II- Aprendiendo del Maestro De la lectura del evangelio de San - TopicsExpress



          

II- Aprendiendo del Maestro De la lectura del evangelio de San Juan. … somos una unidad, ¿quién puede soportar escuchar esta palabra? “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. (San Juan 17:17-18)” Leyendo el libro de Juan uno puede percibir la humildad de corazón del Señor Jesús. Muchos escribas y fariseos lo persiguieron hasta darle muerte, lo injuriaron, no lo soportaban porque veían en Él alguien que se hacía igual a Dios, el orgullo que había dentro de ellos no los dejaba ver al Hijo de Dios cuando estaba frente a ellos, ese mismo espíritu maldito es el que se encuentra en la vida de millones de personas hasta el día de hoy, y no les permite reconocer las predicación de los nacidos de Dios. Pero si uno lee bien las enseñanzas del Señor Jesús, uno solamente se puede dar cuenta que Él estaba siendo un mensajero, él estaba transmitiendo de forma literal el mensaje que le fue dado a la humanidad por el Padre celestial, y si uno lee con más detalle, era un mensaje que estaba dando muy buenas noticias a los hombres. Dios no es un Dios tirano, es un Dios que da libre albedrío, y no solamente da libre albedrío, nosotros somos dueños de nuestros actos, y lógicamente del resultado que ellos puedan dar a nuestras vidas. “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre quien me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (San Juan 12:49-50)”. Es algo así como esto: un padre tiene un gran tesoro, como padre llama a su único para que lo disfrute con él, y a su vez lo encomienda a buscar más personas que se quieran unir a él y así adoptarlos, para que ellos a su vez puedan disfrutar de ese tesoro en las mismas condiciones que su hijo. Lo que exige el padre de familia, es que se respete el orden de jerarquía, ninguno de los hijos adoptados puede hacerse pasar por el hijo legítimo, y sin el primer hijo ninguno puede llegar a los tesoros del padre. Pero si todos y cada uno respeta este orden, todos podrán disfrutar del gran tesoro heredado. Los fariseos no podían entender este orden, ellos no querían ver la gloria de Dios en el Señor Jesús. Y muchas veces cuando los hijos adoptados, el cual el Padre legitimó, quieren buscar otros más para que se unan a ellos, encuentran a su vez escribas y fariseos que no pueden entender que un Padre tan maravilloso y Poderoso haya delegado en ellos esa maravilla de poder, ese tesoro tan precioso como es la Salvación eterna. El Señor Jesús, así como el Padre lo envío e Él a darnos esas maravillosas noticias de Salvación, igualmente como Hijo, y nuestro Hermano mayor, nos envía también a nosotros a dar las buenas nuevas a toda criatura, para que aquel que crea en su Santo Nombre sea salvo, igual como nos ha dado Salvación a nosotros. El Señor Jesús es uno con el Padre, y Él nos hace uno con Él. “… para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste (San Juan 17:21)”. Así como el Padre envío al Señor Jesús a sanar los enfermos a dar libertad a los cautivos, el mismo Jesús nos envía a nosotros a dar réplica a su ministerio aquí en la tierra. Si el ser humano pudiese soportar esta noticia sería difundida sin medida, pero el ser humano tiene un yo, que grita, un yo que se tiene que someter a la autoridad de Dios. Pero la excelente noticia es que un día así como el Padre y el Hijo son uno solo, ellos quieren que nosotros también seamos uno con ellos, pero primero nos tenemos que someter al punto de que ya no exista un yo dentro de nosotros, sino tan solo Dios. “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. (San Juan 17:22-23)” Él dijo, id y cuando entréis en una aldea, decidles: se ha acercado el reino de Dios a este lugar. Y me imagino, que muchos dirán, como dijeron del Señor Jesús: ¿y qué se cree ella, o él, que dice eso? ¿Acaso es Dios para hablar así? Y resulta ser que así como el Señor Jesús predicaba por orden de su Padre, nosotros también entramos a las aldeas predicando en nombre de nuestro Señor Jesús, obedeciendo a una orden, sanamos y liberamos a los cautivos, usamos del poder que Dios nos dio, cumpliendo tan solo con un mandato. Y decimos, con toda la humildad de corazón, que ha llegado el reino de Dios en ese lugar, en el momento en que nosotros llegamos allí, porque así fue dispuesto por el Señor Jesús. Es simplemente obedecer, es aceptar el poder que nos fue delegado, es aceptar que somos hijos de Dios porque fuimos comprado por la sangre preciosa de nuestro hermano Mayor, el Señor Jesús, Dios. Establecer ese orden, en ningún momento nos hace superiores a nadie, simplemente somos emisarios de un mensaje de salvación, liberación y poder que nos fue delegado por nuestro Salvador, multiplicando el reino de Dios aquí en la tierra, tal como nos fue encomendado, siendo uno con el Hijo y a su vez con el Padre. A través de nosotros llega Dios aquí en la tierra, llega Dios a aquel que no lo conoce. “En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; y sanad a los enfermos que en ellos hay, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios. (San Lucas 10:8-9)”.
Posted on: Fri, 25 Oct 2013 03:41:59 +0000

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