Pedido por: Leo Palomares Leo Palomares era un hombre que odiaba - TopicsExpress



          

Pedido por: Leo Palomares Leo Palomares era un hombre que odiaba a las personas con discapacidades físicas y de diferentes razas. Se encargaba de hacer el papel de mártir cuando veía algún ser con diferencias a lo mundano de un mortal. El maldito de Leo se dirigía hacia la casa de su padre, ya que este cumplía sus ochenta años. Sin dudas para felicitarlo en su mejor día, un día que por cierto estaba agazapado por un sol imponente que gobernaba en los cielos divinos de un planeta excelso. Łeo Palomares transitaba por la vereda de la avenida principal, en la cual los automóviles daban a conocer su reinado en todos los idiomas inventados por el hombre. Mientras Leo transitaba por el camino que lo conduciría a la casa de su padre, por causas de un destino justiciero, una tienda de ocultismo llamó su notable atención. El narcisista de Leo era un completo apasionado por las cosas esotéricas y antiguas. Y esta tienda tenía esos dos condimentos para completar la comida del ocultismo. Leo contempló la puerta de madera de la tienda, deteriorada por haber sido el alimento de algún insecto devorador de materia. Y pudo darse cuenta que esta tienda daba a conocer sin vergüenza su antigüedad, las telas de arañas la delataban y los bolones de polvo húmedo daban a entender el orgullo de tal etiquetación. Una vez que atravesó la puerta promotora de lo anticuario, se dio cuenta que la tienda realmente era un sitio propio de lo deteriorado por el correr de los años. Adentrándose hacia el corazón del lugar, pudo ver estantes con libros de tiempos anteaños que eran deleitables para la mente demencial, y digeribles para la vista de un arcano. Leo se quería percatar de que no lo sorprendiera un anciano ciego a sus espaldas mientras leía un libro, como suele ocurrir en esas películas de bajo renombre donde todo lo insulso gobierna en el altar de la estulticia. -¡Hola! ¿Hay alguien aquí?-preguntó Leo. Y nadie le contestó. -¡Si no aparece nadie, robaré algo de la tienda!-sin dudas, sólo Leo usaba estos métodos para ser atendido. Tras vagar por la tienda, sabiendo que no era habitada por ningún ser proveniente del erebo Leo, se topó con una silla de ruedas careciente de un usuario. Y como era de costumbre insultó solo, hacia las corrientes del aire fétido de aquel lugar, diciendo que los discapacitados eran la debilidad de la sociedad y que debían ser erradicados. El que hubiese escuchado los comentarios que Leo decía en aquellos momentos, sin duda alguna, hubiese pagado para ver como asesinaban a un neonazi inmundo de su calaña inundada en ignorancia propia de un racista. Después de insultar al que podría haber sido dueño de la silla, avanzó unos cuantos pasos más, y fue detenido por una puerta de sólido metal. Esta puerta era portadora de un claro cartel que decía “No entrar” pero Leo era del tipo de persona que no hacía caso alguno a ninguna clase de advertencia, en pocas palabras este maldito era todo un completo escapista de la prudencia. El narcisista de Leo entró por aquella puerta, que además de tener un cartel de advertencia, también portaba un signo extraño que indicada un círculo con dos triángulos. Por razones que sólo conoció el condenado de Leo, ese día en el que se adentró por aquella puerta, salió desde sus entrañas con un pequeño cambio. Leo fue encontrado por una mujer que merodeaba por el lugar. De la forma más apropiada para un castigo sádico. Estaba cubierto por una especie de viscosidad (era como si recién hubiese nacido, y estuviese cubierto de placenta) carecía de ojos, brazos, piernas y tenía su labio superior pegado a su labio inferior. Leo logró ganarse el premio de estadía eterna en un asilo, donde tendría tiempo para recapacitar, de que los discapacitados no eran los débiles de la sociedad sino los condenados de la misma. -Tengu
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 03:16:49 +0000

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