Ojo parejas... “Es muy oportuno alimentar el amor del matrimonio mediante frecuentes pruebas de vida que demuestren el amor mutuo. No sería un mal propósito, para los novios o esposos lectores de este libro, incorporar a su examen de conciencia una pregunta bien concreta: ¿Qué he hecho hoy para agradar a mi mujer? ¿Qué detalle he tenido con ella? Pueden ser gestos de cariño que no se vean, tales como una oración especial u otras mil cosas que el espíritu enamorado es capaz de poner por obra; y cuidando siempre la rectitud de intención (o sea, porque la quieres), interesa que habitualmente se vea: porque así ella se siente más querida, y eso es muy importante.” “Muchas veces, los esposos huyen de esas muestras de cariño por una especie de deseo a no parecer vulnerables y por una sensación de que, total, ya es mi esposa y eso no hay quien lo cambie. Piensa que, si tardas mucho en manifestar un mínimo de sensibilidad hacia ella, lo más probable es que, cuando lo hagas, ella te pregunte por qué no lo hiciste antes. Por supuesto, cuando se dé esa situación, tú no entenderás nada: para un día que me pongo, va ella y me saca textos de hace tres años. Ella, por su parte, tampoco te comprenderá –ni a ti ni a ella misma– porque verá que, cuando quieres, eres muy majo, y eso le dará un montón de pena por el solo hecho de pensar que habitualmente pasas y no lo eres. Así que no dejes de preguntártelo cada día: ¿qué he hecho hoy por ella?” “Al contrario –de mujer a marido– la cosa también requiere su esfuerzo: muchas veces, a la mujer le resulta incomprensible que las preferencias de su esposo sean tan básicas. Sí, convéncete: le gusta el fútbol, y las repeticiones son tan importantes como el gol mismo. No se entiende, ¿verdad? ¡Qué cosa tan infantil!; pero es así... Y luego, los resúmenes: larguísimos. Siempre lo mismo, emocionándose igual con el gol del mundial y el “himno de la Champions. ¿Quién puede comprenderlo? No es difícil agradar a un chico: la mayoría de ellos disfrutan un montón con el deporte, la comida y otras cosas simplísimas. Cuando le faltan, se enoja, y es algo que la otra parte ha de intentar comprender. Casi todo varón se enfada cuando tiene hambre, y se contenta muchísimo con manjares suculentos. Así de sencillo. Todo será mucho más fácil porque, en vez de discutir, te preguntarás si acaso no es la hora de la cena y por eso está así de pesado. Todos estos detalles significan, ni más ni menos, salir de uno mismo en la vida matrimonial (y, de algún modo, en el noviazgo). Y eso, ni más ni menos, es salir a predicar el reino de Dios a ese con quien convivo.” Pasaje de: Espa, Fulgencio. “Septiembre 2013, con Él.” Ediciones Palabra, 2013-07-11. iBooks.
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 12:58:34 +0000
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