LA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA – de Juan Carlos Giella – - TopicsExpress



          

LA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA – de Juan Carlos Giella – 13-08-13 Era una fría mañana del mes de Agosto cuando Teresa salió de su casa para ir a la de su hija, distante unas pocas cuadras de la suya, a cuidar a sus nietos. Un fuerte dolor de muelas no la había dejado dormir en toda la noche. Pero no había sido solamente el dolor lo que la había mantenido despierta, sino una persistente sensación de que algo estaba por ocurrir en el pueblo.. No podía explicarse qué era lo que iba a suceder, pero estaba convencida de que no sería nada bueno. Trató de ahuyentar esas ideas de su cabeza, pero le fue imposible. Llegó a casa de su hija cuando ella ya la estaba esperando para marcharse a su trabajo. -¿Cómo estás, mamá? le preguntó María-. -No he podido descansar bien durante la noche; he tenido el presentimiento de que algo malo va a pasar hoy en el pueblo, y tú sabes que mis presentimientos suelen cumplirse…- María quiso interrogar a su madre sobre lo que ésta acababa de contarle, pero nada más pudo obtener de ella. Siguieron conversando algunos minutos, al cabo de los cuales María salió hacia su trabajo. Llegó algo tarde, y como esto no era habitual, sus compañeras quisieron saber si algo la había retrasado. -Nada, sólo que mi madre ha venido con la historia de que algo malo va a suceder hoy en el pueblo-. La mañana transcurrió como de costumbre. Al llegar don Ramón, hombre muy amable, cliente de la empresa, preguntó a todos cómo les iba. -Todo bien, señor González, pero le anticipamos que hoy algo malo ocurrirá en el pueblo; la mamá de María ha tenido un presentimiento trágico, y cuando ella presiente algo, pues suele ocurrir-. Cambiaron de tema, pero el ambiente quedó impregnado de una extraña sensación de inquietud. Ramón González terminó el trámite que lo había llevado, salió de allí meditando en lo que le habían contado, y al cruzar la calle, reconcentrado en sus pensamientos, un automóvil casi lo atropella. Se recompuso, continuó su camino y se encontró con el gerente del Banco. -¿Qué le pasa, señor González, que lo veo preocupado?- Y don Ramón le contó que sabía de muy buena fuente que algo muy malo ocurriría ese día en el pueblo, y se negó a hablar más del tema, Alegó que estaba muy apurado porque alguien lo estaba esperando. Mindelbaum, el Gerente, llegó a su oficina donde lo aguardaba Juan Antonio Mendizábal, un importante ganadero de la zona para hacer una operación que requería la aprobación del Gerente. Mindelbaum autorizó la operación, pero le advirtió que se cuidara ese día de hacer alguna operación riesgosa pues algo malo, y él sabía por qué se lo decía, iba a suceder en el pueblo, y que nada ni nadie podría detenerlo. Mendizábal salió del Banco convencido de que el Gerente sabía más de lo que decía, y decidió abandonar el pueblo por una semana. Llegó a su casa y llamó por teléfono a sus amigos y vecinos, y les pidió a todos que salieran urgentemente de allí, que algo terrible iba a ocurrir. Que lo sabía de fuente absolutamente confiable, pero que no podía darles más detalles. Consternados, todos los que habían recibido la llamada de Mendizábal, sabiéndolo un hombre serio, desparramaron de inmediato la noticia en el pueblo, y juntos algunos y separados otros, todos decidieron abandonar el lugar con urgencia. Una larga caravana de vehículos tomó la ruta hacia localidades vecinas. Nadie quería estar en el pueblo cuando ocurriera lo que iba a ocurrir. Uno de los huyentes tuvo la mala suerte de que su muier, apurada por su marido para escapar rápidamente, dejase una olla en el fuego, lo que desencadenó un incendio que tomó varias propiedades vecinas. Ya sin nadie en el pueblo que pudiera contener las llamas, el fuego se tornó incontrolable. Al cabo de unas pocas horas el pueblo había desaparecido. Se había cumplido el vaticinio de Teresa: “Algo malo iba a ocurrir ese día en el pueblo”.
Posted on: Fri, 06 Sep 2013 03:28:09 +0000

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