librarnos –tanto a nosotros como a nuestros pacientes– de la enajenación contemporánea. -¿Cuál es la importancia que usted le asigna a “humanizar” o “sociabilizar” la actividad médica? Mi mirada, a despecho de la contingencia, que obliga a cada quien a vivir en medio de paradigmas que no ha elegido, tiene como punto de partida el hecho que la especie es colaborativa, y que no debe ser el egoísmo el motor del desarrollo, como plantea la ortodoxia neoliberal. Una sociabilización de la medicina, requeriría de una sociabilización de la economía, o si se quiere, y si se me permite una cacofonía para colmo en cierto modo redundante, requeriría de una sociabilización de la sociedad; es imposible un humanismo verdadero en una sociedad de mercaderes. La subsidiaridad sólo actúa como válvula, como un modo de descomprimir las tensiones que podrían desestabilizar el sistema, o –en el mejor de los casos– se encuentra demasiado cerca de la caridad, e incluso ésta, a menudo, deviene en nicho de negocios. Complicidad lúdica En 2004 el doctor René de la Barra retorna a Chile, radicándose nuevamente en Puerto Montt y atendiendo desde entonces a sus pacientes en su consulta privada. La literatura siempre fue su compañera inseparable y en 1999 recibió sus primeros reconocimientos: menciones honrosas en el concurso nacional de poesía de la Cámara Chilena de la Construcción y en el 7° concurso regional de cuentos ESSAL. Ese mismo año obtuvo el tercer lugar en el concurso de cuentos del Colegio Médico de Chile y en 2000 fue nuevamente distinguido con una mención honrosa en el concurso nacional de novela corta “Óscar Castro”. Luego de su estadía en Buenos Aires resultó finalista en el concurso de cuentos breves (2012) “Ágora entre signos”, con su cuento “El atraco”, el cual fue publicado en “Épica batalla y otros cuentos breves”. También resultó finalista, mención microrrelato, en el concurso literario de la revista Punto de libros, que publica su obra “Lluvia”. -¿Cómo recibe estas distinciones? Uno podría recurrir a una serie de clisés y frases de buena crianza para responder a esta pregunta, y decir por ejemplo, "con mucha humildad", o "con modestia", pero en tal caso estaría mintiendo. La verdad es que lo hago con una enorme alegría, casi con "euforia". Eso dura un par de días, nada más, con lo que me libro de cualquier diagnóstico apresurado; pero, después, me quedo con una motivación enorme y una energía increíble, que me lleva a abordar nuevos proyectos y a escribir más y más. -Usted participó en la creación del grupo “Sueños”, ¿cómo se gesta esta iniciativa y qué importancia le atribuye a este movimiento literario? El grupo "Sueños" apareció en mi vida en un momento en que, por un lado, había obtenido algunos premios literarios, lo que me hacía sentir optimista y confiado, y por otra parte, me sentía una isla en el ambiente cultural, sobre todo, entre mis colegas. Fue entonces cuando el doctor Juan Villalobos Narbona, convocó a un encuentro de médicos escritores en Rancagua; en dicho encuentro, se constituyó el grupo "Sueños", un nombre que no me gustaba, que me parecía un tanto cursi, pero que la mayoría femenina consideró más apropiado que las abominaciones que seguramente propusimos nosotros; pienso que debieron ser nombres muy poco afortunados, toda vez que mi memoria se niega tozudamente a recordarlos. Como contraparte, y no sin cierta ironía, quienes no estuvimos de acuerdo con el nombre del grupo, logramos que la revista que publicamos se llamara "Insomnio". Participé en los dos primeros números, y en un segundo encuentro, en Valparaíso. Gracias al esfuerzo y liderazgo del doctor Villalobos, se editó "Recitario nacional N° 1", una antología de poemas escritos exclusivamente por médicos; la publicación fue patrocinada por el departamento de Arte y Cultura del Colegio Médico, y representó un éxito para todos quienes participamos en ella. Sin embargo, al año siguiente (2001), debí viajar a Buenos Aires, para cursar la especialidad en psiquiatría, motivo por el cual perdí contacto con el grupo. Entiendo que desde entonces, ha cobrado una gran importancia, llegando incluso a la realización de congresos de médicos escritores. -¿Cómo, en qué momento de su vida y por qué surge la inquietud por las letras y la poesía? Debo aclarar que me considero un narrador, que ha transitado, y a veces aún transita, por la poesía; de hecho, de los libros que he escrito, sólo uno es de poesía. Pero, volviendo a su pregunta, creo que es difícil determinar un momento exacto; los tres primeros cuentos que escribí los hice en séptimo básico, quizá en octavo, pero incluso antes que eso, alrededor de los diez años, dibujaba historietas, y ya había intentado una "obra" para un acto escolar. Durante la enseñanza media escribí un par de comedias; recuerdo que una de ellas fue llevada a escena, en el colegio de la Salle, en Temuco; trataba acerca del "diferendo limítrofe