LA HISTORIA DE LA IGLESIA 37a. sesión: Siglo XVI Edad Moderna: - TopicsExpress



          

LA HISTORIA DE LA IGLESIA 37a. sesión: Siglo XVI Edad Moderna: Reforma de Lutero y reforma católica. Trento. Jesuitas. Los grandes Papas: Adriano VI (profesor de Carlos V, de origen holandés), Paulo III (este Papa reorganizó la inquisición romana que tomó el nombre de Santo Oficio (hoy, Congregación para la Doctrina de la fe), Julio III (este Papa luchó contra los protestantes de Francia llamados hugonotes, aprobó el Colegio Romano, enriquecido más tarde por Gregorio XIII, por eso se llama Universidad Gregoriana) y Pío IV (confirmó los decretos conciliares de Trento mediante la bula “Benedictus Deus” (1564) e instituyó la Congregación del Concilio para la mejor interpretación de los mismos y su ejecución.. La brutalidad del saqueo de Roma (1527) La necesidad de reforma era el grito que se escuchaba por todas partes. Y esa reforma tenía que comenzar desde la cabeza, el papa. Uno de los males en que cayeron algunos pontífices de este siglo fue la frivolidad y el espíritu mundano. Clemente VII fue una muestra. Como arzobispo de Florencia había sido bueno, pero como papa agravó los males consintiendo algunos excesos. En política su gran yerro fue indisponerse con el emperador Carlos V, baluarte de la Iglesia, al apoyar a su rival el rey Francisco I de Francia. Este intentó hacerse por la fuerza del ducado de Milán, y fue vencido y capturado en Pavía por el emperador (1525). Para recuperar su libertad firmó el tratado de Madrid, pero inmediatamente lo rompió y volvió a levantarse en armas contra el emperador. Es aquí donde interviene Clemente VII, pues le ofreció su apoyo para liberarse del influjo que el emperador tenía en Italia. Este, tras consultar a sus teólogos y tranquilizar su conciencia, ataca militarmente con sus Lansquenetes la ciudad de Roma y la captura (1527). Se hizo el ataque con una fuerza de veinte mil hombres integrados por italianos y españoles a quienes se agregaron diez mil jóvenes luteranos cuyo jefe decía: “Quisiera ahorcar al papa con mis propias manos”. El ataque fue brutal. La soldadesca arrasó cuanto encontró a su paso. “Saqueo de Roma” se denominó este hecho. Su brutalidad causó consternación en toda Europa, tanto que el franciscano cardenal Quiñones reprochó duramente al emperador Carlos V diciéndole que no merecía llamarse emperador sino más bien general de Lutero. Pero otros predicadores decían: “Roma, haz penitencia, esto es castigo de Dios”. Y todos clamaban por la reforma de la Iglesia. Clemente VII estuvo prisionero de Carlos V hasta fines de 1527. Se empieza a pensar que ha llegado el momento de la reforma, y lo mismo que cuando la caída del Imperio romano, muchos se retiran a hacer penitencia. Una de las ciudades italianas donde más se conservó el fervor religioso fue Venecia, debido a que no sufrió por las guerras, el hambre o la peste. Preclaros venecianos eran Contarini y san Jerónimo Emiliano. Allí estuvo fuerte el Oratorio del Divino Amor, cuyo primer intento era renovar la propia alma por medio de la oración, la predicación, la práctica de los sacramentos y la caridad cristiana. Como siempre, la reforma fue, es y será obra de santos. Continúa la gran hazaña evangelizadora de América Como en el capítulo anterior ya hablamos de esto más extensamente, quiero hacer un brevísimo resumen en este apartado. El común denominador en la gesta civilizadora de España aparece siempre en todos los escritos de ese tiempo: “La conversión de los infieles...que todos conozcan a Dios Nuestro Señor...que se implante la santa fe católica”. Cortés y Pizarro entregaron al imperio español los inmensos territorios de los imperios azteca (1521) e inca (1532) respectivamente. Almagro explora Chile y Pedro de Mendoza funda Buenos Aires (1535); su hermano Pedro se dirige al Paraguay (1538). Vasco Núñez de Balboa descubrió el Océano Pacífico en 1513. Magallanes y Elcano dieron la vuelta al