San Aníbal María de Francia y Luisa Piccarreta Mi tía Rosaria - TopicsExpress



          

San Aníbal María de Francia y Luisa Piccarreta Mi tía Rosaria hablaba, a menudo y de buen grado, del San Aníbal María de Francia, fundador de los Rogacionistas y de las Religiosas del Divino Celo. Hablaba del Beato como si fuese uno de sus familiares íntimos y, para referirse a él, usaba la expresión «Padre Francia». Yo personalmente me interesé muchísimo en ese personaje y le pregunté varias veces a los Padres Rogacionistas si por casualidad en su archivo se hallaba registrado algo de las relaciones entabladas entre Luisa y el Beato Aníbal. Me dirigí también al Instituto San Antonio de Corato, casa querida personalmente por el Beato, con el objetivo preciso de trasladar allá a Luisa para que estuviera entre las religiosas. Mi tía decía que el padre Aníbal había concebido el proyecto de trasladar a Luisa al Instituto de Religiosas abierto en Trani, pero que Luisa le advirtió de que el Señor quería que permaneciera en Corato. El proyecto del padre Aníbal se realizó en 1928, después de su santa muerte. Aníbal de Francia era el confesor extraordinario de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta y fue él quien publicó sus obras. El Beato Aníbal forma parte de la multitud de sacerdotes que han edificado la Iglesia de Dios con su santidad y con sus obras, realizadas en favor de los huérfanos y de los muchachos abandonados. La obra de estos hombres produjo grandes beneficios a Italia y a la Iglesia, en un período en que triunfaba el anticlericalismo. Según las palabras de mi tía Rosaria, el Santo gozaba de gran estima por parte de San Pío X, que con gran facilidad le concedía audiencias privadas. Al parecer, San Pío X mostraba mucha atención a Luisa Piccarreta: a él nuestro Santo sometía sus escritos antes de darlos a la prensa. Mi tía Rosaria afirmaba que después de leer algunos escritos de Luisa, en particular la famosa obra sobre la Pasión de Nuestro Señor, publicada con el título de El reloj de la Pasión, San Pío X dijo: «Querido Padre, estos escritos los debes leer de rodillas, porque allí es Nuestro Señor Jesucristo quien habla». Y fue el mismo Santo Pontífice quien exhortó al padre Aníbal a divulgar esos escritos (1). Aníbal acudía periódicamente a la casa de Luisa, en la calle Nazario Sauro, y permanecía con ella varias horas en conversaciones espirituales. A menudo llevaba a Luisa algún obispo, italiano o extranjero, y mi tía recuerda la visita de un prelado de Hungría. Para aclarar algunas dudas, el Padre llevaba a Luisa algunos teólogos, que después de hablar largamente con la Sierva de Dios, se reunían en otra habitación, discutiendo mucho tiempo sobre lo que habían escuchado. Mi tía recordaba que un obispo húngaro, después de hablar con Luisa, salió de la habitación muy turbado y dijo, en un italiano imperfecto, las siguientes palabras: «Orad por mi pueblo», pues Luisa le había dado a conocer el futuro poco halagüeño que esperaba a su patria. Mi tía Rosaria no me supo decir con precisión quién fue ese obispo ni su lugar exacto de procedencia; sólo me dijo: «Obispo magiar». Yo comprendí que se trataba de un obispo húngaro. Las visitas del padre Aníbal no se limitaban sólo a la conversación con Luisa; impartía conferencias a todas las personas que frecuentaban la casa de Luisa, especialmente a los jóvenes y a las chicas. Estas conferencias produjeron abundantes frutos. En efecto, muchas chicas se hicieron religiosas y muchos jóvenes se encaminaron al sacerdocio, y no pocos fueron acogidos en su naciente congregación. Muchas personas iban a la casa de Luisa para confesarse con el padre Aníbal. Eso me lo ha confirmado el canónigo Andrea Bevilacqua, que, siendo joven seminarista, también acudía a la casa de Luisa para confesarse con el padre Aníbal, el cual era también confesor extraordinario del venerado y muy amado arzobispo de Trani, monseñor Leo. En mi anterior publicación no hablé del Beato Aníbal de Francia, porque me aconsejaron que no lo hiciera para no entorpecer la causa de beatificación, que estaba en curso. Sería muy interesante consultar los archivos de las Congregaciones de los Rogacionistas y de las Religiosas del Divino Celo, donde ciertamente habrá rastros de la larga correspondencia epistolar que existió entre la Sierva de Dios Luisa Piccarreta y el padre Aníbal. Mi tía decía que la Regla del instituto estaba marcada por la espiritualidad de Luisa. Sería muy interesante leer las antiguas reglas y constituciones de los Institutos. Espero que ahora que el padre Aníbal ha sido proclamado Beato por la Iglesia, los Rogacionistas y las Religiosas del Divino Celo, podrán revalorizar a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, que tanto contribuyó con su oración, con su consejo y con sus escritos, a su desarrollo. Queda aún mucho por decir sobre las relaciones que existieron entre el Beato Aníbal, la Sierva de Dios Luisa Piccarreta y San Pío X, hacia el cual Luisa sentía una gran veneración. Ya en esa época lo veneraba como santo y muchas veces decía estas palabras: «El Señor en estos tiempos ha regalado a la Iglesia dos grandes Pontífices: el primero, hijo predilecto de la Virgen -refiriéndose a Pío IX-; y el segundo, gran defensor de la fe y de la Eucaristía». San Aníbal de Francia tuvo que superar enormes obstáculos para realizar su proyecto de trasladar a Luisa a una casa de su Congregación, para que estuviera entre sus religiosas. Y decía con frecuencia estas palabras: «La acogida de Luisa en una casa de mi Instituto será una bendición de Dios para toda la Congregación». En efecto, aunque en Trani había ya dos casas de la Congregación del Divino Celo, con santa obstinación abrió una casa femenina en Corato, cerca del lugar de nacimiento de Luisa. No le resultó fácil realizar su proyecto: el santo fundador murió antes de que la casa quedara acabada. Dos años después de su muerte, Luisa hizo su ingreso entre las Religiosas del Divino Celo, en la calle delle Murg. Colección de memorias sobre la Sierva de Dios. del P. BERNARDINO GIUSEPPE BUCCI .
Posted on: Fri, 02 Aug 2013 21:15:43 +0000

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