austral", y arrancó más de algunas carcajadas. Por aquel entonces, ya escribía poesía y en los últimos dos años de enseñanza media, debí escribir varios cientos, que terminaron en la estufa a leña. En la universidad comencé a escribir los primeros relatos "en serio", sin dejar los versos de lado. Actualmente escribo novelas y cuentos, ensayos, y muy de cuando en cuando, algún poema. -¿Cuáles son sus principales fuentes de inspiración e influencias literarias? Cualquier cosa; una escena, una persona, una situación, una frase, una palabra, una paradoja, una conversación. Lo importante es lo que se haga con eso. Una buena anécdota, una historia conmovedora, sólo son eso; el trabajo literario es lo que las puede convertir en un cuento o una novela. Ahora, respecto de las influencias literarias, creo que son demasiadas. No podría nombrarlas todas. Por lo demás, es posible que yo mencione alguna y el lector no comprenda cómo pude hacerlo, no encuentre ninguna cercanía. Sólo por nombrar las que creo, desde mi subjetividad, han sido las principales, mencionaré a Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Horacio Quiroga, Milan Kundera, Poe, Kafka, Camus, Benedetti, Balzac, García Márquez, Monterroso, Arreola. Podría seguir, y seguramente, si me hace la pregunta otro día, la enumeración tendría otro orden, otros nombres, que sé yo. -A su juicio, ¿cuál es la relación que existe entre las letras y la medicina? Creo que el vínculo más importante, indispensable tanto para la medicina como para el arte, es el hombre. Ambas, las letras y la medicina, constituyen un humanismo. -¿De qué manera el mundo de la medicina ha influenciado en sus trabajos literarios? ¿la psiquiatría y la medicina son un componente fundamental en sus obras literarias? Creo que la palabra fundamental enturbia un poco las cosas; mis obras literarias no se fundan en medicina, ni es ésta su pilar principal; de modo que, si nos atenemos a estas dos acepciones de dicha palabra, la respuesta será necesariamente negativa. Sin embargo, el ser humano no es divisible en partes, al menos no en tanto tal, de modo que la medicina y la psiquiatría tienen su lugar en mi obra, a menudo subrepticiamente. -¿Cómo describiría su estilo literario? ¡Qué difícil pregunta! ¿Cómo podría uno describir su estilo sino escribiendo? Cada cuento, cada capítulo, cada verso, contiene la respuesta. Yo mismo, a menudo, me he devanado los sesos pensando cómo podría clasificar lo que hago; porque a veces uno coquetea con el costumbrismo, y hacia el fin del relato, se sorprende con tres o cuatro párrafos que subvierten las páginas previas, que las re-significan. Por otra parte, los diversos géneros permiten diversas licencias, y así como en el cuento, lo que importa, al menos desde mi mirada, es la acción, el verbo, en la novela existe una libertad muy grande, que permite experimentar en muchos más ámbitos que el meramente técnico. Sin embargo, en toda mi narrativa, y esto es algo que me han hecho notar, el narrador ha ido mutando, desde el narrador omnisciente de "La lluvia y las horas", mi primera novela, hasta un narrador precario, que no sabe demasiado, que narra de oídas, cosas que se dicen, que quizá ocurrieron de un modo, pero que también podría haber ocurrido de otro. Es un narrador que permite la intertextualidad, vale decir, que otorga la libertad de retomar un tema o una historia, como la que cuento en "El pirata y la endemoniada", y reinterpretarla en otra, como en el caso de "Los árboles no dejan ver el mar"; en esta novela, los personajes principales son los supuestos descendientes de los protagonistas de la primera; y digo supuestos, porque el narrador tiene noticias tan precarias de dicha filiación, como la tienen los personajes. -¿Qué busca provocar en el lector? En el lector busco, en primer término, la complicidad lúdica; quiero un lector que disfrute como yo he disfrutado el trabajo de creación, y a la vez, un lector que recree y cree a partir de los textos que propongo. No quisiera dejar impávido al lector, quiero un lector que se quede pensando, que sonría, se preocupe, se estremezca y se libere, que deje que su emoción, su sensibilidad y su imaginación, vuelen por encima de tanta cotidiana indiferencia y vulgaridad inmediatista. Historias verosímiles (pero no verdaderas) Barrio bullicioso es una experiencia de vida. Narrado en segunda persona, es el relato de un hombre agotado que, después de trabajar por las noches, intenta dormir en las mañanas siguientes sin conseguirlo, debido al intenso ruido citadino. Es el nombre de uno de los cuentos, que el doctor De la Barra quiso llevar como título del libro que lanzó durante una actividad apoyada por la Corporación Cultural de Puerto Montt y que contó con la presencia, como presentadores del texto, de Nelson Navarro y José Teiguel, escritores y docentes de la zona. “Los textos de Barrio bullicioso son una serie de relatos breves en