Un mundo femenino hecho de soledad y tristeza evidentes, casi - TopicsExpress



          

Un mundo femenino hecho de soledad y tristeza evidentes, casi cruel. Así era el mundo de aquella bella y joven francesa ejecutante de violín de nombre Arcadia. Si admitimos que el arte es el ámbito privilegiado donde se violan todas las leyes, tendremos que llegar a la conclusión de que la mirada de esta joven mujer artista sobre su instrumento creador de arte, debía de ser por lo que creaba, la mirada de un florero con flores marchitas y colores insólitos. La música que salía por ese violín todas las tardes, mientras ella miraba por la ventana sin dejar de tañer las cuerdas, era como escuchar rasgar un vestido a todo lo largo. Era esa, la música de Arcadia, como un largo rasguido que se extendía, subía y bajaba lentamente por el dorso de un hombre desnudo, era como oír rechinar un tenedor sobre un plato de porcelana. Pero esa música, aunque no lo parezca, no era nada desagradable; cierto que era una mezcla de cloroformo y vinagre que surgía de las manos blancas y frías como la nieve de Arcadia pero esa su música proveíale a la joven ejecutante de violín, un placer extraño pleno de esplendores que se esparcían por su cuerpo macizo y bello a través de una rígida espina dorsal. Y ahí la teníamos a ella, a la bella Arcadia, todas las tardes tocando su violín y ese su extraño repertorio musical. Qué la había llevado a tocar así todas las tardes frente a la ventana? Su ociosa producción de fantasías en torno al amor que nunca concretó. Y tanto había soñado con el sueño del amor que se traga a sí mismo, que al no alcanzarlo nunca sus sueños comenzaron a ser habitados por pájaros. Pájaros en la cabeza tenía ella. Como esta mujer componía música, su ser se elevaba en vuelo, justo como los pájaros hacen, justo como hacían los pájaros en su cabeza, así Arcadia estaba bajo la égida de las aves. Mas a semejanza de los pájaros, Arcadia, al igual que ellos estaba condenada. Los pájaros son inquietos y caprichosos, su voz es chillante, están en las antípodas de la armonía, los pájaros todo lo picotean aquí y allá, como el ser humano enamorado del amor, como de hecho lo era la propia Arcadia que, tantas veces, desidiosa ella como era, un día por andar metiendo sus narices en lo que no la llamaban, creyó ver a su enamorado una tarde coqueteándola a otra, y en un arranque de irracionalidad celopática, decidió matarlo por la noche con un cuchillo de cocina mientras su amado yacía dormido sobre la cama. Pobre Arcadia: quien la viera ahí de pie tocando su extraño repertorio, con su invisible violín todas las tardes de la vida, frente a la ventana de ese cuarto de paredes acolchonadas…
Posted on: Fri, 25 Oct 2013 18:51:14 +0000

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