Salta 2141 – Mi sangre Mi nombre es Pablo C. A. Martin y mi - TopicsExpress



          

Salta 2141 – Mi sangre Mi nombre es Pablo C. A. Martin y mi historia fue, es y será Salta 2141 … El próximo 29 de Septiembre voy a cumplir 36 años. De todos ellos, 33 años los viví en ese lugar hasta el fatídico 6 de Agosto cuando a la mañana temprano me levanté para ir al laburo como lo hacía todos los días. No exagero al decir que mi vida y la de mi familia pasó por esas paredes que hoy, incomprensiblemente son solo escombros y dentro de muy poco solo un terreno más. Desde el comienzo del proyecto allá por los años 70´s, el apellido Martin estuvo destinado a escribir gran parte de la historia de ese edificio. Mi abuelo Carlos fue uno de los principales inversores y a su vez presidente del directorio de la empresa que llevó a cabo la construcción. Mucho esfuerzo, muchas horas dedicas, muchas discusiones e infinidad de sueños de personas que hoy solo quedan en el recuerdo de los más viejos, de sus familias o en los pliegos y documentos de la obra. Todo esto se analizaba, se formaba, se construía y nacía cuando yo todavía no llegaba a este mundo. Aunque no quisiera, mi sangre ya estaba destinada a ser Salta 2141 … El principio de los 80´s me agarró en el jardín de infantes. Esa etapa donde todo es nuevo y uno no para de descubrir y absorber todo lo que tiene a su alrededor. Así llegaron las corridas en los largos palieres, en el hall de ingreso con sus puertas de vidrio, las escondidas en la cochera, el intentar llegar a los botones del ascensor para poder apretarlos a todos y disfrutar de parar en todos los pisos ante la mirada cómplice de mis viejos, el placer de libertad en la terraza cuando me llevaban a tender la ropa, los mandados por el barrio cuando todavía no existían los grandes bares y todos esos negocios cool que hoy tenemos tan cerca, el terror de mis viejos al acercarnos a la escalera, la pelopincho armada en una de las terracitas privadas del décimo piso y el cerramiento de alambre en el balcón del noveno piso que aguantó dignamente más de 30 años hasta el último día. Pasó el tiempo y llegó la escuela primaria. Esa escuela Nº 54 Gral. Manuel Belgrano de calle Jujuy que tantos buenos recuerdos me trae. Los primeros amigos, los preparativos para los actos patrios, los disfraces, las invitaciones a los cumpleaños, esos cumpleaños con los chicos ahí en el departamento y en el parque Norte, la foto que nos hacía mi viejo todos los años en nuestro balcón para inmortalizar el primer día de clases, las peleas con el portero por subir con la bicicleta en el ascensor y por las frenadas en el palier que lo obligaban a limpiar más de la cuenta. Una etapa maravillosa que disfruté muchísimo y que al final me empezó a mostrar de que se trata esto de la vida con sus cosas buenas y malas. Esa vida con sus cosas buenas y malas siguió haciéndose camino y eso nadie lo pudo parar. Ya sin mi vieja, el comienzo de mis estudios secundarios en la ex ENET Nº2 de calle Salta y Pueyrredón se vieron marcados por otra pérdida en el año 92. Mi viejo extrañaba demasiado a su media naranja y decidió reunirse con ella, sabiendo que a mi y a mi hermana nos dejaba en las mejores manos, las de mi abuela María Esther y mi abuelo Carlos. Ellos nos dieron todo. Su tiempo, su vida, su amor, sus excesivos permisos para todo y se pusieron al hombro dos adolescentes con todos sus quilombos emocionales y lo que eso significa a esa edad. Nunca me voy a olvidar de todo lo que hicieron por nosotros. Ellos en su departamento del tercer piso y nosotros en el noveno pudiendo hacer cualquier cosa y convencidos de que no les íbamos a fallar. Que clara que la tenías abuelo. Cuando me mandaba una de las mías, hasta la más fiera que te hice como la de afanarte el auto con solo 15 años … Cuando te enteraste solo me miraste a los ojos y alcanzó para hacerme entender todo lo que te había defraudado. No hicieron falta gritos, castigos, nada. Lo que me enseñaste con esa actitud me quedó tatuado en el corazón y es una de las cosas que marcaron el tipo sabio y generoso que fuiste. Todos crecimos … llegaron los hijos de Maria Laura, llegó mi Emilia y todos ellos trajeron nuevas energías que tanto estaba necesitando la bisabuela María Esther luego de cuidar muchos años a su viejito, como ella le dijo hasta el último día. Mi abuela estaba muy contenta porque había podido cumplir uno de sus mayores deseos. El poder ver a sus nietos con sus familias formadas, establecidos, siendo gente de bien y viendo reflejados en ellos el fruto de todo eso que la vida le había quitado. Tanto te cuidamos, tanto te quisimos, estuvimos siempre con vos tratando de poder devolverte aunque sea solo una parte de todo lo que nos diste y hasta el último día te sacrificaste por nosotros. Mi hermana me dijo una cosa que cada día que pasa estoy más convencido de que es así. Conociendo lo cabeza dura que era la vieja a veces y todo el amor que nos tenía tiene que haber hecho un pacto con alguien de arriba para dar su vida a cambio de que no le pase nada a sus nietos y bisnietos. Una vez más lo pudo lograr. La vida va a seguir y deberé aprender a convivir con esta tragedia para siempre. No es sencillo ser parte de esto. Definitivamente es algo que no elegí y espero que el tiempo ayude una vez más a liberar un poco la mente de cosas feas, afianzando todavía más las cosas bellas y los mejores recuerdos que tengo de mi familia y de todas las personas que pude conocer en ese espacio. En la vida perdí mucho. Muchas personas por las cuales daría todo a cambio para poder estar nuevamente con ellas. Cuestiones materiales también perdí, pero es lo menos importante. Lo que más me duele es mi historia. Esa historia que hoy les puedo contar. Hoy más que nunca no puedo negar que mi sangre es Salta 2141. Pablo C. A. Martin
Posted on: Mon, 09 Sep 2013 17:44:58 +0000

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