LOS CINCO AMORES EPÍLOGO EL ESPIRITISMO ES EL AMOR - TopicsExpress



          

LOS CINCO AMORES EPÍLOGO EL ESPIRITISMO ES EL AMOR PERFECTO Hablar de Espiritismo, es fácil. Penetrar el Espiritismo, muy difícil. También se habla fácil del hombre materia y ninguno penetra en el compuesto Microcosmo del hombre, y por ende, no pueden comprender su todo Macrocósmico. Pasamos la vista por las obras fisiológicas y las anatómicas y se nota a primera vista lo obtuso de la inteligencia de los materialistas autores, acusándose de causantes de los millones de nulidades de los científicos, creados a su imagen y semejanza. Pero lo que más choca es que, siendo ellos dogmáticos en sus erradas afirmaciones, son de sobra comodines, porque no dan nada suyo, sino que del pensamiento de muchos, apropiándoselo, idean un teorema, que dogmatizan: pero que no los podréis criticar, porque son tan orgullosos, que os llevarán a los tribunales, donde jueces tan miopes y tan mal intencionados como ellos, puesto que son zapatos de la misma horma, os aplicarán la letra de una Ley, hija de las teorías egoístas y dogmáticas de los mismos falsos principios: o en caso de más hombría, os mandará a sus padrinos para que le déis satisfacción de la ofensa de decirle embustero y faIaz. Y como ni ante el juez, ni ante los... padrinos... caballeros, ciegos al igual que el comodín, no les podéis explicar los colores, porque miran a través de un Prisma iris que todo lo vicia, y quedaréis ante la falsa ley, condenado; y ante los juramentados ciegos científicos, bajo su saña y risa de imbéciles, expuesto a la mofa de la manada de diplomados, para tener autoridad de mentir sobre la misma verdad que en ellos está y se empeñan en negarla; mintiendo sólo por causa de esa verdad que les da la vida y los sentidos. Habladle al Astrónomo de Astrología y lo veréis fruncir el ceño despreciativo; pero les costará rebatirla; aseguro aún más. Desempeña el Astrónomo, a su pesar, la Astrología, pero mixtificada con maldad. La Astronomía, como ciencia, no es más que el resultado, el por qué de la ley de la Astrología. ¿Porqué el tal empeño en negarla, cuando flota por sobre la Astronomía? La razón es, sencillamente, por que el Astrólogo tiene que reconocer y estará convicto de que los astros son mundos, en los que hay seres iguales a él, que les inspiran y les hablan. Es decir, claramente, que el Astrólogo es Espiritista; el Astrónomo, Materialista o Religioso, negador y enemigo del Espiritismo. Dirigíos al materialista incitándole a ir más allá de la materia, desde que si no se puede ir más allá de ese tópico, el progreso no puede existir, y lo oiréis: «No estoy por volverme loco». Y sin embargo, no penetra su locura de sujetar el todo; hasta el pensamiento, a la materia; pero no quiere estudiar: ¿Qué será aquello que sale del cuerpo en la última boqueada, en cuyo momento, ni la sangre circula más, ni el cerebro refleja más pensamientos y todos los músculos se vuelven rígidos y yertos? ¿Qué les costaría reconocer al espíritu en aquel Alito que se escapó en la última boqueada, dando un rotundo mentís a los materialistas, puesto que aquello no es polvo? Pero es que de reconocer al espíritu, es obligarse a cantar la Palinodia y, sobre todo, romper todos sus dogmas y empezar a ser más moral y de buena moral, lo que es mucho trabajo y mayor sacrificio. Ellos no pueden ser abnegados; porque no aman. Es más cómodo negar la causa, que buscar la causa. Pero negar, es confirmar: lo que se niega, existe. Si las ciencias no prescindieran del Espiritismo; es decir, si los hombres que estudian ciencias dieran la participación que el espíritu toma forzosamente, aunque ellos no quieran, no quedarían ante las leyes que rigen a cada ciencia, mal parados, como el que no termina nunca una cosa que siempre empieza y de este modo pasan años y siglos ante una hipótesis, hasta no poder menos de formar una teoría sistemática y llena de vacíos, porque sólo puede llenarlos el espíritu. Mas el caso es peregrino. Discuten, razonan y el razonamiento está de sobra probado que sólo es del espíritu y niegan al espíritu; y sin embargo, ellos, si son hombres, lo son sólo por su espíritu, y sin él sólo pueden ser irracionales. Cuestionan del alma y no saben lo que es el alma. Pero en su apuro, la han hecho el más del hombre, a pesar de ser un neutral sin ley, desde que es arrastrada por la pasión del cuerpo y por la virtud del espíritu. En ese estado el hombre no es aún el hombre, sino un embrión del hombre, y no podrán mostrar una moral perfecta. El hombre, cuando ha rasgado el crepúsculo, que en sabiduría pone el propio espíritu para no desarmonizar su luz con la opacidad de la materia, es cuando empieza a hacer conciencia de su ser y colige que su semejante es lo mismo que él: por cuya similitud, empezará el respeto mutuo y del respeto nacerá la simpatía, de la que se elevará al cariño y éste se convertirá luego en amor. Es ahora cuando en realidad empieza a ser