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Les comparto el siguiente comentario a la luz de los textos de este domingo XXIX (29) del Tiempo Ordinario, domingo en que la Iglesia también celebra el “DOMUND”, se los recomiendo. ¿QUÉ NOS DICE LA PALABRA DE DIOS ESTE DOMINGO? 1) La primera lectura dominical la tomamos del Éxodo en su capítulo 17, 8-13, este texto, parece atribuir una especie de fuerza mágica ante la acción de Moisés porque dice que: “Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel”, este gesto del profeta lo podemos entender como el símbolo de que la historia de este pueblo no se puede entender sin la ayuda de Dios. Por eso, no son las manos de Moisés la causa de la victoria, como no lo son tampoco los carros y los guerreros que luchaban con Josué. Sus triunfos no se debían a sus propias fuerzas, sino, era a la ayuda y al poder del Señor, que estaban profundamente arraigadas en Israel: Unos confían en sus carros, otros en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro (/Sal/020/08). Aunque no se dice aquí expresamente que Moisés invocara el nombre del Señor, está claro que de eso se trataba y que sus manos alzadas no pueden significar otra cosa que un gesto de oración. La figura de Moisés orante, con las manos levantadas hacia el cielo, sirve de fondo ideal para la liturgia de la Palabra de hoy. Mientras Israel lucha contra Amalec en la llanura de Refidín, contemplemos cómo en Moisés se personifica el pueblo entero en oración. No importa la pequeñez y la pobreza de Israel frente a Amalec. La narración nos da dos conceptos dignos de rescatar, primero, la actitud orante de Moisés, definía una gran confianza en el Dios que les protegía constantemente y lo segundo es la acción que tomaron los elegidos de Dios, expresada en el acatamiento de la orden dada por Moisés, pues ante las palabras del cielo no existe poder más grande sobre la tierra que las pueda desaparecer. Así, la vida del pueblo de Israel, orientada hacia Dios por la oración, es manifestación gloriosa de la grandeza de su Señor. Meditemos -entonces- en la figura de Moisés y preguntémonos ¿Nos parecemos en su actitud?, ¿Somos perseverantes en la oración como Moisés? O ¿Simplemente bajo los brazos no cansados, sino, en protesta por no alcanzar lo que yo quería? La fortaleza de Moisés fue la oración, era el medio por el cual, adoraba, alababa y hablaba con Dios, recordemos cuando entraba a la tienda para encontrarse con el Señor y al salir su rostro brillaba. Que sea hermanos ese reflejo exacto de nuestra oración al salir nosotros de nuestro encuentro luminoso con el Señor en cada Eucaristía. 2) Nos evocamos ahora en el Salmo 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8, un canto lleno de confianza, pues en él resuena en seis ocasiones el verbo hebreo «shamar», «custodiar», «proteger». Dios, cuyo nombre se evoca repetidamente, aparece como el «guardián» siempre despierto, atento y lleno de atenciones, el centinela que vela por su pueblo para defenderlo de todo riesgo y peligro. En el camino de la vida, de día y de noche, el divino pastor tutela a su pueblo, no lo abandona en el tiempo de prueba, en la persecución, ni en los peligros y desgracias. En cada instante Dios custodia con amor a sus fieles. Por todo esto, el creyente no tiene que mirar hacia los montes, que en la mitología antigua son la morada de los dioses. El único Dios verdadero es la absoluta protección de su pueblo y, consecuentemente, hacia Él deben dirigirse las voluntades de los hombres. Nuestro Señor siempre esta pendiente de cada uno de nosotros. 3) Continuamos con la segunda carta de San Pablo en su capítulo 3, 14-4, 2, donde le escribe y a la vez exhorta a Timoteo, y en él a todo bautizado, a que mantenga su fidelidad a la Tradición, es decir, a lo fundamental de la fe, conservada y transmitida, en sobremanera por la Sagrada Escritura. El Apóstol preocupado por el Reino de los cielos, le recomienda encarecidamente que profundice en la Escritura y se mantenga fiel a ella, porque: ella puede darte la sabiduría que conduce a la salvación. La Palabra de Dios que escuchamos es útil para todo: con ella el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Es la Palabra voz de Dios que nos ilumina y nos da fuerzas, tanto para enseñar como para corregir y educar. Seamos pastores o fieles creyentes, todos