mundo durante el trienio de 1519 a 1522. Los Papas Inocencio VIII en 1482, Alejandro VI en 1493 y Julio II en 1508 habían concedido a los reyes españoles una serie de privilegios para el gobierno de la iglesia tanto en España como en Indias (160) : formación de diócesis y nombramiento de obispos, recaudación de los diezmos, aprobación de documentos pontificios, construcción de iglesias, control de religiosos, etc. Resumamos un poco lo que ya dijimos en el siglo anterior. Desde sus inicios en América, la Iglesia quedó estrechamente sujeta al poder civil. En este descubrimiento, es verdad, hubo abusos y explotación por parte de algunos conquistadores; incluso disminuyeron poblaciones autóctonas, debido a los duros trabajos a los que los sometían y a las enfermedades. Los españoles se habían distribuido las tierras y las poblaciones (sistema de encomienda), lo cual llevaba a una esclavitud disimulada de los indios, por parte de algunos españoles. En 1551, el dominico Montesinos protesta en un sermón contra la explotación de los indios ante el furor de los colonos, que llevaron el asunto ante la corte de España. Las leyes de Burgos (1512) mantuvieron la encomienda, pero exigiendo que los indios fueran tratados como hombres libres y que los amos se preocupasen de su vida cristiana. Esta evangelización americana es llamada “gesta evangelizadora”, “epopeya religiosa”, “empresa singular”. II. RESPUESTA DE LA IGLESIA (161) Todos esperaban la respuesta de la Iglesia en todo este desbarajuste: ¡Reforma! ¿Sería capaz la Iglesia de poner los cimientos de esta reforma deseada? El Espíritu Santo otra vez más no abandonó la Iglesia. Todavía pululaban en el aire las ideas conciliaristas del siglo pasado. El quinto concilio de Letrán (1512-1517), bajo el papado de León X (162), condenó el conciliarismo y la Pragmática Sanción de Bourges, que quería la independencia con respecto a Roma. Este concilio quiso responder al rey francés Luis XII que, al igual que Felipe IV el Hermoso al Papa Bonifiacio VIII, privó al Papa de subsidios, reunió un concilio nacional en Tours y apoyó otro “ecuménico” en Pisa (1511), de corte galicano el primero y conciliarista el segundo. Mucho se habló de la reforma en este concilio V de Letrán, pero sus resultados no tuvieron la importancia proporcionada a su larga duración. La gran Reforma católica: El Concilio de Trento Dios hizo surgir la reforma católica (163), no sólo para combatir al protestantismo, sino para lanzar con más claridad la doctrina de la Iglesia católica. La antigua cristiandad europea explotó en múltiples iglesias opuestas a Roma. Seriamente amputada, la Iglesia romana reaccionó intentando reformarse (164) . Incluso algunos príncipes católicos se lanzaron incluso a una reconquista armada. A todo esto es a lo que se da a veces el nombre de contrarreforma. No es exacta la expresión contrarreforma porque parecería que aprobase la de reforma de Lutero, que en realidad no fue reforma sino un complejo dogmático, disciplinar y moral, no siempre bien aclarado. Además, para reformar la Iglesia no es necesario destruirla ni separarse de ella, como hizo Lutero, sino permanecer fiel a ella. Tampoco es exacto ese término de contrarreforma porque daría la impresión de que la restauración de la Iglesia católica sería una mera reacción contra el protestantismo, siendo así que la Reforma de la Iglesia católica es eminentemente constructiva, vital y positiva. La Iglesia católica convocó el concilio de Trento (165) (1545-1563), bajo los Papas Paulo III (166 ), Julio III (167 ) y Pío IV. El fin y el objeto de Trento fue salvar la ortodoxia de las costumbres, mantener la unidad de la Iglesia, reanimar la santidad en el clero y el pueblo. El papa se ayudó, para la reforma de obispos y diócesis, de los teatinos, fundados por san Cayetano Thiene y Pedro Caraffa. Trento abrió una nueva era a la iglesia y sus decretos empezaron a practicarse por toda la cristiandad. El concilio además de abocarse