hombre, porque ha descubierto su trinidad de cuerpo, alma y espíritu; pero servirán las dos primeras a la tercera entidad, porque supo sacrificarse y estarse anublado hasta que la materia se cerciora de su ley. Este hecho nos pone a las claras que el espiritismo es el amor perfecto, aunque sea cada vez perfectible. Pero llamamos perfecta a aquella cosa que en cada tiempo es la mejor, la más bella y la más sabia que podemos apreciar. Sentados estos principios de ciencia y esencia, vamos a entrar en otro orden de ideas más altas, que es la vida ascensional del espíritu, para probar hasta la evidencia que el espiritismo es el amor perfecto. Tenemos probado, en los cincuenta capítulos de este libro, la fraternidad de los espíritus y la causa necesaria a la fraternidad de los hombres. Hemos. dejado entrever que nada nuevo hacemos en ningún mundo, porque nos es transmitido desde el centro vibratorio, de mundo en mundo, de mayor a menor, no por volumen, sino por edad, y más que por edad, por su progreso; pues mundos hay, que apenas han tenido luchas para llegar al progreso; pero es debido a que sus religiones han sido sólo inocentadas, comparadas con las fratricidas y supremáticas de la tierra. ¿Que cómo lo sabemos? Por todo lo que hemos de exponer. Nosotros no necesitamos deducir de la comunicación directa y hablada por posesión de un espíritu sobre un Médium. Y no serán bastante todas las diatribas, intrigas y negaciones a desvirtuar la verdad y nuestra convicción razonada: antes bien, todas esas insensateces confirmarán aún más y la confirman esa comunicación bastante para saber lo que hemos afirmado sobre los mundos y sobre el espíritu y el espiritismo. Que los negadores no sean capaces de razonar (por lo cual niegan sin comprender y es calumnia): eso no es culpa nuestra, ni del espiritismo, sino de su mentido orgullo y de su aberración. Pero no queremos imponer nuestra verdad: se ha de imponer sola a cada uno en cuanto sepa razonar: tan pronto como sepa, que no sabe, pero si sabe estudiar, sabrá. Para no imponer, vamos a relatar sencillamente cómo cada hombre, por su propio espíritu, ha de penetrar en esa verdad porque él mismo está dentro de ella, sin que le sea posible salirse, aunque niegue y reniegue de todo, aunque se suicide millones de veces, y no podrá jamás dejar de ser espíritu individual y eterno: bajará, subirá, dará vueltas y tumbos cuantos quiera, pero seguirá siendo y en la eternidad habrá vuelto a la casa Paterna. He aquí trazado lo que queremos exponer y quedará probado que el espiritismo es la perfección máxima posible, porque lo rige el Amor. En nuestro « Espiritismo en su Asiento» está todo esto bien expuesto y cuanto diremos aquí, sólo será repetir la esencia de aquello y de todas nuestras obras. Pero es necesario aquí ese resumen para coronar la argumentación de «Los Cinco Amores». Dos supremas sentencias lo encierran todo: y aunque asusten a los hombres dúos, no podemos dejar de repetirlas. Cuando las necesidades de la eterna Creación lo exigen el Padre emite de sí mismo una nueva familia de espíritus, en las mismas condiciones que todas; es decir, sabios e inteligentes en el bien y fruídos del amor puro, pero sencillos, y por lo tanto inocentes en el mal. En ese estado, esa familia, que cada uno es una partícula de su mismo Padre y en presencia de otros (ya grandes Maestros, que al igual de esa nueva familia fueron emitidos en épocas remotísimas y que pasaron por todos los grados de los mundos y las materias, experimentándose y conquistando potencia ), ante estos Maestros, digo, dice el Padre a la nueva familia: «Id, hijos míos, a acrecentar la Creación, y cuando seáis Maestros de la Creación, venid a mí, y siempre os espero». Los grandes Maestros entonces entregan a sus nuevos hermanos a otros que han de conducir y guiarlos al mundo que para ellos se ha creado, donde iniciarán su vida humana. Sabe el Padre, que la ley de la materia necesita de esos seres espíritus para ser dominada y elevada a la purificación necesaria para formar los cuerpos bellos del hombre y a la mujer perfectos; y sabe también, que no puede, por su amor, coartar los instintos de cada especie, sino que deben saciarse para su dominación y por ese saciamiento precisamente, perpetuarse las especies. Como no hay, porque no puede haber conciencia en los instintos, por su atracción magnética chocan siempre brutalmente los contrarios, lo mismo que se rechazan dos iguales o del mismo valor; y entre el rechazo y los choques brutos de los contrarios no puede haber armonía y la ley es que la haya. La ley repite de continuo esta otra sentencia inflexible que el espíritu oye: «Si odias, tendrás que amar; si matas, con tus besos resucitarás al muerto». Esta sentencia, el espíritu la grava en su alma, como freno a las pasiones que se originan en el antagonismo de los instintos; pero como éstos, hasta que no se sacian de su ley, no se avienen a formar un conjunto armónico, tardan muchos siglos y millones de siglos en comprender el secreto fraternal de esa sentencia, y siguen, cada instinto, por su cuenta, buscando su satisfacción, y aquí se originan luchas terribles y matanzas de unos a otros hombres. Tenemos necesidad de hacer comprender la causa de esos hechos y la diremos suscintamente. Como nuestro cuerpo está formado con todos los instintos de 4.