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¿ RECUERDAN ? CUATRO MUJERES HABRIAN MUERTO EN EL MOYANO POR ABANDONO Y FALTA DE ATENCION Matar con la indiferencia La Justicia investiga por homicidio culposo la muerte de Susana Vasallo, internada en el Hospital Moyano. Su prima había hecho reiteradas denuncias sobre el estado de abandono en que se encontraba. No es la única: la Defensoría del Pueblo estudia los casos de otras tres mujeres que habrían muerto este año por no haber sido atendidas correctamente. El director, Néstor Marchand, admite que es posible por la carencia terrible de personal. El gobierno porteño dice que habrá un aumento de la dotación. Por Cristian Alarcón En los derruidos pabellones del Braulio Moyano la desidia persigue a la locura. Y entre los enormes jardines ronda desnuda la muerte. Por lo menos cuatro pacientes del neuropsiquiátrico murieron en lo que va del año bajo síntomas de desnutrición, infecciones generalizadas, o enfermedades físicas que, de acuerdo a denuncias presentadas ante la Justicia y la Defensoría del Pueblo no habrían sido atendidas correctamente, víctimas del abandono institucional. Página/12 investigó esos casos, chequeó historias clínicas, registró testimonios de quienes vieron el deterioro de las internas. Y vio el hacinamiento, la fetidez y el desamparo. El homicidio culposo de Susana Vasallo, una mujer de clase media alta que murió a pesar de los reclamos desesperados de su prima, es investigado por la Justicia. Las estadísticas del Moyano también alarman. Sólo en julio se produjeron 15 muertes. Y en lo que va del año, más fallecimientos que en todo el año anterior. Como los límites del horror son difusos también existe el caso de Alicia R., una paciente que vive. Después de un año y medio de desarrollo de un tumor canceroso en un pecho, en el hospital Pena le detectaron una miasis, o sea la presencia de larvas de mosca en la piel. Los médicos que la vieron denunciaron que para llegar a ese estado tiene que haber pasado más de tres meses sin la debida atención. Aunque tristes, no parecen nuevas las noticias del hospital que depende desde 1993 del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. No sólo porque el 8 de julio fue clausurado uno de los 30 pabellones, el Charcot, debido a que en él 106 internas disponían de una sola ducha y tres inodoros, bajo techos a punto de caer, además de pasear descalzas en medio del hedor, y comer poco y con la mano. También por aquella noticia bomba de junio de 1990 cuando se denunció la muerte de 32 pacientes por inanición y la entonces secretaria de Salud de la Nación, Matilde Menéndez, cayó como consecuencia del escándalo. Sin embargo la situación no parece haber variado con el paso del tiempo. Los 30 edificios del hospital tienen más de cien años y entre ellos el silencio cabalga con el peso del siglo. Pero tal como decía Alejandra Pizarnik en uno de los poemas de Extracción de la piedra de locura: no es muda la muerte. Si bien existen denuncias por agresiones y amenazas producto de las pujas entre profesionales y trabajadores del Moyano, tres empleados de la institución contaron a este diario detalles de los casos. Y los destinos de las internas Susana Vasallo, Olga Castro, Elda Conte, María S., y Alicia R. motivaron que la ombudsman Alicia Oliveira ordenara investigaciones sobre las historias clínicas de las pacientes. La defensora también intenta descubrir los motivos por los cuales la cantidad de muertes ocurridas en el hospital durante los meses de invierno resultaría sospechosamente alta. A la hora de responder por la crisis en que se encuentra el hospital Moyano, su director desde 1983, Néstor Marchand, no negó la posibilidad de que hayan muerto pacientes por falta de atención. Y explicó que soporta una carencia terrible de personal. Necesitaríamos por lo menos 300 enfermeras más. Se las solicitamos al municipio pero hay un congelamiento total que impide tomar personal. De esa manera es difícil revisar a todas las pacientes --dijo Marchand al explicar porqué una interna puede desarrollar una infección como la de Alicia R.,--. Además si a una interna le sale una úlcera por un tumor es posible que no lo muestre. Sobre el caso la directora del Servicio de Ginecología del Hospital Pena, Mónica Colussi, y el médico que la atendió, Miguel Santillán, observaron que el tumor de la mujer había derivado en una úlcera con zonas necróticas. Fue allí donde por evidentes condiciones de suciedad y abandono crecieron larvas. Lo inexplicable del caso es cómo pasó tanto tiempo sin ser atendida teniendo en cuenta el olor nauseabundo que despedía la infección, algo para lo que deben haber pasado por lo menos tres meses. Consultado el gobierno porteño, el director de Salud Mental, Roberto Lovalvo, afirmó que será la Justicia la que determine si hubo errores. Y reconoció que lamentablemente al pasar de la órbita de la Nación a la ciudad hubo una baja importante de personal y pensamos ayudar con un