Extracto de Viaje al Centro de la Música "... Se abre, se - TopicsExpress



          

Extracto de Viaje al Centro de la Música "... Se abre, se cierra. Se abre, se cierra. Se abre, se cierra. Así está mi corazón. Como un fuelle de un bandoneón. Como un tanguero herido del amor que ya no quiere saber más nada con el lánguido pasado lúgubre de amores heridos. Pero de pronto llega un tipo como Santaolalla, viste, y agrega a la languidez de la melancolía del tango, ¿qué agrega? Música electrónica. Y el pasado se reconvierte en un futuro lleno de baile, amor, modernidad, vista al futuro, cabeza en alto. Un futuro tanguero y moderno. Eso necesito yo. Ah, sí: esta vez me he de tirar en el pecho de un hombre. Iré a aprender a bailar tango. Sí: aaah, ese placer de acostarme en el pecho de un varón. Ver un tipo derecho, y acostarme ahí, en su pecho erguido. Y él me sostiene toda. Toda. Toda. Aah, al fin llegar otra vez al amor de a dos. ----- “Desde que empecé en la música, a los 16 años, siempre busqué y hablé de una visión que tenía: que era la de hacer una música con identidad, una música que nos representase y mostrase quiénes somos y de dónde venimos. Eso era muy importante allá, en aquel momento y siempre, no pensar que ser una banda de rock en español era tocar como una banda anglo cantando en español, sino que en la música también tenía que verse reflejado quiénes éramos; y desde aquel entonces, desde el folklore rock de Arcoiris en los `70, hasta Café Tacuba, pasando por Juanes y sus vallenatos, siempre me interesó eso. Bajofondo Tango Club es la búsqueda de un lenguaje electrónico que tuviera que ver con lo que es la milonga, el tango, la murga y de alguna manera lo que es nuestra historia, la de los del Río de La Plata. Y la química encontrada fue un 70 por ciento tocado y un 30 por ciento programado. Si vamos a hacer música electrónica tiene que respetar quiénes somos, nuestro bagaje cultural, de dónde venimos, quiénes eran nuestros padres, qué comemos, con qué nos reímos, etc…” (Gustavo Santaolalla) ----- Salir de la oscuridad que me representó el separarme de Arthur y la muerte de mi madre fue mucho más curioso y complicado que lo que yo hubiera jamás imaginado. Palabra. Tuve que meterme completamente en mis raíces y extenderme completamente enraízada en mi pasado para poder, erguida como un manzano, volverme a abrir para amar, para dar. Mi primera experiencia fue visitar la comunidad de los Indios Hopis, de donde descendía una bisabuela paterna mía. Y allí descubrí algo maravilloso: esa comunidad me recibió de brazos abiertos. Pero yo noté que estaba como muerta, esa comunidad indígena. Hablé con uno de los sabios de la tribu, y me explicó: “nuestra raza ha sido prácticamente exterminada. Nuestra tierra no da semilla. Pareciera estar toda llena de la tristeza de nuestros muertos. Hace 500 años, éramos 60 millones de Hopis. Luego de la colonización, y hasta hoy, nos han ido matando hasta quedar sólo 800 mil, ahora. Y no podemos seguir a la civilización moderna. Los dirigentes del mundo, cualesquiera que sean, no están siendo seres honrados, y esto es por una gran enfermedad llamada codicia, que infecta a todas las tierras y países. Nosotros somos gente simple, y estamos perdiendo lo que hemos mantenido por miles de años. El no conformarse de los gobernantes ya ha hecho demasiado mal. Pero todo está llegando a un momento en que debido a la incapacidad del hombre de vivir sobre la tierra de forma espiritual, se encontrarán en una encrucijada de grandes problemas. Si no estás conectado con la tierra, y no comprendes la realidad espiritual de cómo vivir en La Tierra, es probable que no sobrevivas. Más del 95% de nuestro cuerpo es agua. Para tener buena salud debes beber agua buena. Cuando los europeos llegaron aquí, podíamos beber de cualquier río. Si los europeos hubieran vivido a la manera de los indios cuando