° grado de todos los seres móviles de la naturaleza, para los sentidos; y de otros de los mismos instintos de las almas animales, que es el grado quintiesencial, para el sentimiento, resulta así que el cuerpo humano es la verdadera arca simbolizada en Noé: lo que forma una terrible jaula zoológica, alimentada por los otros reinos mineral y vegetal de la naturaleza, que químicamente proporciona al cuerpo humano los materiales de vida orgánica. Pues bien: cada instinto, lo veis en cada especie de la Naturaleza y todos están vivos en el hombre; y si queréis daros cuenta de lo que pasa en vuestro cuerpo, imaginaros, o mejor, si tenéis coraje, encerrad en una jaula todos los animales, uno de cada especie, y veréis qué luchas horribles hay entre todos, menos con uno, el león, que, aunque esté dormido, impone su respeto. Mas si éste forma parte en la lucha, eso será el acabóse de la fiereza y de la barbarie, Si en cambio, no sólo no toma parte, sino que llama al orden con su rugido de imperio, todos los otros miles de fieras y bestias se callan y buscan refugio a las iras de su rey; pero se acechan los enemigos, y a las horas del sueño del león, se destrozan. Esto mismo (pero en los instintos) pasa en el cuerpo humano, hasta que el león espíritu despierta del terrible letargo que le causó encerrarse en la materia y ve la tragedia terrible que pasó y de la cual es responsable. Aquí el espíritu siente el primer dolor y su alma comunica al cuerpo el sentimiento del dolor y sirve como de aviso de la justicia y empieza el temor de la ofensa, uniéndose en un bloque defensivo todos los instintos saciados, formando el primer grado de conciencia, con la cual empezará a razonar entre lo que hace y lo que debe hacer, y en ese dolor siente necesidad de amparo; de consuelo y de consejo y oye de nuevo de sus guardianes: «Si odias, tendrás que amar; si matas, con tus besos resucitarás al muerto». Y la prudencia se va imponiendo, empezando el primer incentivo de respeto al semejante. Pero el instinto genérico es el más cruel. Este, que está escrito en cada ser, cuyos instintos de todos conviven encerrados en el hombre, llaman a su hora y en su período: y la unión del macho y la hembra de cualquier especie, repercute por la afinidad en el instinto viviente en nuestro cuerpo y alma, causa por la que el hombre, sin una perfecta educación y moral, toma en desmedida el placer de la carne, obrando muchísimas veces sin ley y con perjuicio propio y de otros, creándose cuentas de amor que la ley no le puede perdonar y no le perdona. Pero como la sabiduría saca bien del mal, de esas deudas de amor y de vidas, saca el mayor bien de afinizar las materias por el cruce de unos y otros seres, de unas y otras razas, con lo que se llega en el tiempo a que cada hombre y mujer tengan cada uno, una partícula de todos y entonces ya, la lucha no cabe, porque en todos está el mismo sentimiento fraternal por consanguinidad y es cuando los espíritus pueden obrar su trabajo de amor, luz y sabiduría, porque los cuerpos se aman. Comprended que hemos dejado aquí períodos históricos de miles de millones de siglos y la vida de tres mundos anteriores al de expiación, que ya es regenerado, cuando el espiritismo puede obrar; pero cuya exposición la hemos descripto en nuestro «Conócete a ti mismo». Hasta aquí no se le han pedido cuentas al espíritu: no se le podían pedir, porque «Estaba encerrado en su huevo», como dice Shet. Ahora se presenta la ley, atestiguada por las obras que los espíritus guardianes anotaron en cada alma y por cada existencia. ¿Qué pasa ahora en esos espíritus despiertos? Ahora ya se les exige el reconocimiento de las leyes, de la fraternidad y, por lo tanto, el pago mutuo de las deudas entre ellos mismos y a la Creación, por cuanto han consumido la vida de tres mundos, que llevan su valor en sus almas: la igualdad de derechos y obligaciones, y por lo tanto la vida en el régimen Comunal, único en el que no caben las desigualdades, y así podrán disponer del amor y potencia, de la solidaridad de todo el Universo. Así les es expuesto y se les da un tiempo de examen, en el que vienen espíritus de misión que se hacen hombres y mujeres, para ir dejando principios, iniciando las artes para dar paso a las ciencias, y al propio tiempo se les permiten a los más expertos y lúcidos, encarnar en mundos ya iniciados en el progreso, para que también aprendan y vuelvan a la tierra a ser hombres y desarrollen los gérmenes que allí tomaron y que traen en su alma, eterno archivo. Como la Ley es de libertad, algunos temen empezar el pago de sus deudas, otros les gusta la vida de conciencia