Precisamente un país de lo peor, donde reina la derecha a sus anchas, donde garantías que en otras latitudes son corrientes, normales y comunes, en Chile no existen. Ejemplos tenemos por montón: el derecho efectivo a la huelga, a la negociación colectiva del salario de los trabajadores en particular y de las condiciones laborales en general; el derecho a educarse y de sanarse sin morir en el intento, en algún rincón del hospital público, el derecho a una digna jubilación y un largo etcétera del que son responsables aquellos que desde hace casi cuatro décadas se impusieron por la fuerza de las armas y de la represión más sobrecogedora, cruel y brutal. Sin embargo, en nuestro caso hay una cuestión fundamental que se relaciona con el hecho que efectivamente, por todo lo anterior y por mucho más, Chile no es democrático. En este rincón del mundo ese régimen de tolerancia y de respeto por el otro, basado en la voluntad de la mayoría, no existe. Es de tal magnitud este problema que basta con entender que la Constitución, la que nos rige y define nuestra convivencia colectiva, lo que mejor hace, para lo que fue creada, es para negar, evitar y aún reprimir con todos los medios posibles cualquier manifestación de la soberanía popular. En estas circunstancias, las elecciones sí son el camino para el cambio pero sabiendo lo anterior. Es decir, planteando que no se puede transar ni dialogar con la Concertación, mucho menos con la Alianza, porque ese conglomerado es de derecha, porque por ese camino perdemos todos. Se trata así de seguir organizándonos y participando para desde la calle construir el poder popular. Se trata de ser consecuentes y reivindicar en definitiva la idea y postura estratégica de que en el camino de la libertad las elecciones son un paso más, no un fin en sí mismo.
Posted on: Fri, 02 Aug 2013 11:46:38 +0000
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