-Capítulo 5- -¡Blanca, cómo me alegro de que ya estés aquí!- - TopicsExpress



          

-Capítulo 5- -¡Blanca, cómo me alegro de que ya estés aquí!- exclamó Erick, cuando ésta llegó a la oficina. -¡Buenos días a ti también!-. Dijo Blanca sorprendida. -Perdona, buenos días. -¿Ocurre algo? ¿Dónde están Helena y David? -Están con los clientes de la clínica dental, cerrando el proyecto -¡Eso es una buena noticia! Pero, ¿por qué estás tan alterado? -Sí, es una noticia estupenda, pero necesito los documentos del diseño del campo de golf y no los encuentro, no los tengo en mi despacho, ni están en el de David y Helena no los ha visto ¡Han desaparecido!-. La voz de su jefe parecía desesperada. -Los tengo yo Erick, tranquilízate. Me dijiste que los guardara hasta que tuviéramos respuesta de los directivos-. Blanca abrió el armario que tenía a sus espaldas, donde guardaba todos los documentos de las obras que estaban pendientes. Buscó el expediente del campo de golf y se lo entregó. -¡Gracias Blanca! ¡No sé qué haría yo sin ti!-. Besó los mofletes de su secretaria, cogió la documentación y se dirigió a su despacho. Aunque ella no era arquitecta como sus colegas, sabía que hacía bien su trabajo y que era una pieza importante. Era uno de los cuatro pilares del estudio. Y tanto su jefe como los demás lo sabían y siempre se lo recordaban. Se sentía querida, útil y le gustaba esa sensación. Era una sensación que tardó muchos años en aceptar. Pero cuando lo hizo, valió la pena. Blanca se quedó sola en la recepción. Ojeó su agenda para saber el trabajo que tenían sus compañeros en esa semana. Era una semana bastante ajetreada, con diferentes proyectos encaminados a ser puestos en marcha. Y si eso sucedía, iba a ser un buen empuje para el despacho. Y personalmente también. Se pasó toda de la mañana revisando papeleo, haciendo salidas a bancos, llevando documentación al gestor. Cuando volvió a la oficina era casi la hora de comer. No lo sabía porque hubiese mirado su reloj, sino porque su estómago le rugía y pedía algo sólido. Se sentó en su silla para descansar un momento y vio que tenía dieciocho mensajes en la centralita. ¡Por Dios! ¡¿Es que a todo el mundo le ha dado por llamar esa mañana?! Los escuchó todos, tomó nota de los recados y se acercó a los despachos. Helena y David no habían vuelto, así que les dejó los avisos en sus mesas. Vio que Erick seguía en la oficina. -¿Te apetece que nos vayamos a comer?-. Le preguntó hambrienta. -¿Ya es la hora de comer? ¡Joder! Se me ha pasado la mañana volando -Y a mí también. No hay nada como tener la mente ocupada con el trabajo para olvidarse de todo. -Y que lo digas. Venga vámonos a comer, te invito, pero no se lo digas a los demás-. Sonrió E. -Tu secreto está a salvo conmigo-. Le dijo, poniéndose una mano en el pecho. Recogió su chaqueta y su bolso, sin pararse a mirar en su escritorio, donde descansaba su teléfono móvil. Y salieron a comer. Fernando había acabado sus clases hacía una hora. Hoy le tocaba comer solo, ya que Fran se había ido de excursión con los chicos de primero. Repasó sus horarios, sus tutorías, pero en mente solo tenía una idea, pedirle perdón a Blanca. ¿Y si no quería perdonarle? ¿Seguiría enfadada con él? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Claro que las tendría en cuanto hablara con ella, pero ayer no le cogió el teléfono y eso debía ser una señal ¿no? Le asustaba lo que Blanca pudiera decirle. Pero eso era mejor, prefería obtener una negativa por parte de ella a no saber lo que sentía. Sí, estaba decidido, la llamaría ahora. Otra vez. Cogió su móvil de encima de la mesa, buscó su nombre en la agenda y pulsó el botón de llamada. Mientras oía los tonos de llamada, sentía un pequeño nudo en el estómago. Se encontró que estaba impaciente por oír su voz. Desde que se marchó de su casa no había vuelto a saber nada de ella. Y de eso hacía un día y medio. Demasiado. De repente la escuchó, su voz, en el contestador de su teléfono. No dejó ningún recado y colgó. Se sentía decepcionado, pero no podía culparla por ello. No había podido hablar con ella. A lo mejor no había escuchado la llamada, o estaba ocupada en aquel momento. O simplemente