… Y Murió con las Botas Puestas por D. Arroliga Domingo 26 de - TopicsExpress



          

… Y Murió con las Botas Puestas por D. Arroliga Domingo 26 de junio de 1876. Batalla del Little Bighorn. Aquel verano los Sioux, los más bravos guerreros que el oeste americano ha visto, decidieron irse de las reservaciones en desobediencia militante ante la política desacertada del gobierno de los Estados Unidos hacia los indios. El gobierno entonces destacó al ejército al mando del Gral. Alfred H. Terry. A la Séptima de Caballería al mando de George A. Custer se le encargó buscar a los indios bajando hacia el río Rosebud en Montana y luego virar hacia el oeste en dirección del río Yellowstone. Custer, sin embargo, tenía su agenda oculta. El pretendía la presidencia de los EEUU ese año, y una victoria espectacular frente a los temidos Sioux le daría el empuje necesario. Los Sioux, altivos, aguerridos y orgullosos, se encontraban acampando a lo largo del Little Bighorn afluente del Yellowstone. Se dividían en varias tribus o grupos: los poderosos Oglalas, los temibles Hunkpapa, los valientes Brulés, los Sans Arcs, y los guerreros Miniconjou. Acampaban al lado de los Sioux sus incomparables primos, los famosos Cheyennes. Había también algunos Arapaho, Santees,y Pies Negros. Habrían más de diez mil almas dispersas en círculos a lo largo de ocho kilómetros a la orilla del Little Bighorn en aquel campamento, algo nunca visto antes...ni después. Habían fiestas todos los días, comida en abundancia, casamientos, grupos de cacería, juegos y competencias. Y por supuesto, para los adolescentes y niños la maravilla de ver en persona al guerrero más grande de todos, Crazy Horse (Caballo Loco). La mañana del domingo 26 de junio de 1876, Custer se encaminó hacia la muerte al frente de la Séptima de Caballería. El día se tornó caliente y brumoso. Custer dividió su regimiento en tres batallones. Pensaba que así acorralaría a los huidizos indios. No se percató que el polvo y humo que vio de lejos no era la huída de los Sioux si no la actividad matutina normal del descomunal campamento. Tampoco se percató de la enorme dimensión del enclave indio. Custer mandó al Mayor Marcus Reno a atacar el extremo sur del campamento. Al Capitán Frederick Benteen lo mandó por la izquierda a evitar que los indios huyeran hacia el oeste, y él, Custer, con 261 hombres se adelantó para atacar por la derecha el extremo norte del campamento. Benteen se perdió en la pradera y no logró nada. Reno cruzó el río y atacó al círculo de los Hunkpapa, la tribu de Sitting Bull. Los indios salieron en marabunta y detuvieron el ataque. Reno se vio obligado a retroceder y regresar al otro lado del río. La derrota fue aplastante. Los pocos soldados que quedaron alcanzaron un promontorio y se atrincheraron. En menos de media hora Reno había perdido a la mitad de sus hombres. Custer, mientras tanto, cabalgó sobre la rivera opuesta del río y se decidió a atacar el otro extremo. Cruzó el río, y en lugar del extremo norte del campamento se encontró exactamente en medio del mismo y con un millar de enardecidos guerreros viniéndolo a encontrar. Hasta ese momento se percata Custer de su tremendo error. Retrocede sobre el río a remontar la rivera y tratar de huir de la horda salvaje que le persigue. Acosado y peleando en reversa, Custer hala al regimiento hacia una colina. Batallando bravamente su tropa se desintegra, desmontan, sus caballos son acribillados, se atrincheran detrás de los caballos muertos, los indios los vuelven locos, y poco a poco son diezmados. Aturdido y totalmente abrumado ve los caballos indios arremeterlos por ambos flancos. La lucha es encarnizada. En medio de la polvareda y el humo de la pólvora, los aterradores gritos de guerra indios se confunden con los relinchos de los caballos heridos y los ayes de desesperación de los soldados. En quince minutos han muerto todos. Los Sioux no toman prisioneros. Aquellos soldados que quieren escapar son cazados como conejos en medio del zacate alto de la pradera. Los guerreros, luego, se dieron a la tarea de mutilar los cuerpos por su creencia que al hacerlo, los soldados pulularían por la tierra sin alcanzar nunca la eternidad. Las mujeres llegaron también a despojar los cadáveres de todo tipo de pertenencias. Así encontraron a Custer, desnudo, pero sin mutilar, con un par de tiros, en el pecho y la cabeza.
Posted on: Tue, 25 Jun 2013 19:40:12 +0000

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