forma de cuentos, de cómoda lectura y servidos al punto del lector más sensible y perceptivo. La atmósfera que rodea a estos cuentos nos desplaza suavemente al hombre contemporáneo que sufre y que padece. Barrio bullicioso nos adentra en una atmósfera tan opaca como afilada, donde tienen cabida desde la sonrisa al horror, de la amargura a la pasión, y de la angustia a la muerte. Y todas estas dicotomías se reflejan en el espejo donde nos podemos ver reflejados en algún instante de nuestras vidas", adelanta. -¿Cuál es su opinión del escenario literario nacional y en el sur de Chile? Sería pedante, de mi parte, aventurar una opinión en este sentido, sobre todo considerando que recién estoy publicando mis primeros libros. Sería fácil repetir tópicos como el escaso interés por la lectura, la falta de desarrollo de la industria editorial en Chile, lo caro que resultan los libros y las torpes decisiones de las autoridades con respecto a la cultura, pero prefiero destacar el enorme esfuerzo que realizan narradores y poetas sureños, sin "contactos", sin recursos y fuera del ambiente "cultural" de la capital, que acostumbra a mirarse sólo a sí mismo. Podría, por ejemplo, recomendar la obra de José Teiguel, escritor casi anónimo, residente de una ciudad casi anónima, Fresia, que parapetado en el silencio de ese casi anonimato, ha escrito cuentos preciosos, muy cuidados, a menudo terribles, como los que componen su libro "Muertes sucesivas", o los que reúne en "Las puntas del agua"; es un autor que además ha incursionado en la novela y la poesía, y a quien jamás he visto en un programa de televisión, ni siquiera lo he escuchado mencionar en algún comentario de crítica de libros. Similar suerte corren poetas como Hurón Magma y Clemente Riedemann, este último, algo más conocido, en especial como letrista de Schwenke y Nilo. -¿Cómo cultiva el mundo interior que ha crecido durante todos estos años gracias a la literatura y poesía? Quizá la pregunta debiera ser la inversa: ¿cómo ha logrado cultivar el mundo exterior? Y al reformular la pregunta uso a propósito el concepto de logro, ya que durante buena parte de mi vida, y sobre todo en mi infancia, lo que más he cultivado ha sido mi mundo interior. Un niño solitario, que prefería caminar, leer y divagar, en lugar de compartir con sus hermanos, no podría sino cultivar todo un mundo interior, un mundo hecho de preguntas, fantasías y posibilidades a menudo paradójicas. La literatura, en especial la literatura fantástica, la ciencia ficción y en general las vanguardias, se avienen muy bien con este tipo vivencias. No era un niño indolente, para nada, mis afectos eran bastante intensos, no así mi expresividad; viéndome en retrospectiva, pienso que un niño bastante retraído y ansioso. Fue en la adolescencia donde se produjo el verdadero –e intenso– encuentro con el otro, cuando apareció la riqueza de la experiencia compartida y cuando comencé a ejercitar la escucha; no sé por qué motivo llamaba a la confidencia. Con los años, he logrado transitar entre la interioridad y el encuentro, con cierta facilidad, o al menos, sin inconvenientes. -¿Qué más nos puede comentar sobre su nuevo libro? Es un volumen de nueve cuentos, ambientados, casi todos en el sur de Chile. Son relatos escritos en diversas épocas de mi vida, el más antiguo, del año 86, de mis tiempos de universitario, y el más reciente, del año 2012. Son historias verosímiles (pero no verdaderas), escritas de un modo bastante contemporáneo; aparecen, por lo tanto, relatos en los que el tiempo no es lineal, o con narradores en segunda persona, o narradores testigos, o más de un narrador en un relato. Es decir, cuentos cercanos a Quiroga, pero a un Quiroga amalgamado con Cortázar ¡Pero qué disparate! Eso es lo que ocurre cuando uno tiene que hablar de lo propio, no se sabe cómo hacerlo, y termina delirando cosas como ésa. La verdad sea dicha: para hablar de un libro que uno ha escrito, debería narrar de nuevo el mismo libro. El libro está ahí, ya no me pertenece, debe establecer con el lector un diálogo en el que yo ya no puedo intervenir. -¿Hay otros trabajos en etapa de producción? Puedo mencionar "El extraño hechizo de la noche", que sigue una línea parecida, con recursos técnicos similares; pero esta vez se trata de 13 relatos urbanos ambientados en Valdivia, Puerto Montt, Concepción y pueblos aledaños. En forma simultánea, pero con otra editorial, se está preparando la publicación de "La bañera de Efraín", un libro de 15 cuentos fantásticos. Se trata de otra vertiente literaria, son relatos que no tienen nada de verosímiles, ya que subvierten por completo la realidad. Están narrados con naturalidad, sin ningún asombro; en cada cuento, el narrador permanece impávido frente a situaciones extraordinarias, que ni siquiera los personajes ponen en duda.
Posted on: Tue, 23 Jul 2013 02:58:23 +0000

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