Muchas iglesias La intención de la Biblia no es ocultar ni causar - TopicsExpress



          

Muchas iglesias La intención de la Biblia no es ocultar ni causar confusión, sino revelar la verdad y establecer la unidad. Siendo esto así, ¿cómo se ha producido el caos religioso actual? Este triste resultado se debe principalmente a dos factores. Primero, para entender la Biblia es necesario acercarse a ella con una mente abierta, dispuesta a ser instruida y a someterse a sus enseñanzas. El problema ha sido que muchas personas han llegado a la Biblia con ideas preconcebidas, buscando en sus páginas apoyo para doctrinas ya formuladas en otras fuentes. La gente ha tenido la tendencia de concebir a Dios de acuerdo a su propio criterio, creando así un Dios según lo que ellos desearían que fuera, en lugar del Dios que la Biblia revela. Llegan a la Biblia buscando al Dios de su propio invento y una manera de vivir que les convenga, y con frecuencia suponen que la Biblia les respalda. Llegan a esta conclusión por medio de una lectura superficial, una selección caprichosa de las partes de la Biblia que apoyan sus ideas, y el rechazo de aquellas partes que no las apoyan. Además, basan sus doctrinas en textos aislados sin tomar en cuenta la enseñanza total de las Escrituras. A menudo las doctrinas son aisladas las unas de las otras de manera que nunca se examina a fondo el resultado lógico de sus enseñanzas. Por ello las discrepancias y contradicciones no se echan de ver. En segundo lugar, algunas iglesias han dado un énfasis especial a ciertas doctrinas particulares, descuidando otras enseñanzas importantes. El resultado ha sido una perspectiva desequilibrada y confusa de la verdad de la Biblia, que a su vez conduce a conclusiones falsas y a un concepto equivocado de la salvación. Esto es lo que sucedió en las iglesias reformadas. Aunque estuvieron unidas por ciertas doctrinas fundamentales, al cabo de poco tiempo fuertes desacuerdos sobre otras doctrinas las dividieron. Algunos reformadores rechazaron libros enteros de la Biblia porque no favorecían sus doctrinas predilectas, o trataron de disminuir la autoridad de los libros que no concordaban con sus artículos de fe. Cuando la Biblia no les respaldó, se apoyaron de nuevo en la tradición católica romana. Así, aun en presencia de la palabra de Dios, se abrió la puerta al razonamiento independiente, alejado de las Escrituras. Plummer en su libro Reforma Continental, página 189, describe la situación así: "A grandes rasgos la verdad no es que las enseñanzas de los reformadores hayan hecho a los hombres peores, sino que no han podido hacerlos mejores, y es aquí donde desaparece la semejanza entre el evangelio original y la Reforma." El resultado es que en el mundo religioso de hoy es imposible conseguir una explicación clara y unánime sobre temas como el reino de Dios, la autoridad e inspiración de las Escrituras, la segunda venida de Jesucristo, la importancia del bautismo, la naturaleza de la iglesia, el significado de la Cena del Señor, la naturaleza del hombre, la resurrección de Jesucristo y la vida después de la muerte. Las iglesias que durante muchos años han enseñado la doctrina de la inmortalidad del alma, ahora encuentran que algunos de sus teólogos principales están diciendo que esta doctrina no es bíblica sino pagana, que no viene de Dios sino de Platón, y que la vida eterna no se conseguirá con la partida del alma al cielo después de la muerte sino por la resurrección del cuerpo en la segunda venida de Jesucristo. Esto es lo que dice la Biblia sobre la naturaleza del hombre, pero sólo unas pocas personas lo creen. La Biblia dice categórica y enfáticamente que el hombre es mortal. Sin embargo, en el mundo religioso hay incertidumbre y duda con respecto a esta doctrina fundamental, de la cual depende la interpretación correcta de muchas otras enseñanzas. Con sólo este ejemplo, se demuestra la confusión y diversidad de ideas que enfrenta la persona que busca la verdad religiosa, lo que con frecuencia la lleva al desaliento y a la desesperación, o a una indiferencia que termina en apatía o incredulidad. A veces esa diferencia se expresa en la creencia de que no importa a qué iglesia se asiste o qué se cree, porque con tantas iglesias, una es tan buena como la otra. ¿Tiene