aumento de la dotación. Lovalvo destacó que hace tres años las cañerías de gas que había hacían correr peligro a todo el hospital y se cambiaron. Ahora licitamos arreglos del pabellón Charcot. Y señaló que la tendencia es que se reduzcan las internaciones en cantidad y duración y a la misma vez despejar el fantasma del cierre del hospital que es algo en lo que se insiste pero no tiene nada de real. Susana Hasta el domingo 14 de noviembre del año pasado Susana Vasallo vivía rodeada de un perro y tres gatos, en un departamento de La Paternal, sobre la calle Terrero al 200. Tenía 52 años y era la única hija de una familia de clase media alta. Su padre había sido gerente la empresa Rolex y ella había heredado algunas propiedades, de cuyos alquileres vivía. Vasallo era una mujer solitaria y con algunos de sus vecinos tenía una relación tirante. Fue por pedido de ellos que una ambulancia del SAME la llevó en medio de una crisis al hospital Moyano. Si bien tenía dos primas, y una de ellas a dos cuadras de su casa, ningún familiar fue avisado inmediatamente de esa internación. Una de ellas, la contadora Andrea Chicone, fue notificada cuatro días después. La vi en el Pabellón Bosh primer piso. Ya no tenía su ropa y estaba medicada con Alopidol. Tenía moretones en todo el cuerpo y decía que la habían golpeado y sacado a la fuerza de su casa. Desde ese momento en adelante no paré de pedir que los forenses le dieran el alta. Ella tenía quien la cuidara, pero además no tenía una patología como para estar encerrada en ese lugar. Chicone continuó visitándola en el hospital, por lo menos tres veces por semana. La mujer comenzó a tener complicaciones médicas y problemas de alimentación producto, según su prima, de los excesivos calmantes con que fue tratada. Era una mujer sana, de 52 años, que fue chupándose, adelgazando y deteriorándose, hasta parecer una pordiosera, le dijo a Página/12. Hacia fines de abril, Chicone protestó en el libro de quejas del hospital. Estaba postrada y las pastillas le provocaban temblores. El domingo 23 de mayo y a pesar de que los médicos le pidieron por favor que no lo hiciera Chicone, al ver a su prima, decidió llamar a la policía. Dos agentes de la comisaría 28 fueron hasta la clínica médica del Moyano y labraron un acta. Allí se lee que Vasallo tenía escaras en la piel, que estaba llamativamente delgada, con las piernas hinchadas, y que su desmejoramiento era generalizado. Esa denuncia siguió el lento camino judicial. Fue derivada al Juzgado Civil de turno, el número 25. De allí le dieron curso hacia el Juzgado Civil Nº 7, a cargo de Héctor Cancela, donde estaba la causa por la internación de Vasallo. Claro que, cuando llegó a manos del juez, la mujer ya había muerto el 14 de junio. Cancela ordenó una autopsia y se declaró incompetente ante el delito penal denunciado, el abandono de persona. Ahora, caratulada homicidio culposo, la causa tramita en el Juzgado de Instrucción Correccional Nº 11, a cargo del juez Luis Schelgel, quien intenta determinar si fue por impericia, inoperancia, abandono o negligencia que murió Vasallo. Ante la consulta por el destino de la mujer el hospital emitió un comunicado en el que se hace notar que realizaron numerosas interconsultas con todas las especialidades médicas y que su estado general era deficiente desde su ingreso. Elda Elda María de Conte era una paciente crónica. Ingresó al Moyano raíz de un diagnóstico de esquizofrenia en 1983. También proveniente de la clase media alta, la mujer solía disponer de una pequeña cantidad de dinero mensual habilitada por su familia, quien legalmente administraba sus bienes. Hasta este enero cuando el 17, por de una caída, sufrió una fractura de cadera. Hay dos versiones sobre el accidente. La oficial indica que simplemente resbaló. Por el contrario, dos trabajadores del hospital le dijeron a este diario que se quebró en el forcejeo con dos enfermeras. Intentaban cobrarle el ruedo de una pollera y quisieron sacarle dinero de la carterita que siempre llevaba. Conte cuidaba con obsesión una bandolera en la que guardaba las monedas que la familia le cedía para sus gastos internos. Al día siguiente de la fractura Conte fue derivada al hospital Pena. Allí sólo la inmovilizaron. No contaban con camas ni con la prótesis necesaria. Regresó al hospital Moyano. Recién el 3 de febrero ingresó al hospital municipal Julio Méndez. En la historia clínica se destaca un deterioro general y disminución de tejido celular subcutáneo, lo que significaría una desnutrición producto de que la paciente había tenido una baja ingesta de alimentos. Uno de los médicos que la atendió le dijo a Página/12 que esos síntomas se presentaban aun habiendo pasado cinco días con un adecuada alimentación en el Servicio de Traumatología del Méndez. Las fuentes del Moyano que relataron el caso aseguran que el deterioro de la mujer se dio mientras esta esperaba en algún sitio del hospital ser derivada al Méndez. En la caótica historia clínica a