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MALTRATADOR DE PERSONALIDAD EGOCÉNTRICA. Este tipo de maltratador no es capaz de sentir emociones hacía su pareja y por ello es incapaz de que la relación perdure en paz, por falta de empatía con su compañera. En ocasiones, los pocos sentimientos afectivos que genera el maltratador no los manifiesta o quedan apagados por su compulsiva necesidad de ser admirado. En realidad, esta necesidad de ser reconocido, esta omnipotencia, esta vanidad, es un mecanismo de defensa para ocultar su enorme inseguridad, que nace de una imagen distorsionada de sí mismo, de una imagen de superioridad que no corresponde con la realidad, en muchas ocasiones proyectada sobre ellos en la infancia por sus padres, que han generado unas expectativas sobre el niño demasiado elevadas. Todo esto se traduce en agotadores esfuerzos por lograr la admiración de los demás. Descalificar al circulo de la víctima o a los que considera sus competidores, forma parte de su necesidad compulsiva de destacar. Se siente superior a la masa, expresión de sus sentimientos de grandeza, de sus capacidades exageradas alabadas por su séquito, por sus seguidores. Porque sabe rodearse de un círculo de admiradores ante los que es impecable, intachable, y que ignoran la violencia interna que proyecta en su víctima. Aunque no es capaz de empatizar con las emociones de su víctima, sí es capaz de generar admiración en ésta con su locuacidad, con su atención y su entrega inicial para atraparla en su red de violencia. El maltratador elige a su presa, a una mujer que esté en un momento vulnerable, en un estado emocional debilitado. Una vez que ha caído en su redes comienza la fase de absorción, aislándola de su entorno, creando un estado de dependencia emocional. Lo que se traduce en que la maltratada está sujeta sólo a los intereses del maltratador, a su agenda; ella es ahora un mero satélite cautivo a su alrededor. En la siguiente fase, la de la explotación, el maltratador instrumentaliza a su pareja todo lo posible, al servicio de lo que necesite, al servicio de su comodidad, de sus caprichos –aunque sean absurdos-, a través del terror psicológico y maltrato físico. Cuando ya ha anulado su voluntad y han caído todos los muros defensivos, aparece la violencia, el terror y el desconcierto de la víctima, que dependiente emocionalmente, no ve una salida, no puede pensar por sí misma y no es capaz de predecir el siguiente ataque. La fase final es la liberación, cuando la mujer logra escapar de los mecanismo de dependencia. La denuncia y la ayuda psicológica es importante para lograr salir de la fase de explotación característica de la violencia de género.Pero por desgracia, la fase de liberación no siempre llega, o si llega puede durar poco si cae en la espiral del abuso o el ciclo del maltrato, que se manifiesta con escusar al matratador y justificar sus acciones para llegar a la fase de la reconciliación o “luna de miel”, donde los incidentes han sido perdonados por la víctima. Pero pronto llegará de nuevo la tensión, en la que la mujer maltratada siente la necesidad de apaciguar la situación haciéndose responsable. A continuación llegará el incidente, con el abuso verbal o emocional en forma de enfado, acusaciones, discusiones, amenazas e intimidación, y el círculo se completa volviendo a la reconciliación. “El eterno retorno”. Una vez dentro de la red es difícil salir sin contar con la ayuda de un profesional en el área de la psicología, ya que incluso la mujer, en muchas ocasiones, retira la denuncia bajo ese estado psicológico. La solución siempre es la denuncia y disponer de un buen abogado especialista en violencia de género.
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 22:20:11 +0000

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