seguía enfadada con él. Eso era lo más probable. ¡Mierda! ¿Y ahora qué? ¿Aquí se acababa todo? No tenía ganas de comer, tenía el estómago cerrado, así que decidió salir a dar un paseo y despejarse. Cuando Blanca y Erick volvieron al despacho, se encontraron con que David y Helena ya habían vuelto. Estaban felices. El proyecto de la clínica dental había salido mucho mejor de lo esperado y ya estaba cerrado. Así que la semana siguiente podían empezar con ello. Erick los felicitó, encantado con su equipo. -¡Muy bien chicos, habéis hecho un trabajo excelente! -Gracias Erick, pero ha sido muy fácil teniendo a Helena a mi lado-.Declaró David. -Venga hombre no te quites méritos, que esto ha sido un trabajo en equipo-. Se sonrojó Helena. -Helena tiene razón, los dos formáis un equipo envidiable. Así que ahora ya sabéis, a seguir trabajando así de bien juntitos-. Dijo Blanca con retintín. Veía a sus compañeros actuar de una forma diferente entre ellos. Parecían como más compenetrados, se llevaban mejor. Ahí había algo raro. -¡La que faltaba! Pues señorita, voy a decirte algo y es que tú también eres partícipe de que esto haya salido bien-. Erick siempre sabía reconocer que el trabajo del despacho era cosa de los cuatro. Cada uno volvió a sus quehaceres y Blanca descubrió que se había dejado el móvil en su mesa antes de ir a comer. Visualizó que tenía varias llamadas perdidas de anoche y una de esa mañana, de un número que no conocía. No sabía quién podía ser. Observó que no la había dejado ningún mensaje, así que decidió llamar y averiguar de quien se trataba. En el momento en que se disponía a ello, Erick la llamó para que fuera a su despacho. Llamaría más tarde y voló hacía donde se encontraba su jefe. Erick le comunicó que su padre acababa de hablar con él para verse mañana y hablar del tema de la construcción del nuevo gimnasio del colegio. Habían quedado por la tarde, y necesitaba que ella fuese con él. ¡El colegio! Con la mañana que había tenido, se había olvidado por completo de él. De Fernando Fernando volvió de su paseo algo más relajado. Llevó a cabo su última clase del día y se dispuso a marcharse a casa cuando Ricardo fue a hablar con él para pedirle que al día siguiente, después de su trabajo, se quedase un rato más para hablar con los arquitectos que iban a realizar el diseño del gimnasio. Puesto que ya conocía a su hija, le habló que sería el estudio donde trabajaba el que realizaría dicho diseño. Era cierto, conocía a Blanca, pero no habían hablado del trabajo de ella. No se lo había preguntado, que despiste. Pero entonces, ¿eso significaba que ella vendría? ¿Qué la vería mañana? Daba igual, no le había devuelto la llamada, así que no creía que se alegrara de verlo. Pero él se moría de ganas. -¿Podrás quedarte Fernando? Me harías un gran favor, ya que como profesor de educación física sabrás mejor que yo qué necesitamos en las instalaciones. -Sí, ningún problema. ¿Blanca vendrá?-. Preguntó muerto de curiosidad. -Pues no lo sé. He hablado con su jefe, que será el que se encargue de todo, pero no me ha dicho nada más. -¿Tu hija es arquitecta? -No, es la secretaria del despacho. Pero créeme, sin ella, estarían perdidos-. Sonrió orgulloso Ricardo-. Recuerda que es mañana a la seis. No te marches antes. De eso no le cabía ninguna duda a Fernando. Él se sentía igual, perdido sin ella. Necesitaba saber algo de Blanca, escuchar su voz, que le dijera que era un idiota o que no estaba enfadada con él. Estaba ansioso. Cuando acabó de hablar con Ricardo, recogió sus cosas y se marchó a casa. No tenía ningún plan para esa tarde, así que cuando llegó a su piso decidió salir a correr un rato. Se cambió, se puso la ropa de deporte y salió, dispuesto a cansar un poco su cuerpo y su mente. Blanca salió de la oficina pensando en que tenía que pasarse por el supermercado antes de llegar a casa. Cogió una libretita y un bolígrafo de su bolso y empezó a anotar los artículos que tenía que comprar. Llegó a su coche y se puso en marcha. Se detuvo en un semáforo en rojo y mientras esperaba, vio a un chico corriendo por la acera. Se fijó en él. Lo conocía. Sabía quién era. Era él, Fernando. Se había quedado tan absorta