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OURO PRETO RECIBE AL CUSCO: ENCUENTRO DE CERAMISTAS (Del 2 al 15 de julio del 2013) Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez. Como todo peruano sensitivo, unas lágrimas asomaron a mis ojos al despedirme de mis amigos Luiz y Shelma, en cuya vivienda fui alojado en estos días coloridos y densos de experiencias en esta ciudad patrimonio cultural de la humanidad que es Ouro Preto, otrora “El Dorado” brasileño. ¡Cuántas experiencias viviría mi alma! Cuántas sensaciones y emociones me aguardaban desde el momento que puse el pie en la Rodoviaria y encontré el cálido abrazo de Ángela Xavier, talentosa escritora y artista brasileña que en 1974 visitara Bolivia y Perú, y quedara deslumbrada con mi tierra cusqueña. Sus valiosas experiencias las tiene escritas en su libro “Ojos de Estrella” (Chaska Ñawi), un testimonio intenso de vida de una época atroz en que, como plaga apocalíptica, las dictaduras criminales de derecha fascista asolaron América Latina, persiguiendo, torturando, mutilando y asesinando a los representantes más avanzados de la inteligencia y el talento de esa juventud valiente, combativa y luchadora que Ángela reivindica en “Flavio” un personaje heroico, prototipo del estudiantado latinoamericano, cuando aún estaba viva la influencia del guerrillero heroico Ernesto Che Guevara, asesinado en Bolivia. La dictadura cavernaria de gorilas brasileños, hizo que muchos estudiantes escaparan de ese inmenso país en busca de vivir sus sueños de libertad y justicia social. Algunos se dirigían al Perú de Velasco Alvarado, extraña dictadura militar “de izquierda” que se había rebelado contra el amo yanqui y de su papel servil de ser los perros guardianes del imperio y de sus lacayos burgueses y terratenientes. Velasco realizaba un proceso revolucionario con cambio radical de estructuras sociales y económicas que habían costado enormes sacrificios a generaciones enteras de revolucionarios. Otros buscaban llegar a Chile, donde el propio pueblo, en elecciones democráticas, por primera vez en la historia humana había elegido a un presidente socialista. Ángela Xavier, -hastiada de la mediocridad del medio y la insania dictatorial que, como dice Borges, propugna la mediocridad, el servilismo, la actitud genuflexa y la opinión unánime-, dejó su puesto de profesora y decidió salir a construir su propia historia, hiriéndose el alma con la realidad que vivía su patria continental, pasó por Bolivia, pobre e indígena, sometida al despotismo fascista de Banzer; viajó en el famoso “tren de la muerte” por Santa Cruz, Cochabamba, Potosí, La Paz, hasta encontrar el lapislázuli bruñido del Titicaca, en el techo del continente. Alternando experiencias con jóvenes de todas las latitudes que iban y venían conociendo la grandeza de los andes: Tiahuanaco, la Isla del sol, la isla de los Uros, hasta llegar a Puno, dirigirse al Cusco y sentir allí el llamado de la América, ascendiendo a la fortaleza pétrea de Sacsayhuaman y a las alturas imperecederas de Machupicchu, cantadas magistralmente por Pablo Neruda. En ese periplo conoció a varios cusqueños, uno de ellos, Gustavo Romero de la Cuba, pintor surrealista, galerista de la Asociación de Artistas Plásticos del Cusco, incansable viajero y asiduo visitante del Brasil, con cuyas pláticas y relatos de sus viajes vivíamos el carnaval de Río, las bellezas paisajísticas de Belo Horizonte, Bahía y Ouro Preto, junto con sensuales garotas de Ipanema. Brasil nos parecía el edén del amor y la belleza. Los jóvenes del barrio de Santiago, seguíamos a Gustavo tanto en sus virtudes como en sus defectos, algunos nos hicimos hippies o amigos de estos extraños individuos trashumantes; pero, paralelamente, lo seguíamos en el arte, la pintura, la escultura y después en la cerámica, haciéndonos sus discípulos y ayudantes. Por imitación, los jóvenes llevamos al extremo lo que vimos hacer a nuestros padres, hermanos y amigos mayores. Aprendí a tocar la quena, siguiendo a mi tío el poeta Andrés Alencastre (Killko Waraka) y a mi amigo de barrio Jaime Gamarra. La pintura, tratando de emular a José Carlos, mi hermano mayor. En la literatura y la poesía me inició hermana Tania, con