vinieron todavía estaríamos bebiendo nuestra agua, porque el agua es sagrada. ¡Y el aire es sagrado! Nuestro ADN está hecho de lo mismo que el ADN del árbol: el árbol respira lo que nosotros exhalamos, cuando el árbol exhala, nosotros necesitamos lo que el árbol exhala. Así pues, tenemos un destino común con el árbol. Todos somos de la tierra, Y cuando la tierra, el agua, la atmósfera, es corrompida: creará su propia reacción. La “madre” está reaccionando. Si lo miras como Evolución, ha llegado la hora, nada permanece igual. Debes aprender a plantar algo, esa es la primera conexión, debes tratar todas las cosas como Espíritu, darte cuenta de que somos una sola familia. Pero nada es “El final”. Es como la vida, no hay un final de la vida…Lo que sí hay en la vida es un fin, un objetivo, una meta suprema: alguna gente le llama Dios, alguna gente le llama Buddha, alguna gente le llama Allah, nosotros le llamamos Konkachila, El Abuelo”. El anciano Hopi estaba triste. Y entonces yo aproveché para ayudar. Sentí que de algún modo yo existía gracias a ellos, pues la abuela de mi padre ¡era una hopi!. Y lloré mucho, mirando la tierra, llena de muertos enterrados. Lloré mucho, y me di cuenta de que parte de mi tristeza más profunda era por desconocer esta tristeza concreta de la comunidad de mi bisabuela. Aceptarla, y tomarla como mía me dio nuevos bríos. Decidí ayudar a mi bisabuela. Entonces yo, que era psiquiatra, y había viajado a la India, y tenía una vasta gama de conocimientos varios holísticos y experiencias y contactos diversas, decidí intentar ayudar a la comunidad Hopi; a hacer como Santaolalla: agregar la vanguardia a la idiosincracia de los Hopis: entonces los conecté con gente que estaba en la permacultura, construcción natural, religiones esotéricas de la India que adoraban figuras, respeto a los astros del cielo y de la tierra, constelaciones familiares, bioenergía, contactos con líderes zulúes e incaicos, ONG´s, etc… Me sentí una pionera Hopi, y los indios parecieron reencontrarse con el pasado, el presente y el futuro: tal como yo cuando había escuchado el tango electrónico de Gustavo Santaolalla me abrí de nuevo al amor. ¡Aaah!... suspiros… caer en el pecho de un gran varón… Otra de las raíces que encontré durante mi búsqueda para erguirme nuevamente como mujer fue todo el dolor que había dejado como una profunda huella en mi, la muerte de mi padre a mis cinco años. Fui a un taller de constelaciones familiares, y eso me abrió una nueva perspectiva: yo había sido una niña que nunca había jugado con una palita y un balde en la arena de la playa. Había sido una adolescente que nunca había salido mucho a bailar. Tanto había sido el dolor que había producido en mi la muerte de mi padre que había desarrollado la rara habilidad de dejar atrás el dolor, y concentrarme en esa energía del universo del remar, de la firmeza, del arquero con su flecha, de la precisión y la exactitud del cirujano, de la psiquiatra, de la lectora de filosofía, de la energía del universo que une la tierra con el cielo a través del intelecto; de la energía del desapego, de la energía de la elevación. Pero la muerte de mi madre había sido un mazazo completo. Eso no lo pude tolerar. Y entonces me entregué a la otra energía del universo: la energía del dolor, la energía de la belleza, la energía del jugar, la energía del amor. Y ahora sí, con las dos energías en mi poder, empecé a formar una tijera con dos aspas: con las cuales poder cortar el nudo de las angustias: tener ganas de vivir eternas, como siempre, pero sumadas a una vida terrena plena: todo junto lo recorté con la tijera, y lo ofrecí como un regalo a Konkachila, o como se llame “El Abuelo”. Y así me liberé de toda tensión. En ese estado de conciencia estaba, cuando en mi vida apareció Rob…"
Posted on: Thu, 13 Jun 2013 17:45:00 +0000

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