lo recuerdo como si fuese ayer, recuerdo el olor a vainilla del colorete, el pinta labios rojo imprescindible y las calles en las que pasé media vida. Y sí, antes de ti hubo unos cuantos. Pero no te asustes, ni te enloquezcas, viví toda mi vida esperándote. Bailes con chicos sin nombre, miradas con desconocidos en el metro y, entre todas ellas, la tuya. Y bailamos hasta las tres de la madrugada; yo nunca fui muy Cenicienta, me gustaba trasnochar hasta cierto punto. Sin embargo, tú presumías de ser un caballero andante en busca de princesas en peligro de extinción. Me enseñaste a diferenciar la Osa Mayor de la Menor y a imitar a los Beatles como sólo tú sabías hacerlo. Te encargaste de descubrir mi punto flojo, el “Contigo” de Sabina, y solías agarrarme por la cintura cada vez que me llevabas a casa tarareándola a las tres de la mañana… lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí. Y nos dimos cuenta de que el “Contigo” iba más allá de lo que habíamos planeado. Porque el amor, cuando no muere, mata. Y desaparecimos el uno del otro durante años mientras me convencía de que si todo pasaba era por algo; y que si tenía que pasar en un futuro pasaría, y si no sería porque el destino nos tenía reservado a los dos algo mejor. Ya sabes, siempre creí en estas historias. Nunca fue un consuelo, fue una realidad, y lo sigo creyendo. Porque amores que matan nunca mueren.
Posted on: Sun, 17 Nov 2013 17:01:06 +0000
Trending Topics
Recently Viewed Topics
© 2015