a la reforma de las costumbres (168) , se centró sobre todo en aclarar la doctrina católica, negada por Lutero. En la primera etapa del concilio (1545-1547), siendo Papa Paulo III, se reconoció el valor de la tradición apostólica, igual al de la Escritura como fuente de fe; se definió el canon ( 169) de los libros inspirados; se declaró el significado de la Vulgata, no en el sentido filológico (ausencia de errores de traducción), sino en el dogmático ( 170); se proclamó como norma de interpretación de la Escritura la opinión común de los santos padres y el juicio de la Iglesia; se publicaron los decretos dogmáticos sobre el pecado original y sobre la justificación, (171 ); se llevó a examen y se definió la doctrina sobre los sacramentos en general y del bautismo y de la confirmación en particular, y se dio una serie de decretos de reforma respecto a la predicación, la obligación de residencia y el cúmulo de beneficios. En la segunda etapa (1551-1552), siendo Papa Julio III, prosiguieron los decretos relativos a la eucaristía, a la penitencia y a la extremaunción, además de los concernientes al ejercicio de la autoridad episcopal, las costumbres del clero y la colación regular de los beneficios eclesiásticos. En la tercera etapa (1561-1563), siendo Papa Pío IV, se promulgaron los decretos sobre la comunión bajo las dos especies, que declararon no necesaria; sobre el carácter sacrificial de la misa; sobre los sacramentos del orden y del matrimonio; sobre el purgatorio, la veneración de los santos, de las imágenes y reliquias. Simultáneamente se dieron cuarenta y dos artículos, que pueden ser considerados como la esencia de la reforma tridentina, concernientes a los más importantes sectores de la vida eclesiástica: acerca de la residencia de los obispos, las condiciones para la colación de las órdenes por parte de los obispos, el uso del latín en la celebración de la misa y administración de sacramentos, sobre la disciplina del clero, la formación eclesiástica, etc. El 15 de julio de 1563 se aprobó el importante decreto sobre la erección de los seminarios; solamente por él se podían dar por bien empleados todos los trabajos del concilio. Igualmente, se legisló sobre diversos aspectos de la vida en la Iglesia: el matrimonio que invalidaba los matrimonios clandestinos, las indulgencias, los ayunos, las visitas pastorales, la observancia de los días festivos, la acumulación de beneficios, la reforma de las órdenes religiosas... Y propició, además, que más tarde se publicara el misal y el breviario, el Catecismo Romano y del índice de libros prohibidos. En esta última etapa asistieron 225 Padres: seis cardenales, tres patriarcas, 193 arzobispos y obispos, siete abades y siete superiores generales de órdenes religiosas, 39 procuradores de otros tantos prelados ausentes. Habían pasado dieciocho años desde su inauguración. Pío IV confirmó los decretos conciliares mediante la bula “Benedictus Deus” (1564) e instituyó la Congregación del Concilio para la mejor interpretación de los mismos y su ejecución. Tales decretos fueron aceptados sin reserva por la mayor parte de los soberanos y de los Estados católicos. Sólo Francia admitió los dogmáticos, pero no los disciplinares. Aquí están resumidos los principales puntos doctrinales del concilio de Trento, (172 ): a) Declaró que las fuentes de la revelación son las Escrituras y la tradición de la Iglesia. De esta manera la Iglesia contestaba la doctrina de Lutero que todo lo cifraba en la sola Escritura. b) Fijó los libros de la Biblia o canon: son 73 libros; 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; en total, 66 libros; siete menos que los católicos. Los protestantes no aceptan Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiastés, Baruc, 1 y 2 de Macabeos. c) Explicó la doctrina del pecado original, la gracia y los sacramentos, que en pocas palabras se resume así: El hombre nace herido con el pecado original, pero no corrompido. Dicho