importancia? Como primer paso, apliquemos la prueba del sentido común. Imaginemos un paciente en un hospital esperando la cirugía cuando se le dice que el cirujano que está a punto de operarlo opina que los principios de la cirugía no tienen importancia, que lo importante para él es conseguir los instrumentos y proceder con el trabajo. Está claro que el paciente habrá desaparecido antes que el cirujano se ponga su bata. También imaginemos a alguien preparándose para viajar por avión a otro país. Mientras está esperando en el aeropuerto, se entera de que el piloto opina que los principios de la navegación aérea no tienen importancia; que lo único que tiene importancia es mantener el avión en el aire y confiar en su sentido de la dirección. Es casi seguro que el pasajero viajará en autobús. Estos ejemplos son, por supuesto, hipotéticos y exagerados. Ningún cirujano operaría sin tener un conocimiento preciso de la cirugía, y ningún piloto volaría sin saber muy bien los principios de la navegación. Hacer lo contrario sería absurdo y muy peligroso porque se pondría en peligro la vida de alguien. Sin embargo, cuando se trata de la religión, es decir, de nuestra relación con Dios, lo que está claramente peligroso y equivocado en el caso de la cirugía o de la navegación, se acepta muchas veces como normal y razonable. Muchas personas opinan que no importa lo que se cree acerca de Dios si se lleva una vida respetable. ¿Es esto razonable? ¿Es probable que el Dios que hizo el mundo y que lo sostiene día tras día por leyes que son invariables y absolutas, sea indiferente a la manera en que los hombres se relacionan con El, con Su palabra y con Su mundo? ¿No sería más razonable suponer que el Dios que hizo el mundo con tanta atención y precisión estuviera interesado en lo que piensan los hombres acerca de El y cómo consideran Su palabra? En esto, Dios no ha dejado a los hombres escoger. El les ha hablado a través de la Biblia, la cual es Su palabra, y les ha revelado lo que tienen que hacer para acercarse a El, ser aceptos, y recibir la salvación. Así que al reflexionar sobre el asunto, encontramos que es tan peligroso e insensato descuidar los principios de la verdadera religión como descuidar los principios de la cirugía o de la navegación. La única diferencia es que en el caso de la religión, las consecuencias del descuido no son tan obvias al principio, aunque al final son más permanentes e irrevocables. Tanto en el caso de la religión como en los demás casos, la vida de alguien está en juego. La libertad de culto es una bendición cuando significa libertad para adorar a Jehova Dios sin interferencia, pero es algo menos que una bendición si contagia a los hombres con una especie de ceguera religiosa que les despoja de la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. En épocas anteriores, cuando los hombres tenían convicciones fuertes, estaban dispuestos a hablar con denuedo sobre lo que creían correcto o equivocado; pero hoy en día, en nuestra época de tolerancia y de concesión, la controversia religiosa es considerada anticuada, casi vergonzosa. Se encuentran cada vez menos personas con convicciones firmes; la palabra clave es la moderación, y cualquier posición que pueda avivar el fuego de la controversia es condenada. Algunos prefieren no llegar a conclusiones definitivas acerca de nada. Están dispuestos a discutir y considerar, pero no a decidir. Piensan que algunas religiones pueden ser mejores que otras, pero que todas las religiones son buenas. Recomiendan que uno escoja la que más le convenga y que saque a relucir sus mejores cualidades, sin perjudicar a otros. Este punto de vista tiene la apariencia de moderación y sensatez, pero contradice la enseñanza de la Biblia. La verdadera religión, la cual es revelada en la Biblia, es fundamentalmente intolerante; el mero hecho de que existe una religión verdadera significa que todo lo que se opone a ella y la contradice tiene que ser falso. Esta opinión desagrada a muchos, pero la persona sincera la encontrará lógica. Algunos pensarán que es un punto de vista dogmático y fanático, y que lo único que importa es la sinceridad. Empero, si bien es cierto que la sinceridad es muy importante, también es evidente que una persona puede estar sinceramente equivocada. Con respecto a la manera