La Restauración: ¿la verdadera independencia? ¿Qué es la - TopicsExpress



          

La Restauración: ¿la verdadera independencia? ¿Qué es la Restauración? ¿Qué significa para el pueblo dominicano? ¿La valoramos justamente? La Restauración constituye la gesta histórica más importante del siglo XIX. Si el 27 de febrero de 1844 es fecha patriótica, el 16 de agosto de 1863 lo es por igual. Y tal vez más: la Restauración es nuestra Independencia definitiva. La Independencia de 1844 no fue tal: fue más bien una Separación. Nos separamos de Haití –nuestro siamés caribeño– pero no nos independizamos. Logramos la ruptura para construir un orden nacional, auténticamente dominicano; pero no tuvimos conciencia nacional. Logramos una independencia estrecha, frágil y mediatizada: mientras peleábamos por alcanzarla –y aun antes–, acudimos a potencias extranjeras para vender la patria. Claro, había dos sectores políticos divergentes: los separatistas de Santana y los independentistas de Duarte. Los separatistas sin fe en la nación, y los independentistas sin poder para actuar. Había, sin embargo, un punto de avenencia: Haití era la presencia unificadora. La presencia haitiana unificaba a los dominicanos, y hasta reunía a Duarte y Santana. El encuentro de Baní mostró un hecho cierto: Santana era el estratega militar, mientras Duarte era el soñador republicano: la Espada contra la Utopía. En el poder los separatistas conservadores y antinacionalistas, desterraron a los independentistas y liberales. La fuerza de Santana se tornó férrea: impuso el artículo 210 –hijo de las circunstancias– y convirtió al hatero en el caudillo fundador del ejército. Al frente de turbas armadas con machetes y descalzas, obtiene sus lauros militares combatiendo a los haitianos. Campaña exitosa: triunfa en Azua, en Las Carreras y en otros lugares, y esto consolida la Separación independentista. Pero esa misma obra la eclipsó el mismo caudillo: Santana la impulsó y la destruyó, le dio vida y la mató. De la gloria militar a la traición patriótica. No sólo esto: proyectó su perfidia en los verdaderos nacionalistas, y declaró traidores a Duarte y comparte. Proyección nefasta, naturaleza devoradora. La anexión fue obra antinacional, por más que historiadores respetables traten de justificarla. Santana repitió la historia: nos reincorporó a la madre patria como lo hiciera Sánchez Ramírez en 1809. De 1809 a 1863 sufrimos traspiés: la independencia improvisada y natimuerta de Núñez de Cáceres, la larga y chocante ocupación haitiana, la Trinitaria y el clarín de Febrero, las luchas externas e internas. En 1861 no regresamos a Haití sino a un imperio decadente y agonizante. Esto revela otro hecho cierto: la falta de conciencia y de fe en un proyecto nacional, verdaderamente nuestro y soberano. El sueño de Duarte se disipaba en la quimera: era humo entre el canto a la patria y la bandera nacional. Espiral histórica: el eterno ir y venir entre nosotros mismos, en una búsqueda perpetua por encontrarnos. Identidad autonegada, naufragio espiritual. La Restauración tuvo “otros” héroes: los haitianos que nos ayudaron y protegieron, de Humberto Marsán –autor de la bandera que tremoló en Capotillo– al presidente Gefrard. Apoyo y solidaridad de nuestro siamés: la entrada de Sánchez, el refugio a los restauradores y la logística desinteresada. El espíritu restaurador trascendió, encarnado en Luperón, Espaillat y Bonó. Luperón fue tan importante no sólo por su participación restauradora, sino también –y quizás por eso más que por otra cosa– por su papel post-Restauración. (Discuto si fue la primera espada de la Restauración). Fomentó la conciencia nacionalista en lucha contra Báez, ese antinacionalista de tomo y lomo, y afianzó el Partido Azul o Liberal. Celebremos la Restauración como lo que es: la Independencia definitiva.
Posted on: Fri, 16 Aug 2013 23:50:23 +0000

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