Oscar Hiriart: el tío comunista de Pinochet. En Quillota desde - TopicsExpress



          

Oscar Hiriart: el tío comunista de Pinochet. En Quillota desde el mismo día del golpe, se escuchó la voz clara y firme del médico comunista Oscar Hiriart Corbalán, tío de Lucia Hiriart, reclamando en contra del golpe encabezado por Pinochet. Sus hijas fueron detenidas y posteriormente salieron al exilio. Oscar Hiriart trabajaba en el Hospital San Martin de la ciudad, donde siempre prefería turnos de noche, para durante el día atender gratuitamente en su consulta particular a decenas de pobres, marginados, campesinos explotados que concurrían para ser examinados y según los síntomas despachados con remedios y más de alguna vez con ayuda económica. Antes del golpe era común verlo en la esquina de la plaza voceando el Diario El Siglo, órgano oficial del partido de la hoz y el martillo. Entusiasmado hasta las lagrimas trabajó horas extras, visitó campamentos, salió al campo a explicar el proceso de la Unidad Popular y se dio tiempo para ver y alertar a su amigo Salvador Allende sobre la designación de Pinochet como comandante en jefe. Conocía al golpista general desde joven. Lo había tenido viviendo en su casa. Había escuchado de labios del teniente Pinochet comentarios anti comunistas. Producido el golpe, Hiriart no dejaba pasar oportunidad para denunciar ante quien quisiera escuchar sobre los crímenes de la dictadura. Era detenido y llevado hasta su residencia con arresto domiciliario. El médico tío de Lucia Hiriart se avergonzaba de Lucia y Tatiana Hiriart, argumentaba que su familia había caído en la más profunda decadencia rebajando el apellido. Reconocía que su profesión de médico fue posible gracias a un tío sacerdote que educó al padre de Lucia y a él, tanto en su infancia y juventud. Por un periodo de dos o tres años, apoyó económicamente algunas ollas comunes y a compañeros comunistas que estaban en la clandestinidad y necesitaban recursos para subsistir. En la oficina de su casa, recibía mis visitas, y ante noticias de la crueldad de la dictadura caían sus lágrimas. Jamás quiso volver a reunirse con Pinochet o Doña Lucia. Sus recuerdos lo llevaban al Teniente que vivió en su casa, y que prodigaba un amor enfermizo hacia Lucia, quien despreciaba a la familia del general. Según el testimonio de Oscar Hiriart, desde esos años de juventud uniformada Pinochet soñaba con llegar a ser presidente de la República. El médico, al delinear el perfil del golpista general, lo calificaba de mediocre, inculto, ambicioso, trabajador. Insistía que el más grave error cometido por allende fue confiar en Pinochet. Quillota, ciudad de pequeños agricultores derechistas, con clero y religiosos que proclamaban que con la llegada de la izquierda al poder, incendiarían iglesias y conventos, violando monjas y colgando curas de los postes. Los púlpitos fueron tribuna para gritar a la virgen del Carmen que salve a Chile del marxismo destructor de la familia. Para los habitantes de este pueblo Oscar Hiriart era el loco Hiriart. No podían entender que un médico de apellido, tuviera predilección por los pobres. Hiriart no era hombre de fe, religioso. La dictadura y sus crímenes horrendos lo acercaron a la iglesia. Admiraba al Cardenal Silva Henríquez y a sacerdotes cercanos al pueblo martirizado. Anciano y cansado, salía por calles de Quillota, diciendo que la dictadura era feroz y había que denunciar aunque fuera de boca en boca los crímenes que esta cometían. Víctima de cáncer a la piel se traslada a Santiago. Esta enfermedad lo llevó a la muerte. Fue incinerado. Su viuda, Ingerbond Ferrando rechazó en el Cementerio General la presencia de Tatiana Hiriart y condolencias oficiales. No aceptó la corona enviada por el traidor general. A quién venía de esos ámbitos rechazó con dureza. Sólo unos pocos cantamos la Internacional. Sólo unos pocos llegamos hasta la ladera camino a Rauten, en la periferia de Quillota, y ahí enterramos el ánfora con sus cenizas. En la tarde de Quillota, de la dictadura, despedimos al médico Oscar Hiriart, militante comunista, que hace muchos años atrás había dado vivienda y apoyo al oscuro y ambicioso teniente, casado con su sobrina. El mismo que lo obligó al encierro, con detención domiciliaria y que envió a sus hijas al exilio. En estos 40 años de dolorosos episodios, un hombre indispensable como Oscar Hiriart no debe ser olvidado.
Posted on: Sat, 24 Aug 2013 21:34:21 +0000

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