La auténtica Harley Quinn. CAPÍTULO 3. Sí, no tuve valor - TopicsExpress



          

La auténtica Harley Quinn. CAPÍTULO 3. Sí, no tuve valor para volver después de aquello, simplemente no pude. Y esto, a su vez, se me antojó tan poco profesional que fue una decepción terrible conmigo misma. Siempre tendí a exigirme demasiado. La fuerza de voluntad y los antidepresivos me ayudaron mucho después. Me volqué en mi madre, pero también sentí de pronto una imperiosa necesidad de salir del cascarón, de tener vida social. Tenía que empezar de cero para no volverme loca. Encontré –no tengo ganas de explayarme contando la historia- a un grupo de chicas y chicos de mi edad con los que hice buenas migas, que tuvieron la paciencia necesaria para dejar que me acostumbrase a la compañía. Eran bohemios, músicos, escritores, que no me preguntaron por mi pasado, sino por mi presente. Por eso precisamente me sentía a gusto con ellos. Una de las chicas me dijo que podía conseguirme un buen trabajo. Conocía al comisario Gordon, de la policía, y afirmaba que se necesitaba gente como yo para negociaciones, ayuda en interrogatorios, etcétera. Por supuesto acepté, conocí a Gordon, y congeniamos. Me dio la bienvenida sin pensárselo dos veces, y de un día para otro, tuve un buen puesto en la jefatura. Le caí en gracia, le gustaba tenerme cerca, pues le parecía inteligente y de gran ayuda. Para mi, el era el modelo de persona honrada que siempre había querido conocer, y le admiraba. Su sentido de la justicia me fascinó desde el primer momento. Nunca le hablé a nadie de mi experiencia en Arkham. Mi nueva vida enterró el pasado, como el hormigón a Chernobil. CAPÍTULO 4. Recuerdo aquel día como si fuese ayer, porque fue el principio del fin. En la comisaría reinaban el desorden y la agitación. Todos parecían demasiado ocupados para ponerme al corriente, así que busqué a Gordon, y lo encontré apoyado contra la máquina de café, despeinado y hojeando el Gotham Times con expresión grave. -¿Qué ha…?-comencé, pero me puso el periódico delante de las narices antes de que formulase la pregunta. En la portada, sobre la foto de un edificio que yo conocía muy bien, podía leerse: FUGA EN ARKHAM. Bajó el brazo y me miró con preocupación y cansancio. Se notaba que había pasado la noche en vela. -Seis presos...algunos son de los más peligrosos. Ocurrió a medianoche, tres médicos muertos… -¿Por qué no me avisaste? –pregunté, alterada-. Tendría que haber venido a ayudar. Sonrió, poniéndome la mano en el hombro. -Tú tienes que cuidar de tu madre, Harleen, no puedo absorber tus horas libres. -Los criminales no tienen horas libres. Le acompañé al despacho y nos pusimos a trabajar. Me puso al corriente de los seis criminales fugados: Edward Nigma, Killer Croc, Crane, el Hombre Calendario, el Sombrerero Loco,…y por supuesto, el Joker. Debía haberlo sospechado. De hecho, lo hice, pero mi subconsciente enterró aquella idea hasta que no quedó otro remedio más que aceptarlo. Pero el hormigón no cedió, no se agrietó, mi nueva vida era de verdad, y no se iba a venir abajo. En las semanas siguientes puse a prueba esa afirmación desde que me levantaba hasta que me acostaba. Trabajé con Gordon en aquel caso, leí de arriba abajo el historial de cada uno de aquellos psicópatas, me enteré de todo. Y en el caso del Joker, nada me sorprendió. Sí, no me alarmé nada en absoluto; la imagen que tenía de él se amplió y adaptó a la nueva realidad, eso es todo. Lo había conseguido, había vencido al pasado. Al menos, eso pensé. Creo que el día al que podríamos llamar PUNTO CERO, fue aproximadamente un mes después de la fuga de Arkham. Habíamos atrapado a dos de los presos, y creíamos seguirle la pista a Crane. Animado por los avances, Gordon me dio el día libre, y acepté a regañadientes. Pensé en q uedarme cuidando a mamá, como de costumbre, pero ella, en uno de sus momentos de lucidez, me animó a salir y divertirme. Lo dijo con tanta convicción, tanta fe, que tuve miedo de que mi negativa significase un empeoramiento en su estado. Y para qué nos vamos a engañar, quería divertirme. Era viernes y, como de costumbre, mis amigos iban al local que frecuentaban, un pub en el que la gente de mi edad, amantes de la literatura y de la música se reunían a beber, charlar, y presenciar algún concierto ocasional. Yo había estado allí un par de veces, y me había parecido agradable, sin presiones ni necesidad de aparentar. Eran gente totalmente variada y que solía vestir de forma particular, con sombreros estambóticos, melenas largas y ropa con dibujos curiosos. De hecho, mi forma de vestir había cambiado desde que les conocía, aunque yo jamás me había preocupado por mi aspecto. Sentía predilección por la combinación de colores vivos con oscuros, y estampados originales. Para