en el disfrute de las materias y otros se ensoberbecen al verse ya casi bellos y en posesión de una vida de goces materiales, a los que se pegan y dejan pasar el tiempo y aun se dedican a estorbar a los que se abroquelan para el trabajo, y de aquí nacen las formas religiosas y las luchas y divisiones, cambiándose la faz de aquella jaula horrible pues antes, en la inconsciencia, esa jaula estaba en el hombre, y ahora la jaula es todo el mundo, obrando cada hombre por un instinto. Ese es el estado de la tierra en el momento de la venida de la raza misionera o Adámica. Pero si puede venir esa misión regeneradora, es porque hay mayoría en los que han reconocido sus deberes y empezaron el progreso y hay obligación de ayudarlos y el Padre ordena esas misiones con arreglo a aquel mandato: «Mas ve otra vez y cruza el firmamento, a recoger tus hermanos extraviados, pues yo te confirmo experto Maestro». Ya hemos hablado en los capítulos correspondientes del trabajo de esa raza misionera y hemos visto cómo Shet, desde el primer momento, evoca al gran Manú, Espíritu de Verdad, estableciendo así ya, oficialmente diremos, la comunicación espiritual, bien que sea aún todo entre los misioneros, tratándose de los espíritus Maestros de mundos de Luz. Pero que los espíritus afines y familiares de cada uno, pueden y se manifiestan en las formas que pueden, con sus afines consanguíneos o afinizados por cualquier causa, en ideas y progreso. No importa que los que se pegaron a la materia formen de esas manifestaciones y comunicaciones, Dioses y religiones, como nos lo muestran las historias del Budismo, los Egipcios, Griegos y Romanos, causas por la que Moisés, en previsión, prohíbe esos usos, precisamente en el pueblo de Israel, destinado a recibir los espíritus misioneros. Ya vendría el tiempo de reanudar esa práctica popular, a la hora de la liquidación; pero si lo prohíbe a la ignorancia y la maldad, compone la Cábala y funda la Escuela de los Esenios, a donde da cita a los espíritus Maestros, para que puedan comunicarse a los misioneros. Esta escuela, o Cábala, sería como el velo que cubriera el tabernáculo, teniendo grave castigo de Ostracismo el que lo descubriera, hasta cumplirse 36 siglos que se marcaban en el Testamento secreto de Abrahán, donde se dice: «Y contaréis los tiempos por siglos de cien años: y los siglos serán 36, desde que escribiré mi ley, hasta que la tierra la sabrá: y de este siglo mis hijos serán de luz, porque verán la Luz de su Padre, que les darán mis Espíritus». Durante esos 36 siglos, han aparecido muchas veces los misioneros como hombres, bien que los veamos como Patriarcas, o los admiremos como Profetas, o jefes de pueblos en algunos casos. pero siempre con facultades Medianímicas para recibir las comunicaciones y las visiones y otros fenómenos que la ignorancia conceptuó sobrenaturales, y la maldad religiosa los constituyó milagros algunas veces, y cuando no los podía aprovechar por cualquier causa, los llamó brujerías y obras del demonio, para. denigrar a los que por su conquistado poder, los obraban; pero, en cambio, ellos obraban la superchería y la Magia negra y roja para terror y castigo de sus fanatizados creyentes: táctica que llegó a nuestros días, para baldón. de esas religiones supercheras y desgraciadas, porque hoy todos los hechos del Espiritismo pueden llevarse y se llevan a la ciencia, a la matemática, y esto mata la le ciega, consagrando por fe, las obras, que es fe viva. El último de los misioneros regeneradores ha sido Jesús, el que ha recopilado todas las doctrinas de todos los anteriores en este consejo: «Amaos los unos a los otros como hermanos que sois todos, porque todos sois hijos del mismo Padre». Sin embargo de su doctrina moral, como enseña la libertad del pensamiento y manda adorar al Padre en el campo y no en los templos, es acusado de blasfemo y crucificado. Tenía razón su antecesor contemporáneo Juan el solitario, mal llamado Bautista, cuando les dijo a Escribas y Fariseos: ¿Quién os enseñó a temer, que no os enseñó a amar, raza de víboras? Sin embargo, Jesús tuvo los medios todos de triunfar como hombre y acaso habríase adelantado muchos siglos de fraternidad y progreso. No es éste un reproche al hermano Jesús, que encarna el amor de toda la raza Adámica; y para su espíritu, no son las luchas bélicas, sino las de principios morales y el amor. Mas si cuando entró en Jerusalem, el día correspondiente a nuestro 22 de marzo del año 33 de su nacimiento, con 20.000 hombres armados, al mando del príncipe de Ur, no se hubiera horrorizado de ver sangre, habría derribado el templo y destruído la religión judía: él no hubiera sido crucificado por los sacerdotes y tampoco podría haber nacido la Iglesia Católica, que lo tomaría como baluarte, pero mixtificado en el nombre y en las prédicas, con lo que se ha hecho una tan tremenda confusión en la que nadie logra entenderse. Si el caso de Jesús hubiera recaída en el espíritu de Moisés, habría