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Extraños liderazgos en lo más alto de la política exterior de América del Sur septiembre 18, 2013 By Emilio J. Cárdenas. Las presidencias de los dos más importantes organismos regionales de América del Sur (Mercosur y Unasur) están, como veremos enseguida, en manos de personas paradójicamente carentes de la calidad requerida para ejercer adecuadamente los cargos que desempeñan. Mercosur está hoy presidida pro tempore por Venezuela, o sea, en los hechos, por Nicolás Maduro, el cuestionado mandatario venezolano que se ha negado a hacer la auditoría completa de las últimas elecciones presidenciales venezolanas en las que pretendidamente se impusiera por un 1,4% de los sufragios, aunque en medio de toda suerte de acusaciones de fraude, las que aún ciertamente no se han disipado. Esto no es un hecho menor porque supone incumplir con el mandato explícito que, para reconocerlo como presidente del país caribeño, le había otorgado en su momento Unasur. Pese a ello Unasur no se ha movido, ni formulado reclamo serio alguno. Con el presidente que, como veremos, tiene, no es sorprendente. Para Maduro, a las palabras “se las lleva el viento”, cuando no le convienen. Que Nicolás Maduro nos represente a todos desde la cúspide de Mercosur, es casi grotesco. En rigor, el venezolano, como señala con acierto Mario Vargas Llosa, no puede enhebrar palabras sin cometer errores. Un elefante en un bazar, por cierto. Y, como si eso fuera poco, Maduro también carece de la necesaria educación para poder moverse adecuadamente en el mundo de la política exterior. Lo que no ayuda desde que es cierto aquello de que la cortesía o descortesía es reflejo frecuente (no necesario) de cómo es un hombre en su propio interior. Maduro sólo actúa cómodo cuando se mueve a “control remoto”, desde La Habana. Por esto no es demasiado sorprendente que con respecto a la crisis siria América del Sur haya estado mayoritariamente del lado de los Assad. Por la creciente influencia de La Habana y por la presencia cada vez más activa en la región de Irán, el socio estratégico de Venezuela. Y también, desgraciadamente, por el lamentable y largo silencio en la defensa de los principios y valores democráticos que, más de una vez, han mantenido algunos líderes -como el chileno Sebastián Piñera- que tenían la obligación de hablar, pero prefirieron “hacer la vista gorda” y ceder las tribunas a sus pares de la izquierda vernácula, antes de arriesgarse a generar “encontronazos” con los belicosos mandatarios cercanos a la Venezuela chavista. El caso de Unasur es también singular. Inédito, más bien. Hoy la preside, por rotación, Surinam. Esto es, su actual presidente: Desiré (“Desi”) Bouterse. Surinam ejerce entonces la presidencia -siempre pro tempore- de Unasur, el organismo regional con el cual Brasil (para asegurarse el liderazgo sudamericano, al que aspira) procuró -y sigue procurando- excluir a Canadá, México y a los Estados Unidos -completamente- del diálogo sudamericano, obteniendo así una audiencia regional cautiva. Poco antes de asumir la presidencia de Unasur (horas antes), Don “Desi” recibió una noticia grave: su hijo “Dino” acababa de ser detenido en el aeropuerto de Tocumen, en Panamá y deportado instantáneamente a los Estados Unidos, país que lo procuraba por tráfico de drogas y por presuntos nexos con movimientos terroristas. De no creer. Pero ha sido así. Habrá que ver como termina este episodio. Para peor, el mencionado “Dino” había sido jefe de la “unidad antiterrorista” de Surinam. La historia recuerda, cabe advertir, algunos hechos y episodios similares, en los que “Desi” fuera en su momento el protagonista central, aunque en la década de los 80. De tal palo, tal astilla, cabe concluir. Bouterse construyó una relación íntima con Hugo Chávez desde el 2010, vinculación que, de alguna manera fuera la llave para su rápido ingreso a Unasur, cuando lo cierto es que Surinam carecería -y obviamente aún carece- de la calidad, valores, instituciones y estructuras democráticas que se requieren para poder pertenecer al Unasur. Pero Bouterse era amigo de Hugo Chávez, lo que era todo un pasaporte para ingresar sin tropiezos. Bouterse nació en 1945. En 1980, encabezó un cruento golpe de estado militar, conocido como “el de los sargentos”, con el que se depuso a Johan Ferrier, a la sazón presidente constitucional de Surinam, el primero luego del período colonial holandés. Como Chávez entonces, Bouterse es un hombre con obvios antecedentes golpistas en su pasado. En 1999 se lo acusó, en Holanda, de haber sido el gran responsable del asesinato de 15 personas, de la oposición, ocurrido en diciembre de 1982. Fue así considerado como uno de los llamados “asesinos de diciembre”. A ello se sumó la acusación de haber traficado 474 kilos de cocaína. Transcurrido el proceso, fue condenado, en ausencia y rebeldía. Hoy Bouterse goza del beneficio de la amplia amnistía que fuera sancionada por el Congreso de su país, en el 2012. Estuvo, por cierto, entre sus artífices intelectuales. No obstante, su imagen está obviamente lejos, muy lejos, de la que debería ser, particularmente por la representatividad que el mandatario de Surinam tiene respecto de nuestra región toda. Esto seguramente asombra a nuestros interlocutores en el resto del mundo, aunque curiosamente, “es lo que hay”, dirían algunos. Da pena. Con estos mandatarios comunes, ¿qué cabe esperar, sino lo que estamos viendo y viviendo? Emilio J. Cárdenas Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas El Diario Exterior
Posted on: Wed, 18 Sep 2013 13:56:14 +0000

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