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Memorias del MOYANO Artículos principales de La Urdimbre, edición impresa, Noviembre 2005 MEMORIAS DEL MOYANO Entrevista de Alberto Castro Médico psiquiatra y psicoanalista, Ángel Fiasché fue uno de los referentes del movimiento de la antipsiquiatría, siendo uno de los iniciadores de la psiquiatría comunitaria. Reconocido internacionalmente, ha desplegado una intensa actividad en la investigación y la docencia. En 1990, designado director nacional de Salud Mental, dispuso la intervención del Hospital Braulio Moyano. Más allá del balance crítico que el propio Fiasché realiza de aquella experiencia, es una de las voces más autorizadas e independientes para reflexionar acerca de la grave crisis que atraviesa ese hospital neuropsiquiátrico, hoy nuevamente intervenido.Médico psiquiatra y psicoanalista, Ángel Fiasché fue uno de los referentes del movimiento de la antipsiquiatría, siendo uno de los iniciadores de la psiquiatría comunitaria. Reconocido internacionalmente, ha desplegado una intensa actividad en la investigación y la docencia. En 1990, designado director nacional de Salud Mental, dispuso la intervención del Hospital Braulio Moyano. Más allá del balance crítico que el propio Fiasché realiza de aquella experiencia, es una de las voces más autorizadas e independientes para reflexionar acerca de la grave crisis que atraviesa ese hospital neuropsiquiátrico, hoy nuevamente intervenido. ¿Qué balance hace de su paso por la gestión pública como director nacional de Salud Mental? No siendo peronista, ni menemista, supongo que me llamaron por mis antecedentes internacionales. La ministra de Salud en esa época era Matilde Menéndez, una psiquiatra relativamente joven, que había estado en política desde los catorce años. Yo no era político, y fracasé en mi gestión porque el que no conoce esa profesión no puede ocupar un cargo político. Es una aptitud que no se inventa, se aprende. Posiblemente, si yo asumiera nuevamente ese cargo tendría mucha más claridad, porque el discurso contestatario, o de la contracultura, no sirve para un proceso de cambio. El proceso de cambio necesita estrategias y necesita decisión política. ¿Cómo afrontaría hoy la realidad de los hospitales psiquiátricos superpoblados de pacientes crónicos? La Organización Mundial de la Salud consideró que ningún hospital psiquiátrico debía tener más de 400 internados. Quien dio sustento teórico a esa postura fue Maxwell Jones, el padre de la comunidad terapéutica, con quien yo tuve el honor de trabajar en Escocia. Él dirigía un hospital en una comunidad reducida de 800 habitantes, cerca de Edimburgo, con 430 internados. En ese hospital abierto, Jones pudo horizontalizar la relación entre asistentes y asistidos. Ahí se hacían las reuniones matinales buscando el consenso, evaluando lo realizado el día anterior, programando el día siguiente. La horizontalización del vinculo abría un nuevo camino y era el camino de la institución como factor terapéutico en el campo de la psiquiatría de los pacientes crónicos. En un primer paso, humanizaba esa condición y en un segundo paso, rompía con un esquema de verticalidad entre asistentes y asistidos. Ya no había más directivas, todo lo que se hacía se podía tratar en el seno de la asamblea, el community meeting, donde todo se discutía. Ese fue uno de los grandes adelantos que modificó a la psiquiatría social. Ya no interesaba tanto el diagnóstico del internado, interesaba pensar que, en una institución psiquiátrica crónica, la cronicidad va a asilando a todos, asistentes y asistidos. ¿Por qué decidió durante su gestión intervenir el hospital Moyano? En realidad, intervine todos los hospitales psiquiátricos: el Borda, el Moyano, el Montes de Oca. El primero, fue el Moyano. ¿Por qué lo intervine? Porque quien era director de servicios asistenciales en esa época, Ignacio Katz, decidió evaluar el grado de calorías que contenía la ingesta de las pacientes internadas, para averiguar por qué vivían tiradas en el suelo. Y se comprobó que recibían el 30% de las calorías mínimás necesarias. ¿Qué pasaba en ese cronicario que dirigía Néstor Marchant? La materia prima se la llevaba el personal de mantenimiento. La corrupción de los médicos era el “no trabajo”. Los residentes vivían jugando a las cartas. Entre las enfermeras, una fichaba por dos. Los días domingo, teóricamente debía haber dos enfermeras