Se dio media vuelta y su cabeza buscó acurrucarse en mi pecho, mientras lenta y suavemente seguí coloreando sus delicadas mejillas, tersas y bellas, como pétalos, como rosas, como algo divino, puramente divino y celestial. Alzó la mirada y al clavar sus ojos en mí, sentí como por fin -después de mil eternidades- mi alma, corazón y mirada rejuvenecieron esos mil espacios en blanco de espera. Comencé a quedarme sin aliento, intenté tragar aire entre pequeños suspiros en una bocanada enorme, intenté cruzar el puente que dividía nuestros inviernos e incluso –como siempre- sembrar en su piel la ternura de mis manos forjando caricias. Poco a poco con sus brazos rodeó mi cuello con dulzura, mi fría nariz rozó levemente la suya -tan hermosa y perfecta- sentí su aliento entrar como una dama silenciosa en mi boca. Mi corazón se agitó como un potro desbocado, puso su mano en mi pecho y sintió aquél estallido con fuerza y tesón, sonrió y en su boca se dibujó una preciosa y perfecta luna menguante.
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 19:23:26 +0000
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