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LA PRIMERA LECCIÓN DE DERECHO. Hace varias décadas, cuando cursaba mi primer año de derecho, corría marzo y era la primera clase de mi primera materia en la facultad, "Introducción al Derecho". Estábamos todos sentados cuando entró el profesor en el aula, de muy mal talante y con cara de pocos amigos. Lo primero que hizo, sin siquiera saludar, fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila: -¿Cómo te llamas? -Me llamo Juan, señor. -¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! - gritó el desagradable profesor. Juan estaba desconcertado. Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase. Todos estábamos asustados e indignados; pero nadie protestó. Él era un hombre mayor, próximo a la jubilación, aunque se lo veía bien plantado, diría imponente, vestido con su traje oscuro, todo en él emanaba autoridad; en tanto que nosotros, salvo algunos pocos de más edad, éramos todos jóvenes adolescentes recién egresados de la escuela secundaria. -Está bien. ¡Ahora sí! Comencemos con la clase ¿Para qué sirven las leyes? Seguíamos asustados; pero poco a poco comenzamos a responder a su pregunta: - Para que haya un orden en nuestra sociedad. -¡No! Contestó el profesor. - Para cumplirlas. -Dijo otro alumno. -¡No! - Para que la gente mala pague por sus actos. -Respondió un tercero. -¡No! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta? - Para que haya justicia. -Dijo tímidamente una chica. -¡Por fin! Eso es, para que haya justicia. Y ahora ¿para qué sirve la justicia? Todos empezábamos a estar molestos por esa actitud tan grosera. Sin embargo, seguíamos respondiendo: - Para salvaguardar los derechos de los individuos. -Bien, ¿qué más? -Preguntó el profesor. - Para discriminar lo que está bien de lo que está mal. -Dijo otro. -Sigue. -Insistió el profesor. - Para premiar a quien hace el bien. Ok, no está mal; pero respondan a esta pregunta: ¿Actué correctamente al expulsar de la clase a Juan? Todos nos quedamos callados, nadie respondía. -Quiero una respuesta fuerte, decidida y unánime. -¡No! Dijimos todos a la vez. -¿Podría decirse que cometí una injusticia? -¡Sí! -¿Por qué nadie hizo algo para defender a Juan? Ni siquiera el propio Juan que era el afectado ¿Para qué queremos leyes y reglas si no disponemos de la valentía para llevarlas a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar ante la presencia de una injusticia. ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más, no pierdan su dignidad! Tú, vete a buscar a Juan dijo mirándome fijamente. Aquel día recibí la lección más práctica de mi clase de toda mi carrera de Derecho. CUANDO NO DEFENDEMOS NUESTROS DERECHOS PERDEMOS LA DIGNIDAD Y LA DIGNIDAD NO SE NEGOCIA
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 04:23:17 +0000

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