RECUERDOS AL ANOCHECER - CAPÍTULO 15 - PARTE 3 - FINAL —Porque - TopicsExpress



          

RECUERDOS AL ANOCHECER - CAPÍTULO 15 - PARTE 3 - FINAL —Porque ya no puedo hacer nada más para que me desees. Me he pasado años intentando demostrarte que merezco la pena. Pero mis demostraciones de fuerza sólo servían para que te enfadaras conmigo. Christopher curvó los labios en una sonrisa y alargó los brazos hacia ella, pero Dulce lo apartó. —Dulce, yo... —No, escúchame aunque sólo sea por una vez, Christopher. Cuando Lucien me metió en ese agujero, me dijo que estabas muerto. Y yo les juré a los dioses que me convertiría en la criatura sumisa que tú querías que fuera si te salvaban la vida. ¿Te lo puedes creer? Yo, Dulce, haciendo una promesa para tener la oportunidad de complacer a un hombre. Christopher cerró los ojos y sacudió la cabeza lentamente, pero Dulce continuó. —He intentado cumplir mi promesa, Christopher. Durante días, he estado susurrando entre estas paredes como una florecilla, ¿y qué he conseguido? Que me hicieras menos caso que antes. Pero no habría servido de nada que me lo hicieras, porque he llegado a la conclusión que no puedo cambiar para complacerte, ni a ti ni a nadie. Yo soy quien soy, Dulce, nacida Dulnikki, hija del Faraón, princesa de Egipto, vampiresa y mujer inmortal. Se volvió y posó las manos en los hombros de Christopher. —Mírame, Christopher, ¿no lo ves en mis ojos? Lo único que vio Christopher en sus ojos fue un repentino fluir de lágrimas. —Te amo —susurró Dulce—. Puedes rastrear el mundo entero y jamás encontrarás a nadie que te ame como yo. Es un sentimiento contra el que he luchado durante toda mi existencia y, sin embargo, permanece. Pero tú has elegido rechazar ese amor, como hizo mi padre antes que tú. Eres un estúpido, Christopher, por dejarme así, pero yo soy igualmente estúpida por arrojarme una vez más a tus pies antes de irme. Pisotea mi corazón y termina con esta agonía de una vez por todas. Por lo menos ahora, ya no tienes ninguna duda de lo que te estás perdiendo. Christopher se mordió los labios. No podía gritarle, aunque la tentación era grande. —Dulce, ¿ya has terminado? Dulce asintió. —Sí. Mantendré mi promesa y me marcharé. —No, todavía no. Creo que todavía nos quedan unas cuantas cosas por decir. ¿Vas a escucharme? —No. — ¿Por qué no? —Porque no quiero agravar mi humillación llorando como una niña delante de ti cuando me rechaces por última vez. Christopher suspiró y Dulce se alejó de él. —Por lo menos escúchame, Dulce. Durante todo este tiempo, ni con los riesgos que has corrido ni con la imprudencia que has demostrado estabas intentando demostrarme nada a mí. Dulce se volvió hacia él y lo fulminó con una mirada fiera. — ¿Ah, no? —No, y tampoco a tu padre. Sólo querías demostrarte algo a ti misma. El rechazo de tu padre, y después el mío, te han hecho cuestionarte tu propio valor, Dulce. —Quizá... —Pero ya no tienes ninguna duda. Tu heroísmo y tu valor son superiores a los de todos los caballeros que he conocido. Jamás ha existido ni existirá una mujer como tú, créeme. Dulce se apartó de nuevo de él. —Déjame marcharme. No quiero llorar delante de ti. — ¿Eso es lo que voy a conseguir si te digo que te amo? ¿Hacerte llorar? Dulce tragó saliva y se volvió hacia él con expresión de incredulidad. —Dulce, escucha lo que tengo que decirte, por favor. He intentado combatir mi amor hacia ti desde la noche en la que me encontraste medio muerto en el campo de batalla y me tomaste entre tus brazos. Creía que tenía razones para ello. Me decía a mí mismo que mi amor era un veneno, que sólo te causaría tristeza. Me molestaba tu forma de aparecer y desaparecer, dejándome añorando tu regreso, y me convencí a mí mismo que no me importaba si te quedabas un día o un mes en tus visitas. Pero me importaba, moría por dentro cada vez que me dejabas solo. Se volvió hacia el lienzo y tomó la sábana que lo cubría. —En esta última ocasión, me juré que retendría algo tuyo para siempre —tiró de la tela y la oyó contener la respiración. Miró a Dulce y la vio con la mirada fija en la imagen del lienzo. La mano le temblaba cuando se la llevó a los labios y las lágrimas rodaron por sus mejillas. —Ésa... no puedo ser yo. —Es tu esencia, Dulce, pero me temo que he cambiado de opinión. Esta vez no dejaré que te vayas. No me bastará con verte en este cuadro. Quiero mirarte a los ojos, y quiero ver en ellos la vida que siempre he visto. No quiero ver tus ojos apagados por el esfuerzo de reprimir tu verdadera naturaleza. He llegado a amarte tal y como eres, Dulce. Y lucharé contigo durante toda la eternidad si intentas cambiar. Se arrodilló a sus pies y se llevó la mano al corazón. —Quédate para siempre conmigo, diosa entre las mujeres. Sé mi compañera, mi amante, mi amiga. No vuelvas a dejarme solo. Dulce se arrodilló frente a él y hundió las manos en su cabello. —Te adoro, Christopher, pero no estoy segura que pueda llevar la vida de ermitaño que tú llevas. —Y yo jamás te pediría que lo hicieras, Dulce. Mi condena ha terminado. Tú me has dado las llaves de mi libertad. Dulce sonrió y volvió a aparecer el brillo perverso en su mirada. —Dímelo otra vez. —Te amo, Dulce. Y tu padre estaba completamente equivocado. ¿Sabes? Eres un tesoro, un tesoro raro y precioso, un tesoro que se puede buscar y encontrar, pero del que nadie puede adueñarse. Sólo puede retenerse durante algún tiempo. —Entonces rétenme, Christopher. Rétenme a tu lado durante mucho tiempo. FIN
Posted on: Thu, 08 Aug 2013 01:28:06 +0000

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