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10 July 2006 @ 01:31 pm ENTRADA 98 Al llegar al fondo del corredor me detuve por un instante, indeciso. El cristal trazaba una curva a nuestras espaldas, impidiendo a los pequeños seres continuar su camino a nuestro lado. Sabían que no podían seguirnos y ahora expresaban su frustración con un rosario de golpes y aullidos más potentes, si cabe, que los anteriores. Estaba bastante convencido de que aquel cristal no cedería bajo los golpes, pero no me parecía sensato quedarnos allí para comprobar si tenía razón. Sin embargo, no sabía que hacer. Frente a nosotros se abrían dos puertas, una a nuestra derecha, que parecía haber sido reventada a patadas y tenía manchas de sangre en el marco y otra a nuestra izquierda, intacta, con una barra de apertura por su lado interior, que no podía ser operada desde la otra parte, y que permanecía cerrada. A priori, la puerta intacta ofrecía mayor seguridad. Sin embargo, me daba la sensación de que el pasillo en el que desembocaba giraba hacia el interior de la mole del Hospital, mientras que la destrozada, si no estaba muy desorientado, llevaba en la dirección que nos habíamos trazado. Una suave brisa salía de la sala a oscuras que se abría tras la puerta destrozada. Eso inclinó la balanza. Tras dedicarle mi dedo corazón extendido a los pequeños monstruos, ahora absolutamente enfurecidos, me acerqué a la puerta de la izquierda y la abrí . Confiaba en que eso despistase un poco a nuestros perseguidores, si es que llegaban hasta allí. A continuación, empuje la silla y me adentré por la puerta destrozada. Venía brisa. Y eso significaba que aquel aire tenía que entrar por algún lado, desde el exterior. Caminamos durante unos diez minutos en medio de la oscuridad mas absoluta. En un par de ocasiones llegamos a un callejón sin salida que nos obligó a desandar parte del camino. Comenzaba a preocuparme por Prit. Continuaba como aletargado, indiferente a todo cuanto se cruzaba ante nuestros ojos. En un determinado momento pasamos junto a un par de puertas antiincendios de acero, que se sacudían violentamente. Una autentica horda de No Muertos se agolpaban al otro lado, zarandeando las hojas inútilmente. Alguien había clavado fuertemente un par de cuñas en el marco, para impedir que aquella puerta se pudiese abrir, pero ni siquiera eso despertó el mas mínimo interés en el ucraniano. Daba la sensación de estar totalmente fulminado. Tras doblar un par de recodos, llegamos por fin a una zona donde volvía a haber cierta claridad. La brisa allí era mas intensa y ya podíamos oír de nuevo el rumor de la lluvia. Mi animo se aligeró. Teníamos que estar muy cerca. Condenadamente cerca. Al abrir una última puerta batiente no pude contener un grito de alegría. Ante nuestros ojos se extendía un enorme vestíbulo de acceso en penumbras, iluminado ocasionalmente por el fogonazo de un relámpago. Toda la luz provenía de una larga fachada acristalada que daba al exterior. Al otro lado del cristal, un enorme aparcamiento abandonado y unos jardines devorados por las zarzas recibían silenciosamente el furioso chaparrón que estaba cayendo en aquellos momentos. La zona parecía estar aparentemente desierta..Un mástil, con una bandera española harapienta y ennegrecida montaba guardia al lado de su gemelo, derribado en el suelo. No se veía ni un solo ser, humano o no, bajo la lluvia. Sonreí, aliviado. Lo habíamos conseguido. Estábamos salvados. El vestíbulo tenía el suelo cubierto de papeles, expedientes y volantes médicos de todos los colores. En un lateral, cerrada y oscura, una cafetería esperaba a que unos empleados que ya nunca llegarían la abriesen de nuevo para atender a un personal medico que tampoco existía. Al otro lado, un mostrador de recepción estaba vacío, con una tonelada de teléfonos apilados sobre un mostrador. Unos cuantos estaban descolgados y pendían, mudos e inmóviles, de sus cables. En medio y medio del vestíbulo, como un monolito abandonado, se levantaba un kiosco de prensa. Apilados frente a la persiana metálica se amontonaban