de acercarse a Dios, la Biblia emplea palabras imperativas y categóricas. Se encuentra un ejemplo en Hebreos 11:6: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan." Observe las palabras "imposible" y "necesario." El escritor no dice que es preferible acercarse a Dios con fe o que es difícil acercarse a El sin fe, sino que es imposible agradar a Dios sin fe y que es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay. Estas palabras no admiten un término medio. El que desea acercarse a Dios tiene que creer, y de nada le sirve acercarse sin fe. Esto puede provocar la pregunta: ¿Por qué no me acepta Dios como soy? La Biblia revela que Dios no está dispuesto a aceptar a nadie por su bondad natural. Esto es inaceptable y sería injusto. Algunos han nacido en circunstancias adversas y viven en condiciones degradantes, de modo que les es difícil mantener una buena conducta. Otros han nacido en circunstancias favorables y viven en un ambiente agradable, de modo que les es más fácil ser buenos. Dios no acepta a los hombres sobre esta base injusta. Ante los ojos de Dios todos los hombres somos pecadores y nuestra propia bondad es insuficiente para justificarnos en Su presencia. Sólo hay una norma de rectitud, santidad y justicia, y esa norma es la que Dios ha establecido. El no comprometerá esa norma para acomodarla a la inconstancia de los hombres. El pecado no es menos pecaminoso hoy día que en los días de Noé o de Eva. Dios no ha cambiado de un Dios que odia el pecado a un Dios que meramente lo tolera. La bondad humana tiene poco valor comparada con la norma divina de justicia. De nada sirve acercarnos a Dios pretendiendo que somos mejores que la mayoría de las personas y mucho mejores que algunas. Podemos llegar a El con una lista de buenas obras que testifica que somos gente decente, que pagamos nuestras deudas y que no perjudicamos a nuestro prójimo. En lo que a buena reputación se refiere, estas cosas pueden ser importantes, pero en cuanto a la salvación son insignificantes. No es nuestra pobre rectitud personal la que nos dará acceso a la gracia de Dios. La Biblia nos enseña que tenemos que repudiar nuestra pobre moralidad, confesando que no podemos alcanzar la justicia de Dios. A esta actitud se le llama arrepentimiento. Ya que los hombres no pueden ser aceptados sobre la base de su propia bondad, porque sería inadecuado e injusto, Dios los acepta por su fe. La fe que manifestamos hacia Su palabra, Dios la cuenta como rectitud. Esta es la gran doctrina de la justificación por la fe, la cual explica por qué es imposible acercarse a Dios sin fe y por qué los que pretenden acercarse a El tienen que creer. Para demostrar cómo opera este gran principio, el apóstol Pablo cita el caso del hombre Abraham y lo explica en su carta a los romanos, capítulo 4. Abraham recibió de Dios ciertas promesas, el cumplimiento de las cuales parecía humanamente imposible en el momento en que fueron dadas. Pero Abraham tuvo fe en las promesas de Dios a pesar de las apariencias adversas; su fe le fue contada por justicia y así llegó a ser amigo de Dios. Pablo explica en Romanos 4:20-25 que Abraham "Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación." Pablo insiste en que los principios que operaron en el caso de Abraham se aplican a todos los hombres que llegan a Dios para salvación. El elemento imprescindible en el proceso de la salvación es la fe en la palabra de Dios. Esta fe es la base de la religión verdadera, y con ella se comienza una vida nueva. El apóstol Pedro dice: "...siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre" (1 Pedro 1:23). Por eso tantos pasajes en el Nuevo Testamento recalcan la necesidad de tener fe, es decir, de creer: "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios." (Juan 1:11, 12) "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay...." (Hebreos 11:6) "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo...." (Marcos 16:15, 16) Debe ser evidente que según la Biblia, los que dicen que no tiene importancia lo que una iglesia cree y enseña, son tan insensatos como el cirujano y el piloto que dicen que no importan los principios de la cirugía o de la navegación.
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 18:52:21 +0000

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