"Los ángeles deben morir" Sus ojos azules brillaron. … Y ella - TopicsExpress



          

"Los ángeles deben morir" Sus ojos azules brillaron. … Y ella sonrió con una calma abrumadora en medio del humo y de la sangre, sus lágrimas caían una a una nublando el cielo y rompiendo toda regla de gravedad, el suelo se destrozó en un titánico intento por contener la fuerza de la mujer, elevándose en pedazos de tierra y roca rodeándola a ella y a todo el pueblo que había sido infestado por el Vaticano. No había palabras que nublaran su corazón, el alma de la criatura perfecta enviada por Atenea vibró en una oleada de poder divino. Pura esencia de magia blanca heredada por Artemis y Apolo, la locura de Ares y el poder de Atenea. Las armas sagradas aparecieron en sus manos firmemente, Eros y Tanathos, vida y muerte, el cielo y el infierno. -T-Tu… ¡Desterrada! Nefilim!-Ella avanzó hacia Sergio con la calma de una depredadora que bien sabía el final de aquellos seres, las balas le atravesaban el cuerpo en un intento estúpido por acabar con aquel demonio rojo, más eso no era suficiente, no había poder alguno en esa tierra ni en ninguna otra que pudiera eliminar a un ser como ella, no cuando Hades le había cerrado las puertas y la había confinado a una vida eterna, inmortal y duradera. Allí solo un Dios podía ser capaz de acabar con ella o más bien… desaparecerla, evitar su nacimiento pero solo eso, eliminarla jamás podría, porque su esencia pertenecía a los Dioses del Olimpo. Ella solo volvería a sus orígenes. -¡Puta! -¡Es una maldita! -¡Comuniquen refuerzos! -¡Mierda, mierda, mierda!- Los ojos de los adeptos la miraban aterrorizados, con las pupilas dilatadas en una clara muestra de terror y con el más terrible pensamiento de que estaban con un demonio y no con un ángel. -Te odio…-Mencionó ella pronunciando silaba por silaba, levantando las dos armas hacia un solo hombre.- ¡¡SERGIO!!-Gritó con los ojos furiosos y azules, despegando del lugar en donde estaba, impulsándose a él como si tuviera un propulsor, de un solo lanzamiento o en un gran salto hasta propinarle un poderoso golpe con el cañón de Tanathos, lanzando al humano lejos de allí pero ella no dejaría tregua, no le daría oportunidad de recuperarse, Cathleen había aparecido antes de que él cayera y le había lanzando hacia los cielos con una patada, teletransportandose de nuevo para quedar justo frente a él y juntando sus maños aun sosteniendo las pistolas, la pelirroja le arrojo al suelo desde aquella increíble altura. Sergio cayó destrozado al suelo, hundiéndolo por el poder de la bendita, su rostro estaba empapado en sangre, en ese momento y con todos los huesos rotos, aquel hombre parecía una masa sanguinolenta y aguada. -Hijo de la tierra…-Los pasos de la mujer se escucharon aun en la tierra mojada del lugar, porque ya llovía.- En nombre de Atenea…-Levantó la barbilla mirando como el ojo sano de aquel mortal la observaba, su única pupila temblaba y presentía su doloroso final.- te condeno al mismo sufrimiento que le has causado a este pueblo.-Ambos cañones le apuntaron. -E-Eres… u…n… a-ángel…-Alcanzó a pronunciar mientras los demás adeptos miraban atónitos aquella escena, sin poder mover un dedo ni hacer ni un movimiento, todos deseaban en ese momento poder morir, pero no podían hacerlo. Su dios no los escuchaba. -No…-Negó y sus labios se abrieron lentamente.-Yo soy una maldita.-El disparo de ambas armas se escuchó en medio de la lluvia a la vez que las alas de Cathleen se desplegaban, hermosas plumas blancas tras su espalda siendo mojadas por aquella tormenta. Miró de reojo a cada miembro del Vaticano y solo fue cuestión de tiempo, ella había sido entrenada toda su vida para ser una asesina, ese hecho tal vez ella misma lo había olvidado, había estado sedado en alguna parte de ella misma esperando salir en el momento perfecto. Por eso no era de sorprender la capacidad que ella tenía de matar, de acabar con ellos en un mínimo parpadeo, dejando solo el rastro de cuerpos que lentamente se desintegraban por el poder de Eros. ++ ++ ++ ++ El agua manchada de lodo y sangre roja teñía los campos de lo que había sido la ciudad demoniaca, teñía la ropa húmeda de una Cathleen que miraba el cielo como si en este, se escondieran todas las respuestas que ella buscaba, como si fuese el cielo el único en comprender su dolor y su pena. ¿Cómo había llegado hasta allí? Ella estaba mojada en el piso, tirada mirando como la lluvia hacia charcos a su alrededor y lavaba los restos de miseria, los restos de sus lagrimas. En ese momento, en ese pequeño instante ella se sentía tan sola que quería morir, sentía que su corazón, si es que ella tenía uno, se apretaba y se apretaba hasta hacerse más pequeño de lo que tal vez ya era. -….