NELSON MANDELA Su madre era una cristiana evangélica, de - TopicsExpress



          

NELSON MANDELA Su madre era una cristiana evangélica, de confesión metodista. En su autobiografía (“Larga marcha hacia la libertad”), Mandela destaca y agradece los valores espirituales y morales recibidos por la educación materna. La fe cristiana y la ética social metodista influyeron profundamente sobre él. Él mismo reitera que jamás olvidó esa herencia recibida de su madre y de la Iglesia. Estudió en un colegio metodista y conservó después los más gratos recuerdos de esa comunidad y de su pastor. En aquellos tiempos una minoría blanca dominaba y aplastaba a los negros, el 80% de la población. Habían transcurrido más de 200 años de dominación blanca y desde 1948 los “afrikaners” (descendientes de los “boers”, es decir de los granjeros holandeses y alemanes) que se habían afincado en el país, declararon la independencia de Inglaterra y se constituyeron en un país independiente y racista donde dominaba el “apartheid” (=separación) entre blancos y negros. Los negros ni podían sentarse al lado de un blanco o ir a la misma escuela; la política, la economía y los lugares clave de la sociedad estaban todos en manos de los blancos. Los negros no podían votar y en su mayoría eran analfabetos, destinados a los trabajos más pesados como si fuera una verdadera esclavitud. Cincuenta mil agricultores blancos eran dueños de 12 veces más tierras que los 14 millones de negros rurales. Mandela compartía los métodos no violentos de resistencia practicados por el Mahatma Gandhi y Martin Luther King contra la segregación racial (desobediencia civil, boicot, manifestaciones etc.). En 1956 fue arrestado por primera vez; pasó en la cárcel un total de 27 años, una larga permanencia que en parte se explica por su apoyo en determinado momento a la lucha armada. Sucedió que el 21 de marzo de 1960 la policía disparó en forma indiscriminada contra una multitud de manifestantes negros matando a 69 personas en Sharpeville (Transvaal). Después de esta masacre y una represión que se hacía cada vez más virulenta, Mandela se adhirió desde la cárcel a la lucha armada que se estaba organizando. Era la época de la revolución cubana y del Che Guevara. Para él la acción armada era una “acción puramente defensiva frente a la violencia del aparheid”. La violencia de los blancos se desató también en junio de 1976 contra la revuelta estudiantil en Soweto con cientos de muertos y miles de heridos. Soweto era una gran villa miseria de un millón de habitantes, rodeada por muros y alambres de púa, adonde sus pobladores no podían regresar después de las seis de la tarde a riesgo de ser encarcelados o ejecutados sumariamente. Mandela tenía en aquel entonces su casa en Soweto. Declarado terrorista, Mandela fue enviado a una cárcel de máxima seguridad en Rollen Island, una isla en el mar a 11 kilómetros de Ciudad del Cabo donde pasó allí 18 años. Sólo tenía permiso de recibir un visitante y una carta cada seis meses. Su celda era más pequeña que un cuarto de baño (dos metros y medio por dos). Había una pequeña ventana con gruesos barrotes. Tenía que vestir pantalón corto incluso en invierno y dormir sobre una colcha de paja. De día trabajaba con un pico en la cantera de cal de la isla. Un juez lo había condenado a muerte, condena que se transformó después en cadena perpetua. Fue en la cárcel que Mandela se convenció de que la violencia generaba más violencia y desde su conciencia cristiana elaboró un proyecto de nuevo país fundado sobre nuevas bases. Su metodología consistió en ganar al enemigo con la persuasión y el respeto. Antes que nada se esforzó por conocer y estudiar la historia de los afrikaners y su mismo idioma (el “afrikáans”). Se convenció de que ellos también eran africanos aún siendo blancos y pertenecían a esa misma tierra; no eran colonialistas europeos. Su carácter íntegro, de amplia sonrisa y cordial, su estatura erguida y su amor a la verdad imponían respeto. Mandela no quería aplastar a sus enemigos, ni humillarlos, ni pagarles con la misma moneda. A sus guardias los trataba como “su guardia de honor”. Estaba convencido, y lo predicaba a sus compañeros, que también los guardias eran seres humanos vulnerables y que era el sistema que los había convertido en animales. No le fue fácil para Mandela, que ya era considerado el líder indiscutido de los negros, lograr ese objetivo pero con el tiempo se ganó a los carceleros, a los jefes de la prisión, a los enviados del gobierno, hasta llegar al presidente Peter Botha en un encuentro secreto. “Se trata de persuadir, no de vencer”, decía. Y enseñaba a sus compatriotas: “La raíz de todos nuestros problemas se encuentra en nuestro interior. El odio es la primera causa de todos nuestros sufrimientos, de los errores y fracasos; es como un cáncer que corroe el alma. Debemos aprender a perdonar”.
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 02:49:24 +0000

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