"¿És posible, y deseable, adormecer la inteligéncia para - TopicsExpress



          

"¿És posible, y deseable, adormecer la inteligéncia para integrárse mejor en una sociedad donde los estúpidos són felices?" (Martin Page). Familiaaaaaaa!, abruptos, desdentados, y advenedizos. Encorvados, desheredados incluso en el infierno. Gente de mal vivir. Desconcertados, aturdidos. Felices huespedes de los manicómios. Mangantes de poca monta. Ladrones sin saldo. Ignorados. Despreciados hasta el hastío. Jugadores y perdedores. Maravillosos vividores!. Buenas, muy buenas bienvenidas al ocaso de un sin miedo y cobarde. Rezumaba desídia aquél local. Grasiento como un taller de autobuses. Pegajoso. El camarero limpiaba vasos con un trapo mas allá de lo envejecido. No había forma de tener la certeza de salubridad. Pero olía a cerveza, a taberna, a sueños dorados, a gentes sincopadas que visitaban el lugar cada noche lanzándose al tugurio como si de el maná se tratara. Pepita, estaba sentada en su rincón de siempre. Los labios carmesí. Un pintalabios robado en la tienda del chino de la esquina mientras le pagaba unas bragas de dudáble procedéncia, y que le daban la apariéncia de una mujerona. Su collar de perlas, "Majorica", le recordaba a todo el mundo cuando le preguntaban. En realidad eran una apuesta trucha de su ex amante que ganó, precisamente en otro tugurio como aquél jugando al mús. Al fondo, la Mari. Eterna hembra de grandes balanzas, que servía los cafés casi como mieles en la mirada. La barra, esa noche no estaba muy concurrida, mas allá del inspector Fresnedillo, que aún mantenia ese bigotillo de carrera de hormigas y dos acólitos más, expulsados de casa por sus mujeres. Bebedores de anís. Flacos ambos, que nó el inspector, y que a pesar de la hora y ser domingo llevaba bién repeinado su poco pelo con una montaña de gomina. Aún y así no podía ocultar las entradas de su frente. Tenía un frontón donde se podían jugar dobles. Enfrente derrotado, sobre un humílde taburete, Antoñito repasaba su cajón de limpia botas. -"Paño, betún, cepillo...", murmuraba mientras una colilla parpadeaba luces como un faro entre sus labiós. Vicente, el propietario, desde una silla en la esquina izquierda, junto a la puerta, observaba satisfecho con un palillo entre sus dientes, que revoleaba de lado a lado con sus gruesos lábios, y se daba un aire de importáncia por gobernar el recreo de los locos. Era casi la madrugada. Se abrió la puerta y Pau apareció junto a Sordo, su fiél acompañante. Ese gato tenía algo dificil de explicar. Pero sobre todo era como una preséncia intangible capáz de volver loco a cualquiera. Era como un Pepito Grillo. Pau se acercó a la barra y pidió un vino tinto. Desplazando sus ojos, Vicente miró a su empleado y le asintió. Todos sabían que Pau andaba sin un mango. -"Gooooooooooooooooooooolllll"-, gritaron al otro lado de la barra. El inspector Fresnedillo y sos dos amigos apestados se abrazaban. Su equipo acababa de marcar. Apenas se veía la pantalla, la mugre era un caparazón denso de tiempos olvidados. Todavía quedaban restos a la vista de otros vínculos del pasado. Incluso una botella con etiquetaje especial. Señas de desmedidos opresores. Sordo los miró con desdén y fijo su mirada en Pau. Cabizbajo, compungido. Su amigo no estaba en su mejor momento. De pronto apareció Ricardo, un amigo de tertulias sin sentido y compañero en las partidas de dominó. -"¡Cóño, Pau!, le gritó al entrar, cuando aún se oían las campanillas de aviso de esas puertas de taberna del pasado. Ahora roñosa y ténue en su madera. -"¡Hombre!-, lanzó en forma de aviso Pau. -"¡Tertuliano!", añadió mientras acercaba un cigarrillo hacia sí y lo encendía con aquella imitación de mechero de categoria. En el bar, Vicente dejaba fumar a los acólitos, especialmente a esa hora. Tenía buena mano con las autoridades. -"¡Gooooooooooooooooll!", gritaron de nuevo los tres mosqueteros. Se abrazaban entre estados etílicos. -"Esto está ganado", dijo uno, -"Pero que dices, esto no ha terminado y les metemos tres más. Jajajaja!"-, añadió el segundo. El inspector Fresnedillo asentía con labios fruncidos sosteniendo su copa de anís y un puro robado del decomisado en la aduana. Habís desayunado con sus amigotes "del frente". Así los llamaba. La Pepi le lanzó una mirada a Pau y a Ricardo. Sonriendo declinaron su invitación, pero la obsequiaron con una copita de ponche. A ella el ponche la ponia chisposa. Eso era lo que contaba. Antoñito se acercó y se dispuso. -"Estos zapatos señores, necesitan un repaso"-, dijo. "Bién dicho Antoñito"-, respondió Ricardo, que como siempre andaba engalanado como un chulapo"-. No era más que un aristócrata de barrio, pero buena gente. En el talego lo tenían por rey. "El conseguidor", le llamaban. Siempre se movió bién por los niveles del cuento y la venta de baja estopa. Sabor de barrio. Antoñito se apresto raudo a limpiarle los recién estrenados "papos" que le habían enviado desde Londres. -"¡Calidad!", dijo. -"Mira Pau, si tu quieres yo solvento la ganancia. Ya me vés!"