TESTIMONIO DE HALLOWEEN LIBRO “EXORCÍSTICA” – RVDO. PBRO. J.A. FORTEA (TEÓLOGO EXORCISTA) – PUBLICADO POR ATLAS REPRESENTACIONES, AÑO 2007 CASO 7 – CASO DE RUBÉN – PÁG. 255/268 La noche de Halloween, un niño de once años notó que una sombra se le acercaba. Yo le pregunté a la familia si ese día, el niño había hecho algo especial. Se me dijo que ese día, su hijo no había hecho nada de especial relevancia, salvo disfrazarse de calavera, con un machete y con una bola de la que surgía sangre. Era un disfraz para la fiesta del colegio, que desagradó a su madre, por lo excesivamente sangriento que era, pero ya estaba comprado. Yo no vi claro que el disfraz tuviera relación con el hecho de que una presencia se le manifestara. Lo cierto es que esa noche fue cuando se dio el primer síntoma de todos: la aparición de la primera figura humana. A los dos o tres días comenzaron las pesadillas, temblores y mucho miedo, veía más figuras humanas por la casa, especialmente por un pasillo. De la habitación de su dormitorio a la cocina, había que llevarlo en brazos, tapada la cabeza con una manta, porque tenía mucho miedo, pues en un lugar concreto del pasillo, veía a personas que le querían agredir. Comenzaron las noches en las que hasta las 2 o 3 de la mañana, no podía dormir por el miedo terrible que le provocaba la visión de esos hombres. Esos hombres llevaban un machete y a uno de ellos le veía con sangre y la cara tapada con algo negro. También aparecía en sueños, uno que le perseguía para matarle. Estos síntomas fueron agudizándose. Así que los padres decidieron consultar a una tarotista, por probar. La señora dijo que ella podía solucionar ese problema. Les cobró 300 euros y le dijo a su padre que se marchara a casa, que ella, esa noche, a solas, haría lo que tenía que hacer. El padre había ido a consultar sólo, sin llevar al niño. Lo cierto es que ese mismo día, por la noche, el niño quedó poseso. El niño, por primera vez, no veía hombres a su alrededor, sino que un ser maligno habló a través de él y lo movía furioso por la casa, como si el demonio le hubiera entrado dentro. En los días siguientes, comenzó un comportamiento que le acompañará por 5 largos e inacabables meses. A veces, el niño se autolesionaba con cristales o hierros. Desde que quedó poseso, no podrán comer con él en la cocina, porque se dirigía hacia los cuchillos para matarse. Durante meses tendrá que hacer todas sus comidas sólo con cuchara y tenedor, pero nunca con cuchillo, pues cuando tomaba uno trataba de clavárselo o amenazaba a la familia con él. En otras ocasiones, perdía la voz y sólo podía susurrar. En otras, no podía tragar nada y tenía que pasar medio día o un día sin comer ni beber absolutamente nada. A veces más tiempo. Al poco tiempo de empezar toda esta conducta, los padres llevaron al niño al médico de la Seguridad Social, el cual los derivó de inmediato al psiquiatra. Después de las pruebas, le diagnosticaron un cuadro de alteración de la conducta, de inicio brusco. Durante 6 meses, el niño no mejorará nada, a pesar de diversos tratamientos, por lo que terminaron recetándole sólo tranquilizantes. Finalmente, el psiquiatra reconoció su impotencia para curarlo y se limitó a ordenar que el niño ya no podía perder más clases y por lo tanto debía asistir al colegio en ese estado. La madre insistió en que el niño haría un espectáculo tremendo en la clase de cada día. Pues que lo encierren en una sala con llave del colegio hasta que se calme, fue la respuesta. La madre insistió en que podría romper una ventana y tratar de clavarse un pedazo de vidrio, pero el psiquiatra fue tajante. Pero, el colegio, de ningún modo aceptó que el niño en ese estado asistiera a las clases. Los profesores, después de deliberar, decidieron una medida excepcional, que en ciertos casos se practicaba, y que consistía en que el Ministerio de Educación le enviara un profesor particular a su casa para que hiciera lo que pudiera. Fue en esta situación cuando los padres, que nunca habían sido practicantes en materia religiosa, y que incluso tenían muchos prejuicios contrarios a la Iglesia y