por pabellón y había una cada cuatro. Ese tipo de corrupción ya formaba parte de la cronicidad de este hospicio. Un recurso humano ya crónico, tanto como las internadas. La intervención a la gestión de Marchant se hizo como respuesta a las condiciones infrahumanas a que eran sometidas las internas. Yo descubrí, por ejemplo, que había un departamento de ginecología en el Moyano, pero no hacían las colposcopías a las pacientes. Por eso, nunca se supo quiénes se murieron de un cáncer de útero, porque argumentaban que no se podía hacer un examen de ese tipo a una internada psiquiátrica, a una loca. “Eso no –decían– la enloquece más”. En esa época, cuando un peso equivalía a un dólar, cada internada en el Moyano costaba 150 dólares diarios, para morirse de hambre, para vivir con vidrios rotos en pleno invierno y en la más absoluta carencia. Eso eran los resultados de la gestión Marchant. En Holanda, contemporáneamente, cada interno costaba 60 dólares diarios. Y tenían una hotelería de lujo, con una habitación para dos o tres personas, con televisor, escritorio, muebles agradables y con comida a elección. Aquí todo estaba dominado por la corrupción. Uno de los aspectos más conflictivos de aquella intervención estuvo vinculado a la provisión de la comida. ¿Qué sucedió? Le doy un ejemplo. En el Hospital se recibían medias reses de carne. El personal se llevaba los mejores cortes y quedaban algunos huesos con los que se preparaba el “rancho” que se daba a las internas. Siempre justificaban que no era posible darles de comer carne a las internas porque no tenían dientes. Yo me ocupé de hacer un asado en el Moyano para todas, y traje a unos peones de estancia y, por primera vez en tantos años, pudieron comer un asado, y para mí fue una alegría verlas disfrutar. Entonces, decidí comprar la carne cortada. El personal descompuso los refrigeradores y los gremialistas de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) fueron rápidamente a quejarse al ministerio de Salud, denunciando que las internas no podían comer porque la carne estaba en mal estado. Se me ocurrió comprar papas en el Mercado Central, para abaratar los costos, y ellos mojaban el piso para que también se pudrieran las papas. ¿Cómo era el trato del personal con las pacientes? Quizás una anécdota ilustra esta cuestión. Yo pedí jabones a la empresa Lever, y los hice repartir a razón de uno por internada. Entonces, fui a visitar un pabellón y veo baños imposibles de usar. Pregunto: ¿qué sucede?, aquí habían hecho baños nuevos. Me llevan a una puerta cerrada con llave y me dicen: “Doctor, si lo abro, lo ensucian”. Esa era la filosofía del personal asistente con respecto a las personas asistidas. Esa filosofía está entroncada, difícil de denunciar, difícil de demostrar. Como son difíciles de demostrar los pequeños robos que sufren las pacientes. Alguna vez, dije que los pobres que le roban a los ricos, a veces son solidarios con los miserables, pero los pobres que les roban a los miserables, son ratas. Basta comparar con lo que sucede en el Borda, un hospital más abierto, donde no hay un feudo central, sino que hay pequeños feudos, algunos mejores, otros peores, más o menos dedicados. Allí es más difícil robar, porque habiendo una diversidad de esas características, hay más control. Se tienen que ver la cara los jefes de servicio, los psiquiatras, los que vienen a trabajar honorariamente, es otro mundo. Un mundo más coherente en términos de humanismo, a diferencia del Moyano que es directamente infrahumano. En el Borda, Alfredo Moffat hizo una experiencia muy interesante con la peña Carlos Gardel, llevando el afuera al adentro, que es el único esquema terapéutico que evita el asilismo. Quince años después, el hospital Moyano vuelve a ser intervenido. ¿Qué piensa al respecto? Que se haya hecho la intervención a la dirección administrativa, está bien, pero para conocer la desgracia de estos grandes cronicarios, toda la perversión que está en juego de parte de los asistentes hacia esos miserables asistidos, es necesaria una investigación a fondo, no solamente una intervención. Debe investigarse toda la institución para conocer la ejecución real de los presupuestos, para revisar las historias clínicas, detectar si hubo un seguimiento o no, si se trataron las enfermedades que padecían las internas, habida cuenta que hay personas que hace 50 años que están ahí y a lo largo de ese