pecado se borra totalmente con el bautismo, aunque queda la concupiscencia o la tendencia o inclinación al pecado. El bautismo nos santifica y el hombre con la gracia del bautismo y de los sacramentos puede hacer obras buenas y meritorias a los ojos de Dios. Así daba contestación al protestantismo que decía que el hombre estaba totalmente corrompido y era incapaz de hacer el bien, aunque haya recibido el bautismo. Para ellos el bautismo hace justo al hombre, pero no porque lo regenere, sino porque Dios ya no le imputa el pecado, en virtud de los méritos de Cristo. d) Reafirmó la existencia de los siete sacramentos. e) Afirmó que sólo la fe en Jesucristo salva, pero que las obras buenas son necesarias. Los protestantes decían que sólo la fe salva, pues todas las obras hechas por el hombre son obras empecatadas y no agradables a Dios. f) Volvió a enseñar, conforme a la tradición, el valor de las indulgencias, el culto a los santos, el celibato, la vida religiosa, la existencia del purgatorio. Para ganar las indulgencias se necesita, además de la obra de caridad a la que está ligada, tener un corazón contrito, que rechaza el pecado. Ese espíritu penitencial se debe manifestar confesándose, recibiendo la comunión y rezando por las intenciones del papa. Si no hay este espíritu penitencia, la indulgencia sería una compraventa, que es lo que Lutero echó en cara a la Iglesia, en esta forma, es indispensable obtener la gracia con la confesión para merecer las indulgencias. g) Publicó el catecismo romano, destinado a los párrocos, para ayudarles en su predicación y en la enseñanza del catecismo a los niños. Los Papas aplicaron el concilio, organizaron la Iglesia, instituyeron seminarios, universidades. Roma se embelleció y adquirió su fisonomía de capital del mundo católico. La cúpula de la basílica de san Pedro se acabó en 1590. Los años santos de 1575 y 1600 tuvieron un gran éxito. La aplicación del concilio en los países católicos dependió en parte de la voluntad de los soberanos. Felipe II de España recibió muy pronto las decisiones conciliares. En Alemania, a los emperadores les habría gustado obtener el matrimonio de los sacerdotes. En Francia, por considerar que el concilio atentaba contra el poder real, los reyes negaron su publicación. Grandes hombres de Iglesia dieron un impulso al concilio: Pedro Canisio, jesuita holandés, recorrió incansablemente Europa y especialmente los países germánicos para poner en práctica la reforma católica. En Milán, Carlos Borromeo representa el modelo de obispo según el concilio de Trento: llevó una vida austera, reunió sínodos diocesanos, fundó colegios y seminarios. En consecuencia, el concilio de Trento imprimió un nuevo rumbo a la Iglesia; afirmó la ortodoxia y devolvió al pueblo la confianza en sus pastores. Desde Trento, el obispo y el párroco deberán vivir con el pueblo. Ante el saqueo de Roma El Papa Clemente VII debió aceptar rendición incondicional exigida por el vencedor. El vencedor se incautó –como botín de guerra- de las ciudades papales de Civitá Vecchia, Ostia, Civitá Castellana, Piacenza, Parma y Módena, que integraban el poder temporal del papado. Para hacer frente a otros gastos, Clemente VII debió recurrir a empréstitos de banqueros genoveses y catalanes, hipotecando la ciudad de Benevento y las rentas eclesiásticas de Nápoles. Rendido y humillado, despojado y enfermo, regresa a Roma (1528). Por disposición de la divina Providencia se manifiesta también, en esta época lúgubre, cuando el Papa apoya a un grupo de franciscanos que desean vivir vida eremítica y que el pueblo llamará capuchinos. La bula está firmada el 3 de julio de 1528. --------------------------------------------------------- 160. Con estas palabras, Alejandro VI les dio todas las potestades: “Damos a perpetuidad a vosotros, reyes de Castilla y de León, islas y tierras firmes descubiertas, con potestad, autoridad y jurisdicción plena y omnímoda” (Bula Inter caetera, 4 de mayo de 1493). 