ella aprendí, de memoria muchos poemas universales. El periodismo y la historia son herencia directa de mi padre, que fue mi maestro. El amor por las ciencias exactas me inculcó mi madre. Todos tomamos un poquito de fuego de alguien y nos incendiamos el alma. Finalmente, anclamos en la arcilla, modelando fantasías y realidades con el barro milenario de la madre tierra. Y fue por el barro que Gustavo volvió a contactarse con Ángela, treinta años después, y surgió la idea feliz de realizar un encuentro entre ceramistas de Cusco y Ouro Preto, para crear lazos espirituales de unión entre nuestros pueblos, declarados “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, por la cantidad de tesoros físicos y espirituales que poseen, por sus viejas raigambres, sus héroes epónimos, sus artistas, poetas y alfareros. Al llegar a Ouro Preto, encontramos a este grupo selecto de ceramistas con un intenso amor por la arcilla, y fue como descubrir un manantial de poesía, de cuya agua lustral bebimos para rejuvenecer el alma, consolidar convicciones, amar más a la humanidad y recuperar la fe perdida en nosotros mismos. Este encuentro con el “otro”, fue también, con nosotros mismos, (una otredad reflexiva y simétrica); pues, aunque con diferentes técnicas y prácticas, descubrimos en nosotros y en ellos una unidad indivisible con el barro, un medio sutil para lograr la belleza y conquistar la inútil inmortalidad de la creación estética, que con su realidad ilusoria, nos ayuda vivir, según un acierto picassiano. Con este abrazo de humanidad en el Brasil se ha rasgado el velo de la insensibilidad egolátrica y decadente del individualismo contemporáneo que subsiste en nosotros. La humanidad es mejor cuando convoca, cuando decide ser más y hace realidad los sueños y los milagros: los planes y los proyectos. Este encuentro ha hecho realidad el sueño de integración bolivariano, tomando con las manos las riendas del destino, sin esperar la venia imposible de las taimadas e impávidas burocracias parasitarias, impermeables al arte verdadero que profesamos los apasionados por la locura y la sed de crear. Conocimos a José Efigenio Pinto, pintor, poeta e historiador, esposo de Ángela, quién nos dio lecciones extraordinarias de filosofía de vida al estilo epicúreo, dándonos otra perspectiva de pensamiento. Él ama la cultura andina por su grandeza, la vivió en el Cusco; admira la obra maravillosa de Guamán Poma de Ayala, el cronista pintor indígena, en su honor puso el nombre de Guamán a su hijo, y, como homenaje a sus ancestros africanos su hija se llama Luana. José, se lamenta de que en el Brasil, “donde la cultura de las mayorías populares es el futbol y la samba, se desconozca la riqueza de la cultura peruana y americana”. Cuenta que un cierto cantante popular brasileño de lejano origen africano cantaba lamentos y dolores impostados, en recuerdo de los quinientos años de dominación y esclavitud de sus congéneres africanos en el Brasil y decidió ir al África para contar esos dolores; los africanos le respondieron que, por el contrario, los afroamericanos habían tenido la fortuna de salir y llegar a vivir en la tierra prometida, donde estaban todas las oportunidades. Prueba de ello era que él mismo estaba retornando con sus propios medios, mientras que ellos, hasta ahora, seguían retenidos en sus países, en su continente, y, si intentaban salir, eran capturados y devueltos. Como resultado, el cantautor abandonó esas canciones y aprendió la lección. Así, a veces, estamos presos de “saudades” y nostalgias de un pasado que ya no nos pertenece y permanecemos ciegos a una realidad que está viviente y palpita en nosotros mismos. José Efigenio nos deleitó con sus canciones “mineiras” en la casa taller de Nadie Nativa, ceramista creadora de sugestivas máscaras. Ouro Preto es muy bella, cerca existen otras ciudades de singular atractivo como Mariana a donde viajamos usando un viejo ferrocarril del siglo XIX, por un paisaje de montes verdes con cascadas de agua, precipicios y túneles. Algo notable fue espectar, como parte del “Festival de Invierno” de esta ciudad, una representación teatral de la obra “De los Gigantes”, del genial dramaturgo italiano Luigi Pirandello en la