-, dijo jactándose al tiempo que deslizaba una cortina de humo que brotaba de la inspiración de aquél cigarro cubano. Sordo comenzaba ha estar molesto, "¡ese brabucón!"-, como podía faltar al respeto a su amigo Pau se preguntaba. -"Y porqué este lo aguantaba!. No lo comprendía. Eso no debería suceder decidió. -"¡Mierda, mierda!", gritaron los tres hombres que veían el futbol. -"No te preocupes Fresnedillo que está ganáo!", le dijo sonriendo Ricardo cuando ladeaba su enorme cabeza, y evitando su barriga, con su uña del meñique izquierdo derramaba la ceniza al suelo. -"¡Me voy a cagar en toós tus muertos!"- , le gritó encendido. -"¡Aquí paz y mañana glória Fresnedillo!"-, respondió Vicente desde su esquina. Sordo ya caminaba sinuoso, felino sobre la barra y se acercaba hasta el inspector. Vigilante, midiendo cada paso. Invisible. -"¡Me voy a cagar en tó!", bramó de nuevo el inspector. -"¡Coño, nos han empataó!, ¿¡no decías Ricardo que esto estaba ganaó!?, me cago en la medre que te parió"-. Ricardo y Pau se reían. La Pepi no tenía clientes, la Mari apoyaba su codo sobre la barra y el camarero continuaba con su balleta. Antoñito no dejaba de frotar y frotar, sacándo lustre al cuero de aquellos nuevos zapatos llegados desde Londres. Pero escondiéndo la sonrisa en la naríz, todos se aguantaron la carcajada al ver el estado del indignado inspector. -"¡Penalty!, ¡ pero vámos hombre, arbitrucho eso hay que pitarlo"-. Fresnedillo seguía encendido y Sordo cada vez más cerca. Al partido le quedaban cinco minutos. Pau se giró y mirando a Vicente dijo: -"Estírate amigo y pon aquí dos "segovianos" que ya mañana arreglamos"-. Tal vez haciendo un esfuerzo dejó caer la silla sobre las cuatro patas que instántes antes reposaba sobre las traseras mientras él estaba apoyado y bién acomodado contra la pared. Miró al camarero y asintió de nuevo. -"Hoy me voy entre risas a la cama. ¡Qué protagonista le gusta ser a la gente!"- , lanzó al vuelo Ricardo sujetando su güisqui. -"Necesitan vivir la vida de los demás para poder tener identidad"-. Respondió Pau. Sordo cada vez estaba mas encorvado y dispuesto al salto. -"Y mucho tiempo al lado de las mismas personas, saben que la comédia toca a su fin y como la tragédia huyen"-, contestó Ricardo. -"...fundiéndose como el acero, arremolinándose con el viento. Solubles, como la sal al diluirse entre las aguas. Se llama miedo"-, atendió Pau. -"¡Dejaros de óstias que queda un minuto y me estaís jodiendo con tanta cháchara, joder!"-, gritó Fresnedillo. Violento y amenazador, casi mostraba bajo su sudoroso sobaco el 38 Smith & Wesson que llevaba incluso estando fuera de servicio. Era un poli de la "vieja escuela". Justo en ese momento, -"Gooooooooooooooooollll"-, gritaron la Mari, la Pepi y Antoñito, añadiendo al unísono: -"¡Qe te jodan Frésne!"-. Y al tiempo reían. El inspector Fresnedillo se giró violentamente y agresivo. Su equipo acababa de perder un partido en el último minuto cuando lo tenía ganado. Todos reían, haciendo broma, pero para él no tenía ninguna gracia. Se lanzó rapidamente hacia Antoñito mientras de un empujon tumababa a la pobre Pepi de rojos lábios, una madura prostituta de encantos que añoraban seguro muchos de sus clientes lanzándola al suelo, Mari salió de la barra e intentó detenerlo pero el personaje estab fuera de sí y le dió un bofetón. -"¡Maldito hijo de puta sinverguenza!"-, gritó Pau.Desbordado, levantó lo justo un pié y lo hizo tropezar. -"¡Cayó por su própio peso. Jajajaja!"-, reía Ricardo. Fresnedillo se levanto con muchos esfuerzos pero con la cara roja y retadora, dispuesto a pegar a Pau. En ese momento se oyó gritar: -"¡Sordo!, ¡nó!", era Pau, pero llegó tarde. El inspector tomó la baja y ya no le vieron mas, ni en comisaria, ni por las calles y tampoco en el bar de Vicente. Ricardo, Pau y Sordo se fueron zigzageando con una botella de tinto. Sordo estaba felíz. El Pera. Buenos dias y buenas noches. (Dedicado a mi amigo Pepe Hurtado, que amablemente y con su colaboración en los diálogos ha inspirado esta treta. Jajajaja!, un abrazo amigo)
Posted on: Wed, 09 Oct 2013 01:07:47 +0000

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