LAS BRAGAS NUEVAS HACEN LLAGAS Me dejo caer en una - TopicsExpress



          

LAS BRAGAS NUEVAS HACEN LLAGAS Me dejo caer en una ciudad, Valencia, en la calle “puerto rico” vivo en el nº 20, - una habitación interior sin ventana con derecho a cocina. Realquilado por la señora Anastasia, más un hijo y una hija, para compartir en comunidad, comedor, cuarto de aseo y cocina. Mandolín, un año mayor que yo, y Julia, solterona de poco porte femenino. Muy buena gente, trabajadores sin cualificar en fábrica y taller. La madre Anastasia, hacia las faenas de la casa, una mujer cansada viuda y con mal encare, pero de buen corazón. Mandolín, no sabia hacer otra cosa que guardar compostura, trabajaba de botones en un hotel y su misión era hacer halagos, abrir puertas y transportar maletas. Esto era lo bastante para que yo me limitara a no decir palabra por ser un paletillo de pueblo que no sabia ni transitar por las calles. Julia, se preocupaba tanto de su madre, que no se decidía a dejarla. Por eso no se había casado ya. Su novio esperaba sus resoluciones para venir a por ella, ó para que se casaran por poderes. Pero dejar a su madre sola no era de su apaño. Anastasia seguía la conducta honrada de guardar luto a su difunto marido y trataba de que en la casa perdurase su recuerdo; lo que los hijos no supieron hacer nunca. Anastasia, después de tanta viudez, tenía la necesidad de reemplazar al marido muerto por un hombre cualquiera, trata de dar a sus hijos un padrastro que no se sabe si es bueno o malo; que no los puede querer, por que ellos son los primeros en odiarlo, ni Manolo ni Julia estaban de acuerdo con esas relaciones. Sabían de sobra, que su madre, después de ser una buena madre y había sido una buena esposa; decidió casarse lo más tarde posible, y quedo viuda antes y con antes, ahora que ya estaban criados no tenían necesidad de aguantar un picatoste que tenia que hacer de padre sin serlo. Para Julia, los hombres no eran apetitosos más que de apaño o en recuerdo: novios o difuntos. En función de marido, el menos indigesto, le quitaba las ganas al hablar de matrimonio. Mandolín, más modoso, le decía a su madre; una mujer como Dios manda, no necesita recurrir a ciertos medios de buscar compañía teniendo la casa llena de huéspedes. Yo, nunca había notado que en las familias podía haber tanta confusión y agregando a mis desgracias el llanto de aquella madre que estaba sola en compañía de mucha gente que cada cual llevaba su vida con independencia y a la hora de comer todos le llamábamos madre. Yo la quería, era una mujer de buena vida y madre de todos. La pobre había sufrido mucho, este maldito mundo le había quemado la vida siendo en su juventud esclava de un deseo, viuda muy temprana con dos hijos. La habían metido en el trabajo como a un leño en la lumbre, y todo es arder y consumirse. Su hija Julia, señorita de nombre, por tener miedo a pasar a ser Señora, se le estaba pasando el arroz, y se miraba al espejo lamentándose de las “patas de gallo” que ya asomaban en las comisuras de los ojos; era una mujer, que no se dejaba besar, siempre ponía la otra mejilla, la mas suya de las dos, por que en una tenia una cicatriz recuerdo de un porrazo que sufrió en la niñez. Y en esa mejilla le dolían los besos y se sentía desdichada. Yo, sentía por julia una gran simpatía, y hacia gustoso todo lo que me pedía. Era una gran muchacha: con una figura interesante de solterona sin ánimo de entregar su nido de amor guardado como tesoro. La madre le advertía que tuviese cuidado con que no le rompieran las bragas nuevas cuando salía de fiesta, sin darse cuenta que estaba perdiendo el gusto dedicando el tiempo libre a las lecturas generosas de la iglesia que le inculcaban la abstinencia carnal, la vida para ella, la buena como la mala, no era nada más que un burdel, un gran burdel. No estaba dispuesta a mancharse… sabiendo que al salir a la calle tenía que chapotear con el novio. Un día, ocurrió lo que tenia que ocurrir; salio de fiesta con el novio, se puso las bragas nuevas, y al volver, le preguntó la madre. ¿No te habrán roto las bragas? ¡No! ¡Madre! – las bragas están bien, pero el nido me lo han hecho polvo. Chistes que, parecen cómicos, pero encierran un drama – la preñez - después de la fiesta viene la resaca, y a la joven que guardaba su nido de amor como pan vendito, se le hinchó la tripa y nació un mamonzuelo. El que desbarató el nido, no se hizo cargo de la criatura, pasando la joven, de ser moza, a ser madre soltera, a consecuencia de un descuido. El amor, es así de traidor en ocasiones donde el deseo lo convierte en dolor. ---------------------------------------------------------------------
Posted on: Tue, 06 Aug 2013 15:21:29 +0000

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