a los Sacerdotes, decidieron ir a consultar con uno. Ese Sacerdote los hizo venir a mi Parroquia. La historia que me contó la familia (tres testigos más el niño), es la que he relatado aquí. Meses después, les pedí que me trajeran los informes del hospital, para ver con exactitud qué síntomas físicos había provocado la posesión de ese niño. Cada posesión, a nivel físico, provoca unos síntomas determinados. Paso a relatar ahora, los hechos que me refirieron los padres acerca de lo que sucedió cuando llegaron por primera vez a mi Parroquia. Cuando el padre estacionó el coche, el padre preguntó dónde debía llevar al niño, pues desde que habían estacionado delante de la Parroquia, el niño no podía andar, ni hablar, apenas susurraba. El padre cargó al niño sobre sus espaldas y lo bajó a la cripta donde hacíamos las oraciones. Una vez dentro, el comportamiento del niño cambió radicalmente: su voz era horrible, áspera y grosera, decía insultos indecentes, me escupía continuamente, se reía de mis oraciones, decía que no servirían para nada. La fuerza del niño en aquella primera sesión de oración era sorprendente. Su padre (un hombre muy fuerte) y su hermano de 18 años (muy aficionado a las artes marciales) tuvieron que esforzarse al máximo para mantenerlo tumbado en la colchoneta. Pero el niño se escurría. Rezamos por él una hora. Di a sus padres, las oraciones que debían rezar en su hogar. En la segunda sesión, el niño volvió a escupir a la imagen de la Virgen María y al Sagrario. Gritaba, como pidiendo auxilio a otros demonios, seguía mostrándose despreciativo y decía que las oraciones no le hacían nada. Después de mucha lucha, antes de despedirlos, insistí a los padres en que debían tratar de lograr que el niño rezara algo, aunque fuera sin ganas. Durante los días siguientes, el mayor problema y verdaderamente preocupante fue la alimentación del niño. El demonio no le dejaba comer ni beber. Ante una llamada desesperada de la madre, le dije que si pasaba más de un día sin beber, lo llevara a un hospital y yo oraba a distancia. Ahora sé que mi oración a distancia también tenía efecto. La oración de los familiares también hacían forzar al demonio para que dejara que el niño pudiera comer, a pesar que el demonio hubiera querido dejarlo morir deshidratado, pero la oración lo forzaba a no poder hacer eso. Una semana después tuvo lugar la tercera sesión. El niño ya no estaba tan agresivo. Esa semana en su casa, tuvo un comportamiento muy extraño. El niño comenzó a comportarse como un perro: andaba a cuatro patas, olfateaba todo, lamía cualquier cosa, por sucia que estuviera y ladraba. En la cuarta sesión no sucedió nada raro, salvo un mordisco que me dio en el cuello y que me dejó una marca grande. Se le hicieron 3 o 4 sesiones más de exorcismo en su propia Parroquia, ya que el Sacerdote recibió por fin el permiso del Obispo para exorcizar al niño. Al salir de la Parroquia un día, encontraron un cachorrito y el niño se encaprichó con él y pidió a sus padres para quedárselo. Se lo permitieron. En los días siguientes descubrieron que cuando el niño estaba en trance, odiaba al perro y le pegaba hasta que huía. Pero con sorpresa se dieron cuenta que si el perro era colocado sobre el pecho del niño, el demonio se iba, el trance se acababa y volvía a la normalidad. Durante las últimas semanas de la posesión, el niño comía ya cada día, pero lo hacía en estado de trance, hablando con otra voz y comiendo con las manos como un verdadero salvaje. El niño se comportaba como si fuera una persona mayor y malvada. El verdadero yo del niño, debía estar inconsciente, pues después, cuando fue liberado no recordaba nada. Durante varias semanas comprobaron con terror como el yo del niño había quedado sustituido por el de alguien mayor y malo. La liberación tuvo lugar unos cuatro meses después de iniciada la primera sesión. El niño volvió a la completa normalidad, si bien en éste como en otros casos hubo todavía que rezar por él unas cuantas veces más en su Parroquia.
Posted on: Tue, 29 Oct 2013 05:44:19 +0000
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