período, deben haberse enfermado de diversas afecciones clínicas y esto debería estar registrado. Habría que verificar de qué murió cada una, porque no todas mueren de un paro cardíaco. Se trata de averiguar si las pacientes recibieron una atención que se corresponda con el costo que afronta el gobierno de la Ciudad para solventar los salarios de todo ese personal supuestamente dedicado a la asistencia de esas pobres miserables. Yo no lo pude hacer, porque fue imposible. Tenga en claro que las internas son rehenes y víctimás de la perversión de todo un sistema. La ley de Salud Mental, aprobada en el año 2000, tiende a favorecer la reinserción social de los pacientes internados. ¿Por qué resulta tan difícil cumplir con esa norma? Lo que dispone la ley en materia de externación, nunca habrá de cumplirse. La primera resistencia la ejercen los sindicatos, especialmente ATE y UPCN, que lo hacen, supuestamente, en defensa de las fuentes de trabajo. Si vacían el cronicario, ellos deberían cambiar de ocupación y abandonar sus prebendas. Lo primero que habría que preguntarles es si están de acuerdo o no en que se humanice el hospital. ¿Qué piensan ellos de la externación de estas pobres miserables? ¿Lo apoyan o no? Y si lo apoyan, ¿qué van a hacer en consecuencia? ¿Cuál es el proyecto que tienen ellos para el futuro del hospital? ¿O pretenden seguir así, tal como lo han hecho a lo largo de tantos años? Solamente con las leyes, no pasa nada. Hay que reglamentarlas, ejecutarlas, y eso implica una dirección ejecutiva capaz. Yo no sé si la dirección ejecutiva es capaz para llevar esto adelante, cueste lo que cueste. Y ahí quiero ver si el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está en condiciones para enfrentar esta pelea. ¿Están en condiciones de llevar adelante un proyecto que favorezca la externación definitiva de las pacientes internadas en este cronicario? ¿No hay ningún caso según su experiencia que requiera una internación prolongada? Ninguno. Yo he sido jefe de servicio en Suecia, y a los internados en mi servicio, que no eran muchos, eran 50, los llevé a todos a su casa y no hubo ningún problema. Los pacientes eran visitados en su domicilio. El internado volvía ambulatoriamente al hospital de día, a los talleres. ¿Qué se podría hacer hoy con las pacientes que desde hace 20 o 30 años están internadas en el Hospital Moyano? Para las más jóvenes, organizar cooperativas de trabajo, capacitándolas en un oficio sencillo. Para las mujeres mayores que ya no tienen familia, para las que ya están incapacitadas, reubicarlas en pequeños geriátricos, donde sean atendidas por clínicos y asistentes sociales, no por psiquiatras. Que no se introduzca la psicología porque no sirve de nada al paciente crónico. Lo que sirve es la rehabilitación social. -------------------------------------------------------------------------------- EN RUEDA DE PRENSA CON MEDIOS BARRIALES EL NUEVO SECRETARIO DE SALUD SE REFIRIÓ A LA SITUACIÓN DEL MOYANO “Uno de los ejes fundamentales que delinearán la política sanitaria de la Ciudad será la transformación del sistema de salud mental” –señaló Donato Spancaventto. En ese sentido, el ex director del Hospital Argerich destacó que “el Hospital Moyano es la nave insignia de lo que no debe suceder” y agregó “es necesario crear un verdadero sistema de salud mental donde los pacientes no se vuelvan crónicos y los neuropsiquiátricos no sean lugares de abandono”. También cargó las tintas contra las mafias que existen alrededor del tratamiento de pacientes crónicos en el Moyano y pidió el apoyo de la sociedad civil y de los medios de difusión barriales para erradicarlas. “Esta es una batalla entre dos modelos, un modelo “hospitalocéntrico” y otro modelo descentralizado, humanizado, de promoción y prevención de la salud mental” –dijo Spaccavento. Al requerírsele nombres y apellidos de quienes componen las mafias, el nuevo Secretario de Salud señaló al doctor Néstor Marchant, director de la institución, como principal responsable del actual estado de cosas en el Moyano. También dijo que el Borda (neuropsiquiátrico contiguo al Moyano para pacientes másculinos) funciona mejor debido a un sistema con responsables de diferentes áreas, mayor participación y controles recíprocos. Publicado 29th April 2012 por En Memoria de Marisa Wagner
Posted on: Tue, 19 Nov 2013 19:37:22 +0000

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