tenido las consecuencias del deshecho de la religión Judía y el triunfo de su Cábala. El progreso se habría adelantado en muchos siglos y se habrían evitado las cruzadas, las guerras religiosas, la inquisición y tantas otras miserias, y no veríamos aún los chorros de sangre de esta guerra final, suma igual a todas las guerras de estos 20 siglos. Pero, repetimos, no era ésa la misión de Jesús, sino predicar el amor y la libertad por la justicia y prometer el reinado del Espíritu, con la venida del espíritu de Verdad y el juicio final. Ni tampoco era su destino martirio; pero los espíritus que se pegaron a la materia, los malversores, los supremáticos, «Los negros de hollín», como los llama Abrahán, en su odio a la justicia y la verdad, prepararon las cosas al fin de conseguir su criminal propósito y Jesús cae asesinado, como lo fué Juan: pero ambos dijeron al mundo lo que traían en misión. En medio de la barahunda y bacanal religiosa, encendiéndose los odios entre religión y religión y erigiéndose cada hombre en superior del otro, los espíritus misioneros, casi todos, han encarnado varias veces para implantar las ciencias y combatir las religiones, y hemos llegado al final del drama y al cumplimiento de los 36 siglos marcados en el testamento secreto de Abrahán, y los espíritus empiezan a manifestarse en todas formas y maneras obligando a los hombres a estudiar sus fenómenos; pero con esas manifestaciones, llega la corona de las ciencias materiales, que es el eslabón entre la ciencia de la materia y la sabiduría del Creador: una resistencia entre dos polos diferentes, por la cual pueden unirse sin hacer irrupción, producir la luz y la fuerza eléctrica que es en resumen la representación del alma humana, que a su igual, sirve de resistencia entre el Macrocosmo y el Microcosmo, entre el espíritu y la materia, para componer el hombre trino, el hombre completo: el Espiritista Comunista, que deroga todos los demás nombres y anula ciencias sin espíritu, religiones de enemigos, de Dioses antropófagos e insaciables, de oro, piedra, barro, metales, palo y hasta de carne y hueso de hombres los más perversos y mujeres las más corrompidas. Todos éstos, usando el espiritismo en su reverso, por sus afines mixtificadores, malversores y canallas, capaces de todo menos del bien, los que saben que, al mostrarse el Espiritismo Luz y Verdad, serán barridos de la faz de la tierra, han querido probar su última rabiosa hazaña, creando el Espiritualismo, bajo el nombre de Espiritismo, para confundir a los hombres, pues veían los Pontífices caer su santos y Dioses y desmoronarse su absurdo edificio, amasado con sangre y prostitución. Se señalaron como atributos al Espiritismo, los milagros religiosos, el curanderismo, la adivinación y las más grandes bajezas y crímenes de la magia negra y roja, arma de toda religión, con la que dañaron a 3/4 partes de la humanidad, hasta que, llegado el momento de la sentencia final, se descubrió el velo puesto por Moisés y apareció el signo máximo, anulando todos los otros usados por la maldad espiritualista, que con las religiones empezó su amarga agonía, y, quiera que no quiera, ve desmoronarse y anularse toda su obra de perversidad. En el caso más benéfico, la religión infiltró una especie de dogma, diciendo: «Que el espiritismo no podía ocuparse de cosas materiales, políticas, económicas, industriales, etc., etc.,», pero, sin embargo, persiguió y excomulgó a los hombres y centros que descubrían alguna Luz, poniendo con esto, un terrible obstáculo a los hombres de ciencia, para plegarse a los nuevos principios, para lo cual la religión Católica encontró una fuerte ayuda en los materialistas fanáticos, supremáticos, sistemáticos, dogmáticos y sin razón, que negando lo que no han estudiado ni pueden comprender por su estado embrionario, ha constituído el materialismo una nueva forma de religión apasionada. En estas condiciones, el Espiritismo estaba Tísico e incomprensible, y hasta la obra del Apóstol Kardec está plagada de misticismos, bajo la firma de santos, que quitan todo el valor a las verdades del hombre, y llamo al espíritu de Kardec a que confirme esta verdad nuevamente. Así, pues, Tísico encontró esta Escuela al Espiritismo, e incurables a sus fanatizados creyentes de buena fe, que encumbraban a Jesús al grado inimitable, lo cual anula el progreso. Vimos la causa de esa enfermedad y también vimos la medicina, que no es otra sino tener valor para decir la verdad, y no podremos ser acusados de cobardía, magüer de tantas calumnias de los espiritualistas. Al efecto, en 29 de junio de 1910, ante una reunión de fanáticos y supercheros, en una sociedad vieja, que dió solamente el fruto de las religiones y ante oraciones irracionales y proclamas de nulidad, epítetos denigrantes a Jesús, como estas exclamaciones: «El Divino Jesús, el Divino Maestro», lo cual es hacerlo ídolo odioso, hube de tirar la piedra de escándalo, ante las contorsiones de los Médiums tirados al