mirándolo que no había reparado en que el semáforo había cambiado de color. El coche de atrás pulsó el claxon para que ella arrancara. Blanca se sobresaltó. Metió la marcha y se alejó. Se quedó con esa imagen en su cabeza. Llegó al parking del supermercado, donde dejó el vehículo, sacó las bolsas de la compra vacías, metió una moneda en el carrito y entró en el comercio. Se paseó por los diferentes pasillos, cogió las cosas que había anotado en su libreta, y, cómo no, otras que no estaban apuntadas. Cuando acabó de arrasar con el supermercado, hizo cola en una de las cajas. Pagó a la cajera, recogió sus bolsas, que ahora iban llenas y se volvió hacia el coche. Cuando metía las bolsas cargadas en el maletero, una voz la saludó. -Hola Blanca -Hola Fernando-. Le dijo cuando se giró hacia él, sorprendida y lo miró a los ojos. Estaba guapísimo, así con esa ropa deportiva. La camiseta le marcaba el pecho y sus pantalones cortos dejaban al descubierto esas piernas torneadas. Y además estaba algo sudado y respiraba agitadamente-. ¿Vienes de hacer deporte? -Sí, salgo a correr por la ciudad siempre que dispongo de tiempo libre. Y tú ¿qué tal estás? -Bien, de compras-. Dijo Blanca alzando una de las bolsas que sujetaba con su mano. -Pensaba que las compañeras de piso hacían la compra juntas-. Le sonrió. -Solemos hacerla juntas, pero Raquel pasa la noche con Fran, así que me ha tocado venir a mí. -¿Quieres que te eche una mano? -No, no hace falta, gracias-. Dijo Blanca cerrando el maletero de su coche. Lo miró de nuevo a los ojos -. ¿Quieres que te acerque a tu casa?-. No sabía por qué lo había dicho, pero lo había hecho. Y pensándolo bien, no se arrepentía. Pasar un rato más con él era lo que le apetecía en ese momento. -Vivo en dirección opuesta a tu casa y no me gustaría molestarte-. Fernando estaba sorprendido por la pregunta. -No es ninguna molestia Fernando, de verdad. -Vale, pues te agradezco el ofrecimiento y acepto encantado. -¡Perfecto! Sube. Espero que no tengas miedo de que una chica te lleve a casa en coche. -Me gusta que esa chica seas tú. Fernando se acercó un poco más a ella, quedándose a escasos centímetros de su rostro. Blanca podía oler su cuerpo, que estaba empapado en sudor, pero aún así, olía bien. Notaba que su corazón se le aceleraba. Fernando posó las manos sobre su cabeza, acariciando su corto pelo. Estaba nervioso, le costaba respirar, y el poder tocarla de nuevo le hacía perder el control. -¿Sigues enfadada conmigo por lo de ayer? -No, no estoy enfadada. -Te llamé ayer por la noche y hoy te he llamado a la hora de comer y no me has contestado. -¿Eras tú? No tenía tú número. Quería llamarte, pero se me complicó la tarde-. Explicó Blanca nerviosa por la proximidad de sus cuerpos. -Mi tarde se ha arreglado ahora que te he visto-. Y sin más palabras, la besó. Estaba más relajado, ahora que sabía que no estaba molesto con él y se dejó llevar. Aunque Blanca se esperaba que la besara, aquel beso la pilló desprevenida. Pero no se apartó ¡ni loca! Deseaba ese beso, notar esos labios en los suyos. Los abrió un poco más, para dejar paso a la lengua de Fernando que invadiera su boca. Fernando no perdió un segundo y la poseyó. La atrajo más hacia sí, bajando sus manos por su espalda, y notando sus pechos en su torso sudado. La abrazó tan fuerte que Blanca emitió un leve gruñido, pero no la soltó. Ahora no podía hacerlo. Ahora que volvía a tenerla entre sus brazos, no iba a dejar que se le escapara. Blanca se separó de sus labios, pero seguía abrazada a su cuello. -Fernando…- . Dijo jadeando. Aquel beso la había dejado sin aliento. -Me gustas Blanca y no me arrepiento de esto. Sé que tú tampoco. -Fernando, yo...- no la dejó continuar. Puso un dedo sobre sus labios, esos que hacía unos segundos había besado con ímpetu. -Ssshhh, no digas nada. Sólo escúchame. Como te he dicho, me gustas. He estado preocupado todo el día pensando en ti, en que estabas enfadada conmigo. Y luego, cuando te he llamado y no he conseguido hablar contigo, creí que no querías saber nada más de mí. Pero estaba equivocado. Este beso lo ha confirmado y ha sido lo mejor de todo el día. Y me muero por repetirlo. Y otra vez estaban ahí, pegados por sus bocas, por sus cuerpos. Y seguían abrazados. ¡Qué bien que besaba ese chico! Sus labios eran una adicción, una droga por la que moriría si no los probaba cada día. Fernando la hacía sentir cosas que creía muertas. La hacía sentir divinamente. Se volvieron a separar. Él apoyó sus manos en la cadera de ella y Blanca mantenía las suyas en su cuello, acariciando el pelo de su nuca. -Vamos, te llevo a casa. Aquí fuera hace frío y estás sudoroso. Cogerás una pulmonía -¿Me cuidarías?