Hoy quiero hacer pública una reflexión filosófica: Desde mis - TopicsExpress



          

Hoy quiero hacer pública una reflexión filosófica: Desde mis tiempos, ya lejanos, de instituto, esos tiempos adolescentes en los que uno va formando su personalidad y su forma particular de ver la Vida y el Mundo, tuve claro que el Universo entero se rige por una ley. En clase de Filosofía tomé partido por Kant. Mi profesora decía de mí que era un “Ius naturalista ético”, lo que viene más o menos a significar que mi ética se basaba en una ley natural (muy en la línea kantiana). Más adelante comparé las líneas de pensamiento de grandes pensadores, de humanistas y de figuras excepcionales de la Historia de la Humanidad, comparé las doctrinas de las diversas religiones… y siempre vi reforzada mi teoría personal: Qué más da hablar de Cielo e Infierno, de Reencarnación en un ser más perfecto o en un ser inferior, qué más da hablar del origen de la vida en nuestro planeta a partir de la combinación adecuada de los átomos de ciertos elementos (Carbono, Nitrógeno, Hidrógeno y Oxígeno) o un origen propiciado por seres extraterrestres, qué más da hablar de alma o de espíritu, o de energía… El caso es que el ser humano tiene algo que le diferencia del resto de la creación, algo que trasciende su envoltorio físico, su cuerpo (incluidos el cerebro y el corazón). Y tiene algo más que, antes que una ventaja, parece una maldición: su consciencia (no su conciencia). El hecho de que seamos conscientes de nuestra existencia, nos empuja a la mayoría a cuestionarnos sobre nuestro origen y nuestro destino. Y eso, convendréis conmigo, muchas veces es más una tortura que un privilegio. ¿En qué consiste esa ley del Universo, ese Principio Universal?. No soy tan docto como para poder explicarlo con argumentos basados en pruebas, pero digamos que, básicamente, se asemeja a la idea del Bien que todos llevamos dentro desde que nacemos (no a lo que las distintas sociedades nos inculcan posteriormente a través de la “educación”). Lo que uno ha aprendido que está bien o mal difiere en función de las circunstancias socioeconómicas en las que se desarrolle. Y difiere mucho, no creo que hagan falta mayores explicaciones sobre este punto. Pero hay ciertos conceptos que cualquier ser humano, cualquiera, independientemente de dónde nazca y se desarrolle, los identifica con el Bien. Esos conceptos están inspirados por el Principio Universal. Y nuestro tránsito temporal por este hermoso planeta, eso que nosotros llamamos Vida, sólo tiene una misión: acercarnos todo lo que podamos a dicho Principio para que, como entes del Universo que somos, el siguiente estadio de nuestra existencia transcurra en un plano superior. En mi opinión, la forma de conseguir dicho objetivo es bastante sencilla en la teoría, y bastante difícil en la práctica: basta con no olvidar que lo importante son las personas, no las cosas; con respetar cualquier clase de vida y, en definitiva, con tratar de “hacer el Bien”. Cuando llegue el momento de finalizar esta etapa nos espera la siguiente. Y esta nueva etapa dependerá de cómo ha sido nuestra evolución aquí, dependerá de si hemos sido capaces de acercarnos un poco más a ese Principio Universal o no. No soy muy viejo, soy mayor pero no viejo, y así y todo he vivido mucho y muy intensamente. Mi vida no ha sido un camino de rosas, precisamente. Y tal vez, precisamente por ello, me considero en el grupo de personas que habrán pasado por la Vida, en lugar de que la Vida pase por ellas. No creo ser sospechoso de apoyar a las Iglesias, a ninguna (católica, protestante, judía, budista, islamista…). Las considero viciadas por el lado oscuro de la naturaleza humana. Creo firmemente que, si no existieran las Iglesias, habría mejores religiones. Lo cual no es óbice para que crea que Jesucristo, Buda o Mahoma, entre otros, fueron en realidad transmisores de un Mensaje-Guía para que supiéramos conducirnos por “la vida”. Cada uno de ellos elaboró un mensaje adaptado al entorno en el que se hallaban, para facilitar su comprensión por parte de los hombres y mujeres a los que iba dirigido. Pero todo lo que dijeron, todo, se puede interpretar en clave de Principio Universal (o, como sucedió, se puede interpretar en clave de aprovechamiento para los intereses de unas oligarquías). Sin embargo, desde hace bastantes años, adquirí el compromiso de revisar diariamente mi trayectoria vital. Y, dada mi educación católica, no se me ocurrió una forma más cómoda para mí que rezar. Así que cada noche rezo un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Eso sí, pronunciando con atención cada frase y dándole el significado en clave de Principio Universal (el cual no necesariamente coincide con el significado “oficial”). Por ejemplo, al decir “Padre nuestro que estás en el Cielo” entiendo que lo mismo se puede estar refiriendo a un Dios bondadoso de barba blanca y faz bonachona, que a un Creador que reside en una remota galaxia o a una forma de energía pura inimaginable para los terrestres. Cuando yo rezo este verso me estoy dirigiendo al Principio Universal. Y así sucesivamente. Y después de mi oración, cada noche realizo tres acciones: una acción de Gratitud, otra de Reconocimiento de Errores y una última de Petición. El contenido de cada una de ellas es el siguiente (siempre interpretándolo en clave de Principio Universal, tal y como he explicado): GRATITUD: Gracias, Señor, por haberme concedido un día más, y con ello la oportunidad de acercarme a tu Verdad. Te doy gracias porque tanto yo como los seres que amo y aprecio, nos encontramos razonablemente bien de salud y somos razonablemente felices. RECONOCIMIENTO: Reconozco que en el día que hoy termina he cometido acciones y tomado decisiones que me han apartado del Principio Universal. Y, aunque tenga la tentación de considerar que han sido acciones y decisiones de mucha menor gravedad que las que veo en el resto de la gente, el hecho es que no me corresponde a mí la tarea de juzgar, y que me han apartado de mi objetivo. Reconozco, en definitiva, mis limitaciones. PETICIÓN: Te pido que en lo sucesivo me des la inspiración para obrar de acuerdo con el Principio Universal. Y, aunque el momento de la partida es algo que no me corresponde a mí pedir, te ruego que cuando llegue ese momento para mí o para mis seres queridos, se produzca de la manera más rápida e indolora posible. Puedo afirmar que esta filosofía de vida no me ha hecho triunfar en los negocios, ni escalar laboral o socialmente dejando atrás cadáveres. Más bien todo lo contrario. Ni siquiera me garantiza un estado de felicidad diario. Pero me ayuda a estar en paz conmigo mismo, lo cual al fin y al cabo es lo más importante para mí. Espero que esta reflexión filosófica no os haya sonado a “sermón clerical”, nada más lejos de mi intención. Tal vez haya alguien entre quienes la lean que se sienta total o parcialmente identificado con ella, o alguien a quien le ayude (en cualquier medida, por mínima que sea). Con eso me doy por satisfecho al haberla compartido. Buenas noches, y dulces sueños.
Posted on: Tue, 22 Oct 2013 00:01:23 +0000

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