suelo por Espíritus detractores ayudados en su farsa, por otro superchero, respetado y adulado por su dinero, el que pedía en mentida posesión juramento, uno a uno, de que «Ayudaría a la sociedad». Cuando ha llegado a mí la pregunta, contesté: «Yo veo las cosas de otro modo que vosotros, más serias, más rectas, más justas en su verdad, y sanearé al espiritismo». -¿Pero trabajarás en la sociedad? me importunó. -Trabajaré por la causa para dignificar al Espiritismo: pues no estoy conforme con estas prácticas peor que las religiosas, ni entiendo a Jesús Divino, ni inimitable, porque el progreso tendría límites y esto no puede ser. -Eso es harina de otro costal, contestó el superchero millonario. Un murmullo amenazador de los fanáticos serviles a los favores del falso Médium, me advirtió que había ido demasiado adelante ante aquel grupo de mixtificadores. Pero ya no podía volverme atrás y me levanté con valor decidido y dije: «Es una vergüenza todo esto y no todos son culpables. Pero yo no volveré más para no perder mi tiempo ni ser cómplice de estas infamias al espiritismo: pero les advierto que Abro una Escuela, a la que los invito; pero les prevengo que empiezo donde terminó Jesús »... Fué tan escandalosa mi declaración que se daban de cabezadas contra las paredes y otros se sostenían la cabeza con las manos, y salí de aquel antro de superchería e imbecilidad. Algunos, muy pocos, me siguieron, quedando los demás allí, dispuestos a la calumnia vil y cobarde, que es el arma de los fanáticos religiosos. ¿He cumplido mi promesa? Mis obras lo dicen, esa, es mi fe. Mi Espiritismo Luz y Verdad es aceptado ya por todos los trinos. Las adhesiones de grandes federaciones confirman que nuestra obra, es la obra del Espiritismo, estudiando desde el corpúsculo hasta el Creador; elevando la materia hasta espiritualizarla: fundiendo todas las razas en una sola raza: proclamando un principio único: estableciendo la Comuna de Amor y Ley, y... descubriendo la Matemática en el espíritu y el Creador, lo cual es el fin relativo al que alcanzar puede nuestra inteligencia humana. ¿Qué más puede hacer el Espiritismo Luz y Verdad, que descubrirnos la Verdad y la Luz? He aquí, pues, como el espiritismo es el amor perfecto, y como el amor es la perfección. Sí, el Espiritismo es la perfección, porque es fuerza, potencia, sabiduría y amor. ¡Qué fácil se dice Espiritismo! Pero, ¡qué difícil es estudiar, comprender y practicar el Espiritismo!... Y, sin embargo, quieran que no, todos están dentro del Espiritismo, para honrarse o denigrarse. * * * El sostener que el Espíritu no puede ocuparse, ni cuidarse, ni meterse en las cosas de los hombres y de la materia, fué la causa de la Tisis en que encontró esta Escuela al Espiritismo. ¿Pero habría de arredrarnos esa enfermedad? Una vez que científicamente sentamos que «El hombre sólo es hombre por el Espíritu» estaba desechado todo el otro argumento religioso-espiritualista. Porque, ¿ cómo puede ser ajeno el espíritu a lo que le hace falta al cuerpo, que le sirve de herramienta? Ante esta razón, yo dije a mis primeros acompañantes: Si mi espíritu no se cuidara de las cosas de mi cuerpo, querría verlo en forma que pudiera apedrearlo, por verdugo. Pero no tengan cuidado, que no habrá ocasión, porque si hablo, si pienso, si escribo, si manejo las herramientas de mi taller si invento y discuto con los hombres, es mi propio espíritu que mueve mi máquina y debe tener amigos y padres y hermanos y compañeros de tareas que, al igual que el hombre en el taller, se consultan y se instruyen. Por lo tanto, en todas las cosas, malas y buenas, que yo hago mi espíritu está. ¿Por qué, pues, no ha de tomar parte el espiritismo en las cosas materiales, en la política y legislación sobre todo, si con ello se preparan el camino a una mejor prueba de otra existencia? A una me contestaron todos los primeros hermanos de mi Escuela: «Lástima de tiempo que hemos perdido». -No, repliqué; no lo habéis perdido, porque os habéis escarmentado; y para mí, el mejor consejo es el escarmiento. Si yo no me hubiera escarmentado de las religiones y de la crueldad de muchos hombres, no hubiera buscado la verdad que veo ante mí, que la firmaré siempre que en mi balanza se marque el fiel; y sino, aunque me vengan con nombres de Jesús, ni otros más altos, para mí, no será más verdad, porque faltará lo que no puede faltar: mi razón. ¿Cuándo la razón no puede ser dudada? Cuando ésta está libre de todo prejuicio y no tiene ni prevención, ni preconcepción de una cosa, sino que deriva la cosa de la fuerza de los hechos y de los resultados más posibles y probables deducidos de los motivos y de los objetos, pero estando fuera de la sugestión de los objetos y motivos. Condición en la que estaba mi razón en aquellos momentos, y diré aún más: digo, que deseaba encontrar motivo de ateísmo absoluto, hasta, si pudiera ser, negarme a mí mismo. No pude encontrar esa negación, y entonces había la misma razón para la existencia