-Sus lagrimas corrían mientras su delicado y perfecto rostro de porcelana y seda suave continuaba serio y sin emociones, sin un atisbo de lo que muchos llamaban alegría o encanto. Cathleen en ese momento no quería tener encanto. La chica linda y dulce, la ingenua y la amable se había borrado ese mismo día junto a la muerte de aquellos inocentes. Cathleen Nightroad había muerto al tirar del gatillo y al no poder salvar a Amelie, ni a Ema ni a Edmon… al no haber salvado a Corina ni a Ciro ni a Bernard… Era un día tan frió, tal vez el más miserable de toda su puta vida, de toda su maldita y manchada existencia. -And if you die, I wanna die with you…-Levantó una de sus manos, mirando como las gotas de agua resbalaban por entre sus dedos y caían por todo su antebrazo hasta llegar al suelo, agua tan fría y helada como el cuerpo de Amelie ensangrentado en sus brazos. -¿Qué haces aquí Cathleen?- Ella cerró los ojos ante la voz que hacía algún tiempo hacía latir su corazón con cariño. En ese mismo instante, su corazón no podía latir. -Abel… ¿Cómo me has encontrado? -No es muy difícil encontrar a una chica con un cabello como el tuyo… o una esencia así de cruel.-Le miró de reojo aun tirada, el hombre usaba una túnica negra y sonreía amablemente, como siempre lo había hecho.- Te ves diferente.-Le dijo cubriéndola con una sombrilla. -…-Ella no contestó, no tenía ganas de hablar con él, ni decirle nada más…. -Creo que tienes muchas preguntas, vayamos a otro.. -No pienso ir a otro lugar.-Su voz firme y cruda dañaron el semblante de Abel, ella no era la Cathleen que él había conocido y “protegido tanto”.-Lo que tengas que decir… dilo aquí. Abel observó a la mujer que estaba allí tirada, la miro detenidamente mientras buscaba las palabras indicadas para decirle la verdad. Su saliva se seco en su garganta pero aun así, aquel albino abrió la boca. -Voy a morir.- Cath no se movió.- No tengo mucho tiempo de vida, tal vez unas horas más, dos días o una semana. Aun así… debes saber que no tienes el poder suficiente para controlar a Tanathos ni a Nefertiti, cuando yo muera tu poder será liberado y tendrás que buscar ayuda, en el pasado tu futuro tenía un cruel desenlace, al parecer ese futuro no quiere dejarte ir.- La pelirroja sonrió. Dejo que el agua la mojara un poco más, tirada como un trapo parecía una marioneta rota. Una flor sin color. Se levanto con la fuerza que sus brazos tenían en ese momento pero no duro mucho tiempo así, Cath cayó de nuevo en el fango solo que de boca, ensuciándose y lavándose al mismo tiempo por el agua. Sus labios rojos temblaron un poco y la joven mujer de casi 19 años se llevó las manos a la frente, sabía que habría cosas que cambiarían, cosas que sin saberlo ya habían cambiado. Ese día la pelirroja se despedía de ella misma, se despedía de Cathleen Nightroad, el ángel del Vaticano. A veces la vida obligaba a las personas a cambiar, así como la habían obligado a ella, porque ella nunca había sabido lo fuerte que era, nunca hasta que la vida le había exigido ser fuerte como la única alternativa… para vivir. Se levantó por completo, volteándolo a ver con la cara manchada en sangre. -Abel...-Le dijo mirando a la nada, o tal vez mirándose a ella misma, tirada en un lugar, otra ella, la Cathleen insegura e inmadura, la Cathleen estúpida. Abel la miró.-Voy a dejar el Vaticano. -Miró sus manos y sus alas desaparecieron, ya tenía control sobre ellas.- Voy a traicionarte y voy a hacer lo que siempre se me estuvo encomendando a hacer. Si el futuro se acerca con tanta prisa... lo estaré esperando. La lluvia no se detuvo allí, tampoco se detendría las horas que le seguían, la aldea demoníaca había terminado de borrarse del mapa, de borrarse de la letal lista del Vaticano, porque ellos habían matado a una aldea de seres mágicos pero habían despertado el poder de un demonio, de un demonio rojo vestido de ángel, bendecido por dioses y dispuesto a gastar hasta su última gota de sangre por velos muertos. (youtube/watch?v=TpHdCyRaJls )
Posted on: Wed, 03 Jul 2013 05:49:05 +0000

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