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LA PASIÓN DEL CRISTO Sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos (S. Mateo 27: 25) La misteriosa y dolorosa pasión de Cristo conmueve nuestro espíritu y nos hace preguntar, ¿quién es el responsable de la crucifixión de Cristo? El recién estreno de la película “La Pasión del Cristo”, dirigida por el famosísimo galán de cine, Mel Gibson, ha echado nueva leña a ese antiguo fuego. Mucho ha sido el desconcierto, especialmente entre los hollywooditas de ascendencia judía, que pueblan con inordinada prestancia el mundo de la farándula. Muchos son de la opinión que el filme de Gibson sufre de antisemitismo, y que podría inflamar las pasiones de los que están predispuestos a culpar al pueblo judío de cometer el peor crimen de la historia: el deicidio del “Hijo de Dios”. Lo extraño de este debate es que detractores y admiradores de la discutida película concuerdan que en ella -- cosa rarísima para Hollywood-- se describe “la pasión del Cristo” tal como aparece en la narrativa sagrada. Lo que parecería indicar que la pugna, en resumidas cuentas, está dirigida a los escritos bíblicos mismos. Algunos comentaristas de televisión han sugerido que los culpables de la muerte de Cristo son otro grupo, ¡los despiadados romanos de aquel férreo imperio! Los soldados y el centurión que estuvieron junto a la cruz, ¿acaso no eran romanos? De Roma eran las autoridades que ordenaron la muerte de Jesús. Fue clavado sobre una cruz romana. Legalmente, se trataba de una ejecución propia de Roma. Los judíos no utilizaban la pena de la crucifixión. Ellos apedreaban a los condenados a muerte. Además, fue Poncio Pilato, el procurador romano, el que osadamente le dijo a Jesucristo; “¿No sabes que tengo potestad para crucificarte y que tengo potestad para soltarte?” Pilato sabía que Jesús era inocente, y así lo declaró ante la multitud que a gritos exigía la crucifixión de Cristo. Pretendió eximirse de toda culpa, lavándose las manos ante la multitud. Y así entregó a Jesús para ser crucificado. Sin embargo, ni un océano de agua hubiese podido remover su culpabilidad o responsabilidad. Legalmente, pues, los romanos crucificaron a Cristo. Con todo, en honor a la verdad, es necesario recordar que Jesucristo fue crucificado a instigación de su propio pueblo. La cruz de Cristo era algo más que un instrumento legal de tortura. Fue también el rechazo de Jesús por parte de los suyos, a quienes él vino y los cuales no le recibieron (S. Juan 1: 11). Cuando Pilato declaró ser inocente de la sangre de Jesús, la multitud gritó: “Sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (S. Mateo 27: 25) --incidente que aparecía en la versión inédita del mencionado filme, pero que Gibson, para reducir tensiones, dejó fuera de la última versión --. Esa trágica e innegable declaración que registra Mateo, en absoluto justifica el espíritu antisemítico de muchos que olvidan la oración de Cristo, quien dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (S. Lucas 23: 34). Continúa lavoz.org/devotional?date=2013-11-3
Posted on: Sun, 03 Nov 2013 18:40:03 +0000

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