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Escrito por Nino Ramella hace una año ya. Nada que agregar. Solo mi tristeza. Un "tano" sin venalidad / Por Nino Ramella Si los tanos son apasionados hasta la arbitrariedad, acaso Elio fue el más tano de los amigos que tuve. Encaraba con entusiasmo infantil aquello que le gustaba y parco miraba para abajo con cara de fastidio cuando algo alteraba sus deseos. La vida para Elio era arremeter. Por pura prepotencia de un talento que él enriqueció con exclusivo mérito se acostumbró a ser un tipo exitoso y portador de una personalidad que a todos deslumbraba. Tal vez por eso no le gustaba perder. Más que eso. Aborrecía perder. Ese temperamento es propio de quienes celebran la vida a cada instante y saben que el tiempo que perdemos no nos da revancha. Era fóbico con la muerte, esa mierda que nos estampa contra el absurdo. Tenía el coraje de no ir a ningún velatorio. Un coraje que me faltará a mí para no ir al suyo. Se ahorró enterrar a sus amores más entrañables. Escribió y dijo una y mil veces lo que sus padres significaban para él. Reflexionó a viva voz sobre esos valores heredados y estoy seguro de que los enfatizaba para que sus hijos supieran lo que él elegía para transmitirles. La familia que armó con Puchi tiene una cantera inagotable en los testimonios de un hombre que hizo huella en su tránsito por la vida. La palabra fue su herramienta. Jugaba con ellas, las enlazaba. Construía mundos en los que todos terminábamos teniendo ganas de vivir. En el fondo de su alma de niño habitaba un estratega muy obvio. Quién no iba a querer a ese arquitecto de paraísos entramados de ética y sentimientos. Por eso creo que fue más pleno en su papel de docente que de funcionario. Nadie que fue alumno de Elio dejó de ser arrobado por el deleite de incursionar en edenes idílicos, en los que claramente lo que está bien está bien y lo que está mal está mal. En esos espacios no corría riesgos. Subyugaba, y él lo sabía. Pero fue valiente. También corrió riesgos. Riesgos que detestaba y que padeció. Fue intendente. Y en ese sitio no hay lugar para el consenso pleno. Te aman y te odian. Y a veces los odios son injustos y extremadamente hirientes. Estuve pegado a él cuando egregias personalidades lugareñas se hicieron eco de difamaciones absurdas. El tiempo demostró que eran patrañas. Los estúpidos deberían hoy avergonzarse de haber herido así a un hombre que entre sus sombras no se filtró la venalidad. Desde la militancia, la función pública y sobre todo la amistad compartí con él cuarenta años de mi vida. No sería exactamente quien soy si eso no hubiera ocurrido. Y creo que a su ciudad -esa que queda a catorce mil kilómetros de donde nació-, también le faltaría algo bueno si él no la hubiera habitado. En aras de la honestidad en la palabra que él tanto demandaba no puedo decir otra cosa que me duele su muerte, que según mi sentir pone punto final a la existencia. Hablamos muchas veces de eso. Para algunos la muerte es más muerte. Y yo hoy he perdido a un amigo para siempre. Es decir, un manantial ya no brota. Por que como me escribió este mes en el día del amigo, quien tiene amigos tiene fuentes de agua, aunque la sequía descascare al mundo. Esta es mi certeza. Nino Ramella.
Posted on: Mon, 05 Aug 2013 15:53:20 +0000

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