UNA LINDA FICHA....PARA LEER SIN APUROS. 1. ¿Por qué decimos - TopicsExpress



          

UNA LINDA FICHA....PARA LEER SIN APUROS. 1. ¿Por qué decimos que el problema del sufrimiento de Cristo y de la humanidad es clave en las disputas cristológicas ¿Qué visión tienen los primeros concilios de esta humanidad “doliente” de Cristo y qué consecuencias tiene para nuestra vida personal y eclesial? Las disputas cristológicas son una serie de polémicas sobre la naturaleza de Jesús/Cristo mantenidas en el seno de la iglesia cristiana durante los primeros siglos de esta religión. En el año 325, en el Concilio de Nicea, y de la mano del emperador Constantino I, así como en el Primer Concilio de Constantinopla, en 381, se estableció la doctrina oficial de la Iglesia Católica, que abarcaba todo el territorio del Imperio Romano (desde España hasta Siria). Esta estableció que Cristo era eterno, una encarnación divina consustancial con Dios Padre, una sola persona pero con dos naturalezas —completamente divina y completamente humana— y propósitos (ver más abajo). A partir de ese momento, y hasta el siglo VII, sucesivos concilios condenaron doctrinas que diferían de la del Credo niceno en materias de ontología cristológica. El Primer Concilio de Nicea fue convocado por el emperador romano Constantino I, quien acababa de imponer su dominio sobre la totalidad del Imperio Romano después de vencer a Licinio. Previamente, Constantino ya había dado muestras de sus simpatías por el Cristianismo al dictar el Edicto de Milán del año 313, que daba a los cristianos libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. No obstante, el emperador era consciente de las numerosas divisiones que existían en el seno del Cristianismo, por lo que, siguiendo la recomendación de un sínodo dirigido por Osio de Córdoba en ese mismo año, decidió convocar un concilio ecuménico de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio imperial de verano. El propósito de este concilio debía ser establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia cristiana.1 En aquellos momentos, la cuestión principal que dividía a los cristianos era la denominada controversia arriana, es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús. Un sector de los cristianos, liderado por el obispo de Alejandría, Alejandro, y su discípulo y sucesor Atanasio, defendía que Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que por tanto Cristo era Dios; en cambio, otro sector liderado por el presbítero Arrio y por el obispo Eusebio de Nicomedia, afirmaba que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo. Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago el Justo y Pedro. Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según san Atanasio), o quizá un número ligeramente inferior La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del Papa Silvestre. El concilio fue presidido por Osio de Córdoba. También estuvo presente Arrío y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según san Atanasio), o quizá un número ligeramente inferior. La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del Papa Silvestre. El concilio fue presidido por Osio de Córdoba. También estuvo presente Arrio y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Arrio fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador, Atanasio. Constantino, aunque simpatizaba con los cristianos, no se bautizó hasta que se hallaba en su lecho de muerte. Sin embargo, aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su victoria militar sobre Majencio en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de la batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios cristiano, aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas. ¿Qué papel desempeñó en el Concilio de Nicea aquel emperador no bautizado? Constantino mismo presidió y dirigió activamente las discusiones y personalmente propuso. la fórmula decisiva que expresaba la relación de Cristo con Dios en el credo que el concilio emitió, que es ‘consustancial con el Padre’ . Impresionados por el emperador, los obispos —con solo dos excepciones— firmaron el credo, aunque muchos de ellos no estaban muy inclinados a hacerlo” Esta es la visión que presenta también Eusebio de Cesárea en su obra "Vida de Constantino": el Emperador participando e influyendo activamente en el desarrollo del Concilio. Sin embargo, el autor J. M. Sansterre, en su obra “Eusebio de Cesárea y el nacimiento de la teoría cesaro papista”, ha rebatido esta posición, señalando que la actuación de Constantino fue respetuosa de los temas que eran de estricta competencia de los Padres Conciliares. Consecuencias Después de Nicea los debates sobre este asunto siguieron por décadas y el propio Constantino y sus sucesores fueron alternando su apoyo entre los arrianos y los partidarios