161. En este siglo algunos Papas eran más mecenas, artistas y políticos que pastores y Papas. Cayeron también en nepotismo. Por ejemplo, Julio II fue un hábil estratega y político ambicioso, cuyo ideal era el de un estado italiano unido, bajo el dominio del Romano Pontífice, a quien le correspondía también un papel de guía y de supremacía sobre los demás estados europeos. Excelente mecenas que aprovechó a Miguel Ángel para la decoración de la Capilla Sixtina, a Bramante para la reconstrucción de la basílica de san Pedro, y a Rafael para la decoración pictórica de las Logias y de las Estancias para él. También León X fue espléndido desde el punto de vista artístico y cultural. Su corte acogió a los mejores artistas de esa época: Rafael, Bramante, Miguel Ángel, Bembo, Pico della Mirándola. Allí hallaban posibilidades ilimitadas de expresión creativa, pero también de lujo y diversiones. El mismo León decía: “Dejad que gocemos del papado, porque Dios nos lo ha conferido”. Este mismo Papa fue el que concedió indulgencias para financiar las obras de la reconstrucción de san Pedro y que tanto criticó Lutero; y fue también el que favoreció el nepotismo. Adriano VI, austero y severo, quiso reformar las costumbres de la curia, pero no pudo. Se enemistó con casi todos, con la curia y con el pueblo romano, pues condenó muchas costumbres incluso inocentes. 162. Este Papa León X instituyó el índice, es decir, la lista de los libros prohibidos a los católicos. 163. En algunos manuales de historia se llama contrarreforma católica. No es del todo exacto ese término. La reforma católica no es una simple reacción contra el protestantismo; la incluye, desde luego, pero abarca mucho más. Y esto, positivo, constructivo, había empezado ya antes de Lutero. Como la Reforma protestante fue mucho más que un inventario de repulsas, de negaciones y oposiciones, así la Reforma católica fue también mucho más vasta, más rica y más profunda que la acción por que Roma se dedicó a combatir al protestantismo. 164. El Papa Adriano VI, conocedor de Roma y su ambiente, muerto el Papa León X –Papa renacentista-, puso manos a la obra en la reforma. Dijo de entrada a los cardenales que ni sus vidas ni sus modales ni sus ropas eran dignos de la investidura y que los escándalos romanos eran la habladuría del pueblo. Luego procedió a desmontar la estructura financiera creada por León X a modo de banca. De diez mil solicitudes de nombramientos y prebendas, concedió uno solo. “Aquí todo el mundo tiembla; los cardenales han puesto sus barbas en remojo” escribió el embajador de Venecia. La reforma debía comenzar por casa y continuó con la curia vaticana, donde eliminó parásitos y libertinos. Pero desgraciadamente este papa Adriano VI no fue seguido en sus propuestas, lo fueron arrinconando y llenándole de calumnias. Fue él también el que convocó la Dieta de Nuremberg donde, por boca de un legado suyo, reconoció las culpas de la Iglesia, pensando de esa forma poder reconquistar esa tierra de Alemania, para el catolicismo; intentó una reconciliación entre Francia y España para inducirlas a luchar contra los turcos que volvían a asomarse amenazadores. Murió al cabo de un año. 165. Trento está en el corazón de los Alpes. Se escogió Trento, porque, aun siendo italiana, era feudo alemán y podría ser aceptada por los protestantes. En este concilio asistieron 237 participantes. Estuvo presidido por los legados del Papa: los cardenales Del Monte (más tarde papa Julio III), Cervini (más tarde papa Marcelo II) y Pole. Lo convocó en 1535 en Mantua, pero no le permitieron entrar; luego, en Vicenza en 1538, pero no asistieron obispos; finalmente en Trento, a los diez años de la convocatoria, en 1545. Asistieron veinticinco obispos, cinco generales de Órdenes religiosas, y teólogos de los más afamados: los jesuitas Laínez y Salmerón; los dominicos Melchor Cano, Domingo de Soto, Ambrosio Catarino; los franciscanos Alfonso de Castro y Andrés Vega; el agustino Seripando. Lutero y los protestantes se habían ratificado en su decisión de no tomar parte en la asamblea. 