Los disturbios y la algarabía hicieron cerrar la calle a la - TopicsExpress



          

Los disturbios y la algarabía hicieron cerrar la calle a la entrada de la universidad, la marcha encabezada por José Antonio Palacios, un joven de unos 27 años, delgado y apuesto con un bigote que lo hacía lucir mayor de lo que realmente era, y por cosas de la vida, llego a este país después de vivir en Paris y no quiso volver a su oriunda Venezuela, ya que su alma de aventurero y ganas de revolución, lo empujaron a querer cambiar las cosas. Siendo un tipo letrado, con un futuro brillante como abogado, decidió no ejercer, porque según él las cosas no andaban bien, y hasta no mejorarlas sería mejor abandonar la profesión. José Antonio Palacios era el tercer hijo de una familia caraqueña acaudalada, nunca le hizo falta nada de lo que pidiera, pero tenía un alma desprendida y todo lo regalaba, a su padre nunca le hizo gracia esto de su hijo y por eso lo mando a estudiar a Europa, donde conocería gente de su estrato y educación; vivió en parís durante tres años de los cuales solo dependió de su padre el primer mes, el resto del tiempo variaba entre la bohemia parisina y el recuerdo de su caracas querida. Los inviernos vienen y se van, a veces la vida va pasando como un huracán, muchas veces se preocupa le gente más, en querer encontrar la vocación que en tomar una decisión; así lo pasaba José Antonio Palacios en Francia entre el “Place du Tertre” donde iba a tomarse un café, o cerca de “montmartre” donde lo esperaba una hermosa parisina, con la que se jugaba a las delicias del amor. Tuvo tantos momentos de ocio que variaba entre la literatura, el cine y la internet, fue por gracia de esta última donde encontró un curioso blog, que hablaba de las cosas que pasan en Latinoamérica, se sintió tan emocionado después de leer la editorial, que se pregunto, quien sería el que lo escribió, el escrito aparecía firmado por “procurador de la emancipación”; – Este escribe como Galeano – se dijo, y pensó que era tiempo de volver para poner la casa en orden. La marcha comienza a las diez de la mañana, le dijo José Omaña a Manuel Díaz, la noche antes de la manifestación. José Omaña con apenas 18 años era el segundo al mando de esta revuelta pacifica, tal como él la llamaba; nosotros solo queremos que el campo beneficie a quien la trabaja, no al que la renta, ni a las multi nacionales que solo se llevan las ganancias y no aportan nada al progreso del país, decía José Omaña a un grupo de veinte; se bajo del estrado limpiándose el sudor de la frente, peinándose la cabellera encrespada, lamiendo el labio superior por la resequedad y la sed, y luego se limpio la saliva de esa sombra del bigote, que al contrario de José Antonio Palacios, a él lo hacía lucir más joven. Esa noche del preámbulo de la marcha, entre los asistentes de la alocución de José Omaña estaba José Antonio Palacios quien lo miraba con cara de sorpresa y admiración, pensaba que ese es el hombre de las leyes que necesita el país. Recién llegado de Europa a Colombia lo primero que hizo José Antonio Palacios fue dirigirse a la cárcel donde se encontraba recluido por cargos de conspiración el “Procurador de la Emancipación”, quien tenía 45 años y su nombre real era Amador Álvarez un hombre abatido por la enfermedad pero con una mente clara y un vigor en las palabras que inspiraba a cualquiera que lo escuchara o leyera como fue el caso de José Antonio Palacios; la reunión fue breve pero sustanciosa entre ambos hombres, la conexión que sintieron en los ideales y metas personales fue sorprendente, Amador Álvarez le dio un lista de contactos a José Antonio Palacios de gente joven con convicción y sin ambiciones particulares, un grupo de progresistas que tenían como meta en común darle justicia a quienes la necesitaban; así fue como José Antonio Palacios dio con Manuel Díaz y José Omaña dos estudiantes universitarios que serian los próximos caudillos de una revuelta memorable. Un sol radiante y una mañana hermosa presagio la marcha que salía de la universidad nacional hasta llegar a la calle 26 y cerrar esta calle por dos horas para hacerse escuchar y mostrar su voz de inconformidad; José Antonio Palacios tenía la fe puesta en sus dos hombres de confianza José Omaña de 18 años, quien según él debería de ser quien dirija cualquier movimiento en pro del pueblo porque es un hombre con suficiente inteligencia para ello, y Manuel Díaz otro de esos jóvenes universitarios de 19 años, con un carisma arrollador, visión de triunfador de esos que no claudican por más feo que sea el asunto y la reputación de ganar una revuelta contra el smat, entre 20 policías y solo 6 estudiantes quienes salieron triunfantes. Manuel Díaz impetuoso y enérgico conoció a José Antonio Palacios por un correo electrónico, se dieron cita en las