-. Le dijo con una sonrisa. -¿Qué tal enfermo eres? -Mi madre dice que soy insoportable. No me gusta eso de estar en la cama malito todo el día. -Pues entonces creo que dejaré que tu madre te cuide-. Rieron. Subieron al coche y Fernando le indicó la dirección de su domicilio. Hablaron y rieron durante el trayecto. Blanca le confirmó que al día siguiente iría con su jefe al colegio. Él se alegró de oír aquello, ya que eso significaba que la vería de nuevo, aunque sería de una manera profesional. Pero no le importaba. Lo importante era volver a verla. Habían llegado a casa de Fernando. Blanca aparcó y paró el coche. Quería preguntarle algo, necesitaba saber más. Se desabrochó el cinturón de seguridad y se giró en su asiento para poder verlo de cara. Él hizo lo mismo. Clavó sus ojos en los suyos, se armó de valor y habló. -Fernando, lo que me has dicho antes, eso de que te gusto, ¿lo has dicho de verdad? -Claro que sí-. Dijo serio. -La verdad es que me sorprende. -¿Qué te sorprende que me gustes? “Ay Dios, esto no va a salir bien”. -Me extraña que pueda gustarle a alguien-. Dijo ella, con la mirada clavada en sus rodillas. Fernando alargó su mano hacia su barbilla y la elevó hasta que pudo ver sus ojos de nuevo. -Blanca, eres una chica preciosa. No dejes que nadie te diga lo contrario. No sé por qué piensas que no lo eres-. Fernando estaba siendo sincero con ella, lo veía en sus ojos, que le decían lo que sentía y le agradaba que la viera así, aunque no se encontraba para nada atractiva, como la encontraba él. -Nadie me había dicho nunca nada semejante, aparte de mis padres, claro, pero ellos no cuentan -. Dijo Blanca intentando que Fernando no notase su nerviosismo en su voz. -No me lo creo. ¿No has tenido ninguna relación con un chico? -Sí, claro que he tenido pero no acabó bien. -Eso no importa. Lo importante es que te lo dijera cuando estabais juntos ¿Nunca te lo dijo? Blanca se quedó callada. No quería hablar con Fernando de lo que pasó con su ex, y mucho menos explicarle como se sintió después de todo lo que ese gilipollas le soltó a la cara. ¡Menudo cabrón! Fernando interpretó ese silencio como una respuesta negativa. Vio que Blanca se tensaba así que decidió cambiar de tema. -Perdona, no quería incomodarte. No hace falta que me cuentes nada. Pero me reitero, eres preciosa-. Intentó hacerla sonreír, y lo consiguió. Un poquito-. Me apetece invitarte a cenar el viernes por la noche. ¿Qué me dices? -¿Quieres cenar conmigo? -Hemos desayunado y comido juntos. Nos falta la cena. Aunque te advierto que esta vez sólo seremos tú y yo. Nada de Raquel ni de Fran. Ni restaurantes. En mi casa. -No me creo que cocines. Supongo que cenaremos comida del chino ese-. Dijo Blanca riendo y señalando el restaurante oriental que había al lado de casa de Fernando. -Vaya, veo que te tomas a cachondeo mis artes culinarias -¿Artes culinarias? Siento decepcionarte, pero unos sándwiches también se hacerlos yo-. En los labios de Blanca se dibujó una amplia sonrisa. -Muy bien señorita graciosilla, siga regodeándose de mí, pero de ésta no se escapa. El viernes la quiero en mi casa a las nueve y así podrá comprobar por sí misma si soy un buen chef. -El viernes a las nueve en tu casa. Pero, ¿qué pasa si no me gusta tu comida? -Te invito dónde tú elijas. Pero te advierto, que eso no va a pasar. Creo que me invitarás tú a mí-. La retó Fernando. -Estás muy confiado. Seguro que a más de una chica te la has llevado a la cama con ese arte. ¡Mierda! ¿Por qué he dicho eso? -Eso ha sido un golpe bajo. No voy a contarte mis líos de alcoba. Además, te recuerdo que a ti ya te he catado, así que no necesito mi arte contigo-. A Fernando le molestó que dijera