de las resoluciones de Nicea. Finalmente, el emperador Teodosio estableció el credo del Concilio de Nicea como la norma para su dominio y convocó el Concilio de Constantinopla en 381 para aclarar la fórmula. Aquel concilio acordó colocar al Espíritu Santo en el mismo nivel de Dios y de Cristo y empezó a perfilarse la doctrina trinitaria. Sin embargo, ni siquiera después del Concilio de Constantinopla llegó la Trinidad a ser un credo extensamente aceptado. Algunos se oponían a él, y se atraían por ello violenta persecución. Solo en siglos posteriores fue formulada la Trinidad en credos fijos .El desarrollo pleno del trinitarismo tuvo lugar en Occidente, en el escolasticismo de la Edad Media, cuando se quiso dar una explicación en términos filosóficos y psicológicos. Las principales corrientes cristianas que intervinieron en disputas cristológicas se pueden agrupar en tres categorías principales, a saber: el trinitarismo, el unitarismo, y la Unicidad de Dios. Trinitarismo El Símbolo Quicumque reclama que el trinitarismo es la posición doctrinal de la Iglesia Católica Romana, aunque después de la reforma protestante, la gran mayoría de los grupos protestantes adoptaron la misma posición católica. Cree que hay un Dios, que existe como una pluralidad de tres personas divinas y distintas, que comparten los mismos atributos y la misma naturaleza divina. En el trinitarismo, Jesucristo es considerado como la segunda persona de la Santísima Trinidad Unitarismo El Unitarismo cree que sólo hay un Dios que es indivisible, y niega la deidad de Jesucristo. En el unitarismo Jesús es considerado como un semidiós, o simplemente como una criatura. Dentro de los principales grupos unitarios encontramos el monarquianismo dinámico o adopcionismo, apolinarismo, arrianismo, marcionismo, monofisismo, monotelismo, nestorianismo, origenismo, priscilianismo, socinianismo y Patripasianismo. El monarquianismo dinámico o adopcionismo: es la doctrina según la cual Jesús era un simple ser humano, elevado a una dignidad similar a la de Dios luego de su muerte. Esta idea es propia del pensamiento cristiano primitivo. En el pensamiento judío, el mesías es un ser humano elegido por Dios para llevar a cabo su obra espectacular: tomar a los hebreos y elevarlos por sobre todas las naciones. Al mismo tiempo, el adopcionismo era psicológicamente interesante para los primeros cristianos, ya que éstos eran una comunidad pobre y atrasada, y por ende era fácil identificarse con un héroe como Jesús, ser humano como cualquiera que es elegido ("adoptado") por Dios, y que por ende daba esperanzas de salvación a los propios cristianos, tan humildes ante Dios como su héroe máximo. El apolinarismo: afirmaba que en Cristo el espíritu estaba sustituido por el Logos divino, con lo que implícitamente negaba la naturaleza humana completa del Redentor, un dogma católico (y luego, de allí, también ortodoxo). Fue condenado en el Primer Concilio de Constantinopla, en el año 381. El arrianismo: condenado en el Concilio de Nicea (325), el arrianismo, diametralmente opuesto al apolinarismo, negaba la consubstancialidad del Hijo (Cristo) con el Padre (Dios) y por lo tanto la doctrina de la Trinidad católica. En esta visión unicista, Cristo era una criatura creada como todas las demás. Favorecida primeramente por el emperador Constancio II (337-361), esta escuela fue rechazada por Teodosio I el Grande (379-395). Adoptado oficialmente por el reino visigodo en España hasta su rechazo por el rey Recaredo en 589, cuando se convirtió a la fe romana. El marcionismo, predicado por Marción en el siglo II, distinguía y separaba como cosas totalmente diferentes al Dios Creador del Antiguo Testamento, Yahveh, del Dios verdadero, el Padre, capaz de encarnar a un hijo hombre, Cristo, conforme al Nuevo Testamento, y concluye que ambas religiones son paralelas y que tienen por única conexión a la geografía. El monotelismo: Creado en el siglo VII, fue refutado en el tercer concilio de Constantinopla (680-1). Afirmaba que en Cristo existían dos naturalezas (como en el catolicismo), pero sólo la voluntad divina (para la oficialidad había dos, de lo contrario Jesús no hubiera sufrido tanto en la cruz como humano). El nestorianismo: Propuesta por primera vez en el siglo V, esta doctrina afirmaba que en el Verbo (Jesucristo, tal como está descrito en el evangelio de Juan 1:1) existían dos personas: la divina (Cristo, hijo de Dios) y la humana (Jesús, hijo de María). En la cruz, por lo tanto, sólo había muerto el humano, sin haber sufrido el dios. Para el catolicismo, en cambio, el Hijo era una sola persona de las tres que integraban la Trinidad. Fue condenada en el Concilio de Éfeso (431). Actualmente los cristianos asirios, en Irak, mantienen esta creencia. El origenismo: Rechazado en el segundo concilio de Constantinopla (553), afirmaba la eternidad de las almas humanas (cuando el catolicismo dice que el alma es creada en el momento de la concepción biológica). Una de esas almas habría sido la de Cristo, que se encarnó con el objetivo de conseguir la salvación de los hombres. El priscilianismo: Fue una doctrina cristiana que negaba el dogma de la Trinidad y la encarnación del Verbo, ya que atribuía a Jesús un cuerpo solo aparente. Predicado por Prisciliano en el siglo IV y basado en los ideales de austeridad y pobreza, fue condenado en el concilio de Braga, en el año 563. Principales Grupos Trinitarios La Iglesia Católica Romana, La Iglesia Ortodoxa Griega que se separó de la Iglesia Católica Romana en el año 1054 d. C. en el conocido Cisma de Oriente, y la mayoría de grupos protestantes surgidos de la reforma, tales como la Iglesia Luterana, La Iglesia Anglicana, La Iglesia Presbiteriana, La Iglesia Bautista, la Iglesia Congregacional, y los pentecostales trinitarios entre los que se destaca Las Asambleas de Dios. 2. ¿Con qué palabra podemos sintetizar la visión de la redención que tiene San Anselmo y por qué podemos afirmar que reduce el misterio salvador de Cristo? Para Anselmo desde el punto de vista de la redención, Cristo es, por encima de todo, el redentor. La gran obra cristológica de Anselmo de Canterbury es, por lo tanto, su tratado Cur Deus homo centrado todo él en el tema de la redención. El esquema lógico de la exposición es el siguiente: • Dios creó al hombre para la felicidad, pero esta felicidad requiere una obediencia que el hombre no cumplió y que ahora es irreparable por las solas fuerzas humanas. • Si el propósito de Dios era la felicidad del hombre, y Dios es omnipotente, dicho propósito no puede quedar frustrado. Por lo tanto se requiere un medio de redención. Para restaurar el estado original es necesaria una ofrenda de obediencia que sea igual o mayor que la ofensa. La ofrenda debe ser hecha por un hombre, ya que también él fue el autor de la desobediencia. Sin embargo, el hombre no puede ofrecer nada a Dios porque todo lo que tiene se lo debe; por lo tanto la ofrenda solo puede venir de Dios. En conclusión es necesario alguien que sea Dios y que sea hombre. Es necesario destacar que la gran aportación del teólogo benedictino es superar la teoría de los derechos del diablo, que exigían un pago por parte de Dios y del hombre para liberarse del pecado original. En su teoría, como se desprende del esquema que acabo de exponer, queda patente que la relación se centra exclusivamente entre Dios y el hombre y es importante subrayar que esta relación refleja el espíritu monástico con el cual Anselmo hacía teología, siempre en sede de su relación personal con Dios. Sin embargo es también imprescindible destacar que no es el propósito de Anselmo poner de relieve el papel del hombre sino exclusivamente exaltar a Dios. En su cristología se encuentra de nuevo la idea de la libertad: Dios nos salvará asociándose una libertad humana a su propia libertad. 3. Leemos Gaudium et Spes 22. ¿Qué visión de la salvación nos transmite? “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona. El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual”[3]. GS 22 Cristo resucitado, es el nuevo Adán, la plenitud de su amor se refleja en la dignidad del hombre.También debemos tener en cuenta: que el cristianismo, es fermento del reino de Dios en el tiempo, y, por lo tanto, da forma, informa a la sociedad en la que se inserta. Es de suponer que, envuelta en un manto de debilidad y de los comprensibles errores y desviaciones (algunos de ellos, por qué no decirlo, muy graves), la Iglesia ayuda a la humanidad a encaminar sus pasos hacia la meta de la historia, estableciendo finalmente el reinado de Dios. Mientras esto llega, todo el género humano está llamado a beneficiarse de la acción de Dios en la historia a través de los hombres, sus agentes. De nuevo son muchos los hitos que podríamos señalar para ejemplificar esta visión de la providencia de Dios en la historia, en la que conviven de forma misteriosa (y esto no significa de una forma mágica, sino de una forma que no es posible conocer mediante la razón para aquel a quien no ha sido revelado) las dos realidades, la divina y la humana. Decía San Agustín: “Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por su modo de vida (...) Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen (...) Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo”. Bibliografía: Biblia Latinoamérica para formadores. Biblia de Jerusalén. Ortodoxia y herejía: Entre la Antigüedad y el Medievo, Cátedra, 2003 Cf. B. Llorca Vives, Historia de la Iglesia católica. I: Edad Antigua: la Iglesia en el mundo grecorromano, BAC, Madrid 1990, 7ª ed.
Posted on: Tue, 09 Jul 2013 23:32:56 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015