hemos experimentado alguna vez las dificultades de la vida para vivir como cristianos en medio del mundo. Para no perder los ánimos y ser perseverantes en nuestro camino, Pablo nos recomienda que nos aferremos a esa Palabra eterna. Pero la Palabra, además de asimilarla nosotros, debemos transmitirla a los demás. Los sacerdotes, los educadores, los padres cristianos, los catequistas, los misioneros, todos somos llamados a evangelizar, a difundir esa Palabra. Pablo dice a Timoteo y a todos nosotros: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda comprensión y pedagogía. Pero sólo el que está lleno de la Palabra puede transmitirla a todo ser viviente. Sólo la nube que viene cargada de agua puede regar con su lluvia los campos. Por eso, hermanos, el camino para el creyente no es sencillo, pero la fidelidad a Dios y a su Palabra garantiza, más allá de todo obstáculo y padecimiento, la salvación perpetua. 4) En el santo evangelio de Lucas en su capítulo 18, 1-8, él, se presenta como el evangelista de la oración. Es el que más veces nos presenta a Jesús orando y enseñando cómo debemos orar. El domingo pasado nos invitaba a dar gracias, pero hoy, nos propone la parábola de la viuda insistente, para enseñarnos la perseverancia en la oración. Orar es reconocer la grandeza de Dios y nuestra debilidad, y orientar la vida y el trabajo según él. La oración nos ayuda a mantener ante el ser Supremo y ante los demás una postura de humildad y confianza, y no de autosuficiencia tal como lo señala el ejemplo de Moisés en la primera lectura. Y aunque de muchas formas nos cansemos o aunque nos parezca que Dios no nos escucha, nunca debemos precipitarnos a los designios del Señor, sólo debemos respetar sus tiempos y ritmos que traen salvación. Jesús nos enseña la importancia de la oración. En su parábola, el juez no tiene más remedio que conceder a la buena mujer la justicia que reivindica. No se trata de comparar a Dios con aquel juez, que Jesús describe como corrupto e impío, sino, es de confrontar si nuestra conducta se asemeja a la viuda que hace incesante su petición. A veces nuestra oración la quisiéramos expresar a gritos, día y noche, como dice Jesús, porque en nuestras vidas también hay momentos de turbulencia y de dolor intenso. Orar pidiendo a Dios no significa tratar de convencerle a él, sino entrar en comunión con él. El Señor, quiere nuestro bien y el del mundo. Nuestra oración no es la primera palabra, que espera respuesta de Dios, es ya respuesta, porque Dios dueño de todas las cosas, ya ha dicho su Palabra. En la Biblia, las viudas junto con los huérfanos, se constituían en el emblema de las personas más débiles, que no pueden contar con ningún abogado o defensor fuera de Dios. Dos consecuencias nacen de la narración de Lucas. La primera, la importancia de orar constantemente: captemos como la viuda por ser insistente, perseverante y hasta importuna camina desafiando numerosos obstáculos que se le presentan, plasmando claramente la actitud del creyente; llamado a orar sin desfallecer. La segunda enseñanza es la certeza de la fe. cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?. El lamento quizás de Jesús va para nuestra vida de fe, pues en un mundo cada vez más encerrado en su propia visión de las cosas, hay exigencias del evangelio que sin fe y oración difícilmente seremos capaces de asumir. Tenemos que purificar nuestras intenciones y crecer en una actitud de humilde confianza, la actitud de los que saben orar su vida ante Dios. Responde en tu corazón ¿Cómo es tu oración? ¿Acaso una receta de lo mismo pero pensando sólo en ti? ¿Oras con frecuencia o te da pereza?¿No eres insistente? ¿Eres agradecido en la oración? Terminamos con una meditación del Papa Francisco que dice: “Nuestra oración debe ser valiente, no tibia, si queremos no sólo obtener las gracias necesarias, sino sobre todo, a través de ella, conocer al Señor. Si lo pedimos, será Él mismo quien nos traiga su gracia.” En este domingo también invoquemos a María, Mujer misionera, Mujer de corazón suplicante, Ella, es modelo y maestra de oración, que la llena de gracia interceda por nosotros y lleve todos nuestros ruegos ante su Hijo. Amén ¡Feliz Domingo! y ojalá puedas compartirla con los demás.
Posted on: Sat, 19 Oct 2013 21:21:34 +0000

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