instalaciones de la universidad Nacional para tocar temas de un posible movimiento, que nada tenía que ver con terrorismo, ni hacer actos vandálicos, pero si tenía con revolución y hacer sentir la voz de la juventud. Se reunieron en la Plaza Ché, Manuel Díaz ese día venía acompañado por José Omaña un joven que a primera vista de José Antonio Palacios era tímido, pero después de un tinto se fue familiarizando con su forma de hablar, le encanto la oratoria y las ideas que traía, a pesar de sus edades, ellos eran justo las personas que, él como idealista estaba buscando. Les explico el plan y les dio una serie de advertencias para no caer en la mala fama y en el repudio de la gente, lo primero que les dijo José Antonio Palacios, era que no quería enfrentamientos con la Policía, ya que esto provocaría algarabía y daños a la propiedad pública y gracias al mal manejo municipal, las ventanas rotas las pagarían los vecinos de la universidad y por lo tanto se ganarían el repudio de la gente; a lo que respondió Manuel Díaz, que ellos no serian los que atacarían, pero si algo ocurría, no se iba a quedar de brazos cruzados; nosotros haremos la convocatoria y daremos la razones de la movilización, pero no témenos el dominio de manejar los ánimos de la gente, dijo José Omaña a sus dos acompañaste como respuesta a la advertencia de José Antonio Palacios; eso lo sé, dijo José Antonio Palacios, por eso quiero solo gente en la movilización que ya hayan cumplido con sus deberes académicos, si ya hemos cumplido con los deberes académicos es justo cumplir con nuestros deberes cívicos; Como se puede cumplir con nuestros deberes cuando no nos están dando la oportunidad de promover nuestra expresión, dijo Manuel Díaz; querido Manuel, dice José Antonio Palacios, si no estudiamos y por el contrario retrasamos nuestra educación, los afectados seremos nosotros, y haremos justo lo que ellos quieren que es no pensar. José Omaña los miro a ambos y después del último sorbo de café les dijo, la masividad nos va hacer escuchar mejor, pero cometeremos la misma torpeza que se viene cometiendo en cada protesta, donde pasan los estudiantes y detrás la policía, y solo basta esperar cinco minutos, para que pasen la policía y detrás los estudiantes, y al final en la casa de gobierno el que se ríe es otro. A José Antonio Palacios le pareció exquisita la forma de exponer su punto José Omaña, y acordó con los dos muchachos que solo estudiantes que ya hayan cumplido con sus asignaturas podrían participar de la marcha. La convocatoria solo sería de 70 personas incluyendo los tres cabecillas, pero gracias a ser el mayor hashtag de twitter la noche anterior, llegaron más de 500 personas, prensa, radio, televisión y no falto quien tomara fotos para el facebook; al frente de la marcha José Antonio Palacios coreando las peticiones y el porqué de la marcha, a su derecha Manuel Díaz, haciendo sonar una cacerola con una cuchara de palo–como buena protesta latinoamericana- y a la izquierda de ambos, José Omaña, repartiendo panfletos cortesía del señor “Procurador de la Emancipación” mejor dicho, Amador Álvarez, que fueron distribuidos entre todos los asistentes. La policía se filo justo en la intersección entre la carrera 34ª y la calle 29ª, con sus escudos y palitos para aboyar ideologías, cerraron el paso de los marchistas; no se sabe quien fue el primero que lanzo la primera piedra, pero si se sabe que era de quienes iban para la calle 26 y no de los que la obstruían, y comenzó el caos. José Antonio Palacios trato de contener a gritos la gente, pero fue querer parar el cauce de un rio con susurros, Manuel Díaz dio un silbido que aviso a una cuadrilla de muchachos para que se prepararan, mientras la falange policial avanzo dejando en el suelo a unos cuantos que solo se defendían de los golpazos, José Omaña empujo a un costado a José Antonio Palacios que estaba entre la gente y la policía, y por poco es atropellado por un carabinero. La policía iba dejando inhabilitados para resistirse mientras avanzaban, mientras José Antonio Palacios cambio de bando, y ya estaba de parte de Manuel Díaz, arremetía contra los policías que parecían no escuchar, cuando él les gritaba que pararan, y no golpearan más esas personas, a su lado José Omaña, apretando los dientes y devolviendo con patadas inútiles los golpes de los garrotes, le decía a José Antonio Palacios, vamos libertador que todavía se puede, y ambos miraron al segundo piso de una casa, donde se encaramaba con la frente ensangrentada Manuel Díaz, para alcanzar la bandera tricolor y redarle honores a la patria por la causa; en cámara lente vieron José Antonio Palacios y José Omaña la caída desde el segundo piso, envuelto en la bandera patria, a Manuel Díaz.
Posted on: Fri, 30 Aug 2013 03:58:52 +0000

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