Plaza Tiradentes, que es el héroe máximo de la insurrección brasilera por la libertad, quien murió ahorcado y descuartizado, como nuestro Túpac Amaru II, y sus restos fueron exhibidos en cada pueblo, para escarmiento. Tiradentes, con su sacrificio y los despojos de su ser sembró la libertad a todos los vientos. Guiados por Ángela, Neide o Jacinta, admiramos la exuberancia barroca de las iglesias de Ouro Preto que recuerdan la bonanza de los tiempos del oro (encontrado en un río al pie del pico Itacolomi) oculto en unas piedras negras a flor de tierra. Entonces, durante dos siglos, oleadas de mineros y buscavidas, dueños de esclavos africanos invadieron la región, abrieron socavones cateando el mineral hasta acabarlo, sacrificaron millares de seres humanos arrancados de las estepas africanas. Me fascinó la increíble historia de Chico Rey que siendo rey de su tribu en el Congo, África, fue esclavizado por los holandeses junto con su pueblo y familia; había perdido a su mujer e hijas cuando los esclavizadores decidieron reducir la carga del barco echando a las mujeres de cubierta para sobrevivir a una tempestad. Después de años de trabajo el esclavo rey recobró la libertad y su amo le obsequió una mina abandonada en la que el liberto encontró mucho oro, con esa riqueza compró la libertad de sus antiguos vasallos quienes volvieron a coronarlo rey en plena época colonial y de la locura del oro. También, Ángela nos habló de Aleijandinho, artista que fue hijo de un constructor portugués y una negra esclava; desde niño sobresalió por sus dotes extraordinarias de artista, arquitecto y escultor. Aun siendo un hombre lisiado por una enfermedad tenaz, dejó célebres tallas en piedra jabón en iglesias y conventos, en especial en la iglesia de San Francisco de Asís. Él es comparable a nuestro Tomás Tuyru Túpac que talló el famoso púlpito de San Blas. Y, también, nos recuerda a Quispe Tito, Marcos Zapaca, Espinoza de los Monteros y tantos otros artífices que pintaron o modelaron a mano la grandeza del Cusco. Pero, hemos venido aquí como ceramistas, en ningún arte hay esa mezcla indivisible del artista y el artesano como en la cerámica o alfarería; es inútil establecer odiosas diferencias por que el uno sobrevive en el otro. Quizá la diferencia esté en el tamaño, el formato o cantidad del producto artístico, mas no en el espíritu que es el que genera la obra, el ojo atento en el diseño, la mano diestra, la magia del acabado. Esa magia se confunde con el fuego en las horas de cocción, son tantas cosas por saber, que nunca se llega al conocimiento pleno. Ouro Preto acoge nuestras obras en la galería de la “Casa de los Contos” donde exhibimos cerámicas de pueblos hermanados con la riqueza de la diversidad que poseen. Regiane Espíritu Santo, presenta unas piezas de porcelana; Ángela Xavier, una colección de piezas con motivos marítimos, caracolas y estrellas de mar. Neide Nativa, expresivas máscaras de bello acabado. Jacinta, porcelanas con aplicaciones doradas; Ana Cristina, cuencos que poseen un contenido de vidrio verdoso y craquelado, como fondo. Estas obras se alternan con las figuras humanas vaciadas y caladas de Gustavo Romero, trabajos decorados con engobes y esmaltes; las ocarinas del maestro Vicente Rayo, artesano de Cuyo chico (Písaq), los instrumentos creativos de José Carlos Quishi, también de Písaq y la cerámica vidriada de tipo colonial que practica el suscrito. Junto al grupo, llegó la joven española Natividad Baltanés quien ha encontrado su vena artística en el modelado cerámico. Jacinta, es la planificadora del grupo, impone el orden y la corrección, vive en Belo Horizonte y practica la cerámica en Ouro Preto, por su sentido de prevención, pocas cosas se salieron del programa. Regiane, es dueña de un taller muy bien implementado donde nos acoge. Ella tiene mucha experiencia, estuvo en China visitando talleres de elaboración de gres y porcelana, técnicas de alta temperatura. Aquí practica y enseña la técnica oriental del Raku, que es un proceso de ahumado de las piezas, inmediatamente después de sacarlas del horno ardiendo a mil grados, para colocarlas en una cama de aserrín para que se enfríen y carbonicen las superficies. El resultado es