la que accedió este diario se lee que la mujer también contrajo una infección intrahospitalaria, pero que finalmente muere por la aspiración de un vómito debido a los problemas de alimentación que padecía. Olga Es un nombre que suena entre algunas internas. Es la muerta, repite una de ellas, de una gordura que le dificulta el caminar. Olga Castro llevaba un año en el hospital, internada en el pabellón Tomasa Vélez Sarsfield 1. Actualmente en el Tomasa, como lo llaman intramuros, viven 117 mujeres, bajo el cuidado por las noches de una sola enfermera. Estaba completamente deshidratada y con una desnutrición de tipo 3, de ella me acuerdo muy bien, le dijo a este diario uno de los trabajadores del Moyano. Si bien tenía problemas de alimentación la fueron descuidando y entonces hizo una desnutrición. Era como ver una foto donde los nazis tenían su gente y hasta lo médicos se alarmaron. Así fue que murió. Pude verla cuando salió del servicio y la llevan a clínica. Ya estaba absolutamente deteriorada, era un abandono espantoso. Otra de las fuentes al interior del hospital describió el caso de la paciente María S. Un fin de semana de hace un mes murieron tres personas. Una de ellas, Sierra, había peleado con otra mujer y le habían arrancado un ojo. Dicen que tocó el nervio óptico, tenía un hematoma. Tardó dos semanas en morir. --Es difícil comprender que se deje morir a una paciente --le cuestionó Página/12 a uno de los trabajadores que aportaron la información. --Cómo explicarlo. No es que la dejen morir, es que están tan imbuidos del hospitalismo que ya le perdieron el valor a la vida humana. Hay 300 enfermeras para 1600 mujeres y deberían ser más del doble. A eso se le suma que prácticamente no hay psicólogos ni talleres creativos. No hay convenios con universidades que permitan que entren estudiantes como en el Borda. El Moyano es un Tupper, está completamente cerrado, no se abre aunque adentro esté todo horriblemente podrido. Los días de la desolación Por C.A Es domingo y al cruzar los parques nadie detiene a los extraños. Simplemente nunca aparece en el camino un médico o una enfermera. Tampoco en los pabellones. En sus piecitas, dice una de las pacientes sobre la única guardia en su pabellón donde son más de cien. Parecen acostumbradas a los parientes que suelen circular como el cronista y el fotógrafo de Página/12 en busca de alguien. El desamparo en el Braulio Moyano se respira. Se advierte por ejemplo en el cuerpo de esa mujer descalza y apenas cubierta por una túnica blanca manchada de excremento, de pis y de comida, vagando sobre el pasto del parque en un sector llamado Bonanza, frente al pabellón Riesingler. Sobre las paredes de los pasillos del pabellón Tomasa Vélez Sarsfield hay carteles que prohíben el ingreso a las salas. Y en las salas se ve la mampostería de las paredes que ha ido cayendo como en catacumbas olvidadas. Algunas mujeres duermen sobre camas sin sábanas. Al subir por las escaleras que señala una de las internas aparece una mujer de gorro de lana y varias polleras superpuestas que se ha escondido de las demás. Come un pedazo de pan duro como si se tratase de un pecado. Está sentada en un recodo, sobre las escalinatas. Se ríe sin razón rodeada de basura. En el Bosch I es posible acceder a una sala donde hay decenas de camas en hilera y en ellas dos mujeres postradas. Bajo la cama de una de ellas hay manchas líquidas. A unas cinco filas otra mujer mira a la nada. Su cara está consumida, se ven sus brazos saliendo de la frazada. Reclamo de la defensoría Robo de medicamentos, apremios ilegales, utilización de chalecos químicos prohibidos desde 1968 son apenas algunas de las conclusiones a las que llegaron un equipo de médicos, psicólogos y abogados de la Defensoría del Pueblo porteña después de dos inspecciones realizadas en el mes de julio. En el caso de los apremios los testimonios de las pacientes logrados por los funcionarios indicarían que son moneda corriente tras las paredes del Braulio Moyano. En una de las recorridas, en el pabellón Santa María, se descubrió a una mujer, de nombre Patricia quien según reconoció el propio médico encargado de la sala, hacía dos días que permanecía atada a la cama. El caso motivó una denuncia penal por apremios ilegales, investigada por el juzgado de Instrucción en lo Correccional 4. Entre las recomendaciones de la ombudsman Alicia Oliveira al secretario de Salud del gobierno porteño, Héctor Lombardo, se pide disponga lo necesario para que cese la práctica indebida detectada de aplicar el chaleco químico a las pacientes. Se solicita entonces que decomisen y destruyan todos los chalecos de fuerza que hubiere en los hospitales o centro de atención de la ciudad. A renglón seguido pide que convoque a un concurso público de antecedentes y oposición que permita regularizar la intervención que ha perpetuado en la dirección a Néstor Marchand.
Posted on: Tue, 19 Nov 2013 18:32:43 +0000

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