aquello Estaba yendo todo genial, la había vuelto a besar, la invitaba a cenar y ahora salía con eso-. ¿Qué pasa Blanca? Si no quieres cenar conmigo, sólo dilo. -Lo siento, no debí decir eso. Me he arrepentido en el mismo momento en que lo he dicho-. Blanca le acarició la cara. Tenía la piel suave, aunque raspaba con esa barba de dos días, que le quedaba irresistible. -Entonces, ¿por qué lo has dicho? -Me abrumas. Nos conocemos una noche y nos acostamos. Te enfadas conmigo por haberte quedado dormido en mi casa. Me besas cuando quieres, me dices que te gusto, me invitas a cenar. Todo esto me supera Fernando, no sé cómo llevarlo.-. Blanca estaba asustada, pero logró decir cómo se sentía. Quería ser sincera con él. -¿Te beso cuando quiero?-. Arqueó las cejas-. Si de verdad te besara siempre que quiero, estaría todo el día pegado a tus labios-. Deslizó sus manos por sus brazos que los tenía laxos sobre sus piernas. Se acercó más a ella y acarició su nariz con la suya.-. Olvidemos lo que has dicho, ¿de acuerdo? -De acuerdo. No quiero que te arrepientas de invitarme a tu casa a cenar Dios sabe qué-. Fernando rió ante tal comentario y Blanca lo acompañó. Podía ver que volvía a ser la de antes, la chica con sentido del humor. -Estás muy atractiva cuando sonríes. Sus labios volvieron a encontrarse. Era un beso tierno, lleno de dulzura. No tenían prisa por acabar aquel beso. Sus lenguas se buscaban, se necesitaban sin llegar a saciarse la una de la otra. Aquello era una tortura deliciosa. -Me encantan tus besos. Besas de maravilla-. Blanca lo soltó, algo sonrojada. -Gracias. Me alegro que te guste. Y ahora que lo pienso, creo que es el primer piropo que me dices desde que nos conocemos-. Fernando no pudo hacer más que sonreír. -Sí, creo que es cierto.- Blanca le dio un pequeño beso en la comisura de los labios-. No quiero echarte, pero creo que será mejor que subas a casa y te duches. Al final cogerás esa pulmonía de la que no pienso cuidarte. -Está bien, ya me voy. Veo que no te convenzo para que seas mi enfermera. -Recuerda lo del viernes. Y nos vemos mañana. -No me olvidaría del viernes por nada del mundo. Estoy impaciente-. Le guiñó un ojo a Blanca-. ¿De verdad no quieres que te acompañe a casa? -No hace falta. -Vale, pero ten cuidado. Nos vemos mañana-. La besó de nuevo antes de bajarse del coche. En la acera, se despidió de ella con la mano, mientras se alejaba con el coche. Se quedó allí plantado, viendo como se marchaba la mujer que se había quedado grabada en sus labios. Había sido increíble volver a verla de aquella manera tan casual. Siempre era un placer verla. Le recorrió un escalofrío por el cuerpo. Se estaba quedando helado. Subió a casa. Blanca llegó a su casa cargada con las bolsas de la compra. No dejó de pensar en Fernando durante todo el trayecto de vuelta. Había sido una idiota por hacer aquel comentario, pero por suerte, no le había dado mucha importancia. Le había dicho que era preciosa ¡preciosa! ¡Dios! esto se le estaba escapando de las manos. Pero era tan agradable sentirse deseada, que alguien tuviera el más mínimo interés en ella era algo nuevo. La sobresaltó el ruido del móvil. Era el sonido de un Line. “Hola, soy Fernando ¿Ya has llegado a casa?” “Me preocupo por ti” ----------- Ese mensaje la hizo sonreír. Se preocupa por mí. Es un encanto. “Sí, ya estoy en casa”. “Me gusta que te preocupes por mí”. ----------- “Me preocupo por las personas que me importan” “Me gustaría estar contigo para darte un beso de buenas noches”. “Descansa”. “Mañana nos vemos” ----------- “Me gustaría que estuvieses aquí”. “Descansa tú también”.”Un beso”. Y se despidió de él. Acabó de colocar la compra en la nevera. No podía quitarse la sonrisa de los labios. Fernando le gustaba, le gustaba de verdad y aunque estaba muerta de miedo, quería estar con él, necesitaba estar con él. ¡A la mierda el pasado y su ex! Iba a dar un paso adelante con ese chico. Se metió en la ducha y más tarde se preparó una cena ligera. Ya en la cama, le costó conciliar el sueño, porque su sueño no estaba con ella.
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 03:05:01 +0000

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