de otros. Si conmigo era tan despiadado, ¿Había de ser más piadoso con las causas que originaban mi despiedad por escarmiento? ¿Podrá alguien dudar de una doctrina nacida o descubierta bajo el peso fiel de esa razón insugestiva? Queriendo negar, no sólo a mi espíritu, sino a mi propio cuerpo, mi libertad y mi razón, acaban por imponérseme a mi razón, mi libertad y mi existencia, y yo puse todo ello a precio del juicio crítico popular y universal, y lo han confirmado todos en el universo, hombres y espíritus, unos aceptando mis principios y haciéndolos suyos, otros robándolos, porque oyéndolos en nuestra Escuela, los dan por vanidad como propios de ellos, otros condenándonos, excomulgándonos en nuestros libros, y los demás, con su desesperación de no podernos reducir al silencio; su miedo de ser anulados y descubiertos y acusados en sus fraudes y supercherías, o en su silencio sepulcral, siendo pontífices de centros y sociedades de amalgama, de espiritualismo, y de ciencias sin razón y hasta de filosofías... dicen, ¡Qué filosofías, fundadas sobre historias falsas, falsificadas y sin principios! ¿Y qué pueden ser los frutos, sino el símil de la semilla? ¿Qué pueden ser los hijos del mono, más que monos? ¿Qué pueden ser los espiritualistas, más que lo que son las religiones, comerciantes de cosas santas, milagreros, curanderos, falsos profetas, ciegos, aberrados y supercheros, por su consorcio con la Falacia, que significa Engaño, Fraude y Mentira? A su espiritualismo, hemos opuesto el Espiritismo Luz y Verdad, metiéndose en todo, abarcándolo todo, porque lo es todo. A sus adivinanzas, hemos opuesto la videncia, la lectura del destino en la propia alma del auscultado, cuando es de justicia. A su curanderismo, hemos opuesto el Espiritismo como Luz y razón, el magnetismo como espada, dependiendo exclusivamente del espíritu, porque él sólo es fuerza, potencia, luz, sabiduría y amor, y las ciencias naturales, físicas y médicas como medios; y quien así use las cosas, curará lo que debe curar, esté o no diplomado, y, sin milagro. A sus lobregueces, encierros y secreteos sospechosos, hemos opuesto la Luz plena, la puerta abierta y la claridad en la verdad. A su ostracismo de avaros, con su alejamiento frailuno, insidioso, hemos opuesto la política franca y moral, para no dejar nada en las sombras. Y a su nulidad individualista, oponemos nuestro Comunismo de Amor y Ley, que ya baña el mundo todo. No ponemos nosotros la mejilla para ser abofeteados; no levantamos tampoco nuestro puño para ofender; pero contestamos a todo el que nos lo levante, porque la defensa es justa; y si con principios herimos, son armas que hemos quitado al enemigo y nos las ofrecen las leyes universales, que son perfectas, y éstas son cumplidas y desempeñadas únicamente por la unión universal de los espíritus, cuya unidad se llama Espiritismo: por lo que el Espiritismo es perfecto en sí mismo; y como es el ejecutor de los decretos del Creador, el Espiritismo Luz y Verdad es Omnipotente por herencia y mandato de su Padre Eloi. El Espiritismo es la paz para todos los hombres; pero por lo mismo, es la guerra también de los hombres, porque al sostener las verdades claras, con su luz anula las tinieblas, y los tinieblarios no se conforman a ser heridos con la Luz de la verdad, que reclama en justicia el derecho igual, el trabajo igual, el usufructo igual, y sublevan a los oprimidos contra los que resisten, provocando una hecatombe en la revolución social, con venganzas y represalias, que serán la última página de las vergüenzas de la religión... ¿Eeee?... ¿Qué oigo? ¡El asesinato de Dato!... gritan los periodistas en la calle. ¿Es verdad?... Corro a buscar el periódico. «El Jefe del gobierno Español D. Eduardo Dato e Iradier acaba de ser asesinado; le descerrajaron 27 tiros desde una motocicleta: los asesinos consiguieron fugarse». He aquí la comprobación de las palabras que yo escribía, cuando hirieron mis oídos los vendedores de diarios: Venganzas, represalias de la presión y represión sobre los trabajadores, a los que no se les consideró hombres con derechos iguales, teniendo todos los derechos, con más derechos que los parásitos, porque los trabajadores lo producen todo. Triste es el suceso y condenable. ¿Pero es menos triste y condenable la obra política del caído? Negra es la página de este político desde que emplazó los cañones el 19 de agosto de 1918 en las calles de Barcelona, donde cayeron muchos que pedían el cambio del régimen Monárquico, porque así lo exige el progreso; pero la libertad soberana del pueblo, es reprimida por la metralla. ¿Cuántas víctimas han hecho después por esa política Datista? ¿Cuántos cientos hay emparedados en las cárceles? ¿Cuántos asesinatos llamados terroristas de blancos y rojos ocasionó la presión política por la depresión que causa en los espíritus? ¿Cuántas fábricas industriales han cerrado sus puertas en España por causa de la tozudez Datista? «El Rey ante todo» ha sido su lema