aquella noche, me enfundé en unos pantalones negros ajustados,y una camiseta del mismo color con las mangas y tres rombos a la altura del pecho de color rojo, a juego con mi barra de labios. Fue una noche divertida, realmente la necesitaba y, aunque no bebí, me emborraché de música y de simpatía. No era difícil ser una misma con personas que sienten curiosidad por todo el mundo, que se interesan por ti sin prejuicios ni malicia. Creo que eran la 1 o las 2 de la mañana, hora de volver. El autobús iba prácticamente vacío, y subí las escaleras hasta el apartamento con ánimos para enfrentarme al eterno desasosiego de lo que quedaba de mi familia. Abrí la puerta y avancé un par de pasos en busca del interruptor de la luz. El pánico congeló la voz en mi garganta. Mi madre me esperaba sentada en el sillón, como de costumbre. Solo que no estaba sola. Un hombre enfundado en un abrigo y pantalones de color morado oscuro, y la cara pintada de payaso estaba sentado a su lado y le pasaba los brazos alrededor de los hombros en una especie de abrazo fraternal. Al trabajar con Gordon en la jefatura había visto numerosas fotos del Joker con su pintura de guerra, pero aún así, tardé unos segundos en darme cuenta de quien era. Retrocedí, cerrando la puerta a mi espalda, involuntariamente. Busqué el picaporte con la mano, pero no conté con su rapidez. Antes de que pudiese darme cuenta, se me había echado encima, agarrándome la muñeca con una mano, y apoyando una pistola contra mi cuello con la otra. No quise mirarle, pero terminé haciéndolo. No había cortesía en su mirada como antaño, el torbellino estaba preñado de ira y de aquella eterna y siniestra curiosidad. El hormigón aguantó el golpe. Era un criminal, eso era todo. -¿Crees que es una buena idea? – murmuró bajando la cabeza; era mucho más alto que yo. -¿Hum? No contesté, respiraba entrecortadamente intentando asimilar la situación. Sentí cómo me retorcía la muñeca lentamente, exigiendo una respuesta. -No.- dije, lo más alto y firme que fui capaz. La presión cesó. -¿Quieres avisar a los vecinos, llamar a la policía…? -No. Se echó hacia atrás, satisfecho. -Bien. – Me soltó, y apartó la pistola. La voz de mi madre detrás de él me sorprendió: -¿Frederick? El Joker giró la cabeza, y pude verla a ella. Se había levantado y nos miraba sin ver, con los brazos colgando a ambos lados del cuerpo, desconcertada. -¿Fred?-repitió. -Tiene gracia.- dijo el Joker, sin volverse.-Cree que soy tu padre. Se rió. Furiosa, dolida, y aprovechando mi liberación, levanté el puño para golpearle con todas mis fuerzas. De nuevo, fue más rápido. Detuvo mi mano y su rodilla se estrelló contra mi estómago, haciéndome caer al suelo. Grité de dolor, agarrándome la parte golpeada con ambas manos, doblada sobre mi misma. Entre sollozos, pude oír cómo mi madre seguía hablando con voz tenue. -Fred, por favor, déjala, no ha vuelto tan tarde. Por favor, no le pegues más. Aquello me hizo gemir aún más fuerte. El estómago me dolía tanto que pensé que iba a vomitar, pero no lo hice. Por Dios, que a mamá no le pase nada, era lo único que pensaba. Sentí un tirón en el antebrazo, y el Joker me levantó sin esfuerzo, como si fuese una muñeca de trapo. Esta vez el frío metal de la pistola se apoyó contra mi sien. Mi madre seguía en el mismo sitio. -Shhhhhh, shhh…-chistó él distraídamente mientras abría la puerta. –Vamos- dijo sin mirarme. Me arrastró hacia fuera, y bajé las escaleras detrás de él, de forma automática, siguiendo a mi antebrazo, que iba por delante. No grité, no dije nada, pues tenía la certeza de que no se lo pensaría dos veces antes de volver a mi apartamento y matar a mamá delante de mis narices. Un viejo y desvencijado Ford gris esperaba a la puerta. Me arrojó al asiento del copiloto sin miramientos, cerrando la puerta con fuerza, y después se sentó al volante. Volamos a través de Gotham, pero apenas me di cuenta. En mis años de soledad había adquirido la útil capacidad de abstraerme totalmente de la realidad cuando ésta era demasiado insoportable, y utilicé ese recurso entonces. Mis pocos pensamientos eran de tranquilidad al saber que, al menos, mi madre estaba fuera de peligro. Mi mirada vidriosa distorsionaba las luces del exterior, puntitos blancos y amarillos pasando a toda velocidad a mi lado, danzando de forma somnífera. Me olvidé también del dolor punzante de mi vientre. Traté de disfrutar de los que- tenía la certeza- que eran mis últimos instantes como Harleen Quinnzel. Autora: fanfiction.net/u/1693201/Luthien-Terlunya Les dejo dos capítulos ya que el 3 está demasiado corto. Lamento la ausencia. Ya saben, si quieren más, ¡a dar likes y comentar! • Mrs. Harlequīn •
Posted on: Tue, 26 Nov 2013 05:35:34 +0000

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