docenas de revistas y periódicos aún sin desembalar. Me acerqué por curiosidad y cogí un ejemplar de cada cabecera. Tenían fecha de cinco meses atrás. En sus portadas anunciaban la creación de los Puntos Seguros y pedían colaboración a la población para superar “la crisis epidémica de origen desconocido”.Ya. Seguro. Y una puta mierda desconocida. Siempre he sido un lector empedernido de la prensa, así que por puro reflejo comencé a pasar las páginas rápidamente. La sección de internacional estaba reducida a la mínima expresión, y la de deportes y economía sencillamente, no existían. La verdad es que eran unos periódicos sumamente finos, de no más de trece o catorce páginas y todas ellas estaban dedicadas de una manera u otra a la pandemia. Era evidente que habían sido redactados por un equipo mínimo de periodistas, supongo que los únicos que se atrevieron a seguir yendo a trabajar en aquellos días. La cantidad de estupideces y tonterías que estaba leyendo me arrancó una sonrisa. Era increíble hasta que punto tuvieron a la opinión pública a ciegas hasta el último minuto. Hijos de puta arrogantes e insensatos. Levanté la mirada y descubrí que Prit no estaba en su silla. Dejé caer los periódicos y con el alma en vilo avancé hasta el centro del vestíbulo, mirando a todas partes. De repente, descubrí la menuda figura del ucraniano recortada contra una pared, alumbrado por el resplandor de los relámpagos. Me acerqué hasta él. Viktor estaba absorto, contemplando algo en aquel muro. A medida que me iba acercando y adivinaba lo que tenía prendado al ucraniano notaba como mi estomago se iba encogiendo. Un relámpago especialmente fuerte iluminó de golpe el vestíbulo, permitiéndome ver la totalidad de aquella pared. Aquel muro estaba cubierto de docenas, cientos, puede que miles de mensajes y fotos. Todos tenían un denominador común. Todos eran carteles de desaparecidos. Sus familiares o amigos los habían colocado allí con la esperanza de que alguien pudiese darles alguna noticia de ellos. Docenas de fotos de gente sonriente me contemplaban desde la pared. Notas con contenido desgarrador pedían que por favor si alguien conocía a Fulanito se pusieran en contacto cuanto antes con el número tal. Mengano de tal, desaparecido hace tres días. Fulanita de tal, desaparecida con todo su autobús escolar hace un día y medio. Si alguien ha visto a esta niña, por favor, llamen a tal número. Una señora mayor, sentada en una mesa con adornos de Navidad, con un enorme SE BUSCA trazado con un grueso rotulador rojo justo debajo. La foto de toda una familia sonriente, posando en un jardín, en verano, con el cartel de DESAPARECIDOS encima y un número de móvil debajo. Javier Piñón, estamos en casa de tus padres, reúnete con nosotros. Luisa Sabajanes, si ves esta nota no te muevas de aquí, vendré a buscarte todos los días. Te quiero. Si alguien ha visto a este hombre, por favor, contacten en este número... Así hasta el infinito. Aquello era mareante. Di un par de pasos hacia atrás, anonadado ante aquello. Por supuesto. Un Hospital. El sitio lógico donde buscar a un desaparecido. A miles de desaparecidos, de hecho. Aquello era una muestra de la enorme magnitud de todo este caos. Joder. Era escalofriante. Casi podía sentir el dolor y la angustia que rezumaba aquella pared. Estaba contemplando la foto de miles de muertos, o de algo peor, si cabe. Una mano se apoyó en mi hombro, sobresaltándome. Me giré y contemplé a Prit, con una mirada de tristeza infinita en sus ojos. Vayámonos, me dijo. Vayámonos pronto de este sitio, por Dios, o me volveré loco. Hazme la cura donde sea, pero fuera de aquí. Tenemos que irnos, este sitio está mal, terriblemente mal. Vayámonos, por favor. No hizo falta que me lo pidiese mas veces. No era sólo que el ucraniano estuviese al borde del colapso nervioso. A mi también se me estaban poniendo los pelos de punta en aquel lugar tan macabro. Quería salir de allí ya. Ustedes me dicen cuando sigo.... recomienden la pagina :3
Posted on: Thu, 01 Aug 2013 05:41:19 +0000

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