No recuerdo si hacía mucho frío aquella noche de noviembre en - TopicsExpress



          

No recuerdo si hacía mucho frío aquella noche de noviembre en aquel sillón verdoso que, por entonces, se encontraba en mi angosto salón que representaba mi rutina existencial de cada día. Sólo recuerdo que estaba sentado al son de una canción melódica fijando mi mirada de porfía a un vaso de whisky como si este fuera mi peor enemigo. Ya, por entonces, estaba acabado y había fracasado en mis afanosos intentos de esperanzas o expectativas modernas. Quería ser es una palabra marcada cual jirón en el corazón en mi alma, ese quería ser, revestido de ilusión y viveza, sólo era un reflejo amargo de egoísmo e intolerancia. Así pensaba, así era yo: un ser vanidoso con un pensamiento narcisista de superioridad humana. Pero no crean bajo esa máscara escindía un abismo de arrepentimiento y condena que me azotaba cada día en comportamientos negadores de vida, de risa y de sentir. Recuerdo que de niño todo era diferente: podía disfrutar conversando con un amigo o robando los sueños a mi almohada siempre en vigilia. Ya, cuando me encontraba sentado en aquel sillón mohoso frente al reflejo del whisky encapsulado en el vaso de cristal amarillento, era demasiado tarde. Se habían agotados todas las posibilidades de cambios y en mi mente sólo quedaba la cobardía desesperada del suicidio. Pedía perdón por mis comportamientos pasados y en el fondo añoraba el calor de esa persona a la que siempre quise parecerme y a la que nunca, por más ganas que puse, me parecería. Así que recordando a una película que vi hace ya algún tiempo y fiel a su principio que decía: una bala siempre dice la verdad decidí probar a ver que sucedía si metiendo una bala, una sola bala, en una pistola. ¿ Qué pasará si muero, si nadie me recordara, si en mi no hay luz de vida? moriré y encontraré, si es que existe eso de la eternidad, un lugar humano, no hostil, armonioso; y si no muero esperaré mi condena o un milagro no esperado quizás porque eso que esperaba retenía la etiqueta tan usada de la imposibilidad. Sin más resúmenes cogí la pistola con mi mano titubeante alcé la mirada al techo de carbón opaco y disparé. El eco de un disparo estéril sonó profundamente en mi cabeza recorriendo mi cuerpo hasta llegar en forma de calambre en mi corazón. La bala no se disparó y yo no me suicidé, al final comprendí que esa bala, esa cosa se parecía a mí: había fracasado en su intento de salir de su prisión y quizás otro día puede que salga. Nunca es tarde porque no sabemos ni donde ni cuándo se encuentra, con cara sedienta, nuestro ocaso de la muerte. Juan José Garrido Periñán
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 00:40:39 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015