166. Este Papa reorganizó la inquisición romana que tomó el nombre de Santo Oficio (hoy, Congregación para la Doctrina de la fe), a fin de detener la propagación de la herejía. El programa de este papa se resume en tres puntos: “eliminar el cisma, reformar la Iglesia y luchar contra los turcos”. Además de Lutero, Zwinglio y Enrique VIII, se embarcó en la corriente cismática Calvino en Suiza. Paulo III fue un Papa estimado y admirado por muchos científicos y escritores de su época. Convocó el concilio de Trento, aprobó la Compañía de Jesús, intentó reconciliar a Carlos V y Francisco I, mandó restaurar el Capitolio, el fresco del Juicio Final de la Capilla Sixtina, la Cúpula de san Pedro y el palacio Farnese en Roma. 167. Este Papa luchó contra los protestantes de Francia llamados hugonotes, aprobó el Colegio Romano, enriquecido más tarde por Gregorio XIII (por eso se llama Universidad Gregoriana), y trabajó por la paz entre Carlos V y Francisco I. 168. Obligó a los obispos a residir en sus diócesis y a visitarlas; y a los párrocos en sus parroquias. Prohibió el acumulamiento de beneficios pecuniarios. Ordenó la erección de seminarios diocesanos en donde estudiarían los aspirantes al sacerdocio. 169. El Canon de la Biblia es el catálogo o lista de los libros que la Iglesia considera inspirados por Dios, llamados, por lo mismo, libros canónicos. Son 73 libros; 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. 170. Trento declaró la autenticidad de la Vulgata de san Jerónimo (332-420), que es la traducción de la Biblia al latín, por encargo del papa Dámaso, y la aceptó como oficial. Y al mismo tiempo, Trento ordenó la preparación y publicación de una obra corregida de su texto, que llevó a cabo Hentenio de Lovaina (1547). Sin embargo, no existió uniformidad hasta que Sixto V preparó personalmente la edición sixtina (1590). Aún mandó Clemente VIII revisar esta edición con el resultado de la de 1598, preparada por Toledo. Las diferencias entre la Vulgata y la Biblia protestante se refiere no sólo a detalles de la traducción sino principalmente al orden de los libros, la división de los capítulos y, en el Antiguo Testamento, la presencia o ausencia de libros deuterocanónicos. Los protestantes no aceptaron los libros deuterocanónicos: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiastés, Baruc, 1 y 2 Macabeos. 171. Este decreto es una obra maestra, en la que se expresa de la forma más precisa la concepción católica de la justificación y de la gracia frente a la teoría protestante. 172. Quiero aquí poner la respuesta que dio el teólogo protestante Karl Barth a una pregunta que le hiciera la revista Realités (febrero 1963). La pregunta es ésta: ¿Cuál es el más fuerte obstáculo para un acercamiento entre la iglesia reformada (la de Lutero) y la católica? Y así contestó Barth: “¿El más grande obstáculo? Yo podría decir que todo está en esa pequeña conjunción que la Iglesia romana añade después de cada uno de nuestras proposiciones protestantes. Es la conjunción “y” (et). Cuando nosotros decimos Jesús, los católicos dicen: Jesús y María. Nosotros tratamos de obedecer a nuestro solo Señor Jesucristo, los católicos obedecen a Cristo y a su vicario en la tierra, o sea, el Papa. Nosotros creemos que el cristiano se salva por los méritos de Cristo; los católicos añaden: y por sus propios méritos, o sea, por sus obras. Nosotros creemos que la única fuente de revelación es la Escritura; ellos añaden: y la Tradición. Nosotros, que el conocimiento de Dios se obtiene por la fe en su palabra, tal como se expresa en la Sagrada Escritura; ellos: y por la razón. En sustancia, todo lo que gira alrededor del problema fundamental de la relación entre la gracia y la libertad en la salvación del hombre”.
Posted on: Mon, 29 Jul 2013 23:04:51 +0000

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