Los mejores amigos Capítulo XLVIII “De vuelta a casa” Por - TopicsExpress



          

Los mejores amigos Capítulo XLVIII “De vuelta a casa” Por Sonia Jordán El pulso se le aceleró a Pascual cuando oyó el ruido del motor de un coche que se estacionaba frente a la entrada. Agudizó el oído y escuchó unas carcajadas familiares, eran sin duda de Laia. No terminó el desayuno y salió a toda prisa a abrirles. Laia se abalanzó sobre él y le dió un cálido abrazo que lo hizo ruborizar. Mientras Lucas ayudaba al taxista a sacar el equipaje, que parecía interminable. Pero no llegaron solos, Salim y Kardam se apearon con un poco de dificultad, aún estaban en estado de recuperación. Laia, retrocedió sobre sus pasos y le tendió las manos a sus amigos, que estrecharon fuertemente, para invitarlos a entrar a su casa. Lucas le comentó a Pascual todo lo sucedido, en pocas palabras y con mucha rapidez. Ubicó a sus invitados en una habitación de la planta alta contigua al dormitorio principal, que disponía de dos amplias camas y daba al exterior, desde donde se podía contemplar una hermosa panorámica del pueblo de Arucas y a lo lejos una espléndida vista del mar. Kardam y Salim se quedaron encantados y prestos se tumbaron en los mullidos edredones de pluma, la brisa que se colaba por la ventana y el movimiento de las blancas cortinas, los dejaron plácidamente dormidos. Pascual no se separó de Laia en ningún momento, la había echado mucho de menos, y quería ponerla al corriente de todo lo acontecido. Los niños estaban quedándose en casa de los abuelos, Lola y Pedro, para que dejarle a él un poco de espacio y tiempo libre. Ya que en los últimos días se había sentido muy agobiado y su estado de ánimo no pasaba por sus mejor momento. Le contó a Laia lo mucho que la anhelaba y la falta que le hacía, soltando un profundo suspiro. A lo que ella respondió dándole un dulce abrazo ante la mirada penetrante de Lucas, que molesto, le soltó a Pascual si ya se había emparejado. Pascual con una forzada sonrisa le dijo que los pequeños no le habían dejado tiempo y se marchó a la piscina a coger aire. Laia telefoneó a su madre para preguntar por los niños y decirle que ahora todos sus amigos se estaban quedando en casa y necesitaba de ayuda para poder prepararlo todo. Lola le facilitó los números de Mariola y Ámbar, dos asistentas de hogar que, muy aplicadas en sus tareas, podían cocinarle y limpiarle la casa sin problema. Tardó más en cortar el teléfono que en sonar el timbre, en la puerta encontró a un apuesto joven, que dijo llamarse Mauro, que venía a cocinar para todos. Tras él , una chica con una larga melena pelirroja se giró para saludarla, sorprendida Laia le preguntó su nombre y ella le contestó que se llamaba Carla y que había sido contratada para realizar las tareas domésticas. Detrás de todas aquellas sopresas estaba sin duda en buen hacer de Salim. Que siempre estaba en todo. Laia se dejó llevar, y mientras Mauro y Carla se ponían manos a la obra, se tumbó en una hamaca de la piscina, se quitó el calzado, se despojó de su blusón, y los cálidos rayos de sol le proporcionaron un enorme placer y gustosamente cerró los ojos. Lucas, ansioso de desconectar, se quitó la ropa y se tiró de cabeza a la piscina. La temperatura del agua era espectacular, dispuesto a flotar un gran rato, echó mano de una colchoneta y se tendió a disfrutar. Pasaron unas horas, hasta que un ligero aroma a hierbas medicinales los despertó. A los pies de la cama de Salim y Kardam, y junto a Laia y Lucas, unas tazas humeantes los invitaban. Todos abrieron con gran pereza los ojos, se tomaron las infusiones y se dirigieron a la cocina. Allí Mauro les intentaba abrir el apetito con una sopa de mariscos y unos rollitos de primavera. Aceptaron de buen agrado la sopa pero no quisieron nada más, necesitaban dormir y descansar después del intenso viaje, así que subieron a los dormitorios a dormir nuevamente. Pascual, por primera vez, sintió que Laia estaba desapegada de su cariño, y sus inmensos ojos azules se llenaron de lágrimas, cabizbajo y para que Mauro no se diera cuenta de ello, se fue a su dormitorio a llorar su pena. Por mucho que le diera vueltas a su cabeza, no lograba aclarar sus sentimientos y tampoco estaba seguro de lo que le pasaba a Laia. Decidió darse una ducha y salir de marcha. Él que siempre se había reído de lo que se dejaban pillar por las mujeres, podía ser ahora objeto de burla, ya que estaba más enamorado que nunca. Cuando se disponía a abrir la puerta de la casa dispuesto a una borrachera, una mano lo detuvo. Era Laia, el olor de su perfume lo había delatado. Tomándole del brazo le pidió que no saliera, ella no lograba conciliar el sueño y se disponía a darse un baño en la piscina, guiñándole un ojo lo invitó y le dijo al oído: -¿Te has puesto la vestimenta de guerra?-. Él soltó una sonora carcajada y cogiéndola de la cintura asintió con la cabeza. Sin dudas, la acompañó a la piscina y mientras ella se quedaba en bikini, él hacía lo propio quedándose en bóxer slip. Ambos se sumergieron y sentándose en los escalones comenzaron a charlar animosamente. Los ojos azules de Pascual brillaban como nunca contemplando los verdes esmeralda de Laia. Y su rostro se iluminó, cada palabra de ella era una caricia para sus oídos. El tiempo transcurrió rápidamente y cuando los labios de ambos se pintaron de púrpura creyeron que era el momento de salir, así temblando se abrigaron en unos suaves albornoces y descalzos entraron en la casa, dejando las huellas mojadas tras de sí...
Posted on: Thu, 08 Aug 2013 00:21:27 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015