tácito y descubierto y esto es bastante a cargar en el haber de los gobiernos Datistas, hasta la responsabilidad de sus asesinos. «El siniestro Dato», escribí hace meses en el capítulo VII de la segunda parte de este libro. Habría preferido sufrir una crítica severa por esa palabra al dar a luz este libro; pero los hechos de hoy confirman mi opinión, mi videncia y el calificativo y no me ufana mi acierto, pues lo mismo se habría confirmado no siendo asesinado; y mi sentimiento es no poder evitar ése y todos los del mundo, aunque sólo son obra de la religión. No le extrañe a nadie la incorregibilidad de D. Eduardo Dato; era feudo y esclavo de la religión y ahí va la prueba: recorto del Diario Español de hoy 11 de marzo: EL SEÑOR DATO SE HABÍA CONFESADO DÍAS ANTES DE MORIR «Madrid, 10. -El diario Católico El Debate dice que hace algunos días, el señor Dato se confesó con el Padre Francisco López, de la residencia de Jesuítas de la calle de Zorrilla. «El Padre López no supo que el penitente era el señor Dato, hasta que se lo advirtieron después algunas personas que se hallaban en el templo». ¿Para qué diríamos más? Harto elocuente es ese telegrama y demuestra muchas cosas; y entre ellas, que su política no podía ser más que religiosa, inquisitorial, retrógrada; que su Dios es topo e impotente, pues a tan eminente siervo, ni le avisa, ni lo libra de sus enemigos creados. Que a quien servía, no podía ser otra cosa que lo que él era y que puede tener el mismo fin, puesto que no le falta cera a Dios, palacios y bienandanza a sus ministros parásitos, consejeros de políticos funestos, sin moral porque no pueden tener sentimientos: pero en cambio, a los estómagos de los trabajadores les falta el alimento y a sus espíritus el buen ejemplo. Los reyes deben pensar más en cumplir su cargo de Rey, que se deriva de Patriarca, y por lo tanto es cargo de Padre, y los pueblos, teniendo cubiertas sus necesidades, tocarían sus panderetas y tañerían sus guitarras, no acordándose para nada de las armas homicidas; y de todo lo cual, la Ley Suprema tomó buena nota, y cuya Ley tiene mejores ojos y narices que el Padre Francisco López, que no conoció a su penitente señor Dato. La Ley sí, conoce a todos, no por la fisonomía, ni por la figura, sino por las obras, porque ellas solo hacen y dan fe del hombre, sin importar el nombre; porque el espíritu tiene y puede exponer tantos nombres, cuantas existencias tuvo y por lo tanto, la Ley Suprema no ve hombres sino espíritus culpables y responsables. La Ley de justicia tiene el fin de la compensación; y el Rey de hoy debió ser, o será un obrero y hasta barrendero o sirviente, ya que de todos se sirve; como el que es pobre, fué rico; el aparente ignorante, fué sabio descubierto; y no hay por eso posición que haga fe de nadie, porque todas son ficticias, como toda religión es falsa e irracional, porque exige fe ciega, lo cual significa relegación de sus derechos de hombre libre. La lucha espiritual es millones de veces más terrible que la de los hombres. Los Espíritus, en sus odios por cualquier causa, se atormentan sin descanso; pero los espíritus aberrados a la religión son tan feroces, que antes de ser barridos de los espacios de la tierra el día de la sentencia final, los espíritus de luz tenían que entrar y salir le la tierra a plena luz, para poder así aislarse de las huestes furibundas, que no pudieron llevar a los hombres a una debacle que acabara con todo, porque siempre se veían acusados de malversores y oían la voz de desalojo. Esa voz se oía en los espacios en cada instante, desde agosto de 1866, desde cuyo momento los religiosos veían entrar en la tierra Espíritus de gran Luz, semejando terribles lenguas de fuego; y, a encarnar se dijeron los más furiosos, para ayudar a los que ya habían venido a mixtificar el Espiritismo; a sostener la última batalla, e inspiraron a Pío IX declararse infalible Dios. Pero las lenguas luminosas inspiraban y hablaban y Garibaldi puso el freno al falible más que nadie Pío IX, que en su impotente rabia, después de pedir el aniquilamiento del Anticristo, que por bula encíclica anunció que había nacido, cerró su testamento para sus sucesores con estas palabras: «Conservad la Iglesia, aunque sea a costa de la sangre de toda la humanidad». A este rugido de fiera enjaulada e impotente, contesta hoy la humanidad: «La humanidad se redime a costa de la desaparición de todas las religiones». ¿Cuál tendrá que ser el resultado? Ya lo hemos visto. Los Caballeros de Colón han encendido la hoguera: los Católicos siguen metiendo carbón: las lenguas de fuego sostienen el mandato Supremo de quitar todo lo que estorba; y curado el Espiritismo de la tisis religiosa, se muestra, por su luz, su fuerza, su potencia, su sabiduría y su amor, como la Máxima perfección en la Moral y como el único régimen en su Comuna de Amor y Ley. JOAQUÍN TRINCADO.
Posted on: Sun, 30 Jun 2013 21:14:20 +0000

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