un esmalte metalizado o reducido, pues los óxidos colorantes pierden oxígeno y el metal sobrante pierde electrones hasta la valencia cero en que toma el carácter de metal. Por el choque térmico se craquela el esmalte dejando pasar el humo negro entre las rajaduras. En seguida se lava la pieza para quitarle el hollín de la pátina y queda la bella apariencia de parecer un objeto viejo que es lo que le da personalidad al Raku. Regiane obra con versatilidad en esa alquimia del fuego y el humo. Carga y calienta sus hornos con las piezas preparadas con óxidos y esmaltes especiales que ella misma fórmula. Se arma de una tenaza gigante, usa guantes, delantal de cuero y escafandra protectora del rostro. Abre el horno y saca, una por una, las piezas a la cama de aserrín que arde vivamente al contacto con la pieza candente. Luego el conjunto de piezas es cubierto con una tapa para que sigan su proceso de reducción. Veinte minutos después las piezas ya frías son lavadas y acabadas. La magia es vivir el proceso y Regiane en medio de una humareda intensa trabaja como una sacerdotisa de este rito. Nuestra experiencia en Ouro Preto se resume en dos bellas palabras: amistad y generosidad, porque todo estaba previsto para nuestra estadía: alojamiento, alimentación, paseos, visitas a los lugares históricos, participación en la exposición y en el festival de invierno. Y todo por gestión entre amigos y colaboradores. Aquí, como ya es costumbre en nuestros países, las instituciones estatales brillan por su ausencia, fue la amistad la que hizo los milagros. Al principio me alojé donde Ángela y José, en el mejor lugar de la casa: la biblioteca. Era imposible dormir, teniendo tanto que leer. Luego fui a casa de Luiz Furtado y Selma Lópes quienes me acogieron en su preciosa vivienda. Luiz es médico pediatra y había visitado el Cusco en los años ochenta para conocer la tierra de sus compañeros peruanos de la universidad. Viajó por Corumbá, Santa Cruz, Cochabamba, La Paz, Puno y Cusco, donde visitó, además, Pisac, Ollantaytambo y Machupicchu y tomó hermosas fotografías que me mostró agrupadas en un álbum, alternándolas con los lugares más bellos de Ouro Preto. Su hobby son los comics que los adquiere por Internet y en sus viajes. Su otra gran pasión es el amor por su esposa Selma, madre de sus dos hijos, uno de ellos es médico. Luiz (así se escribe su nombre en portugués) me mostró una antigua revista cusqueña de 1987, donde reconocí a varios amigos periodistas e intelectuales. Selma habla castellano, mejor que Luiz, ambos estudian el francés, de modo que por las raíces latinas, podemos comunicarnos fluidamente ya que estoy mejorando mi portugués, leyendo los libros de Ángela, uno de ellos titulado: Ojos de Estrella, y el otro que es fruto de sus indagaciones sobre la historia, tradiciones y leyendas de Ouro Preto, con sus apariciones de almas en pena, leyendas de magníficos tesoros enterrados por sus avaros poseedores; como ejemplo, citaré la leyenda en que alguien había dejado un mapa para encontrar una llave de oro y una portada, donde había sepultado a los esclavos que le ayudaron a enterrar su oro. Dicen que quien encontró el mapa, encontró la llave y los cadáveres, pero nunca el fabuloso tesoro. Una noche nos reunimos -como en el Cusco: “nosotros mismos y algunos más”-, en un curioso local que era a la vez café, tienda de venta de antigüedades, artesanía y ropa y, claro, centro cultural, donde realizamos el “Sarao” o la reunión de escritores, poetas, artistas de toda clase y amigos de la cultura. Allí escuchamos un concierto de una joven cantante de belleza y voz divinas, junto con su novio un violonchelista italiano; Ángela leyó mis poemas de “El oficio del Barro”, traducidos al portugués, y me invitó a leer un poema en castellano. El local estaba lleno, uno a uno habían llegado los amigos. Fueron tantas las experiencias recogidas en esta ciudad hermana de la mía que al despedirme no pude reprimir algunas lágrimas en el último abrazo con Luiz y Selma. Adiós amigos, nos veremos pronto amasando el barro milenario del viejo Cusco. (KUTIRY).
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 06:02:16 +0000

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