LA FIEBRE AMARILLA Dhylva Leticia Castañeda Campos IV y última - TopicsExpress



          

LA FIEBRE AMARILLA Dhylva Leticia Castañeda Campos IV y última Parte Hacia el mes de noviembre la epidemia comenzó a declinar, y llegó a extinguirse casi por completo en la segunda quincena de ese mismo mes, aunque todavía en diciembre se dieron algunos casos. El cuerpo médico de la ciudad no hizo una declaración expresa del saldo de muertos causado por la enfermedad. Uno de sus miembros, Gerardo Hurtado, calcula –muy conservadoramente- que fallecieron alrededor de mil personas, más otras cien que murieron antes y después de la epidemia. Resulta difícil determinar el número real, pero en nuestra opinión podría haber superado a los dos mil. Conclusiones Desde el inicio del primer brote de fiebre amarilla fue evidente la impotencia mostrada por las autoridades administrativas para enfrentarla, lo cual se tradujo en una marcada lentitud de respuesta. La invasión de la fiebre amarilla al territorio colimense ocurrió cuando estaba por concluir la administración de Santa Cruz, quien no hizo absolutamente nada para evitar que los habitantes de Manzanillo se contagiaran. Probablemente, consideró la fiebre amarilla como uno más de los múltiples males que venían aquejando a la entidad. Dos opciones se presentaban: una, proteger la economía, corriendo el riesgo de que resultaran algunas muertes a causa de la fiebre amarilla; la otra opción, cerrar el puerto, cuando era la vía más expedita para exportar los productos naturales de la región e importar bienes y mercancías, sobre todo de Estados Unidos. Un punto más a considerar: a Santa Cruz le restaban sólo semanas en el poder, y no le convenía afectar su imagen política. Optar por cualquiera de las dos alternativas, aparejaba costos altísimos. Las obras del ferrocarril estaban paralizadas y no había expectativas de solución a corto plazo. ¿Qué sucedería si aterrorizaba a los inversionistas norteamericanos, anunciando que Manzanillo la fiebre amarilla causaba los primeros estragos? Propiciar las inversiones, mantener abierto el puerto al comercio y silenciar la peste, aunque podría desencadenar una tragedia humana –que era una posibilidad-, resultaba quizá la medida política más viable. Santa Cruz entregó el poder a Miguel Madrid, quien fungió la gubernatura interinamente mes y medio. Miguel Madrid heredaba una gravísima situación. La peste, que desde agosto venia cobrando algunas víctimas, el 23 de septiembre-siete días después de la toma de posesión- golpeaba a 80 individuos en Manzanillo. La epidemia le estallaba al gobernador en las manos. Sin embargo, sus primeras disposiciones tienen fecha en octubre. Envió dos médicos al puerto, con el objetivo de presentarle un informe. Es cierto que éstos nunca habían tratado caso de fiebre amarrilla, pero si conocían perfectamente el paludismo o malaria, enfermedad académica tanto en Colima como en Manzanillo. Lo que hallaron en el puerto, tuvo que desconcertarlos. Entonces ¿Por qué diagnosticaron paludismo en su dictamen al gobernador, y que fue ampliamente divulgado? Nuestra hipótesis es: debidamente instruido para presentar una explicación mitigada de los acontecimientos del puerto, declararon que se trataba de paludismo – enfermedad ampliamente conocida a lo largo de la costa del pacifico por sus efectos y aunque ignoraban su mecanismo de transmisión, sospechaban que no era contagiosa.- De esta forma, el panorama resultaría menos alarmante para la ciudadanía, las entidades limítrofes, el resto del país e, incluso, el extranjero. Cuando la fiebre amarilla probó indubitablemente que era un enemigo casi invencible, Miguel de la Madrid resolvió el traslado masivo de la población - o más bien, de los sobrevivientes- a Tecomán. El puerto quedo desolado. Además, aunque pretendiera ocultar la fiebre amarilla bajo el disfraz de paludismo, se preocupó por eliminar en Colima el panteón municipal, a la sazón empatando y muy cercano al centro de la capital. Fue elegida una nueva ubicación, porque, según algunos científicos de la época, los cementerios eran peligrosos focos de contagio si en ellos eran sepultados individuos cuyas causas de defensión hubiera sido fiebre amarilla. Ya para esas fechas, se habían detectado casos en la capital del estado. Por último debemos admitir que el gobernador interino luchó contra viento y marea –en parte, personificados por Jalisco- impidiendo que el estado vecino el comercio entre ambas entidades. Estaban García ocupó la gubernatura del estado cuando los primeros embates de la tempestad habían amainado. Su gestión estuvo encaminada a reconstruir el arruinado Colima que el Coronel Santa cruz, a través de Miguel de la Madrid le legara. No sólo las autoridades políticas se vieron en aprietos al encarar la fiebre amarilla. También los médicos tuvieron lo suyo. En primer término, el desconocer el tratamiento idóneo de la enfermedad, improvisaron. Realizaron experimentos diversos, uno y otra vez, hasta concluir que cada fase de la enfermedad requería un medicamento especifico, e, incluso, llegaron a elaborar un remedio –cuya fórmula divulgo el doctor Gerardo Hurtado- para combatir la fiebre. Las autoridades federales, por su parte, no intervinieron en el caso de Colima, a excepción de los incidentes protagonizados por el capitán del puerto de Manzanillo. Dufour, y por Jalisco, a cusa del control sanitario. El centro, pues, dejo todo a manos del gobernador de turno y de sus allegados. Al parecer, su mayor preocupación estuvo centrada en Manzanillo, en cuanto a las divisas que el puerto generaba para la federación; prueba de ella es que, cuando Esteban García solicitó presupuesto emergente para cerrar la comunicación del puerto de San Pedrito con el mar, el gobierno central lo concedió. La epidemia de fiebre amarilla, que había asoleado los puertos del Pacifico mexicano, a pesar de las múltiples victimas que cobró, del costo social y de la implicaciones económicas, tuvo en contrapartida algunos aspectos positivos. Queremos destacar uno de ellos: creó conciencia de prevención con mayor eficacia este tipo de catástrofes. En 1884, el presidente de la república, el General Manuel González, expresó que era una urgente necesidad nacional, la redacción de un código sanitario. En marzo del mismo año, el Consejo Superior de Salubridad de México elaboró una lista de medidas, consideradas las más convenientes, para evitar la propagación de la fiebre amarilla. Además, en algunos puertos, como Veracruz, Mazatlán y Manzanillo, comenzaron obras para el mejoramiento de sus condiciones sanitarias. En Colima, también se dio esta evolución, Después de la epidemia de fiebre amarilla, sin duda, hubo más sensibilidad por las cuestiones de salud; y, si nos remitimos las fuentes oficiales, parece ser que, a partir de 1885, mejoró notablemente la salubridad pública. Fin Tomado del libro “Los años de crisis de hace cien años (1880-1889)”, dirigido por José Miguel Romero de Solís y editado por el H. Ayuntamiento de Colima y la Universidad de Colima, (Colima, 1988). Primera Parte: on.fb.me/125Ek4c Segunda Parte: on.fb.me/1a2Zada Tercera Parte: on.fb.me/1cW3yXG Saludos Gregorio Iván Preciado
Posted on: Fri, 05 Jul 2013 18:14:06 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015